𝒇𝒊𝒇𝒕𝒆𝒆𝒏

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝐼𝐹𝑇𝐸𝐸𝑁 )
𝚕𝚊 𝚏𝚒𝚎𝚜𝚝𝚊 𝚝𝚛𝚊𝚜 𝚕𝚊 𝚜𝚎𝚕𝚎𝚌𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚍𝚎 𝚕𝚘𝚜 𝚌𝚊𝚖𝚙𝚎𝚘𝚗𝚎𝚜.

El banquete de Halloween había comenzado dentro del Gran Comedor, que se encontraba iluminado por velas y calabazas, estaba casi abarrotado. Habían quitado del vestíbulo el cáliz de fuego y lo habían puesto delante de la silla vacía de Dumbledore, sobre la mesa de los profesores.

Alaska, por petición de Cedric, se había sentado junto a él en la mesa de Hufflepuff. Ignoraron todas las malas miradas y juntos comentaban de lo largo que parecía estar siendo ese banquete. A juzgar por los cuellos que se giraban continuamente, las expresiones de impaciencia, las piernas que se movían nerviosas y la gente que se levantaba para ver si Dumbledore ya había terminado de comer, parecía que todos deseaban que la cena terminara y anunciaran quiénes habían quedado seleccionados como campeones.

Por fin, los platos de oro volvieron a su original estado inmaculado. Se produjo cierto alboroto en el salón, que se cortó casi instantáneamente cuando Dumbledore se puso en pie. Junto a él, el profesor Karkarov y Madame Maxime parecían tan tensos y expectantes como los demás. Ludo Bagman sonreía y guiñaba el ojo a varios estudiantes. El señor Crouch, en cambio, no parecía nada interesado, sino más bien aburrido.

—Bien, el cáliz está casi preparado para tomar una decisión —Anunció Dumbledore—. Según me parece, falta tan sólo un minuto. Cuando pronuncie el nombre de un campeón, le ruego que venga a esta parte del Gran Comedor, pase por la mesa de los profesores y entre en la sala de al lado —Indicó la puerta que había detrás de su mesa—, donde recibirá las primeras instrucciones.

Cedric y Alaska compartieron una mirada impaciente y se voltearon para ver mejor a Dumbledore y el cáliz de fuego. El director sacó la varita y ejecutó con ella un amplio movimiento en el aire, de inmediato se apagaron todas las velas salvo las que estaban dentro de las calabazas, y la estancia quedó casi a oscuras. No había nada en el Gran Comedor que brillara tanto como el cáliz de fuego, y el fulgor de las chispas y la blancura azulada de las llamas casi hacia daño a los ojos.

Todo el mundo miraba, expectante. Algunos consultaban los relojes. De pronto, las llamas del cáliz se volvieron rojas, y empezaron a salir chispas. A continuación, brotó en el aire una lengua de fuego y arrojó un trozo carbonizado de pergamino.

La sala entera ahogó un grito. Dumbledore tomo el trozo de pergamino y lo alejó tanto como le daba el brazo para poder leerlo a la luz de las llamas, que habían vuelto a adquirir un color blanco azulado.

—El campeón de Durmstrang —Leyó con voz alta y clara—, será Viktor Krum.

—¡Si, Viktor! —Se escuchó el grito de Blaise, al tiempo que una tormenta de aplausos y vítores inundaba el Gran Comedor.

Krum se levantó de la mesa y camino hacia Dumbledore. Se volvió a la derecha, recorrió la mesa de los profesores y desapareció por la puerta hacia la sala contigua.

—¡Bravo, Viktor! —Bramó Karkarov, tan fuerte que todo el mundo lo oyó incluso por encima de los aplausos—. ¡Sabía que serías tú!

Se apagaron los aplausos y los comentarios. La atención de todo el mundo volvía a recaer sobre el cáliz, cuyo fuego tardó unos pocos segundos en volverse nuevamente rojo. Las llamas arrojaron un segundo trozo de pergamino.

—La campeona de Beauxbatons —Dijo Dumbledore—, es ¡Fleur Delacour!

Una chica que parecía una veela se puso en pie elegantemente, sacudió la cabeza para retirarse hacia atrás la amplia cortina de pelo plateado, y caminó por entre las mesas de Hufflepuff y Ravenclaw.

