Capítulo 11

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LOS TRES FUERON LLEVADOS A UNA HABITACIÓN igual de luminosa que todo el resto del lugar, con una amplia mesa blanca en el medio. El juez se reunió con ellos en la habitación.

—Imagino que han de tener muchas preguntas —dijo acertadamente.

—Sí, las tenemos —le confirmó Alejandra.

—Adelante, entonces —respondió el juez—. Los escucho.

—Para empezar —continuó ella—, ¿seremos enviados cerca del dragón?

—Sí, estarán en la misma ciudad que él —contestó el juez.

—¿Qué tan lejos estaré de Alejandra? —quiso saber Nikolav.

—Lo suficientemente cerca como para cruzarse en algún momento durante ese mes que tienen de tiempo —contestó la figura luminosa.

—¿Se nos implantarán memorias falsas a los tres? —preguntó Juliann.

—Sí, a los tres. No vale la pena decirles cuáles serán ahora, pero los tres deberán recordar. O al menos uno de ustedes, para ayudar a que el resto lo haga.

—¿Cómo haremos para recordar? —indagó Alejandra.

—Habrá pistas a su alrededor, indicando todo. No será tan difícil como piensan.

—¿Qué pasará si conseguimos la llave y encerramos al dragón? ¿Seremos totalmente libres? —preguntó Juliann.

—Claro. Será como si ninguna ofensa hubiera sido cometida. Alejandra podrá elegir con quién quedarse, pudiendo ser reina de las hadas si quiere permanecer contigo, Juliann, o elegir quedarse con Nikolav en su reino, junto a los vampiros, o lo que ella sugiera. Ustedes serán capaces de tomar sus propias decisiones si lo logran.

Alejandra estaba segura de lo que quería y se había prometido a sí misma que pasara lo que pasase debía tener presente quién era, que debía volver a ser ella misma para poder volver a amar a Nikolav.

—¿Y si no recordamos dentro de ese mes de tiempo? —indagó ella nuevamente.

—Entonces no recordarán nunca... y habrás perdido a Nikolav para siempre, sin siquiera saberlo.

—Al menos no tendrás que sufrir si muero —señaló el vampiro con seriedad. Ese era un consuelo para él, algo bueno que podía rescatar de esa situación.

—Eso no lo quiero, Nikolav —replicó Alejandra, llena de tristeza ante la contemplación de esa idea—. Quiero volver a estar con vos. Por siempre.

—Si no tienen más preguntas —continuó hablando el juez—, los dejaré solos por un rato, hasta que sea hora de marcharse a su nuevo destino.

—Una pregunta más —lo interrumpió ella—: ¿conoceremos a otras personas? ¿ellas nos conocerán a nosotros?

—Sí, las memorias de algunas personas serán alteradas para que recuerden ser sus vecinos, o cosas similares. No es algo difícil de hacer para nosotros, los guardianes, pero solo lo hacemos cuando es necesario.

—Yo también tengo otra pregunta —le expresó Nikolav—: ¿por qué han decidido darnos otra oportunidad en vez de simplemente darnos un castigo ejemplar como lo hacen siempre?

—Porque ustedes tres no son como la mayoría de los casos... hubo amor mezclado en las decisiones que han tomado y el amor es la fuerza más grande que hay en el universo. Además, ustedes son líderes y no cualesquiera. Por eso hemos optado por una sanción reparadora, dándoles la oportunidad de retomar sus vidas una vez que todo pase. Sabemos que habrán aprendido la lección.

—Gracias —dijo Alejandra con sinceridad.

—No hay nada que agradecer —dijo el guardián, sin más—. Ahora, los dejaré solos.

Luego, el ser de luz desapareció, dejándolos a los tres solos en aquel lugar.

Alejandra estaba contenta de tener una segunda oportunidad, pero a la vez angustiada ante la idea de que se olvidaría de Nikolav. ¿Qué haría si no lo recordaba?

Alejandra miró al joven hada, dedicándole una suave sonrisa.

—Juliann, ¿podría tener un momento a solas con Nikolav?

