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Jimin fue el primero en bajar del auto y en llegar al cuarto de hotel para encerrarse en el baño. Se metió a la ducha, se quitó la ropa sin importarle que se mojara. Tomó el gel de baño y se frotó el cuerpo una y otra vez, aunque no sirvió de nada para deshacerse de aquellos recuerdos.

Recuerdos horribles.

Minutos después cerró el grifo y salió, se paró frente al lavado, mirándose en el espejo empañado. Sus manos temblaban.

Conocía muy bien al chico que veía a través del reflejo, ese chico pálido con la mirada secuestrada por el pánico.

Controló su respiración para no hiperventilar. No era nada del otro mundo el hecho de encontrarse con Hyun Bin. Su último encuentro fue hace tres años, su madre intentaba que no se cruzaran. Tenía que haber otra explicación para su presencia, ¿no?

Sacudió su cabeza y secó su cuerpo con la toalla, vistiéndose con una playera y pantalones grandes que había dejado anteriormente.

—¿Jimin? —dijo Jungkook en voz baja desde el otro lado de la puerta.

El omega respiró hondo. Llevaba una eternidad ahí dentro y no podía seguir escondiéndose del alfa más tiempo.

Jimin se miró al espejo y forzó una sonrisa.

Con cautela, entró al dormitorio. Jungkook estaba sentado a los pies de la cama, con la cabeza hundida entre las manos. En cuanto lo oyó, levantó la mirada enseguida.

Estaba preocupado, más que preocupado.

—Basta ya, Jimin.

—No sé a qué te refieres —contestó acercándose a su maleta para guardar su ropa sucia.

—Déjate de cuentos.

—No pasa nada, Jungkook. Simplemente me he visto superado por la situación —mintió.

El alfa solo soltó un gruñido y cruzó la estancia a pocos pasos. Tomó a Jimin por los hombros, para que lo mirara.

Estaba furioso. Los recuerdos de ex novio, Kyung Min, hicieron que se desespere. Necesitaba saber qué le sucedió a Jimin.

—Cuéntame qué acaba de pasar —insistió.

—Suéltame.

—No.

—Jungkook, suéltame ahora.

—No —volvió a repetir, esta vez su voz sonó serena—. No te encierres en ti mismo otra vez. No tienes derecho a hacerlo, después de los últimos meses, después de que te haya presentado a mi madre, después de lo que sucedió esa noche, y todavía después de lo que ha ocurrido hoy. No te lo guardes, Jimin.

Jimin no dijo nada, parpadeó continuamente para no llorar. Porque tenía razón, llevaba tanto guardado que en cualquier momento iba a explotar.

Jungkook lo acercó más a él, de manera que la punta de sus narices quedó apenas a unos milímetros.

—¿Me has entendido, Jimin

—Mierda, Jungkook ¿Qué quieres de mí? —gritó el omega  golpeando el pecho del alfa con ambas manos.

—La verdad. Quiero saber qué te hizo ese idiota, por que has reaccionado como si hubieras visto a mismísimo demonio. Quiero saber qué sucedió entre ustedes para que te resulte tan insoportable su presencia, quiero saber…

—Basta —interrumpió Jimin.

—Ni hablar. Estaba a tu lado cuando se ha acercado a ti y te ha saludado, he tenido que controlarme para no golpearlo. Te ha mirado de una manera que…

—Cállate…

—Dime qué te ha hecho —susurró Jungkook. Aún lo tenía agarrado, acariciándole los brazos con sus pulgares—. Cuéntame, Jimin…

Jimin lo intentó. Intentó contenerse y seguir guardando lo que sucedía, pero no pudo.

Las piernas comenzaron a fallarle cayendo al piso, Jungkook aún lo sostenía. Agachados en el suelo, Jimin empezó a sollozar con desesperación.

Las lágrimas corrían por sus mejillas, y se aferró más hacia Jungkook cuando las imágenes que tanto tiempo llevaba conteniendo aparecieron de nuevo en su mente, miedo, pánico, desamparo, soledad.

Y Jungkook lo abrazó, lo abrazó con fuerza. Acariciándole el cabello, murmurandole que todo iba a estar bien.

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