2. Primer encuentro.

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-Jeremiah, ahora vuelvo -dijo mi madre al vernos ingresar a casa, su mirada estaba perdida, es como si hubiese visto un fantasma.

-¡Ya es tarde para que salgas sola! -exclamó Eris con cierta preocupación.

-Hija, ya sabes que a tu madre no le gusta que la contradigan -con cansancio, mi padre tomó a Eileen en brazos-. Solo vayan a dormir.

-Buenas noches, padre, descansa -tomé a Eris del brazo y nos dirigimos a nuestra habitación. Me preocupaba la salud de mi padre, últimamente había estado actuando raro, sus pupilas estaban dilatadas, a tal grado de perderse el azul del iris.

Me recosté sobre el duro colchón y cerré mis ojos, había sido un día extraño. Muerdo mis labios al recordar al chico del pueblo, esos ojos negros que me miraron con intensidad y el cosquilleo que sentí en mi estómago.

-¿No fue raro que madre saliera así? -preguntó Eris devolviéndome a la realidad.

-Leamos la invitación -cambié de tema con prisa, mientras las yemas de mis dedos acariciaban el escudo real con forma de cristal. No tenía ganas de hablar de mi madre.

Al retirar la cera, un olor a frutos rojos inundó la habitación y una lluvia de pétalos rojos cayeron sobre mi regazo. Las palabras escritas con tinta negra y con una hermosa caligrafía eran lo más llamativo.

16 de noviembre de 1997

Estimadas Elani y Eris Avery:

Me complace informarles que han sido seleccionadas para asistir al Baile de Invierno mismo que se realizará el 20 de noviembre a las 18:00 horas.

Espero que el pequeño presente que envié sea de su completo agrado.

Contar con su presencia provocaría un enorme agradecimiento.

Cassian Mavka. Royal.

PD. Charles pasará por ustedes.

Cómo era de esperarse, muchas dudas invadieron mi mente.

-Creo que no deberíamos asistir -murmure confundida mientras caminaba impaciente por la habitación.

-¡Que! -Eris soltó un grito dramático-. ¡Es la primera vez que nos invitan a salir de este lugar y la vamos a desperdiciar!

-Exactamente -respondí con seriedad-. ¿No se te hace raro? Hemos vivido toda la vida aquí y nunca hemos visto al rey, ni siquiera hemos salido más allá del bosque y ahora nos invitan al baile. ¡Hasta envió regalos!

-Calma -Eris me tomó por los hombros-. Es la primera vez que saldremos de aquí, es nuestra oportunidad de conocer gente. ¡Nuestra única amiga es una anciana!

-¿Y si es una trampa? -la paranoia se apoderó de mí.

-¿Una trampa? -Negó con la cabeza mientras simulaba una sonrisa burlona-. Estás demente Elani, ¿tanto te afectó no salir a divertirte?

Estaba muy nerviosa por ese baile, pero el ánimo de mi hermana logró motivarme. Tal vez tenía razón, mi rutina era una monotonía: de casa al bosque; del bosque al pueblo; del pueblo a casa. Ahora que tenía una oportunidad, no podía tomar el riesgo, pero tampoco dejarlo pasar.

¿Qué hay más allá del bosque que nuestra madre no quiere que veamos?

-Abramos nuestros regalos -dijo Eris, interrumpiendo mis pensamientos por segunda vez.

-Al mismo tiempo.

Con delicadeza, ambas tiramos del listón rojo que ataba la caja y sus paredes cayeron revelando su contenido.

-¡Son vestidos! -chilló Eris con emoción-. Me lo voy a probar -tomó la prenda en sus manos con rapidez y corrió al baño.

Con la repentina ausencia de mi hermana, permanecí en mi lugar totalmente asombrada por el brillo de aquel regalo. Mi vista recorrió la tela de seda. Al investigar más a fondo la caja, descubrí un pequeño listón.

-Siento que le falta algo -murmuró Eris con cierto tono de decepción-. ¿Qué podría ser?