—Claro —le dijo él—. Esperaré afuera. Llámame cuando hayan terminado de hablar.

—Por supuesto —prometió ella, asintiendo con su cabeza.

Juliann la dejó a solas con el vampiro. Alejandra sabía que él también deseaba hablar con ella, por lo que decidió que luego se tomaría un momento para ello.

Una vez solos, Alejandra rodeó a Nikolav con sus brazos y lo besó, como nunca lo había besado en su vida. Un beso lleno de amor, de cariño, y de desesperación al saber que posiblemente sería el último. Él se lo devolvió, volcando en ella todos los sentimientos que había estado reprimiéndose durante el tiempo que no habían tenido ratos a solas. Alejandra sabía que él tenía tanto miedo como ella, solo que intentaba no aparentarlo, para brindarle fortaleza.

—Te amo, Nikolav —confesó ella, rompiendo el beso—. Siempre te voy a amar, no importa lo que pase, no importa si nos separan o no. Si llegan a convertirte en dragón, te amaré igual y esperaré el tiempo que sea necesario para poder sacarte de allí, y haré lo que sea para devolverte tus recuerdos sobre mí. Nada ni nadie podrá separarnos.

—Ale... sabes que te amo con todas las fuerzas de mi ser. Daría todo por estar contigo, por hacerte feliz. Pero es riesgoso mientras yo sea vampiro y tú seas hada.

Ella sonrió al recordar la poción que había conseguido del dragón. Aún no le había dicho nada a nadie sobre esta.

—Ya no. Conseguí una poción que si la bebés podrás contenerte para así no tomarte toda mi sangre. Podremos estar juntos si todo esto pasa. Lo prometo.

Nikolav la besó nuevamente, esta vez con mucha más pasión. Alejandra tuvo que contener el deseo que le surgió de estar con él de manera más íntima; no era el momento ni el lugar, pero sabía que pronto tendrían la oportunidad.

—Ten —le dijo ella, entregándole la pequeña botellita que el dragón le había dado—. Llévala contigo. Bébela ahora si quieres, o guárdala en un lugar seguro. Aunque es posible que te olvides lo que es.

—Podemos escribirle algo, tal vez —sugirió él.

—Claro, tenés toda la razón —estuvo de acuerdo ella y tomando el papel donde había dibujado el mapa del reino de los havors, rompió un pedazo de él, sobre el cual escribió: «Importante: no tirar. Beber». Luego, tomó el pequeño frasco y lo envolvió con el papel.

—Espero que no lo pierdas, Nik —le dijo con dulzura.

—Yo espero lo mismo —manifestó él y le depositó un beso en la frente—. Ahora, creo que ya es tiempo de que dejemos entrar a Juliann.

—Sí —asintió ella, tomándole la mano—. Realmente espero que volvamos a encontrarnos pronto.

—Yo también, mi princesa. Lo espero con todas las fuerzas de mi alma.

Ella le dio un suave beso, tratando de hacer que cada célula de su cuerpo lo recordase, que se impregnase de él, y luego se dirigió a la puerta.

—¡Juliann! Podés volver a entrar.

El rubio ingresó nuevamente. Alejandra iba a hablar con él ahora; tenía unos asuntos que quería dejar en claro y de los que debía asegurarse.

—Nikolav —dijo—, ¿podrías dejarme un momento a solas con él ahora?

—Por supuesto —accedió él y salió de la habitación al instante. Alejandra se acercó al hada.

—¿Cómo te sentís sobre lo que va a pasar ahora? —le preguntó.

—Aliviado porque estarás a salvo, aunque no cumplamos nuestro objetivo de recuperar la llave... Y porque me enviarán junto a ti. Al menos el castigo fue menos grave de lo esperado. —Alejandra le sonrió suavemente.

—Al menos hay esperanzas. Pero debemos recuperar esa llave cueste lo que cueste. —Juliann asintió, pero ella sabía que por dentro lo estaba dudando. ¿Pensaría que era mejor para ella llevar una vida como humana?

