2. Terceras opiniones

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Sintiéndose un poco estresada, Lulu estaba sentada en una silla recargada en el respaldo con sus piernas cruzadas mientras comía algunas galletas de chispas de chocolate de una bolsita transparente que tenía su nombre escrito y bebía de un envase de leche delante de su padre que aún continúa amarrado como puerco. Solo intentaba pensar en que hacer con él sin la necesidad de chingarle más el cerebro de lo que ya estaba.

— … ¿Aún nada, Lu? – dijo Lani sentada en una silla como Chabelo a un lado de su hermana menor mientras comía carne seca mostrando sus afiliados colmillos sin ninguna pena.

— Mmm… No – dijo la castaña mirando de lado a la güera. — Tenía un exorbitante plan y sin carencias ni fallos. Sería la primera vez que haría un lavado de cerebro a un ser humano. Eso es ilegal dentro de los 195 países del mundo y era muy popular en la guerra fría, pero este incidente me decepcionó y no me dan muchas ganas de pensar en otra cosa.

— ¡Entonces sigamos mi plan! Tapamos su cabeza y la abandonamos en la carretera a mitad de la nada.

— Aún sigo aquí ¿Lo sabían? – dijo Lincoln aceptando poquito su situación.

— Es nuestro padre, Lani. Somos las únicas que podemos ayudarlo.

— Ey… No estén hablando de mí como sí me conocieran – aclaró el hombre un poco molesto. — Yo no tengo hijos, hasta donde yo sepa. Además, tengo unos 35 años y las dos tienen como 20 más o menos. Por las edades es muy poco creíble que yo sea su papá.

— Oh sí tan solo lo supieras – dijo Lani con una sonrisa. — Eres el cabrón más enfermo que conozco y eso que he visto los múltiples experimentos de la tía Lisa con criaturas vivas cuando creé que nadie la ve. Esa perra no tiene escrúpulos... Sin ofender, Lulu.

— No importa. Haremos que recuperes tus recuerdos, padre. Será difícil, pero estaremos contigo.

— ¡Ya les dije que no soy nada suyo! – dijo el albino harto de seguir dando explicaciones.

Cuando terminó de comer sus últimas galletas, Lulu se levantó de su asiento y se inclinó levemente hacia su padre.

— Tomaré en cuenta tu opinión, papá.

Seguido, la castaña simplemente chasqueó los dedos y de una extraña tubería salió un pequeño robot que tenía una rueda por piernas y unos lentes de sol en su cabeza. El abrelatas se posicionó detrás de la silla donde estaba sentado Lincoln, ya que también era una silla de ruedas, extendió sus brazos metálicos y comenzó a empujar siguiendo a Lulu en cualquier dirección que ella deseara.

Cuando cruzaron esa puerta de acero, Lincoln quedó sorprendido por lo que veía. Se encontraba en un largo y blanco pasillo con detalles azules y verdes en la paredes en forma de ecuaciones matemáticas y físicas muy complicadas para una persona normal. Las luces blancas del corredor en el techo iluminaban cada milímetro y rincón del corredor. También contaban con media docena de puertas automáticas que no podía saber lo que era porque tienen unos nombres muy científicos para su entendimiento. Había ventanas que podía ver su interior, encontrándose con el mismo Challenger del 70 que usaron para secuestrarlo siendo limpiado por unos robots de diferentes formas de tamaños a un lado de un transbordador espacial y un tiranosaurio robot tamaño real protegía la zona. En otra ventana había múltiples trofeos que Lulu ha conseguido a lo largo de su vida como una hoja oculta, el códice masónico, el aeroplano de Amelia Earhart, la extraña televisión blanca y la consola reales del “El Martillo”. En una ventana pudo ver un laboratorio químico que le daría envidia a múltiples universidades e instituciones al verlo ya que tiene objetos únicos en su tipo que fueron creados por la misma Lulu.