-Creo que esto -respondí con una sonrisa a la par que levantaba la mirada-. Te ves hermosa.

-¿De dónde lo sacaste? -Eris apuntó el objeto de mi mano, ignorando el halago.

-¿No es obvio?

-No puede ser... ¡La mía dónde está! -Emocionada comenzó a buscar los accesorios con emoción.

Era una persona muy sentimental y, aunque no lo quería aceptar, ver a mi hermana con un vestido que combinaba a la perfección con sus ojos azules, provocó que mi corazón se sintiera nostálgico.

-Ponte tu vestido -Eris se me acercó y me sacudió por los hombros con mucha energía.

-No, no quiero ensuciarlo -respondí con serenidad, la verdad moría por verme en él, pero aún no era el momento.

-En ese caso ya deberíamos dormir -dijo antes de regresar al baño.

Al quedarme sola de nuevo no pude evitar cuestionarme la razón de los recientes acontecimientos. Trataba de relacionarlos, pero era muy complicado.

De pronto, escuché un fuerte golpe dentro de casa causándome un brinco. Camine sigilosamente hacia la puerta de la habitación y me detuve cuando escuché voces al otro lado.

-¿Dónde estabas? -preguntó mi padre en voz baja.

-Fui a nadar, me sentía un poco mal -susurró mi madre restándole importancia.

-¡Basta, Eleonor! Planeas nadar por casi todas las noches. ¡Deja de mentir! -exclamó mi padre.

Me asombré al escucharlo de esa manera, él nunca levantaba la voz. Después de eso el silencio acompañaba las respiraciones pesadas que mis padres generaban.

-Jeremiah, olvidarás el día de hoy y las noches anteriores, mañana será un día nuevo para nosotros y seremos los mismos de siempre -murmuró mi madre, sentí un escalofrío por todo mi cuerpo.

-Amor, aquí estás, te esperaba para ir a dormir -dijo mi padre como si no hubiesen tenido una discusión segundos antes.

-Vamos cariño -respondió mi madre con una falsa ternura.

¡Qué carajos fue eso! Realmente lo escuché.

-¿Qué haces parada ahí? -escuché la voz de mi melliza y no pude evitar asustarme por segunda vez.

-Nada. -Sin esperar respuesta corrí hacia mi cama.

{...}

Me encontraba entrenando como todos los días, había decidido salir del límite permitido para estar más cerca del reino. No podía sacarme de la cabeza aquellas situaciones que consideraba la causa de la extraña actitud de casi toda mi familia.

Mi madre me ignoraba más de lo normal, la actitud de mi padre no coincidía con lo que había sucedido noches atrás, incluso a veces olvidaba su nombre. Eris estaba totalmente emocionada por el baile que, para fortuna o desgracia, era hoy.

Luego de un par de horas, concluí con mi entrenamiento. Me hubiese gustado quedarme más tiempo, pero era imposible, mi madre se había vuelto más estricta.

-Al fin llegas -Eris me saludó de manera impaciente-. Iremos, ¿verdad?

La observé con detenimiento y nuevamente me perdí en mis pensamientos.

¿Quiero hacerlo? Por supuesto que quiero salir de este lugar, quiero ser parte de esto y por una maldita vez no temer a las palabras de mi madre. Pero, por otra parte, no tengo la confianza suficiente para arriesgarme.

¿Por qué era tan confuso?

-Eris, arréglate por qué iremos al baile.

Entramos a casa y procuramos llegar a la habitación con suma discreción, ya que temíamos ser detenidas por nuestra madre.

-¿Te han dicho algo mis padres? -pregunté mientras tomaba asiento en la esquina de la cama.

-Madre intentó convencerme de no ir y padre no dijo ninguna palabra -Eris respondió con cierta pesadez mientras extendía su vestido en la cama-. ¿Estás completamente segura de asistir al baile?

La conversación hubiese continuado de no haber sido por la repentina entrada de mi madre a la habitación,

-Tengo que salir, cuiden a su hermana -ordenó con fastidio luego de observar el vestido sobre la cama.

