05. «La preocupación de Halley»

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«No puede ser.» Reitero dentro de mi cabeza una y otra vez, angustiada hasta la médula desde hace horas.

Apenas pude tragar bocado durante el desayuno debido a que mi garganta permanece atorada con un sinfín de sentimientos encontrados. Miedo, esencialmente, cabe recalcar.

Que Drew haya penetrado en mis obras con tanta facilidad es realmente preocupante, puesto que se supone que él forma parte de mi pasado como protagonista de los recuerdos más tristes de la vieja Halley mientras que el arte, pintar, dejarme llevar por los colores, verme envuelta entre pinceles y expresarme a través de trazos es algo que le pertenece exclusivamente a Phoenix.

«Y Andrew Ackerman no debería tener cabida en ello.»

El actual estado convulsivo de mi mente podría ser perfectamente comparado con olas de gran energía generadas por un maremoto. Un fenómeno complejo a la vez que extraordinario, que suele trae consigo incontables estragos, caos y toneladas de calamidad.

En medio del lúgubre y catastrófico panorama desatado en mi cabeza, un curioso papelillo cae con la fragilidad de una pluma sobre mis pies cuando abro mi casillero.

El efecto que produce es similar a si un tímido rayo de Sol descendiese hasta posarse en la punta de la ola más alta, el poder de su luz ejerciendo una onda expansiva que transmite serenidad y armonía; a continuación, ya no hay rastros del tan temido evento climático, solo un pasivo mar en calma.

Una delicada lluvia de pétalos azules sigue el ejemplo de la carta misteriosa cubriendo mis zapatillas y sonrío emocionada. Tengo una buena idea acerca de qué puede tratarse todo esto y apenas puedo ocultar mi expectación.

Tomo la hoja del suelo y desdoblo los pliegues con cuidado, acariciando al mismo tiempo su áspera textura gracias a las yemas de mis dedos.

“¿Irías al baile conmigo?”

Debajo del mensaje, la mitad de un corazón hecha con la huella digital de un índice izquierdo manchada de rojo descansa vívida y aguarda ansiosa por una respuesta positiva.

Por arte de magia quizás (o mediante las vías tradicionales ya que me encuentro bastante ensimismada para notarlo) Luke aparece a mi lado sosteniendo un frasco repleto de tinta color carmesí.

—¿Acaso esperas que me quede con los dedos manchados durante todo el día, Callahan?

Ni siquiera soy capaz de filtrar el entusiasmo contenido en mi voz a pesar de la pregunta pretenciosa.

—¿Acaso no valgo la pena, señorita Phoenix? Porque debes admitir que realmente me he esforzado aquí, ¿de acuerdo? Tuve que levantarme antes del amanecer, cuando sabes como nadie cuánto odio tener que despertar temprano, y  sobornar generosamente al conserje para que me permitiera entrar antes del horario permitido para prepararlo todo. Además, ¿sabes lo difícil que es conseguir rosas azules? —Me encojo de hombros ante su pregunta retórica a modo de “lo siento, son mis flores favoritas, ¿qué puedo hacer?”, exculpándome de los cargos que se me imputan—. En resumen, teniendo en cuenta mi incuestionable entrega durante la tarea, creo que lo mínimo que podrías hacer para compensarme es ensuciarte las manos, aunque sea un poquito.

Río a raíz de su descaro evidente para posteriormente, con falsa reticencia, rozar mi índice derecho sobre la llamativa pintura y completar el corazón dejando mi huella.

—¿Es suficiente?

—En realidad, creo que me gustaría otro tipo de recompensa.

Ignoro su sugerencia y esquivo la indirecta mencionando distintos métodos de pago:

—¿Tarjeta de crédito? ¿Efectivo? ¿Cheque?
—Besos.

Para el instante en que consigo reaccionar, no tengo manera de escapar y sus labios se estampan contra los míos. «Tampoco que estuviera precisamente interesada en seguir evitándolo.» La ternura en cada roce es palpable y tan poderosa que ni siquiera el efusivo coro de gritos y aplausos desbocados que tiene lugar alrededor a causa de nuestra escena podría distraerme de esa estupenda sensación.

«Sí, definitivamente lo vale.»

—¿Tienes prisa?

Por la poco frecuente y acelerada velocidad con la que reúno y guardo mis útiles, pensaría que se trata de una conclusión obvia; sin embargo, todo indica que Andrew necesita una confirmación así que lo complazco medianamente con una respuesta ambivalente.

—Algo así —Solo extiendo mi “explicación” porque estoy de excelente humor—: Me esperan fuera del salón.

—¿No irás con las gemelas?

Estaré muy ocupada teniendo mi primera cita real con Luke, así que no.