— ¿En dónde estamos? – preguntó Lincoln algo confundido.

— En mi laboratorio – dijo la castaña con orgullo sin dejar de caminar y botando la envoltura de sus galletas al suelo y rápidamente, un pequeño robot llegó para limpiar y desinfectar el área afectada.

— Se llama la Mojo Dojo Casa House – decía Lani caminando a un lado de su padre pateando al robot con la suficiente fuerza de mandarlo a chingar a su madre.

— No tiene título. Además, no me agrada ese ridículo nombre – aclaró la científica luego de atrapar al robot sin la necesidad de detenerse y lo dejó caer al suelo para que siguiera con su trabajo programado.

— Tú eres ridícula, es genial. ¿Verdad que sí? – dijo la güera llamando la atención del albino tocando repetidas veces su hombro.

— … Bueno, he de admitir que tiene estilo – respondió el hombre.

— De hecho, Lulu le puso un nombre, pero cuando me lo dijo me reí de ella en su cara y jamás volvió a tocar el tema.

— ¿Cómo era?

— Sé donde están tus chocolates, Lani. Van a desaparecer sí lo dices.

— ¡A la mierda, para eso trabajo! Su nombre era “El súper duper laboratorio científico secreto de Luisa Loud, patente en trámite”.

Cuando escuchó ese extenso nombre y mientras Lani seguía hablando, Lincoln miró a Lulu y, a pesar de llevar un cubre bocas, notó que la chica tenía la cara un poco roja sintiendo mucha vergüenza, pero ella intentaba que no se dieran cuenta.

Extrañamente, el hombre se sintió familiar.

Cruzaron por la puerta automática del otro lado del pasillo y entraron a una sala que es más bien una especie de recibidor. Estaba lleno de máquinas de distintos tamaños y formas empotradas por completo en una pared que difícilmente se podía saber que hacían cada una en específico. En una esquina había múltiples herramientas muy sofisticadas y básicas que Lulu utiliza para inventar cualquier cosa que se le venga a la mente por diversión, en esos momentos le estaba creando un aéreo deslizador como en el que se murió solito el duende verde. Había una pantalla gigante que abarca un gran cacho de la pared de la habitación y a un lado, se encontraba otra puerta automática señalando la salida en la parte de arriba.

Exactamente a 3 metros de la pantalla, el robot detuvo la silla de Lincoln y se dispuso a retirarse del lugar debido a que cumplió con su propósito. Sin embargo, Lani lo alcanzó e hizo dominadas como sí fuera un balón de fútbol.

— Probaré una hipótesis estimulando su cerebro con imágenes del pasado y esperar su reacción – dijo Lulu poniéndose un brazalete en su brazo izquierdo y usándolo para encender la pantalla con un montón de archivos desordenados.

— Me duelen los ojos cada vez que veo tú computadora – decía Lani metiendo al pequeño robot en una puerta especial para esas abrelatas de un tiro de tacón usando su pié izquierdo sin mirar atrás. — Deberías hacer una inteligencia artificial para que te organice todo tu cagadero.

— Ya lo inventé, pero desarrolló sarcasmo y por alguna razón, entiende la ironía – decía buscando una carpeta en específico. — Contigo tengo suficiente.

— Yo también te quiero.

— Aquí está… Lo que verá a continuación puede afectar su mente. Sí no ocurre nada, utilizaré métodos más radicales y hacerlo recordar ¿De acuerdo, padre? – dijo Lulu mirando al hombre.

— No – dijo Lincoln.

— Con eso basta… Y aquí vamos.

