Sabor a durazno

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Cuando tus amigas saben quién es la persona que te gusta, harán todo lo posible para que tú y ella estén juntas. Y si es a solas, mucho mejor para su orgullo. Saben como funciona eso; te obligan a sentarte junto a ella, también a pasar tiempo haciendo tareas o trabajando en grupo para un trabajo práctico. Incluso dejándolas a solas un momento. Sí, Jennie vivió cada una de las cosas típicas que las amigas pueden hacer para "brindarte ayuda" con tu crush de toda la vida. Sí, y pudo soportarlo, pero esto no. Esto era otro nivel y no sabía como manejarlo.

Todo aquello sería una salida de amigas, con el enorme grupo de 12 personas, pero por alguna razón se terminó reduciendo a 2. Y la salida de amigas, terminó resultando ser una cita planeada por las mejores amigas del mundo, amanos Jennie. Supo de aquél nombre cuando un mensaje de Rosé hizo vibrar su bolsillo. Todo fue planeado por las desempleadas de sus amigas, de la más grande a la más chica. Gracias a ellas ahora estaba a solas con su crush. Con su bonita crush, Lalisa Manoban.

Su mirada pasó de su celular, donde el extraño grupo "Misión: cita con Lisa", al cuál fue agregada hacia a penas unos minutos estaba abierto y con decenas de mensajes; hacia Lisa. La menor estaba sentada en la banca a su lado, balanceando sus pies de un lado a otro mientras que con su mirada, buscaba índices de sus amigas.

—Unnie, ¿sabes si van a venir? —cuestionó cuando notó su mirada sobre ella, sorprendiendo a Jennie, quien sin poder hablar, negó con su cabeza.

—No... —maldijo en su interior cuando su voz sonó inestable—. Es decir, pregunté por el grupo pero nadie respondió —mintió, sabía perfectamente que nadie iba a ir.

—Al parecer estaremos solo tú y yo —soltó, y la mayor sintió una rara sensación cuando su afirmación fue decorada por una pequeña sonrisa. No se le notaba incómoda por aquello.

A decir verdad, a Jennie le gustaba la idea de la cita. Siempre había deseado una, pero nunca fue capaz de invitarla. Aún así, le preocupaba que aquella "misión" resultara fallida cuando la
tailandesa decidiera irse al notar que serian las únicas. Le alegró ver que no tenía intenciones de irse.

—Al parecer sí —confirmó y guardó su teléfono. Si todo salía bien, le agradecería hasta la muerte a sus amigas. Sabía que la mente maestra de todo aquello sería Irene, besaría a esa mujer.

—¿Qué tal si vamos al centro? —propuso Lisa levantándose, apuntando en dirección hacia donde estaría el centro—. Está a unas cuadras y podremos entretenernos con algunas cosas —por eso la noche anterior, Gowon le dijo que llevara dinero de más. Diablos, ¿por qué no lo notó antes? De todas formas, agradecía haberle hecho caso.

—Está bien, vayamos —aceptó. Quedó helada
cuando al levantarse, los bracitos de Lisa se aferraron al suyo. Era una melosa costumbre que la menor tenía, aunque solía aferrarse a Rosé o Minnie. Mas nunca a Jennie.

—Si te molesta... —soltó la pelinegra y aflojó el agarre. Pero fue totalmente detenida por la mano de la castaña, quien no le permitió alejarse.

—No, está bien, puedes hacerlo. No me molesta —una suave sonrisa se posó en sus labios. Lisa
asintió y ambas comenzaron a caminar en dirección hacia el centro.

El estómago de Jennie se revolvía de emoción al tener a la bonita chica pegada a ella, abrazando su brazo y hablándole de cerca. Era una sensación nueva para ella, aunque no lo era tanto, en contexto, sí lo era. Si bien Lisa y Jennie son amigas desde hace años, nunca tuvieron ese tipo de cercanía. Se sentía contenta por tal, y esperaba que luego de aquella salida pudieran ser más cercanas. Porque para eso era, ¿cierto?

—En serio es loco que nos hayan dejado solas... —mencionó Lisa en la conversación que habían entablado desde que comenzaron a caminar—. Es decir, de los 12, ¿solo tú y yo hemos venido? Me da la impresión de que quizás nos hayamos equivocado de día...

—Pensé en los mismo, también se me hace extraño —fingió ignorancia ante el tema—. ¿Te incómoda estar sola conmigo...? —cuestionó con cuidado, con su rostro en las tiendas que comenzaron a aparecer, ignorando así la mirada que la pelinegra puso sobre ella.