-Pero madre, ya sabías que íbamos a salir -lloriqueó la rubia.

-¿Y quién les dio permiso? -levantó una ceja-. Su padre salió y no volverá hasta dentro de unos días -culminó eliminando cualquier rastro de esperanza.

Durante unos segundos el silencio se apoderó completamente del lugar; sin embargo, es cortado por los pasos de mi madre que se van alejando cada vez más.

-Ya está. No iremos -Eris se dejó caer dramáticamente en el sofá.

-Tú arréglate. Yo me encargo de lo demás -dije con seguridad, había prometido asistir al baile y no la iba a defraudar.

Eris al escucharme no dudó en saltar del sofá y encaminarse al baño.

Salí de la cabaña para tomar un poco de aire. Afuera, observé el columpio, un objeto tan querido por mi hermana menor, así que decidí sentarme en él, me estaría columpiando si no estuviera tratando de encontrar una manera de no decepcionar a Eris.

¿Y si la dejamos sola? De inmediato deseché esa absurda idea, mi madre me mataría si eso llegara a suceder.

¿La llevamos? No, se aburriría demasiado.

Después de una lucha mental, llegué a la conclusión que quedarme con ella sería la mejor opción, así Eris podrá divertirse y yo... bueno, yo tendré una tarde de chicas.

-Zanahoria.

De pronto escuché una tierna voz, levanté la vista y con un ligero movimiento visual encontré a la dueña de aquella voz. Mi pequeña hermana, Eileen, claro, solo ella suele llamarme así.

-¿Cuánto llevas ahí? -pregunté con tranquilidad.

-Lo suficiente -dijo restándole importancia-. Ya soy una niña grande y puedo cuidarme muy bien. Así que ustedes vayan al baile.

Las palabras de la pequeña y lo segura que su postura se encontraba es la prueba de que, Eileen es muy consciente de lo que ocurría a su alrededor a pesar de tener solo ocho años.

-Si llegara a pasarte algo... -el nudo en mi garganta no me dejo continuar.

Mis hermanas son lo más preciado, ¿cómo me arriesgaría a que algo malo le sucediera?

-Te quiero, Elani -confesó repentinamente, sin previo aviso, se acercó y me rodeó con sus pequeños brazos. Sorprendiéndome por la repentina muestra de cariño-. Quiero que te diviertas, no sales de casa y ahora que estás dispuesta a hacerlo, madre me deja a cargo tuyo.

-Entremos

Al entrar a casa encontramos a Eris de rodillas sobre el suelo con lágrimas bajando por su mejilla.

-¿Qué te pasa? -Eileen corrió a consolarla.

Me acerqué a ellas, pero me detuve al observar a mi melliza con una gran sonrisa en el rostro.

-Son lágrimas de felicidad. Siempre soñé verme así -respondió emocionada.

-¿Hablas en serio? -dije con fastidio antes de poder evitar reírme con mis hermanas.

-¿Cómo me veo? -Eris se puso de pie y empezó a modelar, la tela tornasol brillaba con cada paso que daba.

-¡Pareces una princesa! -exclamó Eileen, sus ojos azules brillaban de emoción.

-Te ves normal -dije con una sonrisa burlona.

La rubia se rio sutilmente de mis últimas palabras para luego decir

-Tú... ¡Turno!

Eileen me observaba con detenimiento y no pudo evitar mostrarse animada y emocionada.

Por el contrario, acepté la propuesta con desánimo. Acudí al baño, no sin antes, tomar mi vestido del clóset. Después de tomar un largo baño, me posicioné frente al espejo y repasé mis curvas con delicados toques. Mi cuerpo estaba abrazado por la tela verde esmeralda, que destacaba mi larga cabellera pelirroja, que recogí para acentuar mi escote.

Observe mi reflejo por unos minutos más hasta mentalizarme estar lista para salir.

Toda mi vida estuve preocupada por el físico, odiaba tener el cabello pelirrojo, esas pecas que resaltan demasiado, siempre creí que mi madre no me quería por no ser como ella. Pero al aprender a soltar el pasado, ahora me amo más que nunca.

