Capítulo 13

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Chris y Juan acompañaron a Sydney de vuelta a su departamento, mientras Thadeus e Izzy llevaban Joshua al hospital. El trío se demoró una hora completa en llegar allá, por el tránsito denso y el clima lluvioso. Estos sesenta minutos se pasaron en total silencio.

Era evidente, tanto para el ranger como para el aeronauta, que el coronel no estaba nada bien. El temblor continuo de sus manos había empeorado. Sus ojos vidriosos no lograban enfocarse en nada. Su piel estaba pálida y estaba sudando frío. Su pulso estaba muy acelerado y él se sentía a un segundo de distancia de un ataque cardíaco. Pero lo peor de todo eran sus náuseas. Quería vomitar, pero estando adentro de su auto, no podía. Así que se tragaba el agua mineral que los agentes del DPI le dieron antes de irse de la mansión con la sed de un hombre que ha pasado 40 años en un desierto. Cada nueva bocanada era una arcada a la que reprimía.

Y todo esto no se debía a un problema físico, sino mental. Eran resultados directos de su ansiedad y pánico.

Todos lo sabían.

Chris estaba manejando, porque Sydney obviamente no estaba en condiciones de hacerlo. De vez en cuando lo miraba por el espejo del retrovisor con cara de papá preocupado y suspiraba.

Ya Juan, mantenía sus ojos pegados al celular. Le estaba mandando mensajes a los demás agentes del DPI para saber qué había sucedido desde su partida.

Por lo que pudo descubrir, 38 hombres habían sido arrestados y 29 muertos. Además, un nuevo director había sido asignado al BEOG, el capitán Arthur Bailey.

Este nombre le era familiar a Juan. Él sabía que el capitán había intentado denunciar a su antecesor, Adam Wrath, meses atrás, por corrupción y quema de archivos. Así como también sabía que sus acusaciones fueron archivadas injustamente y él, cambiado de sector de manera conveniente, para evitar más problemas con el oficial.

Juan se sintió feliz al verlo regresar al batallón, ahora como líder. Bailey lo merecía. A través de su celular también se enteró, gracias a un detective del BSU (la unidad de estudios de comportamiento) que la secretaria del alcalde, Theresa Dunham, había sido detenida. Junto a ella los agentes del DPI Ian Rouge, Leonard Stevens y Katherine York. Solo Tom Falkes aún no era arrestado, pero lo estaban buscando y pronto también lo sería.

Al parecer, todo el esquema de corrupción que a meses intentaban desmantelar se había venido abajo aquella noche.

Esas eran excelentes noticias.

—¿Es aquí? —Chris al fin rompió el silencio en el vehículo e hizo que Juan dejara de ver su celular para ojear a Sydney.

—Sí —el coronel confirmó con una voz débil, al ver su edificio—. Es aquí.

—¿Quieres que te acompañemos arriba?

—No... no es necesario. Ustedes tienen que irse a casa, deben estar exhaustos...

—¿Exhaustos? Pasamos más de cuatro años luchando en un puto desierto, eso sí era agotador. Ahora estamos bien —el ranger insistió—. ¿No es cierto, Juan?

—Ciertísimo, Hogan.

¿Hogan? —Sydney pestañeó, saliendo de su transe melancólico al fin—. ¿Quién es Hogan?

Hulk Hogan. El luchador de la WWE. Dime que Chris no se parece a él.

El piloto buscó una foto del hombre y se la mostró al coronel. Logró lo imposible en aquel momento, hacerlo reír:

Se rio tanto, de hecho, que se vio forzado a ocultar su rostro enrojecido detrás de sus palmas.

—Bueno... sí se parecen un poco, debo admitirlo.

—Oye, Herky. Sé justo. Muéstrale quien originó a tu apodo también —Chris protestó.

—¿Juan también tiene un apodo?

—Claro, todos los sicarios del DPI lo tenemos. Cada uno más estúpido que el otro.