Se proyectó una fotografía en la pantalla. Lincoln estaba sentado en una banca de un parque en un día soleado debajo de unos árboles y a su izquierda habían tres niñas, dos de ellas eran Lani y Lulu a sus 4 añitos de edad, y la otra era una niña de 2 años y además, tenía una bebé en su regazo. Lani sonreía muy contenta enseñando sus afiliados dientes de leche sin importar que le faltara un diente, solo estaba feliz con su helado de chocolate con caramelo. Lulu solo se limitaba a expresar una simple sonrisa con sus labios, en sus manos traía un helado de vainilla con pedacitos de galletas que hasta la fecha seguía siendo su favorito. Sin embargo, había una niña de 2 años de edad igual de rubia que Lani, pero llevaba una gorra roja y tenía su boca embarrada de helado de pistache. Lincoln se veía naturalmente más joven y solo se limitaba a sonreír, pero en su regazo, había una bebé de apenas un año de edad, se veía molesta con el ceño fruncido mientras sujeta la camiseta de su padre con su pequeña manita y este sostenía su helado de fresa.

— No recuerdo el como se me cayó ese diente – dijo Lani analizando la imagen.

— Estábamos jugando, por accidente te golpeé en la cara y se te cayó – aclaró la científica mirando la pantalla con una sonrisa.

— Jamás nos peleamos a los 4 años. Eso fue después.

— Tú mente es incapaz de procesar el hecho de que mi ser es totalmente mejor en cuanto a la destreza física e intelectual se refieren.

— Fanfarrón, se que puedo ganarte en una pelea en donde sea, Lulu – dijo algo ardida.

— Científicamente, soy superior. En mi humilde opinión, posees más talento y eres más creativa que yo, pero tú falta de estrategia y desconocimiento parcial de tus particularidades especiales demuestran mi hipótesis, quería hermana mayor.

— Suficiente bruja, vamos a pelear – decía poniéndose en guardia mientras truena los huesos de su cuerpo.

— Controla tus impulsos. Podemos matar a nuestro padre sin querer sí nos peleamos aquí – dijo la científica sin mostrar ningún temor ante las amenazas de Lani. — Además, parece que no funcionó, haré que se creé un vídeo subliminal con imágenes y vídeos de nuestra infancia. Sí no funciona, si o si tendré que usar el lavado de cerebro.

— ¿En serio? – la güera miró la cara de su padre. — No soy científica, pero creo que sí funcionó.

Con esa afirmación, Lulu miró la cara de su padre y rápidamente, se preocupó.

— Iré por anestesia.

Mientras que la castaña salía y la güera se queda para cuidarlo, el hombre se encontraba atónito y completamente aturdido por esa fotografía. Sus ojos están abiertos como platos y una hemorragia nasal que provocó la preocupación de las chicas.

Lincoln logró recordar un fragmento de su pasado.

•••

Estando delante de una mesa de madera al mismo tiempo que caía una constante llovizna, Lincoln se encontraba trabajando en su computadora debajo del porche de una casa.

Cuando suspiró, el hombre se estiró un poco tronado algunos de sus huesos e intentando relajarse. Cerró su laptop y la hizo a un lado, pero de repente, la puerta se abrió y una pequeña niña llegó con una hoja en sus manos y muy emocionada.

— ¡Mira papi! Hiche un dibujo – dijo la Lani de 4 años de edad mostrando la hoja con su dibujo.

Con una tranquila sonrisa, Lincoln levantó a su niña y la sentó en la mesa entregándole toda su atención y tomando el dibujo con cariño.

— ¡Qué increíble dragón! Tiene metralletas y escupe fuego verde con motosierras – dijo el albino sorprendido por la creatividad de su hija. — Veo que ya no usas tantos símbolos satánicos, groserías y las palabras muerte y extinción, pero en general, está muy bonito.

— Cuando sea grande, voy a hacer dibujos bonitos – dijo la niña con una sonrisa y llena de ilusión.

— ¿Sabes quiénes también hacen eso? Los tatuadores.

— Pero mamá diche que los tatluajes son pala vagos e inadaptados.

— Ah, tú mamá no sabe nada. Ella tambien tuvo su época de vaga e inadaptada y es por eso que tu estás aquí conmigo… Es más, te contaré algo de tu mamá pero no le vayas a decir nada ¿De acuerdo?