—¡Oh, no! —negó rápidamente—. ¿Realmente me veo incómoda? Estoy abrazandote —movió sus brazos para recordarle que estaban rodeando el suyo—. Uhm, en parte... —vaciló un tanto. Debido a esto, Jennie llevó sus ojos hacia ella—, en parte me alegra. Siempre quise poder ser más cercana a ti, quizás con esto podríamos serlo —confesó y el corazón de Jennie no pudo estar más contento con sus palabras.

Sintió sus mejillas arder en felicidad, tratando de esconder su sonrisa, regresó su mirada hacia el frente. Oh, dios. Su linda crush le confesó que quería ser cercana a ella, era un gran motivo para felicidad.

—¿Tú estás incómoda, unnie? —preguntó de vuelta. Lisa temía que sí lo estuviera. El hecho de que rara vez la mirara le hacía preguntarse si aquello era cierto.

—Para nada —se apresuró a contestar—, también me alegra. La idea de ser más cercana a tí me emociona —agregó, haciéndola sonreír.

—¡Perfecto entonces! Ahora hagamos cosas para hacernos más cercanas.

—¿Cosas para hacernos más cercanas? —alzó una ceja, Lisa asintió—. ¿Cosas cómo cuáles?

—Ya lo verás.

Fue lo único que agregó al respecto, porque inmediatamente cambió de tema cuando encontró un arcade. Emocionada señaló hacia ella y tomando la mano de su mayor, comenzó a arrastrarla hacia el lugar, donde música, luces y grandes máquinas las esperaban. Jennie no hizo más que dejarse arrastrar, era imposible poder hacer algo más cuando su mano estaba siendo tomada por Lisa. Su mente se nubló ante la preciosa sensación, ahora que sabía lo que se sentía tomar la mano de su crush, no quería soltarla nunca más.

Supo que por cosas para hacernos más cercanas, se refería a pasar tiempo realmente cerca. Cerca, muy cerca. Sabía que Lisa disfrutaba del contacto físico pero nunca creyó que lograría poder tenerlo con ella. Y ahora tenerla pegada en todo momento, muy cerca, hacía que se sintiera nerviosa. No la malentiendan; le encantaba, pero temía que por aquello terminara haciendo algo ridículo frente suyo. Algo ridículo como lo que había hecho hacia unos minutos atrás; solo por el repentino calor, por el hecho de que llevaban tiempo tomadas de la mano, y quizás, sólo quizás por los nervios; soltó la mano de Lisa, quién se miró un tanto confundida por la acción. Con vergüenza, secó su propia palma con sus pantalones, no atreviendose a mirar a la menor.

—Me suda la mano —explicó, provocando una pequeña risa en la pelinegra de cabellos largos, quién volvió a tomar su mano luego de que se la extendiera.

Se adentraron por completo al ciber, y una vez tuvieron sus fichas para poder jugar, comenzaron a recorrerlo por completo para elegir algún juego que les llamara la atención. Estuvieron paseando de aquí para allá, jugando a diversos juegos y apostando entre ellas para que la ganadora se llevara el premio mayor. Para la mala suerte de Jennie, fue Lisa quién ganó. Esa pequeña bola de ternura era extremadamente buena en todo.

—¡Lalisa Manoban gana! —auto-festeja, alzando sus brazos en señal de victoria mientras miraba a su amiga con una gran sonrisa, derritiendo el corazón de esta.

—No sabía que eras tan buena con los videojuegos —mencionó, dándole todos sus tickets, los cuales intercambiaria para llevarse algo de la tienda.

—Suelo pasar bastante tiempo aquí cuando estoy de vacaciones. Conozco cada juego —una pequeña sonrisa traviesa se posó en su rostro, y justo antes de que que la castaña pudiera quejarse, salió corriendo en dirección a la tienda. Esa cara bonita; era la cara de una tramposa.

Con una boba expresión en su rostro, Jennie siguió a la extranjera. Estaba realmente perdida, locamente enamorada de aquella chica
que ahora miraba con atención cada una de las cosas que la tiendita ofrecía a cambio de los tickets, buscando el premio perfecto para su asombrosa victoria. La observó con atención, admirando cada una de sus facciones y tiernas expresiones mientras decidía cual peluche llevar.