Suspiré con una sonrisa y salí al encuentro de mis hermanas.

-¿Quién eres y qué hiciste con mi hermana? -bromeó Eris.

-Como primera impresión no está nada mal -respondí con una gran sonrisa. Me gustaba mi nueva versión.

-Te faltó esto -dijo la Eileen llamando mi atención mientras sostenía una pequeña caja.

No era una chica femenina, no tanto como Eris, pero los diamantes y demás joyas merecían ser mostradas.

-Te ayudo -se ofreció Eileen, ante la acción, opté por sentarme en el sofá para quedar a su altura, colocando un hermoso y costoso collar de diamantes.

Al escuchar el motor de un coche supimos que Charles había llegado y aún no teníamos un plan de escape.

-¡Ya sé! -exclamó Eileen-. Me pueden dejar con la señora Donovan

Como no lo pensé antes, la señora Donovan es la única persona con quien mantenemos una amistad, nos regala una canasta con pan a cambio de regar su jardín.

-No lo creo -dijo Eris en tono burlón mientras se observaba en el espejo-. Mejor dicho, tú cuidarás de ella. ¡Es una anciana!

-Vaya... ¿Quieres ir al baile o no? -respondí mientras me cruzaba de brazos.

-Solo bromeaba -contestó de inmediato e inconscientemente bajó la mirada.

Sin decir nada más, las tres salimos de casa justo en el momento en que Charles bajaba del coche.

-Señoritas, buena noche -saludó con su típica formalidad.

Ante el saludo poco común, las tres hermanas hicimos una pequeña reverencia.

El mayordomo abrió la puerta para permitir que tomáramos asiento en la parte trasera.

-Charles, dejaremos a mi hermana más adelante, casi en la entrada al bosque -ordenó la rubia.

-Ustedes mandan, señoritas.

Por un momento, las tres cruzamos miradas y sonreímos con complicidad.

Minutos después, Eileen bajó del coche y se aproximó hacia la señora Donovan, quien aceptó cuidarla con la condición de regar su jardín y cortar el césped.

De camino al reino, no dije ni una palabra, estaba muy nerviosa. Por el contrario, Eris parecía un loro hiperactivo. Por su parte, Charles solo se mantenía en silencio dando como respuesta una sonrisa cortés a las confusas palabras de la rubia.

Ante mi vista todo fuera del coche era impresionante y hermoso, las calles repletas de gente saludando a los pocos carruajes que pasaban. El camino al reino estaba iluminado por una cantidad considerable de lámparas, las casas cercanas eran el doble del tamaño de nuestra modesta cabaña, definitivamente estamos fuera de nuestro pequeño mundo, me perdí hasta en las cosas más simples, tanto que no me di cuenta de que habíamos llegado al palacio.

—Bienvenidas al reino Mavka —comentó Charles al abrir la puerta del coche.

Di un vistazo y me asombré al ver la cantidad de invitados que había. Todos con el aspecto de modelos caminando por la alfombra roja.

Al bajar, sentí un nudo en el estómago. Nunca me había sentido tan nerviosa. Respire hondo y con la frente en alto ingrese por el umbral de la puerta.

Mientras cuestionaba las acciones de las personas a mi alrededor, Eris no dudó en dirigirse a un grupo de chicos que claramente estaban ebrios.

Después de un tiempo, decidí explorar el lugar, así llegando a una terraza, respiré profundamente y el agradable olor a tierra húmeda llegó a mi nariz.

Miraba las pequeñas olas de la alberca y mi reflejo en ella. Al levantar la mirada me quedé hipnotizada con la hermosa luna de la noche. Me aferré al barandal al sentir un fuerte mareo.

De un momento a otro mis ojos empezaron a parpadear sin parar. El mareo había desaparecido, pero en mi mente se proyectaban imágenes borrosas y escuchaba la voz de una chica.

«¡Ayúdame!».

—¿Estás pérdida? —preguntó una voz masculina.

Mi corazón se aceleró al escucharlo, pues creí estar sola. Di media vuelta para encontrar al dueño de aquella ronca voz.