—Al menos reconoces que son estúpidos —el piloto sacudió la cabeza, sonrió y buscó una nueva imagen en su celular—. No sé de donde Christopher sacó este personaje hasta hoy, lo juro, pero desde que lo encontró yo no he tenido paz...

—Me da miedo mirar —Sydney admitió.

—Debería —Chris sonrió, mientras el aeronauta volteaba la pantalla de nuevo.

—¿Qué carajos es eso que estoy viendo ahora? —Sydney alcanzó a decir, antes de disolverse en risas de nuevo.

—Ese es Herky, el helicóptero.

—Ahora entiendo a Juan... ¡¿de dónde diantres sacaste esto?!

—De un programa que yo veía con mi hermano menor, cuando éramos pequeños: Jay Jay el avioncito. Un clásico de la televisión infantil de los 90's y los 2000.

—Dios... —el coronel se frotó el rostro tratando de controlar sus carcajadas.

—Y yo me sentía raro por ver a Miss Spider... —Juan comentó con una risotada propia, mientras bloqueaba su celular.

—Otro cartoon que era maravilloso!

—Creo que tampoco lo conozco —Sydney admitió, de pronto perdiendo un poco de su buen humor—. Mis padres no me dejaban ver televisión... solo podía ver los programas religiosos que ellos permitían y que eran aprobados por nuestra iglesia. El único que realmente era bueno entre toda aquella basura era VeggieTales. Lo demás era solo propaganda de la iglesia...

—¿No te dejaban ver cartoons? —Chris se volteó en su asiento para mirar a Sydney derecho a los ojos, con una expresión indignada.

—Si eran seculares, no.

—¿Tampoco podías ver series y películas?

—Nope —Sydney cruzó los brazos—. Y Joshua está aprovechando ese hecho como una oportunidad para obligarme a ver todas las películas de nerd que a él le gustan.

—¡Y tiene razón en hacerlo! —Juan exclamó.

—¿O sea que nunca viste los clásicos? ¿Hanna-Barbera? ¿Cartoon Network? ¿Nickelodeon? ¡¿Ni siquiera Disney?!

—Otra vez, no. No me dejaban.

¡Nu-h! ¡Eso cambia hoy! ¡Vamos arriba ahora mismo y nosotros te enseñaremos todo! —Chris abrió la puerta del vehículo, invitándose a sí mismo a pasar la noche en el departamento de Sydney, sin pedirle permiso o considerar cualquier respuesta que le diera.

El coronel en sí no tuvo ganas de detenerlo, así que no lo hizo. A su lado Juan sacudió la cabeza, riéndose del dramatismo del ranger, y lo miró.

—¿Puedo quedarme también?

—Ni necesitas preguntar... solo ven —Sydney abrió la puerta y salió a la calle, donde Chris los esperaba. Juan lo siguió.

De ahí, el trío subió a su hogar. El gato del sicario maulló con fuerza al verlo y poco se importó por la aparición de los otros desconocidos, frotándose contra sus piernas con una mezcla de entusiasmo y desespero. Apenado por haber dejado al pobrecito solo, su dueño lo recogió del suelo y lo sostuvo entre sus brazos, sonriendo al oírlo ronronear. La sangre que lo cubría ya se había secado a aquellas horas y el animal por suerte no se ensució al ser abrazado por él.

—Anda a ducharte, Leorio.

—¿Quién? —Sydney hizo una mueca confundida al oír el nuevo apodo que le dio Chris, y dejó de acariciar a Salem para encararlo.

—Con esos lentes redondos que siempre usas y ese pelo mal cortado, pareces Leorio de HunterxHunter.

—Repito, para mí eso es Arameo; ¿quién carajos es ese tipo?

Juan nuevamente usó su móvil para educarlo:

Sydney cerró los ojos y soltó una risa corta, como si estuviera tratando de tragarse una carcajada. Luego, bajo su gato a tierra y miró al ranger.

—¿Siquiera sabes por qué realmente uso esos lentes, además de mi abrigo largo y mi gorrito?