—Mira, Jendeukie unnie —su pecho se agitó por la manera en la que la llamó, las mariposas de su estómago se movieron un poco más fuerte—. ¿Cuál te gusta más? —preguntó mostrándole tres pares de pequeños peluches.

Los dos primeros eran unos ositos, uno marrón y el otro blanco. Los segundos, dos gatitos negros, y los terceros, unos zorritos naranjas. Eran unos peluches para compartir en pareja, se podían separar y volver a unir, como si se abrazaran.

—No lo sé, ambos son bonitos —respondió con algo de duda.

—Mmh creo que llevaré los gatito, me recuerdan a ti —Jennie quiso llorar de felicidad, mas sólo sonrió para sus adentros, tratando de ocultar su notoria emoción.

Ambas se acercaron a cambiar los tickets por aquellos tiernos peluches.

Al salir, Lisa separó los gatos, poniendo uno sobre el pecho de Jennie. Un gesto un tanto brusco que sorprendió a su unnie, pero realmente quería que lo aceptara, y de esa manera no iba a poder negarse.

—¿Es para mi? —cuestionó la mayor, tomando al gatito y así admirarlo. Lisa asintió, sus mejillas se pintaron tiernamente de rosa.

—Sí. Se llama Lili —río con ternura—. Es una yo pero en versión gatito, será como tenerme a mí, así que cuidanos mucho —pronunció todo aquello con un lindo sonrojo.

—Es muy tierna, gracias. Voy a cuidarlos mucho —agradeció, abrazando a Lili. Sí, realmente iba a cuidarlas muchos. Llevó su mirada hacia el peluche que Lisa tenía en brazos, y esta al entender se apresuró a seguir hablando.

—Y ella es Nini —presentó a su gatito—. Yo también voy a cuidarla mucho, será como una mini Jennie para mí —ahora la sonrosada era la mayor.

Luego de compartir aquél regalo con su unnie, de alguna manera, Lisa se sintió más cercana a ella, por lo que se sintió feliz. Su idea había resultado como esperaba, incluso se atrevía a decir que mejor.

Volvieron a tomar sus manos, como si ya estuvieran acostumbradas a tenerlas enlazadas, como si aquél tacto fuera importante para que pudieran seguir el camino con seguridad. Por pedido de Lisa, se acercaron a una tienda de productos de belleza, una de las favoritas de la pelinegra.

—Ya se acabó mi bálsamo labial, y mi favorito está aquí —explicó una vez entraron. Aún sin soltar su mano, Jennie fue guiada por toda la tienda hacia donde el preciado bálsamo de Lisa las esperaba.

La idea principal era sólo llevar aquello, pero terminaron distrayendose y comprando más de lo planeado. Aunque la única en llevarse demasiadas cosas no fue solo la tailandesa, Jennie también compró alguna que otra cosa.

Mientras esperaba a que la contraria terminara, observó detalladamente sus preferencias. Dos de cada tres cosas que tomaba, resultaban teniendo como nombre cualquier referencia al durazno. Supuso que la menor realmente disfrutaba de aquella fruta.

Al terminar de comprar, decidieron volver al parque donde se encontraron al principio del día, terminandolo con un helado en sus manos mientras conversaban un poco. El celular de Jennie no dejaba de vibrar en su bolsillo pero no le prestó atención. No iba a hacerlo cuando, en algún momento, su rostro terminó cercano al de Lisa. No tenían intenciones de nada, más que de hablar de esa manera tan cercana, como si fuera tan íntimas. Como si intentaran ignorar lo que sucedía a su al rededor, y funcionaba.

Lisa relamió sus labios luego de terminar su helado, sacando su preciado bálsamo sabor a durazno de su mediana bolsa. Sonrió una vez se lo aplicó, volviendo a lo que estaban antes. Pero una pregunta curiosa llegó a la mente de la mayor.

—¿Realmente sabe a durazno? —preguntó curiosa, provocando una sonrisa en la otra
que hizo que su estómago se revolviera en una agradable sensación.

—Uhm, no lo sé ¿quieres probarlo? —respondió y recibió un asentimiento.

De un momento a otro, demasiado rápido para que pudiera notarlo, Lisa tenía los labios de su crush pegado a los suyos, llevándola al mismísimo cielo cuando por fin pudo entender lo que estaba sucediendo. Oh. Por. Dios. ¡Lisa la estaba besando!

No pudo reaccionar, solo se quedó helada, no sabía que lo había hecho hasta que la menor se alejó de ella. Su rostro estaba rojo hasta las orejas, y se le notaba un tanto arrepentida.