El resto de los alumnos de Beauxbatons parecían bastante decepcionados, dos de las chicas que no habían resultado elegidas habían roto a llorar, y sollozaban con la cabeza escondida entre los brazos.

Cuando Fleur Delacour hubo desaparecido también por la puerta, volvió a hacerse el silencio, pero esta vez era un silencio tan tenso y lleno de emoción, que casi se palpaba. El siguiente sería el campeón de Hogwarts...

Cedric busco ambas manos de Alaska y las entrelazo con las suyas, ambos se habían acercado y esperaban el resultado con anhelo, sus nudillos perdían el color a causa de la fuerza que ambos ponían, pero no les importaba. El castaño había cerrado los ojos y la rubia se mordía el labio, observando el cáliz tornarse de rojo; saltaron chispas, la lengua de fuego se alzó, y de su punta Dumbledore retiró un nuevo pedazo de pergamino.

—El campeón de Hogwarts —Anunció, dando una espera más larga pasa decirlo— es ¡Cedric Diggory!

—¡¡SIII!! —Gritó Alaska en el momento que su amigo abría los ojos.

Al mismo tiempo se fundieron en un abrazo de victoria, acompañados por el estruendoso jaleo de los Hufflepuffs que había roto el silencio del comedor. Antes de levantarse Cedric se separó unos centímetros de la rubia, quedando cara a cara la escuchó decir:

—¡Eres el campeón!

Todos y cada uno de los alumnos de Hufflepuff se habían puesto de pie, gritando y pataleando, mientras Cedric se abría camino entre ellos, con una amplia sonrisa, y marchaba hacia la sala que había tras la mesa de los profesores.

Naturalmente, los aplausos dedicados a Cedric se prolongaron tanto que Dumbledore tuvo que esperar un buen rato para poder volver a dirigirse a la concurrencia.

—¡Estupendo! —Dijo Dumbledore en voz alta y muy contento cuando se apagaron los últimos aplausos—. Bueno, ya tenemos a nuestros tres campeones. Estoy seguro de que puedo confiar en que todos ustedes, incluyendo a los alumnos de Durmstrang y Beauxbatons, darán a sus respectivos campeones todo el apoyo que puedan. Al animarlos, todos ustedes contribuirán de forma muy significativa a...

Pero Dumbledore se calló de repente, y fue evidente para todo el mundo por qué se había interrumpido. El fuego del cáliz había vuelto a ponerse de color rojo, una vez más lanzaba chispas. Entonces una larga lengua de fuego se elevó de repente en el aire y arrojó otro trozo de pergamino, Dumbledore alargó la mano y lo agarró.

Extendiéndolo, miró el nombre que había escrito en él. Hubo una larga pausa, durante la cual Dumbledore contempló el trozo de pergamino que tenía en las manos, mientras el resto de la sala lo observaba. Finalmente, Dumbledore se aclaró la garganta y leyó en voz alta:

—Harry Potter.

Todos en el Gran Comedor giraron su cabeza hacia el chico, que permanecía inmóvil en su lugar. Nadie aplaudía y pronto comenzó a escucharse un zumbido como de abejas enfurecidas que comenzaba a llenar el salón.

En la mesa de los profesores, la profesora McGonagall se levantó y se acercó a Dumbledore, con el que cuchicheó impetuosamente. El profesor Dumbledore inclinaba hacia ella la cabeza, frunciendo un poco el entrecejo hasta que se irguió e hizo un gesto afirmativo a la profesora McGonagall.

—¡Harry Potter! —Llamó—. ¡Harry! ¡Levántate y ven aquí, por favor!

Harry se puso de pie y avanzó por el hueco que había entre las mesas de Gryffindor y Hufflepuff.

—Bueno... cruza la puerta, Harry —Dijo Dumbledore, sin sonreír.

Harry pasó por la mesa de profesores y al desaparecer tras ella el director volvió a imponer silencio, pero esta vez los murmullos duran un poco más.

—Ya pueden retirarse a sus dormitorios —Les informó Dumbledore—, tengan un buen sueño.

Y en el momento los tres directores, unos cuantos profesores y los representantes del Ministerio se dirigieron hacia la habitación donde aguardaban los campeones. Los estudiantes se levantaron mientras aquel bullicio se hacía presente una vez más, mientras salían del Gran Comedor formaban grandes grupos para hablar de lo ocurrido.