—Hoy no. Pero puedes acompañarlas. Estarán en el taller, como siempre. Deben crear un nuevo supervillano que ponga de cabeza su organización de espías para el segundo volumen de la novela y todavía no llegan a un acuerdo acerca de su apariencia. Conociéndolas, necesitarán toda la ayuda posible y tu serías una magnífica opción.

¿Que si ese fue una indirecta pasivo-agresiva? ¡Por supuesto! Y no podría haberlo disfrutado más.

—¿Volverás para las clases vespertinas?

—No lo sé —Luke tiene otra sorpresa preparada para mí y estoy ansiosa por saber de qué se trata.

Percibo cierta frustración brillando en sus ojos marrones, mas no me molesto en prestarle atención.

—Nos vemos luego.

Honestamente, espero que no sea el caso.

—El chico nuevo nos está mirando extaño —comenta Luke con la cabeza ladeada mientras observa discretamente a Andrew detrás de mí.

—No te preocupes por eso. No es importante.

Y me siento en paz al poder decirlo con tanta sinceridad.

Es un hecho que la espesa tormenta gris que rondaba mi cabeza durante la madrugada se ha esfumado por completo desde que abrí mi casillero esta mañana. Estoy convencida de que no importa lo que haya creído ver en ese cuadro, debió tratarse de alguna alucinación provocada por mi falta de descanso. «De cualquier modo, creo que lo tiraré a la basura en cuanto llegue a casa.»

Después de un último beso, me dirijo en dirección a mi asiento acostumbrado flotando todavía sobre un conjunto de nubes esponjosas que acarician mi presente realidad de ensueño.

La hora del almuerzo se ha pasado volando y, como todo lo bueno, eventualmente ha tenido que acabar. No obstante, ¡ha sido espléndida! Los sesenta minutos más felices de mi vida tal vez.

Resulta que Luke ha inventado un nuevo batido verde en mi honor y conseguido que lo agreguen al menú de nuestra tienda favorita, la misma que solemos visitar al menos tres veces por semana después de sus entrenamientos.

¡Así es, señores, “Phoenix” es la adición más reciente al stand de ofertas de Zen Green Shakes!

Una exquisita receta repleta de ingredientes que todavía son para mí una incógnita ya que Luke se ha negado a confesármelos (aunque confío en que esa lamentable situación se resolverá dentro de poco tiempo) y cuyo color resultante, según el propio creador, se asemeja de forma inconfundible al verde de mis ojos. ¿No es una completa dulzura?

No podría borrar la sonrisa de mi cara ni siquiera en el hipotético caso de que me pegaran un puñetazo, así que en su compañía y exhibiendo mi deslumbrante estado de ánimo, alisto mi cuaderno para la próxima lección de Cálculo.

—¿Era tu novio?

—Algo así —Vale, hasta yo estaría harta de mis respuestas evasivas. por lo que esta vez, soy un poquitín más específica en lo concerniente a mi relación con Luke—. Me invitó al baile.

—Ya veo…

Mi noticia parece encender una duda en él y me carcome la curiosidad cuando me surge una interrogante que decido compartir con él:

—¿Y tú? ¿No has recibido ninguna invitación todavía? —Él niega y yo continúo hablando como si se tratara de un monólogo—. Eres el nuevo enigma del Summit así que muchas chicas deben estar planeando aún cómo acercarse para invitarte. ¿Pero qué hay de ti? ¿No piensas preguntarle a nadie?

«Haré un intento de oración protectora a Dios en nombre de la pobre chica que se cruce en la mira depredadora de Andrew Ackerman.»

Él vuelve a contestar negativamente con su cabeza y frunzo mi entrecejo en cuanto tejo una ridícula sospecha sobre el porqué.

—Espero que no se deba a tu silla de ruedas —Sería patético, aunque completamente natural si continuáramos en Crestview—. Ninguno acá es idiota, nadie te tratará diferente por…

—No va sobre eso.

—¿Entonces…?

Cuando él se queda en silencio, salto a otra conclusión asumiendo que se debe a que aún no ha firmado la sentencia de muerte de su siguiente víctima.

—Es normal que no te interese nadie por el momento. Llevas solamente algunos días aquí y apenas me conoces a mí, por tanto…

—En realidad, sí quería invitar a alguien.

«Que no sea Maia. Que no sea Maia. Que no sea…»

—¿Querías? ¿Por qué renunciarías? Estás a tiempo. El baile no será hasta…

—Otro chico se me tomó la delantera.

«Justicia poética, lo llamaría yo.»

—Vaya, menuda suerte.

Me dispongo a darle un par de palmaditas en la espalda a modo de consuelo; sin embargo, él se gira a verme con un extraño brillo centellando en sus ojos, un brillo que me advierte del peligro inminente porque destella como solo puede hacerlo una verdad.

—Luke se me adelantó.

—Pero eso no tiene la menor lógica porque él me invitó al baile a… Oh. Ya entendí.

«Confirmado, querido pasado, eres un reverendo hijo de…»

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