—E-Eh, lo siento —se disculpó Lisa con pena al notar que la otra no tenía intenciones de corresponderla. Sintió que lo había arruinado enorme—. Lo lamento, en serio, lo-

No pudo continuar disculpándose debido a que ahora, era ella a quién le robaron un beso. Jennie la estaba besando, y su cabeza dio vueltas cuando sus labios se movieron sobre los suyos. Casi inmediatamente correspondió, compartiendo el paraíso con tan solo aquél simple tacto. Aquél beso fue lo que ambas, durante demasiado tiempo, estuvieron anhelando.

No hablaron más, las palabras no eran necesarias y tampoco las requerían cuando sus labios estaban ocupados. No intentaron separarse, cuando lo hacían, era solo para tomar aire y continuaban tomando los belfos contrarios entre los suyos. Era como si estuvieran cobrando cada beso por el tiempo perdido entre ellas, el que se perdió debido a la falta de valentía de ambas. Porque quizás, si se hubieran declarado, sus sentimientos hubieran sido correspondidos inmediatamente.

—Uhm, sí sabe a durazno —pronunció Jennie una vez se alejó por completo, una sonrisa adornó su rostro al notar que los labios de la otra brillaban y no exactamente por el bálsamo.

—¿Y te gustó...? —preguntó bobamente—. El bálsamo, si te gustó...

—Sí —afirmó con un sonrisa traviesa—. Pero más me gustaron tus labios —agregó para luego dejar un corto beso en ellos. Se sentía con la suficiente confianza para hacerlo, la mano que tomaba la barbilla de la pequeña lo demostraba.

—¿Y la cita? —cuestionó luego de unos segundos, una pequeña risa salió de sus labios al ver el rostro confundido de su unnie.

—¿La cita...?

—Sí, la cita planeada por las mejores amigas del mundo, amanos Jennie, no fue justamente planeada por nuestras amigas —bueno, Jennie estaba más confundida.

—¿A qué te refieres? —Lisa sonrió con gracia, su mayor hacía expresiones bastante tiernas.

—Fue idea mía —respondió con orgullo—, yo organicé todo esto. La idea fue que pensaras que saldríamos todas juntas, pero cuando llegaras solo te encontraras conmigo. Ellas te dijeron aquello porque se los pedí, así tú estarías enterada de que estábamos en una cita sin que yo te lo pidiera, ¿comprendes? —la coreana asintió con su cabeza, procesando la información. ¿Entonces, Lisa planeó todo?

—¿Por qué lo hiciste?

—Ah~ unnie, ¿no es demasiado obvio? —soltó casi en un berrinche—. Me gustas. Siempre quise invitarte a salir, pero me sentía insegura a hacerlo —a pesar de anteriormente haber besado a Jennie, ahora Lisa se sentía extremadamente tímida por haberse confesado—. Hace poco, Jisoo unnie me dijo que yo también te gustaba, y-y bueno, no vi esto como una mala idea...

Jennie se sintió traicionada al saber que fue delatada por Jisoo, pero lo agradecía, porque si no fuera por ella, quizás aquella cita nunca hubiera sucedido. Luego de unos segundos, analizando las palabras contrarias, suspiró como boba enamorada. Se acercó un poco más al cuerpo de esta, y tirando de su brazo hizo que se apoyara sobre su pecho, para así abrazarla. Fue correspondida segundos luegos, sintiendo la respiración de Lisa golpear en su cuello.

—Sí, la cita me gustó. Y es cierto, me gustas también, Lisa-ah. Realmente me gustas mucho y todo este tiempo quise declararme, pero también estaba insegura —confesó, hablando sobre su oído—. Me gustas, y estoy feliz de que hayas planeado esta cita, gracias...

Se movió un poco para poder mirar su rostro, el cual estaba alzado buscando mirar el suyo también. Lentamente se acercó a ella, besando sus labios nuevamente. Esta vez, el beso lento transmitió la emoción de ambas por haberse confesado y estar seguras de ser correspondidas.
Pero a diferencia de los anteriores, este fue interrumpido.

—¡Pero ya háganse novias, por el amor de Dios! —una voz demasiado conocida gritó, haciendo que ellas, y las demás personas cerca, se asustaran.

—¡Dios, Jisoo lo arruinaste! —esta vez, Rosé gritó, golpeando el brazo de su mayor. Esta tenía su celular en mano, apuntando hacia las que todavía no eran pareja.

¿Qué demonios hacían ahí?

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