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Advertencias de Contenido

- Sangriento, violento y con temas delicados como el suicidio y asesinato.

- No es recomendado para todo tipo de público, si no te gusta este género, te recomiendo que cambies de escrito.

- Cualquier comentario ofensivo será borrado y el usuario bloqueado, mantengamos una convivencia sana entre nosotros.

Había una vez una niña cuyo nombre era Ciara. Su cabello era más negro que la noche, pero sus ojos eran de un gris tan claro que casi parecía blanco.

Nunca fue la favorita, ni en su casa, ni en la escuela. Una oscuridad la perseguía y no había ser humano que no lo notara.

Ciara era una niña común y corriente, encantadora, pero aquella maldición que cargaba la convirtió... en algo que ni ella misma pudo soportar.

/ .°×*~ /

El timbre de la puerta de entrada sonó, era el momento, finalmente todo lo que había imaginado se haría realidad.

Parecía que el día se acopló a sus planes ya que un manto de oscuras nubes cubría el cielo, ni un rayo de luz traspasaba su ventana.

Su niñera la levantó de la cama, apresurándola, el chofer estaba en la puerta, esperándola para llevarla a la preparatoria.

La mujer cepilló su cabello oscuro con velocidad, su trabajo facilitado al llegarle a los hombros, la ayudó a vestirse con el uniforme y le dio su mochila con todos sus libros.

Tenía dieciocho años, sin embargo vivía en la mansión de sus padres y ellos le habían contratado una niñera, aunque Ciara la veía como una carcelera.

Salió de su cuarto, bajó las escaleras y al fin llegó con el hombre, quien le hizo una pequeña reverencia y la llevó al auto, en camino al instituto.

Odiaba su vida, y ya para nadie en la mansión era un secreto, no después de aquel intento de suicidio seis meses atrás con las píldoras para dormir de su madre.

No provocó mucho revuelo, ya que no logró ingerir las suficientes, lograron hacerle un lavado de estómago antes de que la muerte llegara para llevársela.

Por eso mismo, sus padres la tenían vigilada. Pero no por ellos, cosa que sería lo normal, consiguieron una niñera, un chofer personal y otras personas dentro de la mansión que se aseguraban de que no intentara nada raro.

Pero todo eso sería en vano, lo sería después de aquel día.

Bajó del auto negro sin decir palabra alguna, ya era costumbre. Caminó por las escaleras para ingresar al edificio de tres pisos, recibiendo insultos y bolas de papel con dibujos idiotas directamente en la cabeza.

Era lo de todos los días. Eran los mismos insultos los que estaban garabateados con burla en esos papeles arrugados, eran los mismos deseos de muerte que estaban rayados en su asiento.

Ella no tenía la culpa de parecer tan tétrica y demoniaca, como solían decirle, no pidió nacer con aquella aura tan oscura, pero la trataban como si lo hubiera sido.

Nunca hizo nada cruel, siempre ignorando las crueldades que le hacían, los golpes que le daban.

Y lo que ella consideraba peor, era que nadie hacía nada para ayudarla. Sus padres prometieron que hablarían con el director la primera vez que vieron los golpes, pero terminaron olvidándolo por temas de trabajo.

El mismo director y maestros veían las notas y dibujos pegados en las paredes, todos dirigidos hacia ella. Pero no hacían nada.

Era normal, empezaba a pensar.

Era normal que alguien como ella, tan extraña, horripilante y diabólica, fuera repudiada por las personas normales. Era completamente normal.

Pero no era justo, no estaba bien.

Y por mucho que intentara con todas sus fuerzas sobreponerse a todo aquello, nunca lograba nada.

Su voz, sus gritos y sus súplicas eran opacadas por las risas de los demás, su dolor era la diversión ajena, y pese a que los mismos profesores intentaban ocultarlo... sonreían al voltearse a apuntar en el pizarron mientras escuchaban las burlas groseras de sus compañeros.

Era su maldita música de circo, lo que les avisaba que la diversión estaba por empezar.