— Está bien, ¿Qué cosa? – exclamó curiosa y alegre.

— Tu mamá tiene un tatuaje grande en su espalda, son dos serpientes enrolladas en un ramo de flores… Ella lo oculta porque le da vergüenza que lo veas y aprendas de las mañas que ella tuvo. No tuvo una buena relación con tu abuela y no quiere que eso pase contigo.

— Oh, entonces cuando sea grande seré eso que dijiste – dijo expresando una amplia sonrisa.

— No quiero que seas lo que yo te diga… No me importa sí eres artista o neurocirujana, sí es algo que realmente te hace feliz, yo siempre estaré orgulloso de ti.

— … Te quiero, papá.

— Yo también te quiero, Lani.

Acto seguido, la niña abrazó a Lincoln con el más puro y desinteresado amor que una inocente niña le puede dar a su padre.

— No quiero que te vayas – dijo sin dejar de abrazarlo.

— ¿Por qué haría eso? Quiero verte crecer y recordar esos lindos momentos que tendré contigo cuando esté viejo y acabado…

•••

Abruptamente, Lincoln recuperó la conciencia y no dejaba de retorcerse en la silla de interrogatorios.

Lani intenta mantenerlo quieto sin hacerle daño mientras que Lulu preparaba el sedante eliminando las burbujas de aire de la jeringuilla. Cuando estaba apunto de recibir el medicamento, el hombre recordó una vez más, otro fragmento de su pasado.

•••

En un amplio patio trasero cerca de algunos árboles al medio día, una pequeña Lulu de 4 años de edad tenía su cara roja y al borde de las lágrimas mientras observaba al suelo con unos guantes de boxeo en sus manos.

Sin embargo, Lani estaba profundamente noqueada bocabajo en el césped llevando guantes de boxeo también.

— Lulu, ¿Qué le hiciste a tu hermana? – dijo Lincoln llegando a la escena.

— Solo jugábamos y yo perdí el control… Soy una niña mala.

— No hija, lo hiciste bien – decía acariciando la cabeza de su niña. — Carecer de control te hace un tipo rudo como yo.

— Pero no quiero lastimar a nadie.

— Perdón, creo que no usé bien mis palabras – decía poniéndose en cuclillas. — Eres poderosa tanto mental como físicamente. No es un cumplido, es natural en ti porque así te hizo tu mamá. Sé que a veces Lani te saca de quicio y su forma de ser es muy difícil, pero tú hermana te quiere mucho y a pesar de todo, ella es lo más semejante a ti que hay en este mundo.

— ¿En serio? – preguntó la castaña sin creer en las palabras de su padre.

— Ajá, muy pocos conocen lo que puedes lograr… Controla tus emociones, sobre todo con tus hermanas menores, pero con Lani puedes ser tu misma. Solo te pediré un favor, pelees con ella… ¿Está bien?

— Si, está bien, papá.

— Auch… – decía Lani quejándose mientras se levantaba del suelo un poco desorientada. — Creo que me pegó un avión – sintiendo algo en su boca, se quitó los guantes de boxeo y escupió un diente en su mano. — ¡Miren! ¡Se me cayó un diente! – exclamó con una sonrisa. — ¡Solo me falta atrapar el hada de los dientes pala quitarle todo su dinero! ¡Quiero chocolate!

•••

Mentalmente se encuentra acabado, su cabeza colgaba hacia delante y en ningún momento había sido liberado de la silla de interrogación, aún seguía consciente, podía sentir los efectos del sedante adormeciendo todo su cuerpo y lo único que deseaba en esos instantes era regresar a su hogar.

— Ay… ¡Ya lo matamos! – exclamó Lani.

— No te precipites – decía Lulu levantando la cabeza de su padre. Checó la dilatación de sus ojos, su respiración y los latidos de su corazón. — Se encuentra bien, solo que el sedante que apliqué es un poco fuerte. Necesita tiempo para procesar el medicamento.

