Capítulo 4: Sueños Húmedos.

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Domingo 6:40 pm
Roxana

Roxana miraba a través de la ventana del autobús, pasaba cerca de un incendio dónde se alcanzaba a ver los bomberos apagándolo, soltando un suspiro comenzaba a perderse en sus pensamientos, pensaba en aquel chico que salía en toalla, era lindo, tenía buenas nalgas y era bastante alto, está era la primera vez que alguien le llamaba tanto la atención.

Frenando algo brusco el autobús hacía que ella se mueva con fuerza hacia adelante saliendo de sus pensamientos, se lograba escuchar los pitidos del chófer y sus insultos antes un ciclista que se había cruzado, mirando por su ventana Roxana se percata que ya se había pasado de su parada.

—Disculpa, voy a bajar. –Se expresó con amabilidad.

La persona a su lado se movía dándole permiso, entre tanta gente amontonada, lograba agárrese de uno de los tubos, el autobús de nuevo se ponía en marcha, Roxana timbraba esperando que frenará, haciéndolo en una de la parada, se bajaba con algunas personas junto a ella, ya comenzaba anochecer y estaba algo lejos de su casa.

Caminando a paso ligero, caminando por un parque donde algunos chicos jugaban fútbol se fijaban en ella, algunos le chiflaban.

—Oye mi amor ¿A cuánto la hora? –Le gritó uno a lo lejos.

Roxana solo los ignoraba caminando más rápidos, en su camino subía por un puente era algo tarde hacía frío, el puente era iluminado por algunas luces, se sentía la inseguridad al pasar por aquel puente.

Ya arriba a lo lejos ella veía que dos chicos venían caminando y hablando entre ellos, aún así le generaba desconfianza, haciendo al otro lado del puente caminando pegada a la orilla se sentía que ambos la miraba, al pasarle por el lado se sentía aún su mirada, igual solamente pasaba por su lado. Aún así ella sentía su mirada a su espalda, mirando de reojo se podía ver cómo ambos la miraban y sonreían entre risas.

Soltando un suspiro sin prestarle mucha atención a lo ocurrido seguía su camino, al bajar por el puente este terminaba en un centro comercial, sin pensarlo mucho Roxana entraba.

Había un pan que hacía en una panadería dentro del centro comercial que le encantaba, ha sido un día duro y quería poder darse un gusto, caminando rumbo a la panadería sin perder tiempo entraba.

Pasaba algunos minutos y salía con bolsa de pan en su mano y comiendo uno, con una alegría y satisfacción en su rostro, caminando por el lugar sin mucha preocupación, bajaba por escalera eléctrica al llegar al final, había una sex shop, sin prestarle mucha atención se alejaba, deteniéndose después de algunos paso, mirando de reojo el negocio, algunos pensamientos pasaba por su mente.

Ella se acercaba a la sex shop mirando de lado a lado esperando que nadie note que iba a entrar, segura de que nadie estaba viendo, entraba casi corriendo, ya adentro el piso estaba adornado con una alfombra roja, con varias repisas con juguetes sexuales.

—Buenas noches, señorita, ¿Busca algo en especial? –Dijo un chico saliendo del mostrador.

Roxana notaba que era un chico algo joven el que atendía sintiéndose tímida.

—No. –Respondió nerviosa. —Entre por error. –Sonería nerviosa señalando la puerta con su pulgar.

—Claro. –Le sonrió.

Roxana le daba la espalda caminando a la salida y se detenía, soltaba un suspiro.

—Sabes, si viene por algo. –Dijo segura girándose. —Espero me puedas ayudar.

—Claro, ¿Qué necesitas? –Preguntó el chico con seriedad.

Roxana se acerca y se sonrojaba.

—Escúchame, soy virgen y quiero algo que me ayude a tener un poco más de experiencia. –Susurró tímida viéndolo a los ojos.

—Creo tener lo que necesitas. –Le respondió con una sonrisa. —Espérame aquí.

