Capítulo1: Masacre Familiar

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Lastres, Asturias, España, año 1400

Caía la noche y la vieja taberna del pueblo comenzaba a cobrar vida propia. Esa noche, había más movimiento que nunca, lo que propiciaba un ambiente festivo en Lastres, un pequeño pueblo pesquero en las afueras de Asturias. Por las aldeas cercanas corría el rumor de que un Lord estaba reclutando hombres para realizar una travesía hacia rumbos desconocidos.

Al lugar llegaban jóvenes de todos los vecindarios aledaños para unirse a sus filas. Se comentaba que dicho Lord, tenía el permiso del rey para navegar al Este y explorar la zona que nunca antes había sido explorada por el hombre. Un viaje en el que solo los más valientes o de lo contrario, los más necesitados, estaban dispuestos a realizar.

A todos no les simpatizaba la idea, pero aun así, asistían a la taberna, pues el forastero había asegurado que todos los gastos de esa noche corrían por su cuenta.

La música de un bardo alegraba el lúgubre y oscuro lugar que se encontraba atiborrado de la plebe. El olor a sudor entremezclado con cerveza era perceptible incluso desde la calle. Todo marchaba bien aquella noche, todo salvo ese hombre sigiloso que acababa de salir de la taberna.

Se trata de un hombre de complexión atlética, de unos 50 años aproximadamente, llevaba un sobretodo negro que cubría una camiseta enchapada. Caminaba con pasos serenos pero seguros, tal pareciera que flotara. Lo hacía sin apuro, pues no tenía prisa.

Llegó a la esquina y dobló hacia su izquierda sin prestar mucha atención, pese a no ser del pueblo avanzaba por sus calles como si llevara años transitándolas. No le hacía falta conocer la zona para encontrar su destino.

Sacó una pipa de su bolsillo derecho y la prendió para dar una calada profunda que absorbió todo el humo. Siguió su camino recto por dos calles más. Paró en una esquina, miró a ambos lados con desdén, dio una nueva calada y emanó el aroma de la noche. Siguiendo su impecable sentido del olfato dobló nuevamente, esta vez, a su derecha. Prosiguió caminando tranquilamente por las oscuras y desoladas calles de Lastres.

Continuó par de cuadras más y entró a un callejón donde la ominosa oscuridad no permitía que la luz de la Luna penetrase en él. Prefería los lugares así, carentes de claridad. En ellos, se sentía totalmente seguro.

Avanzar en la oscuridad, para él, no era un problema. Nunca había estado ahí, pero caminaba por el callejón lleno de escombros como si lo hiciera a diario y hubiera memorizado dónde se encontraba cada obstáculo oculto en las penumbras de la noche.

Se detuvo al final del callejón, dio una última bocanada a su pipa y la guardó exactamente en el bolsillo de donde la sacó. Se acercó lo más que pudo procurando no hacer ruido a una ventana de cristal, miró a través de ella examinando el local.

Notó movimiento dentro. Dio un paso atrás para no ser detectado aún por los inquilinos de la casa. Esperó par de segundos en silencio para cerciorarse de que aún contaba con el factor sorpresa. Así era, no había sido detectado aún, por lo que esbozó una sonrisa macabra.

Miró a sus alrededores asegurándose de que nadie lo había seguido hasta allá, no quería dejar cabos sueltos.

Por la manga del sobretodo dejó resbalar un puñal hasta su mano. Bordeó la casa hasta encontrar una nueva ventana, la cual estaba a medio abrir. Una vez más escudriñó el interior de la misma en busca de movimiento.

Esta habitación a diferencia de la anterior no estaba iluminada. No detectó movimiento alguno en el interior. Se acercó un poco más y olfateó el local a través de la hendidura. No encontraba lo que buscaba; sin embargo, estaba seguro de que era el lugar correcto.

Entró por la ventana con sumo cuidado. El silencio y las tinieblas seguían siendo sus fieles aliados en la cocina de la casa. Una vez dentro, avanzó con pasos sigilosos hacia la única salida. Podía sentir el bullicio de personas conversando del otro lado de la puerta. A juzgar por su meticuloso oído habían tres personas. Podía jurar que eran mujeres por el metal de las voces.

Estaba tan centrado en detectar una nueva voz que le pusiera en sobre aviso de una cuarta persona que tropezó sin querer con una cazuela. El estruendo se propagó por toda la vivienda como el fuego en la pólvora. El eco en la cerrada cocina duró par de segundos en desaparecer. Se maldijo a sí mismo por semejante error, dado, quizás, por la confianza que había desarrollado con el paso del tiempo en sus habilidades.