— Entonces, hay que seguir mi plan. Dejarlo a su suerte en mitad de la carretera.

— Veo que no llegaremos a una conclusión satisfactoria por ambas partes. Es necesaria la opinión de un tercero y no se cuestionen el crimen que cometimos.

— ¿En serio? Me caga la actitud de Leia.

— No hay otra opción – decía Lulu entrando a un elevador.

— Ah…

Sintiendo mucha flojera, Lani se metió de mala gana al ascensor junto con su hermana menor. Lulu presionó un botón y se cerraron las puertas.

Luego de unos 30 segundos sin hacer nada y de escuchar la extraña música del elevador, las puertas volvieron abrirse.

Es una cocina elegante y moderna, en su mayoría destaca el color negro con finos detalles de madera de caoba incluyendo la barra. Cuenta con un amplio refrigerador, una estufa grande de acero inoxidable, un lavavajillas y tres máquinas de café con un extractor de olores en la estufa y múltiples objetos en las barras a un lado del refrigerador. Había una isla que contaba con un fregadero y un colador lleno de frutas y a un costado del mueble, había cristalería fina de no mames, cabrón. Había un gran ventanal que abarca del techo alto hasta el suelo con vistas al hermoso patio lleno de árboles frutales, plantas y flores de todo tipo, una gran mesa de madera para 10 personas. Además de los cuadros que decoran la habitación, había un pizarrón de corcho lleno de dibujos hechos por un niño. Y por último, todo el lugar se encontraba lleno de plantitas en las ventanas y en los lugares donde entran los rayos del sol.

Cuando salieron del ascensor y al mirar la puerta trasera abierta, caminaron juntas y se asomaron al patio trasero. Era probable que alguien este afuera y si que lo había eh.

— Ten cuidado, mi amor – dijo una mujer con una dulce voz. — Esas flores tienen espinas, no hagas movimientos bruscos porque no quiero que te lastimes.

Había una mujer. Señorita en la extensión de la palabra. Tenía una hermosa cabellera rubia en una trenza finamente peinada y cuyo color de ojos son de un verde pálido que encantarían a cualquiera. Vestía con un bello y cómodo vestido largo de color menta que deja al descubierto sus hombros, pero en esos momentos tenía un fular azul donde había una bebé acurrucada en su pecho y sujetando un collar que tenía un precioso anillo de plata con su manita.

En compañía de su pequeña niña de 4 años de edad, mujer no dejaba de sonreír con sus mejillas rosadas.

Hablando de su hija, la niña es casi identica a su madre. También era güera y tenía el color de sus ojos, llevaba puesta una linda camiseta de un tono menta y una falda rosada que llega hasta sus tobillos y un par de tenis del mismo color. Su nombre era Leina y tiene 4 años de edad.

— ¡Oye, tía Leni! – gritó Lani desde el marco de la puerta.

— ¿Si? – dijo la mujer volteando a ver a Lani mientras acaricia suavemente la cabecita de la bebé.

— ¡¿Has visto a Leia?!

— Claro, desde que era una bebé y era muy adorable por cierto.

— Ay no puede ser, ¡No! ¡Me refiero a si la viste hoy!

— Oh… Bueno, ella está ahí – dijo la güera señalando a una adolescente que se encontraba debajo de un techo sentada en una banca mientras hablaba cómodamente por su teléfono.

— Gracias… Ve hablar con ella, Lani – dijo Lulu apoyando sus brazo en el marco de la puerta.

— No quiero. Le debo dinero.

— No es mi problema – aclaró mientras se retira del lugar. — Iré por Lizy y Lemy, aquí te espero.

— Puta madre – dijo la güera demoníaca observando su objetivo a lo lejos.

— Lani, ¿Entendiste?

— Si, señora – decía mientras se dirigía a Leia.

