Aquel día iba a hacer papeleo en el ayuntamiento. En una de éstas, me mandaron a fotocopiar un documento, así que me dirigí a un locutorio cercano para hacerlo.

Pero Dios quiso que aquel día pasase mi cantante favorito por mi ciudad. Y justo mientras echaba un vistazo al teléfono, me choqué con él.

Estaba que lloraba de la alegría; como no llevaba ningún papel a mano, le pedí que me firmase en el documento. La moraleja es: lleva siempre una libreta contigo.

Aquel día me quedé sin carné, pero ahora tengo un hermoso autógrafo enmarcado. ¡Que suerte la mía!