"Lo inexplicable de la soledad"

Con una taza de chocolate caliente en su mano derecha, Eleonora escuchaba con los ojos cerrados la lluvia que chocaba contra su ventana.

Consideraba que tenía todo en la vida: Había terminado su carrera universitaria con los honores que siempre soñó. La casa de sus sueños. El auto que siempre quiso conducir. Una pared repleta de certificados. Un grupo de amigos. El amor de su familia y el respeto de los empleados en su propio negocio.

Entonces, ¿qué era eso que aprisionaba su pecho al escuchar la lluvia en una casa donde el silencio era el anfitrión?

No tenía con quién compartir ese momento. Amaba la lluvia, y no tenía a nadie en esa noche para entablar una plática profunda, de esas que tanto le encantaba. Amaba el chocolate caliente, y no tenía a nadie para compartirlo, aún cuando había preparado una olla para diez personas.

Existía una fina diferencia entre abrazar una acogedora soledad y sentirse solo.

Eleonora experimentaba lo segundo, pero era tan testaruda que no lo aceptó.

La lluvia terminó; su chocolate caliente también, pero esa inexplicable y amarga sensación en su pecho... no se retiró.

-Andrea Ramos.