— ¿Hay problemas?

— Ninguno, señora.

Cuando llegó hasta Leia e intentó hablarle, su hermana menor le hizo una señal para que no la interrumpiera sin dejar de hablar por su celular.

— No, ¿Cómo crees? – contestó Leia con una sonrisa. — Me encanta ese vestido que compraste y adoro lo simplista que es… Lo sé, me encanta como llama la atención sin la necesidad de que luzcas como una zorra… Tengo que colgar. Probablemente me pidan hacer algo estúpido o quizás dinero, una nunca sabe… ¿En serio piensas que te llamé por eso? Tienes dos días para pagarme. No creo que esa linda ropa se vea bien con los dedos rotos o tal vez sea peor; últimamente, Gwen ha estado molesta ya que el estúpido de mi hermano no quiere salir con ella… Gracias, luego te llamo, besitos.

Físicamente, Leia es impactante pese a ser una adolescente de 16 años de edad. Además de ser güera también y que el largo de su cabello logra alcanzar su cintura, parecía “Rapunzel” la cabrona. Sus ojos son de un color azul claro que intimida a cualquier ser inferior que los vea. Vestía con una camiseta manga larga color fiusha, unos jeans claros y acampanados, y unas botas negras de vestir de mujer bien chidas.

— ¿Qué? – preguntó Leia a secas. — Sí vas a pagarme, recuerda que hay intereses.

— No, no he venido a eso – decía mientras se sienta a su lado. — Lulu me mandó porque ocupamos tu opinión en un tema algo delicado.

— Casi siempre me dan sobornos para que no diga nada… ¿Qué estás ocultando?

— Nada, ¿Por qué escondería algo? – dijo la güera mayor manteniendo la confianza en sí misma.

— ¿Me quieres ver la cara de estúpida? Te conozco muy bien y tú no eres así, Lani. Sé que no te importa lo que los demás piensen de ti y nunca sigues las órdenes de Lulu.

— Tienes razón, pero no lo puedo decir ahora.

— ¡¿Por qué no?! – dijo alzando la voz.

— ¡Eres chismosa y necesito que guardes el secreto!

— ¡¿Y por qué debería hacerlo?!

— ¡No tengo que dar explicaciones! Es muy delicado, pendeja. Involucra a todos nosotros y lo puedo decir cuando Leni está a un lado.

— No sé preocupen, queridas – decía Leni sentada en la misma banca mientras su niña jugaba sentada en el pasto con la bebé que traía en el fular. — Yo también discutía mucho con Lori, pero cuando nació Loan se volvió un poco gruñona.

Loan es la bebita asustadiza que jugaba con su hija. Era güerita de ojitos azules pero un poco más oscuros que los de Leia y traía un lindo mechón en su cabecita y siempre usa un mameluco de color azul.

Cuando la bebé se dió cuenta que Leia la estaba mirando, se arrastró detrás de Leina para esconderse y que no la viera.

— Ah, está bien – dijo Leia de mala gana mientras se levantaba de la banca. — Pero sí no es interesante, te aumentaré tu deuda por hacerme perder mi tiempo.

— No te preocupes – decía comenzando a seguirla. — Lo que descubrirás hará que perdones lo que te debo.

— Jajaja, eso jamás pasará.

•••

Cuando llegó a la sala de estar, encontró a quienes había estado buscando.

Pero antes, la sala de estar era muy amplia y con un techo alto, había un hermoso ventanal con una puerta corrediza que también conecta con el patio y podía ver el como Lani se acercaba a Leia. Empotrada en la pared se encontraba la televisión 4K rodeada de un librero moderno lleno de plantitas y libros. Había un juego de sillones amplios y elegantes de color gris y en le centro, una mesa para el café en un lindo suelo de madera. Y además, había un bello piano en una esquina siendo ocupado en esos instantes.

