Capítulo 13: Dejando ir lo que nunca fue mío.

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“Es tan corto el amor y tan largo el olvido”
Pablo Neruda

El reloj de muñeca de Alice marcó las cuatro de la tarde cuando iba atravesando el camino empedrado hacia la fuente. Reconoció enseguida a Marcio, estaba de espaldas a ella y su cabello castaño era despeinado por el vaivén del viento. Una sonrisa apareció en sus labios y casi dando saltos se acercó. Al llegar a su lado le dedicó una mirada alegre, de esas que tanto le gustaban a Marcio, pero ya no eran suficientes para él. Pues había visto con la intensidad que Alice miraba a Aidán. Las miradas que le dedicaba no eran ni remotamente iguales a las que ellos compartían.

—Buenas.

—Buenas. ¿Cómo te fue en la consulta?

—Voy mejorando. Carter piensa que para cuando empiecen las clases nuevamente, ya estaré recuperada.

—Me alegra oír eso. ¿Cómo te sientes?

Alice le dedicó una profunda mirada. Habían tantas respuestas a esa pregunta, sin embargo, había una que reinaba por sobre las demás.

—¿Me explicarás qué sucede contigo?

Marcio llevó su mirada al suelo y asintió lentamente con la cabeza. Se tomó unos pocos segundos para mentalizarse con la idea de que le confesaría todo a Alice. Sabía que la destruiría, pero contaba con que Aidán llegara para demostrarle que en realidad su amor por él no era tan grande.

—En el instituto quedé impresionado por tí. Daba la casualidad de que en todos los almuerzos pasabas frente a mi mesa y no era capaz de despegar mis ojos de ti.

—Eso ya me lo habías contado antes—intervino Alice.

—Déjame expresarme, por favor.

—Está bien.

—Hubo un día en el que no aguanté y le comenté a mi grupo de amigos que me gustabas. Carlos, ya para ese entonces era tu mejor amigo, pero yo no lo sabía. Él me advirtió que perdería antes de empezar la batalla, tu corazón eres de alguien más. Pensé que eran celos de su parte o que ustedes tenían un romance en secreto. Claro que viví todos estos años con ese pensamiento hasta hace un mes.

Alice se quedó confundida, aún así no intervino. Marcio siguió hablando.

—A pesar de las intervenciones de Carlos para que no me entrometiera en tu vida, lo hice. No sabes cuánto agradezco que hayas aceptado salir conmigo en todas las ocasiones que te lo pedí, y que estuvieras conmigo en cada momento en que necesitaba a alguien a mi lado que me entendiera. No sabes cuánto amé que me quisieras.

—No solo te quise Marcio, te amé—le recordó entrelazando sus manos sobre el muslo de la pierna izquierda de Marcio.

—No Alice. El amor es mucho más que eso.

El amor era lo que ella sentía por Aidán. ¿Por qué actuaba como si no se acordara de él?

—No te estoy reclamando nada. Para mí fue suficiente lo que me ofreciste. Aunque una noche fallé. No sé en qué estaba pensando. ¿Recuerdas la fiesta de graduación del instituto, que te marchaste temprano a casa?

Alice asintió con la cabeza a modo de respuesta. Lo suyo nunca fueron las fiestas hasta altas horas de la madrugada.

—Esa noche bebí mucho y ella empezó a bailar cerca, muy cerca. La sangre empezó a hervir dentro de mí y no pensé racionalmente hasta que el orgasmo recorrió mi cuerpo y me di cuenta de la situación en la que estaba. Camila y yo, desnudos, en el baño de hombres.

—¿Qué?—la voz de Alice fue apenas un susurro.

Las manos le empezaron a sudar y las apartó de las de Marcio. Se alejó de su cuerpo considerablemente.

—¿Tú y Camila?

Alice no daba crédito a la información que recibió. Su mejor amiga y su novio habían tenido una aventura. Lo peor de todo es que había sido un año atrás.

—¿Cómo seguiste conmigo después de eso? ¿Cómo tuvieron el descaro de seguir a mi lado y engañarme?

—Alice, estaba enamorado de ti. Aún lo estoy. Había bebido mucho. No estaba en mis plenos sentidos. No te quería perder.

Alice lo miró con puro asco. A Marcio ese gesto le desgarró el alma. ¿Cómo no fue capaz de darse cuenta? Alice no pudo evitar sentirse sucia por haber compartido tanto tiempo con una persona capaz de hacer una asquerosidad de esas.

—Pensé que el mundo acabaría cuando en el baño entraron Ellie y Percival hechos un horno. Toda la calentura de Ellie se le fue a los pies cuando me vió y no tardó en estar encima de mí golpeando todo mi rostro.

—Así que no fue otra pelea con tu padre. ¿Cómo Ellie no me contó eso?

—Percival llamó a Carlos y entre los dos sostuvieron a tu hermana. Sin su intervención, posiblemente hubiera muerto esa noche. Al otro día cuando fuiste a mi casa con una sonrisa en los labios y me trataste las heridas con cariño me quedé confundido porque pensé que irías a terminar lo que tú hermana empezó.

—Me decepcionas.

—Hasta la noche no supe que Ellie y Carlos habían acordado no contarte y darme una oportunidad porque sabían cuán feliz eras conmigo. Supongo que no te querían ver sufrir por enterarte de que tu chiquitico había perdido la cabeza y tuvo un desliz.

—Si hubiera sido sólo un desliz. Pero fue con la chica que se hacía llamar mi mejor amiga.

—Lo siento. Traté de mejorar. Di lo mejor de mí cada segundo de nuestra relación. Te amé cada día más. No podía creer que fuera capaz de merecerte. Las cosas iban bien, hasta que te hospitalizaron. Entonces me olvidaste y me frustré. Busqué a Camila y...

