🏐Cap. 10🏐

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Palidece el armador cuando observa al castaño, tirarse como peso muerto sobre una de las camas sin siquiera retirarla.

Supuestamente, permanecían juntas para poder dormir despatarrado o para gozar de sesiones de intensa masturbación o de diversas compañías como la truncada sucedida en esta madrugada. Sí, madrugada, porque cuando el rubio levanta la cabeza observando el reloj de la pared que burlón le marca casi las dos de la mañana se quiere matar, porque a primera hora entran a la facultad y él, está lo suficientemente enojado y caliente para saber que no va a poder pegar un ojo en lo que resta de la condenada noche. De este modo, rezonga a medida que se ubica en la porción del colchón sin usar.

'Menuda mierda mi suerte" piensa el rubio teniendo en cuenta que un gigantesco brazo tatuado ocupa casi la mitad de su sagrado lugar para descansar mientras intenta no escuchar los ronquidos que aparecen cada tanto y silbando algo inentendible por lo bajo. Así mismo, intenta cerrar sus ojos siendo en vano cuando el castaño se remueve inquieto, boca arriba y acomodando su paquete en plena oscuridad.

Situación que enerva de bronca al rubio porque a pesar de la oscuridad que los rodea no puede dejar de dirigir su mirada hacia la zona en donde se encuentra esa abultada entrepierna —¡Maldito loco! —susurra hacia las sombras.

Luego de unos cuantos minutos en donde logra calmarse y apaciguar las ganas de empujar al desubicado intruso, pega la vuelta cerrando sus párpados para así forzar su reposo.

Pero, al rato de lo que parecieron efímeros momentos en donde sintió abandonarse a los brazos de morfeo, se despierta sobresaltado cuando unos musculosos brazos lo rodean de costado. Sintiendo de inmediato como la "trompa" del intruso aprieta queriendo restregarse como gato necesitado.

—Pero ¿qué carajos? —suelta el capitán a medida que trata de remover las extremidades del contrario con todas sus fuerzas. Pero tanto movimiento repetitivo trajo aparejado que la monstruosa cosa que debería colgar como cualquier ser humano normal, se encuentre a punto de rasgar las telas para abrirse paso.

¿Cómo puede ser que a esta altura, el idiota del punta no se haya despertado?

Completamente enojado, el armador pega un grito de frustración cuando su codo busca darle sobre las costillas y liberar su parte trasera del acecho acosador de la bestia entre dormida.

Dejando así al castaño retorciéndose entre quejidos cuando el golpe del rubio cumplió con su objetivo.

—¿P-pero q-qué d-demonios? ¿P-por q-qué me pegaste de s-semejante m-manera? —suelta el punta, entre dormido y entre quejidos, a medida que soba su adolorido costado.

—Eso, te pasó por pasarte de la raya conmigo, maldito marica —larga el rubio, con cara de asco y enteramente  enojado a medida que se levanta y separa las camas de un fuerte jalón.

El adolorido, aguantando un insulto aún más fuerte, se imagina lo sucedido ya que dentro de sus sueños abrazaba a un cuerpo duro, redondo y calentito que lo ponía bien duro y con ganas de más—. Lo siento, no fue mi intención sobrepasarme...

—Claro, frotarte o coger a otros -entre dormido- debe ser tu pasión... Y a ver si le pones bozal a esa cosa que parece tener vida propia —escupe con asco el armador a medida que arregla su cama y se acuesta —Y vete haciendo la idea de que mañana te quedas en la calle, maldito puto... Ni pienses que comparti...

Los agresivos vocablos del rubio quedaron atorados en el olvido cuando un peso excesivamente superior en tamaño y fuerza lo deja reducido a un simple niño llorón y asustadizo.

—Atrévete a decirme de nuevo lo puto y horrible que soy —larga Jung Kook, bajo y profundo, aprisionando el cuerpo de su rezongón compañero debajo del suyo.

—¿No qué no tocabas sin permiso? —arriesga el aprisionado, sin una pizca de miedo a medida que siente sobre su rostro, la respiración irregular del contrario.

—Por supuesto, pero tú, me sacas de quicio —escupe el castaño, aún más bajo y sin perder detalle de los movimientos de la nuez de Adán del contrario —. Yo, creo que te gustaría saber que se siente ser tocado por estas grandes manos... Manos de gay que saben exactamente dónde rozar para hacerte retorcer de placer hasta olvidarte de tu rectitud sexual, gallito bravo —dicho eso, se aleja señalando su cuerpo con la mano —. Y espero no volver a escuchar desde tus venenosos labios algo como "maldito marica o alguna mierda de gay" hacia mí o hacia cualquier otro compañero homosexual, bi o lo que sea. Aprenda a respetar si quiere ser respetado, capitán.

Jimin, intentando respirar aunque los nervios lo demanden por dentro, trata de no demostrar la creciente incomodidad que sintió en su cuerpo al tener semejantes músculos  presionando cada una de sus partes. Diciendo por dentro que se debe al asco de sentirse manoseado aunque solo lo haya aprisionado.

—Estás enfermo... —escupe el rubio a medida que se da la vuelta.

¡Demonios! No podía simplemente quedarse callado o asentir con su cabeza, porque lo siguiente que sucede es ser aprisionado contra la pared a medida que posan efímeramente, una agresiva y nada dulce boca sobre sus labios cerrados.

—¡Ups! Lo siento y espero que encuentres pronto la cura o se te dará por besarme, digo, lo que es contagioso al ser una enfermedad... —suelta el punta mientras, negando con su cabeza, se dirige hacia la pequeña cocina por algo de tomar.

Dejando al capitán como hoja de dibujo, enteramente blanco mientras aprieta sus puños y sin saber bien como actuar.




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