Luego de algunos minutos el chico llegaba con varios consoladores y vibradores, ante la mirada tímida de ella.

—Tenemos consoladores de diferentes tamaños para su gusto.

—Todos se ven iguales, todos son. –Hacia una breve pausa. —Ya sabes eso.

—¿Un pene? –Le preguntó con seriedad viéndola.

Ella perdía la mirada.

—Sí eso. –Susurró tímida.

—La diferencia está que los consoladores son manuales y estáticos, el vibrador. –Sonría levantando sus cejas. —Pues vibra. –Dijo con cierta ironía.

—Los... –Hacía una muy breve pausa. —Los ya sabes, ¿Vibran? –Preguntó de forma inocente.

El chico sonreía ante aquella pregunta.

—Ammm, no que yo sepa. –Le respondió con amabilidad. —Algunos hombres pueden moverlo a su gusto, pero creo que no todos pueden hacerlo. –Le explicaba con amabilidad y una sonrisa.

Roxana miraba la gran variedad de juguetes sexuales, colores y tamaños.

—¿Cuál es el promedio de uno normal? –Preguntó ella tímida mirando al chico.

—De trece a quince centímetros, quizás si está bien dotado unos dieciocho o veinte, o hasta más. –Le respondió tranquilo y amable.

—Dame uno de dieciocho y que vibre. –Sonrió algo apenada.

—¿Algún color en especial? –Le preguntó con amabilidad mientras guardaba el material.

—Si me voy a meter eso, considero que el color es lo de menos. –Sonrió perdiendo su mirada.

El joven vendedor dejaba uno dentro de la caja y lo empacaba.

—Con el botón de la derecha lo enciende y con los de más abajo manejas la velocidad.

—Gracias, ¿Cuánto sería? –Le preguntó con una sonrisa mientras tomaba la bolsa.

—Son treinta y cinco mil. –Le cobro con seguridad y seriedad.

Roxana sacaba el dinero y pagaba, sonaba la caja registradora abrirse, el chico sin más le daba su cambio.

—Gracias por la bolsa negra. –Dijo con una sonrisa recibiendo el cambio.

—Es con gusto, ¿No quiere el recibo? –Le preguntó amable mientras lo sostenía en su mano.

—No, así está bien, muchas gracias. –Se despedía levantando su mano.

—Ten un buen día. –Se despedía levantando su mano

Roxana salía caminando paso ligero del lugar con las bolsas en su mano, algunas personas se quedaba mirando, sin prestarle atención se alejaba rumbo a la salida del centro comercial. Al salir la esperaba un largo camino a casa.

Luego de un largo camino llegaba a casa, algo cansada entraba a su casa y subía a su apartamento, al llegar entraba a su apartamento veía a su amiga en el sofá con una sábana sobre ella.

—Carolina, ¿Cómo te sientes? –Le preguntó con empatía cerrando la puerta.

—En la tarde se puso fuerte, pero ya me voy sintiendo mejor. –Le respondió agitada y algo constipada. ,

—Te traje algo para que tomes vale. –Le sonreía mientras entraba a la casa.

—¿Cómo te fue? Y ¿El trabajo? –Preguntó curiosa al verla entrar.

—Ya te explicaré. –Dijo rápidamente mientras entraba a la cocina. —Diría que bien. –Le respondió desde la cocina.

—¿No te pasó nada grave? –Preguntó preocupada.

—No, fue muy amable la verdad.

Se escuchaban algunas bolsas moverse desde la cocina.

—Y ¿Qué trabajo era? –Le preguntó curiosa.

Roxana salía de la cocina con la bolsa negra y la miraba.

—Uno muy sencillo la verdad no es la gran cosa. –Le respondió sin mucho interés.

—Y ¿Esa bolsa negra? –Le preguntó levantando la ceja.

—Esto. –Toco la bolsa haciéndola sonar. —Unos chocolates. –Le respondió tranquila y con una sonrisa.