—Ni puta idea.

—Porque León: The Professional fue una de las primeras películas seculares que vi en toda mi vida, y me enamoré del personaje.

—Ah, ¿entonces haces cosplay de él? —Chris indagó.

—¿Cosplay? ¿Y eso que es?

El rubio cruzó miradas con Juan.

—Por lo que veo, esta noche será laaaaaarga.

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Luego de que todos se ducharan y Sydney le prestara algunas de sus ropas a sus colegas, para que pudieran sentirse cómodos en su departamento, los tres se sentaron en el sofá a ver televisión. Christopher estaba decidido en sintetizar más de 60 años de animación en apenas algunas horas.

La actividad podría haber parecido absurda en cualquier otro contexto, pero Sydney entendía  la real intención de sus organizadores; distraerlo del trauma que había experimentado en la mansión.

De tiempo en tiempo Juan le mostraba los mensajes que estaba intercambiando con Izzy, para calmarlo respecto a la situación de Joshua, mientras Chris  le seguía hablando sobre cual fuera el anime o cartoon que estuvieran viendo.

La táctica del dúo para mantenerlo calmo era tomarse turnos entre la realidad y la ficción. En un momento le decían que sucedía en el mundo afuera. En el otro, lo obligaban a concentrarse en la pantalla y dejar a sus miedos a un lado en favor de la especulación. Lo informaban, lo divertían. 

Y de alguna manera, la estrategia funcionó. Él no tuvo ningún nuevo ataque de pánico aquella madrugada.

Allá por las cuatro de la mañana, los dos se quedaron dormidos, viendo a los Flintstones. Pero él no logró apagar su mente hasta llegada las cinco.

No podía parar de pensar en Joshua en el hospital, en lo que le había pasado en aquella casa, y en la rabia que se había apoderado de su propio cuerpo así que vio a su mejor amigo y ex novio colgando de ese puto gancho en el garaje.

Sabía que el director debía pensar que él era un lunático ahora. Sydney había matado al director del BEOG a puñetazos. Su nivel de agresividad y de crueldad aquella noche lo llegó a asustar a sí mismo. No quería seguir perdiendo el control sobre su sanidad así. Reconocía que no era sano. Reconocía que no era correcto.

Pero al mismo tiempo, Joshua había estado en peligro. Aquel infeliz había puesto al hombre que más amaba en peligro. Y los gritos desesperados del agónico director, rogándole a sus captores un mero segundo de piedad, de alivio, jamás saldrían de su cabeza.

Al menos cuando al fin logró dormir, no soñó con ellos.

Esa fue la única parte misericordiosa de su día.


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El trío se despertó alrededor de las once de la mañana. El coronel les preparó el desayuno, como un agradecimiento por el cariño demostrado ayer, y les hizo a todos huevos revueltos con salchichas.

Al terminar de comer, en vez de irse a casa, los dos veteranos le dijeron a Sydney que se fuera a vestir. Ambos lo llevarían a visitar a Joshua.

—Toma, yo siempre llevo más de una mascarilla conmigo por si la que estoy usando se me rompe —Juan le extendió la mano, donde una de las dichas reposaba.

Era negra, hecha de paño, y estaba limpia.

—Gracias, Harky.

Herky, el nombre del helicóptero es Herky —Chris lo corrigió.

—La misma mierda.

—Solo acepta que te equivocaste, Leorio.

—Nunca, Hogan.

—¡Ah, de ese sí se recordó! —Juan exclamó, contento.

—¡Es progreso! Un salud por eso —Chris bromeó de vuelta, levantando su jugo de naranja al aire.

Sydney sacudió la cabeza y sonrió, antes de voltearse hacia su habitación.

—Voy y vuelvo.

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Los otros sicarios hicieron más de lo prometido, otra vez. No tan solo lo llevaron al hospital, sino que lo escoltaron en persona hasta la habitación de Joshua.

La expresión aliviada en el rostro de ambos el director y el coronel sería algo que los dos nunca olvidarían. 