-Claro que no, solo..., solo doy una vuelta -intente sonar lo más tranquila posible.

-Has dado vueltas en círculos, por eso sigues llegando al mismo lugar.

-¿Cómo? -mi rostro reflejaba confusión.

Miró a su alrededor. Ya no se encontraba en la terraza, sino en una oscura habitación, frente a una puerta de metal, un olor nauseabundo impregnó su nariz.

«¡Elani, ayúdame!».

De nuevo esa voz. Sentí un escalofrío en mi columna al notar, en lo más profundo de la oscuridad, como unos ojos rojos me observaban como un depredador a su presa.

-¿Estás bien? -preguntó el chico ante la mirada confusa de la chica.

Ella asintió con nerviosismo.

Aquel chico solo se limitó a sonreír y hacer una seña para que lo siguiera. Caminamos por un momento antes de observar las extravagantes luces del salón.

—Gracias —agradecí con sinceridad—. No te reconocí, eres el chico del pueblo.

—Cómo podrías olvidarlo —dijo con una sonrisa coqueta.

—Te ves diferente en traje —confesé mientras lo observaba de pies a cabeza provocando que el chico soltara una risa sarcástica

—Pienso lo mismo —respondió burlonamente tratando de mirarme con descaro.

Esto es incómodo, creí desviando la mirada.

-Lo siento, no quise ser grosera.

-A decir verdad tienes razón, este traje me hace ver cómo un pingüino.

Rio con sutilidad ante el comentario. Mientras seguí observando el traje de ambos, tomé asiento en un sillón cercano.

-¿Te sientes fuera de lugar? -pregunté mientras me ponía cómoda en aquel asiento.

Aquel muchacho me observaba detenidamente y con más confianza decidió conversar un rato.

-Trabajo para el rey, así que debo de acostumbrarme.

-Creí que eras un invitado más.

-Los que trabajamos aquí también somos invitados, pero aún no estoy acostumbrado a estar rodeado de gente adinerada haciendo bromas sobre ello -hizo una pausa-. Perdón si te ofendí.

-No me ofendes, no tengo ni un solo peso -comente mientras pasaba la vista por todo el salón.

-¿No, entonces cómo llegaste aquí? -preguntó el muchacho con curiosidad.

-Fui invitada por el rey.

Ante esa respuesta, después de unos segundos, ambos nos sumergimos en una conversación interesante, pues ahora nos encontramos sentados en un mismo sillón.

-Pensé que el motivo del baile era para las subastas y necesitas demasiado dinero para eso.

-La verdad, ni yo sé el motivo de la invitación-murmuré-. Planeo preguntarle al rey...

-Faltan dos horas para que el rey baje al salón -se apresuró a informar el chico mientras miraba su reloj de bolsillo.

-¿Cuánto dura el baile? - pregunte con pesadez.

-Horas. Muchas horas.

Un bufido salió al instante de mi garganta, planeo quedarme sentada en este sillón por mucho tiempo, ya que, por lo menos, puedo observar a Eris divertirse.

Sin embargo, y para mi sorpresa, aquel muchacho me propone una idea un tanto vergonzosa.

—¿Me permite esta pieza, señorita? —dijo con formalidad extendiendo su mano.

Dude un poco, pero acepté la mano de aquel extraño chico.

No lo había notado, ¿realmente él tiene una mano en mi cintura?, pensé al sentir un cosquilleo en mi estómago.

Después de un tiempo, el ambiente entre ambos es menos intenso, por lo que bailar es muy placentero.

—Ahora que lo recuerdo no sé tu nombre —pregunté tratando de disminuir mis movimientos.

—Soy Julián Denver.

—Elani Avery —respondí con una sonrisa.

Continuamos bailando, pero en vista de que una mano se apoyó en el hombro de Julián tuvimos que parar.

—¿Me permites Denver? —dijo una voz ronca.

Julián asintió y se retiró de inmediato, no sin antes hacer una reverencia.

—Hola Elani, soy el rey Cassian.

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