—¿Me regalas uno? –Le preguntó con amabilidad y una sonrisa.

—No. –Le respondió algo asustada. —Es que tú estás enferma y te haría daño el dulce. –Se excusó.

—No seas envidiosa Roxana. –Dijo un poco molesta levantándose. —Regálame al menos uno. –Levantaba su dedo índice.

—No Carolina. –Le respondió viéndola.

—Entonces te lo voy a quitar. –Dijo decidas.

Carolina corría y Roxana corría rumbo a su cuarto.

—No Carolina. –Dijo algo nerviosa mientras corría.

—Solo es un chocolate, no seas mala amiga. –Le respondió mientras corría detrás de ella.

Al final Roxana llegaba a su cuarto y ambas hacían fuerza, una para cerrarla, la otra para poder entrar.

—Únicamente es uno, ¿Qué te cuesta? –Dijo con una leve dificultad por la fuerza que ejercía sobre la puerta.

—No Carolina. –Dijo sonrojada logrando cerrar la puerta.

Carolina golpeaba la puerta mientras se le escuchaba toser.

—Vamos Roxana no seas así. –Dijo desde el otro lado de la puerta.

Dentro de su cuarto, Roxana miraba dónde esconder la caja, miraba su armario, parándose sobre su cama dejaba la caja arriba del armario, escondiéndola detrás de algunas bolsas.

—Pensé que eras mi amiga. –Le reclamó algo molesta.

—Vale, te daré algo, mejor que los chocolates. –Le respondió con tranquilidad mientras se bajaba de la cama.

Al abrir la puerta aún Carolina seguía tosiendo cubriendo su boca con su puño.

—¿Por qué siempre enfermas así? –Le preguntó preocupada viéndola.

—Soy de defensas bajas. –Le sonríe respirando algo agitada.

—Ve a la cama te daré algo para ver si se te pasa, te arropas bien y empieza a sudar vale. –Dijo sería viéndola.

—Y ¿Mi dulce? –Preguntó en tono irónico algo agitada.

—Después de tu medicina. –La miraba con preocupación. —Ve a la cama y enróllate en las sábanas.

Carolina le obedecía entrando al cuarto, entrando bajo la mirada preocupada de su amiga.

Pasaba algunas horas, luego darle un remedio algo caliente a Carolina, que se quejó por sabor y lo caliente que estaba, bajando toda queja al recibir su dulce, seguido que su amiga acomodará la sábana para arroparla por completo.

—No importa si siente mucho calor. –Dijo sería viéndola. —La idea es que se caliente tu cuerpo y así mates el virus.

—Gracias Roxana. –Susurró.

—Es lo que una amiga haría. –Dijo con una sonrisa.

Soltando un suspiro se acercaba a la puerta, la miraba mientras ponía su mano en el interruptor.

—Buenas noches, descansa. –Se expresó con cariño y una sonrisa.

Su amiga solo le respondía con una sonrisa, apagaba la luz y se retiraba cerrando la puerta.

Ya en la sala acomodando sus sábanas y la almohada para dormir, en la televisión salía la noticia.

—Estamos junto al detective Alejandro. –Dijo la periodista en la televisión. —Que logrado desmantelar la red más grande de trata de blancas y narcotráfico. –Dijo con seriedad. —Detective Alejandro, porque se provocó el incendio en este operativo.

Roxana bostezaba apagando la televisión, se metía bajo la sábana y bajo la oscuridad de su sala con los ojos cerrados, empezaba a quedarse dormida.

Roxana caminaba por un pasillo oscuro a lo lejos lograba ver una luz azul, caminando rumbo a esa luz entraba a un cuarto, la cama era grande acompañada de unas sábanas azules claras.

Sin esperarlo algo la empuja a la cama, rebotando un poco en el colchón, ella se giraba para ver quién la había empujado.