Alaska se quedó en la mesa de Hufflepuff hasta que todos salieron. Ann, Blaise y Draco llegaron a su lado.

—¿Qué pasará ahora? —Preguntó Blaise.

—Todo sigue de acuerdo con lo planeado, asistirá quiénes lo deseen —Les dijo Alaska colocándose de pie—. Los demás se lo pierden.

—Estupendo, porque está todo preparado. —Le dijo la castaña y Alaska se le quedó mirando por unos segundos, deseando saber qué relación tenía con aquella chica de Beauxbatons—. ¿Ocurre algo?

—No es nada... —Murmuró la rubia, dirigiéndose ahora a Blaise—. Esperaré a que Cedric salga pero ustedes vayan mientras, los veré allí.

Acompañó a sus amigos hasta el vestíbulo pálidamente iluminado por las antorchas y se quedó sola, apoyada en la fría pared esperando por el Hufflepuff.

—Bueno, cuéntame —Escuchó la voz de Cedric—. ¿Cómo hiciste para dejar tu nombre?

—No lo hice —Le contestó la clara voz de Harry Potter—. Yo no lo puse. He dicho la verdad.

—Ah... vale —Respondió Cedric, era evidente que no le creía—. Bueno... hasta mañana, pues.

En vez de continuar por la escalinata de mármol, Cedric se metió por una puerta que quedaba a su derecha y Alaska lo siguió por detrás, dándole un sobresalto cuando habló:

—No piensas que te irás a tu sala común, ¿o sí?

—¿Tienes preparado algo más?

—Lo mejor para el Campeón de Hogwarts. Acompáñame.

Caminaron por los pasillos lo más silenciosos que podían ser, evitando llamar la atención de cualquier profesor que se encontraba cerca. Atravesaron las mazmorras por diversos pasillos hasta que llegaron a una gran pared decorada con un retrato de Mopsus, un vidente que vivió en la antigua Grecia.

—¿Querías mostrarme esto? —Preguntó Cedric con una sutil sonrisa.

—Lo que está detrás, mejor dicho —Dijo y miró el retrato para luego decir—: "En verdad".

En ese momento el retrato les guiñó un ojo y se hizo a un lado, dándoles el paso hacia una cámara secreta donde una fiesta estaba dando origen. La música inundaba el ambiente, y estaba acompañado del rumor de múltiples charlas y carcajadas en algunas ocasiones.

El jaleo que estalló ante Cedric al en la cámara fue ensordecedor. Al segundo siguiente se vio arrastrado dentro por varios pares de manos y rodeado por integrantes de Hufflepuff, Ravenclaw e incluso unos cuantos Slytherin, que gritaban, aplaudían y silbaban.

Alaska se mantuvo atrás de todo el jaleo, dejando que Cedric disfrutara de su gran momento. Apareciendo desde las mesas de bebidas, Blaise, Ann y Draco llegaron a su lado.

—Esto es fantástico —Les dijo la rubia—, no creí que asistiría tantos estudiantes sin previo aviso.

—Supongo que todos querían celebrar —Le dijo Blaise mirando a la multitud—. ¿Estás decepcionada por no ser la elegida?

—¡No! Para nada —Soltó Alaska con total sinceridad—. Estoy muy orgullosa por él.

—¿Todos parecen amarlo, no? —Comentó Ann.

Y estaba en lo cierto, todos los presentes le estaban dando todo su apoyo, soltando comentarios que hacían sonrojar al campeón y lo observaban con admiración.

La emoción seguía intacta luego de unos minutos, y el castaño logró librarse de la masa de gente para volver con Alaska, juntos se dirigieron a la mesa donde estaban todos los cocteles y se sirvieron algo sueva para beber.

—Cuéntame, campeón de Hogwarts, te dijeron algo acerca de la primera prueba?

—Dijeron que está pensada para medir nuestro coraje —Le explicó a su amiga—, por lo que no nos dirán en qué consisten.

—Enfrentarte a lo desconocido —Murmuró Alaska, pensando en las mis posibilidades—. Una muy buena decisión, es importante que un mago este preparado para cualquier situación.

—Se realizará el veinticuatro de noviembre y no tenemos permitido solicitar ni aceptar ayuda de ningún tipo por parte de los profesores.

