ℋabia una vez una hermosa princesa llamada Aly, que vivía en un inmenso castillo junto a su padre, el rey George. Aunque la princesa nunca había salido del palacio, había explorado el mundo a través de los maravillosos libros que llenaban su biblioteca. Un día, el rey cayó gravemente enfermo y la princesa desesperada, llamó al médico real. El sabio médico examinó al rey y dijo:

   “En lo profundo del bosque se encuentra una mágica flor que crece en la cima de una encantada montaña. Si se  prepara un tónico con esa flor, el rey podrá curarse. Sin embargo, el tónico se debe de hacer antes de que pasen veinte días, de lo contrario el rey morirá.”

La princesa tras recordar haber leído sobre la mágica planta y preocupada por su convaleciente padre, anunció valientemente: “Aquel que logre traerme la flor de la montaña encantada se convertirá en mi esposo y será recompensado con riquezas inigualables”

  Tanta era la belleza de la princesa que todos los hombres del reino salieron en la búsqueda de la flor mágica. Pero uno tras otro fueron regresando al castillo con las manos vacías, ya que nadie había sido capaz de llegar a la cima de la montaña.

  La princesa, temerosa de perder a su padre, decidió tomar ella misma la misión de salvarlo. Armanda con el conocimiento que había adquirido de los libros y con la determinación en sus ojos, partió hacia el bosque. El primer día logró llegar a lo profundo de la espesura, sorprendiendo a todos aquellos que creyeron que no lo lograría. Al encontrarse frente a la montaña empezó a subirla con determinación, pero a mitad de camino tropezó con una gran roca y terminó cayendo, deshaciendo el poco camino que había logrado subir. Pensó en rendirse, más recordó el rostro pálido y enfermo su padre cada vez más cerca de la desolada muerte y sintió una nueva determinación arder en su interior. Se levantó del suelo, sacudió su ropa y volvió a intentarlo, esa vez rodeando la roca para evitar caer nuevamente.

  Y así, pasaron cuatro días llenos de desafíos y obstáculos  que hacían caer a la princesa una y otra vez. Sin embargo, ella nunca se rindió. Cada vez que se caía, se volvía a levantar con más fuerza, se sacudía el polvo y volvía a intentarlo. Superó estrechos puentes, trepó espesos árboles y sorteó astutas trampas sin perder la fe en su misión.

Finalmente, al amanecer del día veinte, llegó a la cima de la montaña encantada. Allí, encontró la mágica flor que brillaba con colores deslumbrantes. Con cuidado, recolectó algunas pétalos y regresó al castillo.

El médico real preparó el tónico curativo utilizando los pétalos de la flor y, gracias a él, el rey Alejandro se recuperó de su enfermedad. La princesa, feliz y orgullosa, abrazó a su padre y agradeció a todos los valientes que habían intentado traer la flor.

Aunque nadie había logrado llegar a la cima, la princesa reconoció el coraje y la perseverancia de cada uno de ellos. Como muestra de gratitud, organizó una gran fiesta en honor a los valientes hombres del reino y los premió con medallas por su esfuerzo.

Desde entonces, la princesa y su padre el rey gobernaron el reino juntos, recordando siempre la importancia de la valentía y el importante poder de la resiliencia en la vida. Y así, vivieron felices para siempre."

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