—No sigas—lo interrumpió Alice y se puso de pie dispuesta a marcharse.

—Por favor, no te vayas—suplicó Marcio agarrando su mano—. Por favor—insistió.

Lentamente la atrajo hacia su pecho, ella no puso resistencia y cuando Marcio la envolvió completamente entre sus brazos estallaron juntos. Las lágrimas de Alice mojan el pullover de Marcio dejando una gran mancha en la parte del pecho, pero a él no le importaba. Sólo importaba que tuviera a la chica más linda, cariñosa y entregada que había conocido, entre sus brazos por última vez, posiblemente.

—Te amo y siempre lo haré.

—No.

—Sí Alice. Siento mucho todo lo que hice. Sé que no tiene caso arrepentirme ahora que las aguas del mar de las  consecuencias de mis actos me han salpicado. Te amo y siempre lo haré porque eres lo más preciado que he tenido en mi vida. Lamento mucho no tener la delicadeza suficiente para cuidarte, para mantenerte a mi lado, para mantener mi lealtad. Por eso me iré. Hacía unos días me resignaba la idea, pero ya lo entendí. Tienes que ser feliz y esa felicidad no está a mi lado, no está conmigo.

Alice estaba molesta por la traición de su novio, al que le entregó, por dos años, todo cuánto tenía. Pero ese que la envolvía entre sus brazos era su chiquitico, al chico que salvó de la oscuridad en la que su padre lo introdujo por la violencia y el maltrato. ¿A dónde iría si sólo la tenía a ella en el mundo? La parte sensible de Alice dominó a las demás.

—¿A dónde irás? No puedes marcharte. Tu vida está aquí. Tu padre está tras las rejas. Logramos todo por lo que luchamos. No puedes irte.

—No puedo permanecer aquí, mi amor. Escucha lo que te digo: “Serás feliz a partir del momento en el que me marche lejos”—le susurró al oído y acompañó sus palabras con un doloroso sollozo.

Se le desgarraba el alma. No había otra frase que reflejara la situación sentimental de Marcio en ese momento. Él no era el amor de la vida de Alice, pero estaba seguro de que Alice era el de la suya. Era consciente de que no encontraría en el mundo a otra chica, ni un cuarto de lo maravillosa que era ella. Si hubiera sabido cuidarla mejor no tendría que despedirse de ella. Pero Marcio era así, estaba hecho de dolor, sufrimiento y aunque lo evitara, sus actos eran un reflejo de lo que lo destruyó por años. Para cambiar finalmente y dejar atrás la vida de grosero e impulsivo, debía dejarla ir. Tenía que pagar por sus actos, aunque fuera con lo más valioso que tenía. A fin de cuentas ella nunca le perteneció. Aunque intentara engañarse, ella siempre fue de Aidán.

Marcio llevó sus manos al sedoso cabello de Alice y lo empezó a acariciar, ella levantó su mentón y sus cristalizadas miradas chocaron, luego lo hicieron sus labios, sus alientos, sus recuerdos de los momentos vividos juntos. Esa era su despedida. Tan dolorosa como lo fue su relación encubierta por las sombras del engaño.

Ese beso no sólo desgarró el alma de Marcio, por saber que sería el último que recibiría de ella, ni el alma de Alice por saber que a partir del momento en el que sus labios dejaran de rozarse, Marcio se iría lejos de su protección. También desgarró el alma de ese chico que, emocionado por ver a la Alice que recuperó sus recuerdos, por entregarle el ramo de tulipanes blancos como muestra de su puro amor que compró en el aeropuerto, que sin siquiera llegar a la casa de su primo a acomodarse; la fue a buscar a su casa y luego se dirigió al Parque del Sol sin protestas cuando Amelia le dió la ubicación de Alice.

Aidán siempre lo supo. Una vez que ella recordara volvería a los brazos de Marcio, como si su reencuentro nunca hubiera sucedido. Porque se había enamorado de otra persona en su ausencia. Porque él no era el protagonista de cada uno de sus pensamientos, como lo era ella de los suyos. Porque había salido adelante con otra persona. Porque no se quedó estancada y avanzó junto con el tiempo.

Aidán giró sobre sus pies para marcharse. No tenía sentido permanecer ahí. Cuando iba por el camino empedrado, lo detuvo una chica de cabello rizo, igual al de él.

—¿Te han roto el corazón?—le preguntó preocupada—. Disculpa por la intromisión. Vi cómo tu mirada se apagó al ver la escena romántica que montaron esos dos—señaló la chica a Alice y Marcio.

—¿Quién eres?

—Mi nombre no es relevante en este momento. Necesitas un abrazo. Dicen por ahí que curan los males del corazón.

Luego de esas palabras la chica envolvió a Aidán entre sus brazos. Él sin resistirse se deshizo. Igual no la volvería a ver después de eso, por lo que no debía tener vergüenza porque lo viera destruído. Aidán le devolvió el abrazo por unos minutos, minutos en los que Alice y Marcio tomaron caminos diferentes y lamentablemente Alice tomó el camino empedrado, teniendo que encontrarse así con la imagen de un chico que creía reconocer, en los brazos de otra chica.

Confirmó que se trataba de su amor de infancia cuando la pareja se separó y él se puso de perfil para entregarle un ramo de tulipanes blancos a la chica que tenía enfrente.

Aidán regresó. Pero no por ella. Ese pensamiento se quedó plasmado en la mente de Alice desde cuándo giró sobre sus pies para seguir el camino contrario, hasta que ahogó sus penas en cupcakes hechos por su padre.

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