—Para eso me tienes a mí, seré ayuda suficiente —Agregó Alaska—. ¿Debes cumplir algún requisito para pasar a la siguiente prueba o...?

—Cuando la primera prueba haya dado fin recibiremos información sobre la segunda.

—Así que solo debes mantenerte vivo —Comento la chica—, nada difícil.

Se mantuvieron un rato más hablando, apartados de la multitud, eso hasta que el castaño convenció a Alaska de que dejara las preocupaciones del Torneo para el día siguiente y disfrutaran de la fiesta que ella había preparado en su honor. No fue realmente difícil llevar a la rubia hasta el centro de la cámara, dónde la mayoría de los asistentes estaban bailando al ritmo de la música.

En un pestañeó Alaska vio a Ann, apartada en una esquina con un vaso en su mano, a diferencia del resto no parecía estar divirtiéndose. Se excusó con Cedric y se hizo paso entre todos los estudiantes, para llegar junto a su amiga.

—¿No te estas divirtiendo? —Habló Alaska, poniéndose a su lado.

—Vine a beber algo. —Respondió Ann, levantándose un poco su vaso.

Sin embargo la rubia le echó un vistazo y vio que estaba vacío. Miró a la castaña con una ceja levantada.

—¿Quieres hacer algo en especial? Puedo buscar a los chicos y...

—Sólo estoy aquí porque me lo pediste Alaska, no hay mucho que quiera hacer aquí. —La chica la miro desconcertada.

—Sí, pero tu aceptaste. No tenías que venir si no te apetecía, al igual que Theo.

Ann decidió no responder, su vista estaba fija en algo frente a ella, desde hace unos días que no sentía tener el humor para hacer muchas cosas, se sentía molesta con todo el mundo y Theo era la única persona con la que podía estar en completo silencio y no sentirse mal al respecto. No era lo mismo con Draco y Blaise, mucho menos con Alaska.

Por su parte, la rubia no entendía la actitud de Ann. Ella había estado demasiado ocupada investigando sobre las nuevas escuelas y concentrada en el Torneo que dejó a Ann, y al resto de sus amigos, de lado por un par de días. Así que fuera lo que fuera que estuviera pasando con ella, Alaska no sabía cómo abordarlo.

Al final lo hizo de la peor forma posible, aunque no tenía malas intenciones.

—La chica de Beauxbatons habló conmigo hoy, Bella Wytte —Le informó Alaska—. Por alguna razón creía que llevabas el mismo apellido que ella.

Ann cerró sus ojos por unos segundos, procurando esconder su mal humor.

—¿Por qué tienes que meterte en mis asuntos? —Le espetó Ann de manera severa, volviéndose hacia ella. No logró su cometido.

—¡No lo hice! Fue ella quien se acercó a mí —Intentó explicarle Alaska—. Sólo quiero saber porque no me contaste que tenías una hermana, es algo importante Ann.

—¿Importante? —Repitió—. Theo nunca habla de su madre o de su relación con su padre, a Blaise tampoco le gusta hablar de su madre y las inestables relaciones que mantiene con los hombres. ¿Y tú? Tú no nos dices la verdad sobre tu padre —Dijo de manera acusatoria, haciendo una larga pausa—. Así que si yo no quiero hablar de mis problemas familiares tampoco puedes obligarme.

Alaska no atinó a decir nada más que:

—Yo no sé la verdad sobre mi padre. —Su tono, sin embargo, no fue convincente.

La castaña se volteó una vez más, pues se estaba alejando y le dijo—: Soy una vidente Alaska, no intentes engañarme.

Y sin más, se fue de la cámara, volviendo a la sala común con un paso irregular.

Sus amigos intentaron excusar las palabras de Ann con su exceso de alcohol, al parecer había bebido de más durante la noche pero no fueron razones suficientes para tranquilizar a Alaska. «Dijo su verdad». Les dijo a Blaise y Draco, tragándose sus demás pensamientos.

El sentimiento de culpa la ahogó, volviéndose más fuerte que antes y la llevó a tomar malas decisiones esa noche. Ignorando las recomendaciones que les daban, decidió librarse de sus pensamientos invasivos con alcohol, bebiendo para poder sentirse libre, aunque fuera por una vez.

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