Lograba ver aquel chico de cabello negro, que la miraba con deseo, ella se sentía paralizada, sin más aquel chico se le subía encima, se quitaba la camisa, se podía ver su cuerpo marcado, ella se sonrojaba mientras se mordía el labio viéndole el abdomen.

Él le pasaba la mano por las mejillas y la barbilla, se le acercaba a los labios besándola lento, mientras le acariciaba el cuello, tomándola de la barbilla ambos se miraban, Roxana le daba una sonrisa tímida.

Con una mirada indiferente, él la tomaba de la barbilla y exponía su cuello, le acercaba sus labios tocando con delicadeza la fragilidad de su cuello, sintiendo su respiración lenta sobre su cuello, ella soltaba una pequeña sonrisa.

Chupaba su cuello con delicadeza sus labios se movían sobre su cuello, jadeando suave Roxana lo abrazaba acariciándole la espalda, comenzaba a sentir lo húmedo de su lengua recorrer su cuello de arriba abajo, sintiéndola igual mientras le chupa el cuello, baja de su cuello besándole el pecho deteniéndose en sus senos, se levanta mirándola tocándole el cuello.

Ella con la respiración algo agitada le tocaba la mano y le sonreía, sus manos bajaba a sus senos y los apretaba, la miraba con tanto deseo que se mordía el labio mientras movía sus senos en círculos, quitándole la blusa mientras aquella prenda se levantaba los senos de Roxana rebotaban, sus pezones estaba duro y erectos.

Pasando su mano por sus senos los apretaba llegando a sus pezones los movía en círculos con sus dedos, ambos se besa con más intensidad, ella poniendo su mano sobre su cuello dejándose llevar por el beso, ambos labios sonaba soltando algunos jadeo en medio del beso, él se detenía bajando su cabeza.

Comenzaba a chuparle su seno derecho mientras agarraba el otro, ella solo respiraba algo agitada mordiéndome el labio inferior, sentía como su lengua recorría su seno derecho llegando a su pezón chupando con sus labios mientras lo movía en círculos con la punta de su lengua, él la miraba mientras ella levantaba su miraba y soltaba un suave jadeo pasando su mano por su cabello.

Sus labios sonaba mientras chupaba mientras movía más rápido el otro seno apretando su pezón entre sus dedos, chupaba el pezón derecho con más intensidad, haciendo que ella jadeara un poco y lo abrazara con las piernas, pasaba su lengua lento por su pezón, lo comenzaba a mover en círculos para final meterlo entre sus labios sin quitarle la mirada.

Ella se mordía el labio cerraba un poco sus piernas, jadeando suave y respirando agitada, él se detenía y se levantaba, comenzaba acariciarle las piernas subiéndole la falda, bajaba besándole el abdomen mientras ella lo miraba y abría las piernas lentamente.

Él comenzaba quitarle el panty lentamente, le juntaba las piernas y las levantaba quitándole el panty, le acariciaba las piernas deslizando las manos por ellas mientras le miraba los senos. Roxana respiraba y lo miraba con deseo, deslizaba su pie por su pecho.

—Soy tuya. –Le susurró.

Él le abría las piernas de lado a lado, le besaba las piernas bajando poco a poco llegando al medio, ella se agarraba de cama y respiraba un poco agitada sintiendo que algo húmedo la tocaba, soltando un suave gemido...

—No sé por qué, pero cuando te veo solo pienso en sexo. –Dijo él mirándola con sus manos agarrándola de las piernas.

—¿Qué? –Le respondió ella confundida.

Roxana despertaba por el sonido de su alarma, se escuchaba una canción de reggaetón, despertaba agitada y sudando.

—Será tal vez por la manera en que me entregas tu cuer...

Roxana apagaba la alarma y se estiraba, y bostezaba hasta que sentía algo húmeda en su short.

—Ay no. –Susurró apenada tapándose con la sábana.

Pasaba su mano por el sofá que estaba seco al igual que la sábana.