Las tres mujeres dentro de la casa, quedaron petrificadas en el lugar por el estruendo proveniente de la habitación yuxtapuesta.

-¿Qué fue eso? -inquirió María, la mayor y más delgada de las tres hermanas.

-No lo sé, quizás el viento -alegó la menor restándole importancia al asunto.

-El viento no es capaz de desplazar una cazuela -alertó Evelyn, con una ceja enarcada.

Las tres hermanas intercambiaban miradas entre sí. Cada una esperaba a que las otras reaccionaran y entraran en acción. Al final fue María la que tomó las riendas de la situación. Empezó a caminar con pasos dubitativos hacia la cocina. Las otras dos le siguieron en silencio.

Avanzaban lentamente como quien no quiere llegar a un lugar. La tensión en el ambiente ante el silencio sepulcral podía palparse con las manos.

-¿Quién anda ahí? -inquirió María, su voz salió mucho más fuerte de lo que había planificado.

La respuesta a su pregunta, fue un silencio abrumador. Las tres se miraron confusas ante la ausencia de respuesta.

-Como dije, quizás fue el viento -afirmó la menor y con esto se adelantó a sus hermanas, abrió la puerta de una vez y entró en la cocina.

Tardó varios segundos en adaptar sus ojos a la oscuridad. Sus hermanas, Evelyn y María, permanecían en el umbral de la puerta, pensando en lo tontas que eran por creer que había alguien allí. Josefa recogió la cazuela que estaba en el suelo y se apresuró en prender las velas del candelabro encima de la mesa.

Acto seguido, una daga cortó el aire para clavarse en la garganta de María. Cayó desplomada ahogándose en su propia sangre. Evelyn no pudo hacer nada, solo ver como su hermana agonizaba en vida y la miraba fijo con ojos de súplica.

Josefa se giró en el momento justo para ver a aquel imponente hombre detrás de ella, a solo una mesa de por medio. En sus pupilas se reflejaba la luz trémula de la vela. Él se encontraba con ambos brazos apoyados fuertemente en la mesa. Evelyn, por su parte, corrió tan rápido como pudo rumbo a los pisos superiores de la vivienda.

Josefa se giró para correr y chocó contra aquel musculoso hombre. Cayó al suelo desconcertada, ¿cómo había llegado hasta ahí tan rápido?

Era imposible...

Cruzaron miradas por segunda vez mientras se incorporaba. Él permanecía sereno, pero en sus ojos vislumbraba un instinto primitivo de depredador. Esbozó una sonrisa perversa que le heló la sangre a Josefa. Tal pareciera que disfrutaba del momento.

Josefa retrocedió par de pasos trastabillando al ver que aquel desconocido se le acercaba. Al chocar contra la meseta de la cocina extendió su mano que nerviosamente comenzó a rebsucar algo a lo que aferrarse y poder golpear.

Él, seguía avanzando lentamente, un paso a la vez. Disfrutaba de cada pequeño detalle que acontecía, sabía que la mujer frente a él estaba literalmente cagada del miedo. Lo sabía porque escuchaba latir su corazón desbocado bajo su piel y olfateaba la adrenalina que expulsaba inconscientemente por sus poros.

En el último momento, Josefa agarró el mango de un cuchillo para posicionarlo entre ella y aquel siniestro hombre. Esto detuvo su avance, pero no fue suficiente para borrar del rostro del intruso aquella sonrisa fatídica.

-¿Quién eres y qué quieres? ¿Qué haces aquí? ¿Por qué nos atacas? -preguntó entre jadeos, su tórax subia y bajaba pesadamente, sentía que el corazón en cualquier momento saldría por su garganta.

No recibió respuestas.

-Juro por mis hijos que te voy a matar por lo que le hiciste a mi hermana. -Amenazó con clavarle el cuchillo.

Nuevamente el silencio reinó entre ellos.

Josefa abanicó el cuchillo en el aire para clavarlo en su agresor. Sin embargo, este calculó con esmero el movimiento de la mujer y le sujetó por la muñeca. Jaló de la misma hacia él y le propició un fuerte codazo en la cara con lo cual la desestabilizó por completo. La sangre se apresuró a salir por su nariz.

Aprovechó la situación para jalar un poco más de ella y propició otro golpe con desproporcionada fuerza en las costillas dejándola sin aliento. Con una agilidad sobrehumana torció la muñeca de ella haciendo caer el cuchillo, una nueva sensación de dolor le recorrió el cuerpo.