Vuelta y vuelta.
Toma cada punta y una y otra vez.
Das vuelta vuelta y alar y los cordones atados están.
Por encima y atrás. De un lado a otro
Vuelta y vuelta. Y atados están
Como los conejos y los regalos, cordones atados y allá van.
Das vuelta vuelta y alar y los cordones atados están.
Das vuelta vuelta y alar y los cordones atados están.

— Está muy bonita la canción, ¿Verdad, Lizy? – preguntó una niña en el sillón delante de la televisión con su hermana mayor.

— Sabes Liby, prefiero la de “Gary vuelve a mi”. Esa me hizo llorar en su momento.

Hablemos de Liby para variar. Siendo una niña de 9 años, castaña y sus ojos son de color avellana, además de tener los dientes un poco chuecos. Ella siempre usa un vestido anaranjado muy bonito con detalles en blanco y unos tenis converse de color negro bien perrones.

Por otro lado, Lizy llamativa como Leia. Se parecen muchísimo, sus rostros son prácticamente idénticos con ligeras diferencias, sus ojos son de un azul claro y también es güera igual que ella, pero usa una gorra roja. No obstante, a simple vista se pueden distinguir. Mientras que Leia es esbelta y le encanta ser femenina, Lizy es fuerte sin ser exagerada por los músculos que trabajó en sus brazos y la forma de su espalda, se nota en su camiseta; prefiere la comodidad en lugar de la moda. Vestía con una camiseta color celeste bastante simple, unos pantalones de mezclilla claros y unos tenis rojos bien chidos.

Antes de hablar, Lulu observó el piano y ahí mismo miró a Lemy sentado junto con otra hermana menor.

— Es un poco difícil, Lemy – decía la niña con una dulce voz tocando el piano de forma tosca, pero le echa ganas.

— Lo sé, Lyra. Tienes que practicar lo básico más seguido sí quieres continuar, así funciona. Avanzas más rápido que yo, en unas semanas puedes aprender a tocar el piano muy bien.

Siendo las últimas descripciones de este capítulo que ya me tiene hasta la madre, comencemos con Lyra.

Siendo una niña de 6 años de edad, Lyra es la novena hermana y por mucho una de las menos locas de esa familia. Su cabello es castaño medianamente largo y sus ojos son marrones. Vestía con una camiseta púrpura, una falda que le llega hasta las pantorrillas y unos tenis color celeste.

Lemy es el único vato entre sus hermanas. Teniendo 14 años de edad, destaca mucho por su tono de cabello porque es café llegando a ser muy gris, tiene los mismos ojos marrones que Lyra. Porta una camiseta púrpura con un collar, unos pantalones verdes ajustados de las pantorrillas pero holgados en los muslos siendo perfectos para correr y un par de tenis negros y ya we.

— Lizy, Lemy, necesito hablar con ustedes dos – exclamó Lulu llamando la atención de sus cuatro hermanos.

— Estoy ocupado – dijo Lemy tocando un fragmento  de“Giorno's Theme” en el piano sorprendido un poco a Lyra.

— Ah… Yo también – dijo Lizy después de bostezar.

— Es importante, no será por mucho tiempo o eso creo.

— … Ve a ver la tele, Lyra. Seguiremos después – dijo Lemy mientras se levantaba de la silla mientras que Lizy también hacia lo mismo.

Cuando los tres mayores se fueron a otra habitación mientras que Liby y Lyra veían caricaturas, Lizy tomó primero la palabra.

— ¿Qué pasa Lulu?

— Necesito que me acompañen a mi laboratorio.

— ¿Estás loca? La última vez que bajamos tus robots estaban en medio de una guerra civil mientras comías palomitas – encaró Lemy.

— He de admitir que sentirme como un ser superior se sintió encantador, pero ese no es el caso. Solicito que guarden el secreto antes de poder continuar.

Lizy se quedó pensando, conocía a Lulu desde siempre e incluso ella participó en algunos de sus experimentos antes de conocer el significado de esa palabra. Sin nada que perder, decidió responder lo más loco que se le pudo haber ocurrido.

