prologue

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PRÓLOGO
too good at goodbyes 3.0








Siempre parecía reducirse a aquello.

Vega inmóvil frente a una tumba. Había sido así durante sus primeros años de vida: las muertes de tantos amigos de sus padres en la guerra, que llegaban a sus oídos a pesar de que ellos trataban fe evitarle aquello. Las muertes de sus abuelos. La muerte de su madrina.

La de su madre y sus tíos. La muerte siempre había estado ahí, era muy real y Vega había crecido en medio de ella.

Había sabido qué era la muerte antes que muchos de los niños deberían. Recordaba bien la Fábula de los Tres Hermanos, su favorita, pero que siempre le asustaba. Porque ella conocía bien lo que significaba morir.

Las pesadillas infantiles habían sido frecuentes. Hay ciertas cosas que una niña no debería experimentar. Pero no había nada que sus padres pudieran hacer para evitarlo.

—Tengo miedo, mamá —sollozaba Vega después de haberse despertado por tercera vez en una semana entre gritos y llantos.

Cuando la guerra se volvía peor, sus pesadillas también. Aura le abrazaba y trataba de aguardar a que se calmara, mientras su corazón se rompía en pedazos por ver a su hija así.

Había tratado de mantenerla apartada de aquello, pero no había sido suficiente y la pequeña lo sufría.

—Lo siento, estrellita —murmuraba su madre—. Siento no poder evitar esto.

Pero se suponía que todo aquello había acabado junto a la guerra. Aquellos años de los que Vega solo recordaba fragmentos y en su mayoría tristes y dolorosos. Ahí era donde la muerte debía haber acabado.

Ella siempre había pensado que había sido así, al igual que todo el mundo mágico. Habían celebrado. Habían regresado a la vida que tenían antes. Incluso habían tratado de olvidar por completo todo lo que había sucedido durante aquella década de oscuridad y terror.

Pero no había acabado, porque el 24 de junio de 1995 la muerte había regresado, junto a Voldemort y la guerra, y se había llevado a Cedric Diggory con ella.

Vega aún creía en ocasiones que aquello era una pesadilla de la que despertaría en algún momento, cuando menos esperara. Y, sin embargo, era la realidad, su realidad, como descubría cada vez que abría los ojos.

Una realidad que ella detestaba.

Ella, inmóvil frente a la tumba de Cedric. Esa era su realidad. Ya todo el mundo se había marchado del cementerio tras el funeral, que se había alargado bastante. Incluso los padres y la hermana de Cedric se habían ido.

Pero Vega seguía allí, como si eso fuera a cambiar algo, como si fuera a traer a Cedric de vuelta simplemente por contemplar en silencio su tumba.

Se agachó a dejar una flor frente a la lápida. Ni siquiera sabía qué flor era: la había cogido de la floristería sin preocuparse por ello. En aquel momento, vio que era una rosa blanca. No podría haber elegido peor, porque aquella no era una flor que debiera estar en un funeral.

Se había pinchado el dedo con una de las espinas. Suspiró. Sabía que a Cedric le gustaría aquella flor incluso cuando no era la más adecuada para la situación. El pensar en ello solo le hizo peor.

Alguien le tomó la mano y Vega simplemente la apretó con fuerza en torno a la de la otra persona. Su hermana la miró, con pesar.

—¿Necesitas quedarte un poco más, Vee? —preguntó, en voz baja.

Sabía que no querían que estuvieran demasiado tiempo fuera. Aquello irritaba a Vega. De hecho, si hubiera ido otra persona a hablar con ella, le hubiera mandado a la mierda.

Pero no a Nova, porque ella era la persona a la que Vega más necesitaba en ese momento. Negó con la cabeza lentamente.

—Podemos irnos —murmuró, volviendo la vista hacia los ojos avellana de su hermana—. Ya he acabado aquí.

Después de todo, su corazón irremediablemente roto no iba a sanar simplemente permaneciendo parada frente a la tumba de Cedric.

Ojalá lo hiciera.

—Vamos, entonces —dijo Nova, disponiéndose a marcharse. Aún sujetaba la mano de Vega y eso fue lo que le dio la fuerza para marcharse.

Recogió sus pedazos y siguió a su hermana hasta la salida del cementerio, dejando atrás la tumba de Cedric y la rosa blanca.














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