Así que en algún momento de su vida, dejó de luchar, de intentar salvarse a sí misma, y empezó a ser como los demás, odiándose hasta el punto de desear su propia muerte. Al fin tenía algo en común con el resto.

Su vida estaba hecha a tintes negros, y ella odiaba ese color.

Entró al lugar, caminó por los pasillos viendo los insultos del día. Deseos de muerte entre ellos.

Ciara bajó la cabeza, incapaz de poder seguir leyendo. El camino hacia el salón estaba grabado en su mente, no tuvo que ver el número de la puerta para saber cuál era el suyo.

Entró y se sentó en su lugar, con todos lo más lejos que podían de ella.

Sólo esperaría a que ella entrara y así... todo empezaría por fin. Ahí la vio.

Con su brillante y hermoso cabello rojo, resplandeciendo como el fuego con su sonrisa divertida y perfecta, junto a sus amigas.

Gina era, sin dudas, el ángel de fuego para todos, menos para ella. En su lugar, era su demonio personal.

Gracias a ella tenía la cicatriz en su cintura, una tan grande que le daba terror verla a traves del espejo.

Todos estaban hablando con sus amigos sobre su fin de semana, por lo que navie vio cuando Ciara agarró su mochila y sacó un cuchillo de ella.

Tan grande, filoso y brillante, que no entendía porqué lo habían escogido para cortar el pastel de la noche anterior, parecía que la invitaban a tomarlo para complir con su cometido.

Así que apenas se distrajo un segundo la cocinera, aprovechó para guardarlo entre su ropa, escondiéndolo toda la noche para ese preciso momento.

Observó a la pelirroja sentarse con sus amigas, tan relajada y viéndose tan... normal. Ella era el verdadero monstruo entre las dos.

Pero ya no importaba, nada importaba en realidad. Las dos iban a acabar mal en ese momento.

Ciara se paró, sin llamar la atención, y con el cuchillo a un costado caminó hacia la pelirroja, nadie le prestaba atención.

Así que cuando se detuvo frente a Gina y todos dejaron caer sus ojos sobre ella en completo silencio, Ciara sonrió como no lo hacía desde hacía años.

—¿Qué se te perdió, maldito demonio? —le cuestionó la pelirroja, burlona y recostando su espalda en el respaldo de la silla.

Levantó el brazo, y sin pensarlo le hizo un profundo corte a la pelirroja en el cuello, salpicando su rostro y provocando un grito en general.

Muchos se cayeron de sus sillas, otros maldijeron y la mayoría se puso a llorar, yendo al fondo del salón para alejarse de la asesina.

Pero Ciara solo podía ver la sangre salir como cascada del cuello de la mujer, manchada con un líquido muy similar a su cabello, intentando evitar que la sangre saliera de su cuerpo mientras se ahogaba con ella.

No había nada para hacer, así que solo cayó muerta en el piso, sin poder permanecer en la silla.

Ciara mantuvo su sonrisa satisfecha, caminando al frente del salón y volteando a ver a todos sus compañeros, aterrados.

Unas inmensas ganas de reír la invadieron, pero las lágrimas le ganaron. Una de las alumnas llamaba a la policía, no tenía importancia.

Estaba por ser libre, al fin. Iba a escapar de todo aquello, ya no tendría que preocuparse por nada.

Miraba el cuchillo cuando escuchó las sirenas de la policía afuera de la escuela, era el momento.

Sujetó el cuchillo con ambas manos, lo levantó sobre ella y, con una sonrisa en el rostro y lágrimas cayendo por sus mejillas, se clavó el filo en la cabeza justo cuando la policía iba entrando.

Su cuerpo se desplomó al instante, y ahí terminó todo para ella.

Así que había una vez una niña cuya vida fue un infierno, pero murió sintiéndose satisfecha con ello.

Nota de la Autora

¡Hola! Bueno, el inicio fue un poco fuerte... pero prometo que es el único escrito así que habrá aquí, o al menos eso espero.

Recién veía una película de terror cuando escribí esto, así que no se me ocurrió nada más. ¡Espero que les haya gustado!

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