Le sujetó por la blusa y la levantó en peso, Josefa se vio suspendida en el aire sin poder hacer nada. Fue estampada contra la meseta, donde se dio otro golpe en las costillas propiciando la fractura de más de una. Se retorció del dolor mientras boqueaba en un intento vano de que el aire entrara en sus pulmones.

El hombre recogió sin apuro el cuchillo del suelo. Una vez más le dedicó una macabra sonrisa a su víctima incapaz de hacer nada. Rasgó la blusa de la mujer con sus propias manos dejando ver sus pechos cubiertos solamente por un sostén.

Con el cuchillo, comenzó a escribir en la tórax de la mujer dando cortes profundos. Ella no paraba de chillar, el dolor era insostenible. Intentó escapar, pero las fuertes manos de él la tenían inmóvil.

Cuando terminó de escribir en su pecho, ya Josefa había dejado de batallar por su vida. Las funestas alas de la muerte la habían abrazado y se habían llevado su alma al más allá.

En su pecho su asesino había dejado un mensaje claro:
No importa dónde te escondas Cormag, te encontraré.

El hombre del sobretodo negro salió caminando despacio y sin hacer ruido de la cocina. Al salir observó el cadáver de María en el suelo, desde el cual un charco de sangre iba en ascenso. Recuperó su daga de la garganta del cadaver, observó detenidamente la sangre en su hoja metálica y lamió de ella.

-Es una pena que hayas terminado así -dijo en susurros-. Me hubiera gustado incarme a tu cuello y chupar toda esa deliciosa sangre, pero no soy un perro para beberla del suelo.

Siguió avanzando por la vivienda, sabía que aún le faltaba una víctima a la cual darle caza. Avanzaba con pasos cautelosos por toda la casa en búsqueda de la tercera mujer. Le gustaba jugar con sus presas, no había algo que le excitara tanto que hacerlo. Jugaba con ella auque no la tuviese en frente.

Desde luego sabía en dónde estaba ella, podía sentir el olor a miedo brotar desde el piso superior. Pero si algo sabía de sobra, era que los ruidos la pondrían más nerviosa de lo que ella ya estaba y por tanto más terror le haría sentir cuando se encontraran por fin.

Tiró intencionalmente varios jarrones al suelo en su andar. De su mano derecha se alargaron unas uñas gruesas pero filosas que rasguñaron la pared hasta llegar a la puerta que se encontraba cerrada en la planta superior de la casa. El sonido producido por la madera rasgándose era escalofriante. Cada vez se acercaba más al lugar.

De una patada derribó la puerta de una habitación, el sonido retumbó como un trueno en el interior de la vivienda. El cuarto estaba vacío, siguió avanzando a la siguiente habitación con pasos ligeros y arañando las paredes con sus uñas que dejaban un surco profundo como si de las garras de un oso se tratara.

Se posicionó tras la otra puerta y la derribó sin mucha dificultad. Una vez más la habitación se encontraba vacía. Mostró una leve sonrisa de satisfacción. Solo quedaba una puerta, ya la tenía donde quería.

En la siguiente y última puerta tocó educadamente como quien pide permiso para entrar. Evelyn estaba temblando de pies a cabeza, el chirrido en las paredes le había logrado erizar toda la piel. Sin embargo, continuaba con lo que hacía sin importar nada más.

Ante la falta de respuesta intentó abrirla girando el pómulo de ella. Como era de esperar, estaba cerrada...

Con su mano atravesó la madera de un solo golpe. Acto seguido buscó el cerrojo y lo giró para abrir la puerta. La misma rechinó con un sonido macabro para dejarlo entrar a la habitación.

Una vez dentro encontró a Evelyn enviando una paloma desde la ventana. Ella se giró tan rápido como pudo para encarar al extraño. Cada centímetro de su cuerpo tiritiaba en un sinfín interminable. La presencia de aquel sujeto en su habitación le indicaba que ya su otra hermana también estaba muerta.

Él, dio par de pasos al frente, su actitud seguía siendo tranquila, pero arrogante y sin mediar palabra alguna. Frenó su avance al ver que Evelyn desenfundó una espada que tenía sobre la cómoda. Enarcó una ceja y esbozó una sonrisa en modo de burla.

Evelyn no esperaría más, quería venganza por lo que él había hecho. No sabía quién era ni por qué las estaba atacando. Solo sabía que no quería morir esa noche y que vengaría a sus hermanas a como diera lugar.