— ¿Encontraste a papá?

Lulu se quedó en silencio mientras veía a Lizy con una mirada inexpresiva.

•••

— ¡No mames, yo lo decía de puro choro!

Lizy, Leia y Lemy se encontraban en el laboratorio de Lulu teniendo enfrente a su padre completamente dopado sin saber que está sucediendo y aún no podía hablar.

— ¿Por qué está drogado? – preguntó Leia señalando a su progenitor.

— Experimentó convulsiones y tuve que sedarlo, pero el medicamento fue un poco fuerte – dijo Lulu detrás de ellos tres junto con Lani.

— ¿Están seguras de que es él? – preguntó Lemy.

— Afirmativo, hice un escáner facial tomando de referencia algunas de nuestras fotografías con él. También hice un análisis de sangre comparándola con todos nosotros para estar segura. Estoy un 100% segura que es nuestro progenitor.

— No recuerdo haberte dado mi sangre – dijo Leia.

— Yo tampoco – dijeron Lizy y Lemy a la vez.

— Es completamente irrelevante como logré obtener su sangre.

— Les sacó medio litro de sangre mientras dormían – dijo Lani con una malvada sonrisa.

— ¿Por qué no me sorprende? – preguntó Lizy así misma.

— Y a todo esto, ¿Qué quieren hacer con él? – dijo Lemy.

— Lulu quiere lavarle el cerebro para que papá regrese a ser el mismo – aclaró Lani. — Pero voto por dejarlo en mitad de la nada en el monto… Queremos su opinión porque también es su papá o eso quiere Lulu.

— Yo digo que hay que cobrarle los años de manutención que nos debe – dijo Leia. — Sería un buen ingreso y mucho mejor sí pongo ese dinero a trabajar.

— Yo digo que dejemos este problema a nuestras mamás, pero puede ser una mala idea porque podrían matarlo por el abandono – dijo Lizy.

— Yo digo que siga mirando las fotos por sí acaso llega a recordar algo de nosotros – dijo Lemy.

— Volvemos a un camino sin salida – dijo Lulu un poco frustrada sin expresar emociones. — Necesitamos más opiniones de terceros, ¿Dónde están Lupa y Lacy?

— Ellas no lo conocen como nosotros – dijo Lemy. — Serían muy imparciales.

— Holis, ¿Qué están haciendo? – preguntó Leni estando detrás de todos.

Impactados y preocupados, los 5 voltearon hacia atrás encontrándose con su tía Leni en persona con una simple sonrisa.

— ¿Que haces aquí? – preguntó Lani un poco nerviosa interponiendo su cuerpo para que su tía no vea a su drogado padre.

— Voy a preparar galletas ¿Quieren que les traiga un poco y para su amigo que está en esa silla? – dijo la tía con mucha amabilidad y dulsura.

— Está bien, pero nosotros subimos – decía Lizy increíblemente nerviosa.

— Muy bien, solo voy a saludar a su amigo y luego me iré.

— ¡No, espera!

Cuando Leni se acercó a Lincoln, el hombre recuperó un poco la movilidad de su cuello, levantó su cabeza y observó a la mujer a los ojos.

Un poderoso sentimiento en el corazón de Leni floreció al instante. No pudo evitar soltar algunas lágrimas en el proceso. Ella simplemente se acercó Lincoln y quitó el anillo del collar en su cuello. Seguido, la rubia tomó la mano del albino y le puso el anillo en el dedo anular de la mano izquierda sin titubear para después, darle un fuerte abrazo con muchísimo amor.

Lincoln volvió a sentirse familiar al mismo tiempo que sentía miedo a donde lo llevaría todo esto.

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No se desesperen maldita sea, necesito jalar para poder comer, no sean weyes. Yo quiero triunfar y a la vez escribir historias.

Adiós...

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