—Juliann —le dijo ella, seria—, tenés que prometerme algo.

—¿Qué? —preguntó él, notando la seriedad en la voz de la joven hada.

—Si llegás a recuperar tu memoria antes que yo, no me lo ocultés. Debés decírmelo y ayudarme a recuperar la mía, aunque se te haga difícil. —Él la miró, guardando silencio—. ¿Juliann?

—Está bien, lo prometo —accedió, tras dar un largo suspiro.

—Gracias —le dijo ella, y le dio un beso en la mejilla.

—Puedes entrar, Nikolav —anunció Juliann. No quería pasar más tiempo a solas con la mujer cuyo amor no podría recuperar.

Alejandra se dio cuenta de que él intentaba evitarla, por algún motivo. Ahora sabía lo que él sentía. Si alguna vez lo había dudado, el discurso de Anja durante el juicio lo había dejado bien claro. Juliann estaba enamorado perdidamente y estaba dispuesto a hacer lo que fuese por ella. ¿Pero qué sentía ella? Eso era difícil de describir. Lo que una vez había sentido por él se había perdido con el paso de los años.

Sin embargo, y a pesar de eso, le había afectado el beso que él le había dado en la prisión de los havors. Pero no... no podía amarlo a él también. No se lo permitiría. Nikolav sería siempre el único para ella; de eso estaba segura. Nadie podría hacerla sentir tan viva como él, ni siquiera su antiguo amor, quien le provocaba ternura, pero que no encendía en ella esa llama intensa que solo Nikolav podía provocar.

El vampiro entró en la habitación sin demorarse.

—Me preguntan si ya estamos listos —les informó. Juliann asintió.

—Estoy listo —respondió.

—Yo también —dijo Alejandra, aunque deseaba contar con más tiempo para estar con Nikolav antes de perder sus preciados recuerdos.

—Bueno, salgamos, entonces —los instó el vampiro. No quería demorarse más en ese lugar tan iluminado.

Los tres salieron de la habitación. Un grupo de guardianes se encontraba allí esperándolos. Tal vez todos ellos estaban presentes; Alejandra no tenía forma de estar segura de ello. ¿Cuántos eran, después de todo? La verdad era que no lo sabía con certeza, aunque creía que alguna vez se lo habían mencionado. ¿Doce, quizás?

Un guardián comenzó a hablar.

—Ahora daremos cumplimiento a su sentencia, Alejandra, Juliann, y Nikolav.

Espero poder volver a verlos dentro de un mes.

—Yo también —dijo ella, tomando a su amor de la mano.

—¿Listos? —preguntó otro guardián.

Los tres asintieron al mismo tiempo y el guardián apoyó su mano sobre una de las paredes de ese lugar. Un portal de luz se abrió de par en par. Alejandra lo miró con asombro, ya que era diferente a todos los portales que había visto antes. Estaba hecho de luz pura, lo cual hacía que todos los miedos que tenía se desvaneciesen.

—Cuando crucen este portal —dijo el guardián que lo mantenía abierto—, serán enviados cada uno a su respectivo destino, y será como si despertasen de un sueño. Les deseo mucha suerte. «La necesitaremos», pensó ella, aunque no lo dijo en voz alta.

—Crucen el portal ahora —ordenó el guardián—. Primero Nikolav, luego Alejandra y, por último, Juliann.

Alejandra le sonrió a Nikolav por última vez, mientras él le soltaba la mano y caminaba hacia el portal, dándose la vuelta para mirarla una vez más antes de cruzar.

—Te amo —fueron sus últimas palabras, y luego giró para entrar al portal.

Grandes lágrimas caían de los ojos de Alejandra, quien esperaba que esta no fuese la última vez que vería a su amado. Luego, suspiró y también comenzó a caminar hacia el portal, dándole una tenue sonrisa a Juliann antes de entrar en la luz, antes de que todos sus preciados recuerdos quedasen sumergidos en un negro y profundo mar de olvido.

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FIN DEL SEGUNDO LIBRO DE LA SAGA.


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