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Al día siguiente

Jungkook repartía besos por todo el abdomen de Jimin, subiendo peligrosamente hacia su cuello dejando pequeñas marcas sobre la suave piel del omega.

Jimin mordía sus labios, aguantando los gemidos que provocaba el alfa con lo que le hacía en su cuerpo. Sus manos tocándolo, satisfaciendo de placer, algo que solo él podía hacer. Disfrutaba cada sensación, cada roce. Todo.

Sus labios se encontraron, probando el sabor salado de su saliva. Besándose lujuriosamente, mientras pasaba su mano por la nuca de Jungkook y lo atraía más hacia él.

—Me encantan estos buenos días —dijo Jimin sonriendo y besando una vez más a Jungkook.

—A mí me encantas tú.

Jimin no pudo evitar sonrojarse, aún no creía lo que pasaba entre ellos. Todo era igual y distinto al mismo tiempo, era una combinación de emociones que ni siquiera podía describir.

—Jimin…

—¿Si? —respondió escondiendo su rostro en el cuello del alfa, oliendo el aroma que tanto deseaba.

—Me haces feliz.

Jungkook se separó unos centímetros de él para poder mirarlo.

Sonrió.

Era él. Jimin era su persona, era su omega, era su destino. Y no podía estar más que feliz de haber llegado hasta este punto con él. Juntos.

Entrelazando sus manos y acercándose nuevamente hacia él, besándolo con ternura y acariciando cada parte de su cuerpo.

Jimin se había convertido en alguien especial en su vida y estaba dispuesto a luchar con cada obstáculo que se presente para jamás perderlo.

—Tú también me haces feliz, Jungkook. Aunque seas un alfa gruñón, me haces feliz.

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