Y así que saludaron al malherido y le desearon mejoras, ellos se retiraron de ahí, dejando a Sydney a solas con los Davis.

—Nos salvaste la vida ayer, Syd —Izzy comentó desde su asiento, al lado de la cama de su hermano—. Mi familia está en deuda contigo.

El coronel negó con la cabeza y frunció el ceño, de un segundo otro perdiendo su aire relajado.

—No tienen ninguna deuda... ninguna.

—Eso no es cierto y lo sabes... —la médica insistió—. No le voy a echar toda la culpa sobre lo que pasó entre ustedes a mis padres, pero... tengo la absoluta certeza de que si ellos no hubieran sido tan intolerantes con ustedes, si no hubieran tenido mentes tan cuadradas, tal vez tú y Josh jamás se hubieran separado. Y por eso mi familia está en deuda contigo, para siempre... porque te rompimos el corazón y tú aun así lo arriesgaste todo ayer para salvar a uno de nosotros.

—Izzy...

—No, Josh. No me voy a callar. Esto es algo que siempre le quise decir a la cara —la mujer se levantó de la silla y caminó hacia el coronel—. Lo siento por no haberlos defendido en ese entonces. Y de parte de todos los Davis... lo siento por todo lo que te hicimos pasar.

El sicario, al llegar a la habitación, no se estaba esperando aquellas palabras. Pensó que la hermana de Joshua lo reprocharía por su pasado, lo acusaría de ser un asesino despiadado, le diría que se mantuviera bien, bien lejos de él...

Pero ahora mismo estaba haciendo lo contrario.

Y eso lo rompió por dentro.

—Josh me contó porqué mataste a todos esos bastardos del condado de Kautley. Y por más vil que eso suene, me alegra que lo hayas hecho... En especial que hayas asesinado a ese hijo de puta de Grahm —la manera en la que Izzy enunció aquellas últimas palabras lo conmovió aún más. Porque supo, antes mismo de que ella se lo dijera, que la mujer entendía el porqué de su furia—. Yo... N-Nunca se lo conté a nadie, pero... —los ojos de la doctora se llenaron de lágrimas—. Yo pasé por algo parecido a lo que tú pasaste... cuando eras pequeño... bajo las manos de ese desgraciado.

—¿Qué? —Joshua, al oír su confesión, se sentó sobre la cama y casi salta sobre sus pies, a abrazarla.

—Estoy bien ahora... pero ya no puedo seguir mintiendo —la médica le dijo, conmocionada—. No puedo seguir mintiendo frente al hombre que mató al peor monstruo de mi infancia y que me dio paz de espíritu al fin —ella volvió a mirar a Sydney—. Te debo dar gracias por hacerlo.

—Izzy... —el coronel balbuceó, antes de moverse adelante y hacer exactamente lo mismo que Joshua quería; sostenerla entre sus brazos—. Lo siento... mucho. No debías haber pasado por algo así. Nadie debió hacerlo...

—Lo sé. Así como sé que Grahm era un hijo de puta perverso... y que mereció el final que tuvo —ella lo abrazó con más fuerza, estrujando a Sydney entre sus brazos fuertes—. Gracias.

Los dos se separaron luego de un minuto de silencio.

Al apartarse, Izzy se secó el rostro y apuntó a la puerta.

—Volveré en unos minutos más... Me voy a la cafetería —miró a su hermano—. Hablaremos más tarde, ¿ya?

—No, ven aquí primero, joder...

Ante el comando  desesperado de Joshua, ella lo hizo. Los dos se abrazaron por un largo rato, él besó su frente, y la dejó ir con una mirada entristecida, y bastante preocupada. 

La puerta se cerró, y sus ojos resplandecientes fueron a parar a Sydney.

Al fin, estaban a solas.



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Nota de la autora: "Basket Case" es lo que suena en la cabeza de Sydney cuando está contemplando su comportamiento a las cuatro de la mañana D:

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