—Será mejor que me bañé.

Mientras Roxana tomaba algo de ropa de su cuarto y la toalla veía a su amiga dormida, al salir del cuarto su amiga abría los ojos.

Se escuchaba el agua caer en la ducha mientras su amiga ya recuperaba busca algo en el cuarto, miraba debajo de la cama entre el armario, detrás y dentro de mesa de noche, hasta que decide mirar arriba del armario, veía varias bolsas y mucho polvo, sin interés tocaba las bolsas, pero sentía que era algunos adornos de navidad, dejando de buscar ahí.

Dejaba de buscar saliendo del cuarto, al pasar a lado del baño se escuchaba la regadera.

—Que raro, suele cantar cuando se ducha. –Susurró viendo la puerta.

Ya en la cocina preparaba todo para hacer café, luego de varios minutos de la ducha ya con una ropa casual salía Roxana con el cabello mojado.

—Me alegra verte mejor. –Dijo con ternura al verla en la cocina.

Carolina al escuchar su voz se volteaba a verla y le sonreía.

—Gracias, buenos días, primero que nada. –Hacía una breve pausa. —¿Podemos hablar? –Le preguntó seria.

—También te iba a decir lo mismo. –Le respondió viéndola. —¿Qué pasó?

—Anoche nunca me dijiste en que ibas a trabajar.

Ella sonreía y perdía la mirada.

—Cierto. –Hizo una muy corta pausa. —Voy a ser mesera, en aquel restaurante que te dije. –Sonrió. —Me van a pagar muy bien y quería preguntarte, ¿Si quería venir a venir conmigo y el señor bigotes? –Le preguntó con una sonrisa.

—Pero a la dueña de la casa no le agrada que esté acá. –Se expresó con algo de molesta al referirse de aquella persona.

—Ya no viviré acá, con lo que ganaré quiero tener mi propia casa. –Le dijo emocionada. —Vivir en un lugar que diga es mío, tener una piscina y cosas para mí. –Sonreía al hablar con tanta ilusión.

—No quiero ser una carga o una mantenida. –Le respondió perdiendo la mirada.

—No lo serás, tú siempre has querido estudiar, yo te pago la carrera si quieres. –Le tocaba la mano mirándola.

—No vas a ganar tanto siendo mesera. –Se excusó mirándola.

—Confía en mí. –Le sonrió.

—Lo. –Se quedó en silencio por un tiempo perdiendo su mirada. —Aceptó con una condición.

—¿Cuál? –Le preguntó viéndola.

—Qué nunca me mientas.

Con aquellas palabras Roxana abría un poco los ojos perdiendo su mirada.

—Si te molesto dímelo yo puedo hacer mi vida. –Completó con seriedad y firmeza.

—Está bien. –Sonrió abrazándola. —Te quiero mucho.

Sin más reacción ella le aceptaba el abrazo cerrando sus ojos.

—Yo te quiero mucho más. –Le respondió con cariño y amabilidad.

El señor bigotes un gato blanco con una mancha negra en su nariz con forma de bigote la miraba y maullaba deteniendo el abrazo ahí, ambas chica se miraba y suspiraba con una sonrisa.

—Si eres mesera y ya son las nueve, ¿No estás llegando tarde? –Le preguntó al verla tan tranquila.

Ella abría los ojos.

—Tienes razón, desayuno en el camino desayuno. –Dijo apresurada tomando las llaves de su casa y su cartera. —Alimenta al señor bigotes por favor. –Dijo preocupada al abrir la puerta.

—¿Dónde almorzará? –Le preguntó al verla tan acelerada.

—En el restaurante, tranquila, vuelvo más tarde te quiero. –Se despedía algo apresurada levantando su mano.

Salía del apartamento cerrando la puerta, dejándola en casa con su gato, el señor bigotes la miraba.

—¿Qué me miras bigotón? –Dijo con una sonrisa tocándole la nariz. 

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