Así que sin más, atacó tomando la iniciativa. Cortó el aire con la espada, del movimieto salió un silbido metálico que fue adornado con un grito de rabia. Su agresor solo dio dos pasos hacia atrás para salir de la trayectoria de la espada.

Dio otra estocada rápida de abajo hacia arriba, una vez más su contrincante la eludió con suma destreza y con un leve giro a la derecha.

Quedaron cara a cara separados a tan solo dos largos pasos. El rostro de ella temblaba de ira, mientras, el de él, continuaba con esa sonrisa juguetona que tanto le enfadaba.

Caminaron en círculos suavemente, cada uno analizaba cada movimiento del otro. Se miraban a los ojos fijamente tratando de intuir el siguiente paso de su rival.

Evelyn hizo un movimiento circular con la espada, una pirueta que demostraba su clara habilidad con el arma. Su contrincante ladeó la cabeza y dejó ver su dentadura, de la cual brotaron cuatro colmillos superiores y cuatro inferiores.

Los ojos de Evelyn quisieron salirse de sus órbitas y una sensación de corriente le recorrió toda su columna vertebral tras presenciar la dentadura inusual de su atacante. Nunca había visto algo similar en su vida, mas no le dio importancia.

Su descubrimiento no la detuvo. Amagó por su derecha y embistió con fuerza hacia su izquierda. La finta fue en vano, su agresor con una velocidad admirable salió del alcance de la hoja metálica y le dio un empujón que la lanzó de bruces hacia el closet. Se dio un aparatoso golpe en la cabeza que la dejó atolondrada por unos segundos.

Quedó en el suelo tumbada, respirando pesadamente. Su agresor se acercó despacio, calculándolo todo. Al llegar a su posición, intentó levantarla por el vestido. Ella reaccionó clavando su espada en el pecho de su agresor.

Un grito desgarrador e inhumano inundó la habitación. Ella se posicionó delante de él, sostenía la espada con sus manos, la cual estaba clavada en el tórax del desconocido, de la herida comenzaba a brotar sangre. Con un ojo más abierto que el otro y una clara satisfacción en el rostro le dedicó una última mirada a su agresor.

-¿Pensabas que podrías, conmigo? -inquirió arrogante.

No recibió respuesta, solo una mirada fría que, pese a la situación, aún inspiraba respeto.

-¿Creiste que podrías derrotarme a mí, a la madre de Hayden? -Su voz denotaba verdadera confianza en sí misma.

Seguía sin recibir respuesta. Introdujo un poco más la espada en el tórax de él, haciéndolo dibujar una mueca de dolor en su rostro.

-¿Qué pasa, ya no eres tan rudo como aparentabas? -preguntó arrastrando cada una de sus palabras-. ¿Duele, duele esto? -Hizo un poco más de presión sobre la herida.

Con un movimiento rápido y repentino, él agarró el mango de la espada, justo por encima de las manos de Evelyn y tiro de ella hacia su cuerpo con una fuerza sobrehumana. La espada penetró por completo atravesándolo de lado a lado. Sus dientes se clacaron en el cuello de Evelyn, lo cual le hizo conocer un dolor indescriptible. De un tirón arrancó un pedazo de piel, la sangre salpicó todo cuanto alcanzó tiñéndolo todo de rojo.

Ella cayó desplomada al suelo, llevó ambas manos a su cuello en un intento desesperado de evitar el dolor insostenible.

El hombre del sobretodo negro, sacó la espada de su tórax y lamió de su propia sangre en la hoja metálica. Su herida cicatrizó al instante.

Pese al dolor insoportable y la sangre que no paraba de brotar de la herida, Evelyn había mantenido su vista fija en su agresor. Al presenciar en carne propia semejante acto y ver como ni siquiera aquejaba dolor al sacarse la espada, supo que su vida había acabado ahí en ese preciso momento. Pudo ver como sus hermanas se colocaban al lado de ella para guiarla por el camino hacia la muerte.

Le miró desconcertada, no entendía qué sucedía. ¿Cómo era posible? De no haberlo visto con sus propios ojos nunca lo hubiera creído. Era algo que se iba de las leyes de la humanidad.

Lo vio acercarse a ella y quedó suspendida en el aire. Una nueva sensación de dolor apareció en el otro lado de su cuello. Incapaz de hacer nada por las fuertes manos que la apresaban y la mantenían suspendida en el aire, solo dio una última mirada a la puerta de la habitación para luego cerrar sus ojos por última vez.

La muerte la estaba abrazando.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro