Capítulo 17. La tentación tiene nombre: Clayton Miller. ⛧

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«¡Es la duda la que trae la emancipación mental! ¡Sin el maravilloso elemento de la duda, el portal por el cual llega la verdad permanecería cerrado!»

La biblia satánica. Aire. Libro de Lucifer.

Anton Szandor LaVey

(1930-1997).

—¡Wow! —exclamó Brooke al traspasar el tramo final del túnel y acceder al otro lado.

     Se le notaba en la cara que el efecto era el mismo que si hubiese atravesado la borrosa línea que separaba la vida de la muerte. Porque analizaba —impresionada— el lujoso edificio que se prolongaba hasta las nubes para retar al Creador que moraba en lo alto. El nombre —Averno— aparecía con letras labradas en oro macizo en el formato Arenq.

—¿No hemos llegado demasiado temprano? —le preguntó Brooke antes de pasar por el arco de la entrada—. No sé yo si es correcto ir de largo a esta hora...

—¡Por supuesto que sí! Estarás rodeada de celebridades y de los hombres más poderosos del mundo. —Satanás trató de disimular la desgana que lo embargaba al dirigirle la palabra.

     Se giró y efectuó un gesto de hastío en dirección a Mary y a Quasimodo, que venían detrás, y ambos pusieron los ojos en blanco para darle la razón. Solo a una mujer tan insulsa como esta se le ocurría un comentario tan tonto después de las maravillas que había contemplado.

     El personal de seguridad los dejó pasar sin pedirles ninguna acreditación, ya que conocían al Rey del Infierno y se encontraban allí por iniciativa propia para servirlo. La enorme sala que seguía a la recepción recordaba a un enorme museo moderno, pues se hallaba adornada con cuadros de pintores famosos y con esculturas de artistas de renombre. Podría pasar por una pinacoteca si no fuese por el indisimulable olor a dióxido de azufre típico de los demonios.

—¿Te gusta, cielo? —le preguntó a Mary, que lucía impresionada—. Supongo que no te esperabas todo lo que te ha contado Brooke y lo que ahora ves.

—¡Por supuesto que no, Stan, es increíble! —Pícara, su diablesa le sonrió, se notaba que disfrutaba con el engaño—. Aunque desde el principio advertí algo extraordinario en ti. ¡Claro que jamás imaginé que se debía a una mutación!

—Sheldon lo sabía, pero no te lo dijo para respetar mi privacidad. —Satanás siguió con el teatro.

     Contuvo las ganas de ir hasta Mary y de liberar del pronunciado escote los hermosos senos creados por él. Sabía que lo único que llevaba puesto debajo era el portaligas y las medias de encaje, se había encargado de decírselo para que se volviese loco al imaginarlo. Tentadora, se deslizaba como una sirena para impresionarlo y conseguir que babeara. Solo su diablesa sabía mover así las caderas, como si hiciese el amor al dar cada paso.

—¡¿Sheldon lo sabía?! —Brooke le infundió un matiz tan posesivo a la voz que al demonio le sentó como una patada en la mandíbula—. Me pediste que se lo contara...

—¡Es mi mejor amigo desde hace muchísimos años! Tú y yo solo nos conocemos desde hace tres días, como quien dice. —El Señor Oscuro le bajó los humos, la detestaba por distraerlo de lo importante: su pasión por Mary—. Hay gente que lo sabe, somos unos cuantos los que hemos evolucionado. Hasta integramos una asociación similar a MENSA[*]. —Satanás se detuvo de improviso y se quedó frente a las chicas y las analizó.

—Tu elegancia, Mary, es espectacular. —No podía ser de otra manera, él le había regalado las prendas y tenía un gusto exquisito; deslizó la vista por los pechos turgentes, por la breve cintura, por las perfectas curvas, aunque contuvo las emociones—. Sin embargo... —Efectuó una pausa para dar la sensación de que dudaba—. Tu atuendo, cariño, es demasiado sencillo, pareces la sirvienta de tu amiga. No resulta apropiado para esta elegante celebración, te confundirían con las mujeres del servicio.

     Y giró la mano. El vestido de la anodina Payton comenzó a desmaterializarse desde el ruedo que barría las baldosas. Tramo a tramo era sustituido por otro del color de la sangre que, cuando quedó completo, pertenecía al estilo princesa y resaltaba la figura de la chica.

—Es de diseñador, corazón, para mi novia siempre lo mejor. —El Señor del Mal pensaba pasarlo en grande y no permitiría que le volviese a arruinar la diversión ni que lo desmereciera ante el resto de los invitados.

—¡Estás hermosa, amiga! —Mary la contempló con el mismo interés que si se la fuese a llevar a la cama—. ¡La de hoy será tu noche!

—Os dejo unos minutos aquí. Tengo que subir hasta la octava planta, aprovechad para disfrutar de estas maravillosas obras.

     Satanás señaló alrededor de él y cuando la joven Payton no lo pudo ver efectuó un gesto en dirección a su diablesa y pensó: «Sube en cuanto puedas librarte de este plomo».

¡Así lo haré, mi amor! —le aseguró Mary—. ¡No te imaginas cuánto extraño sentir tus labios sobre la piel!

Pues ven enseguida, entonces. —Y el tono tierno de voz significaba entre ellos una promesa.

     El demonio caminó unos pocos pasos y con un movimiento del brazo apareció directo en la planta ocho.

—Buenos días, Mathew. —El Señor Oscuro entró en el colosal despacho de cristal con vistas a la desembocadura del río Hudson y a la Estatua de la Libertad.

     No era casualidad. La ubicación lanzaba el mensaje subliminal de recordar que todos los que pactaban con el Diablo conseguían ser libres.

—¡Buenos días, amo! —exclamó el acólito con auténtica alegría en el hermoso rostro y se le postró a los pies.

—Levántate, no me rindas homenaje. Esta reunión es informal. —Satanás le concedía un favor extraordinario, pues era excelente en su trabajo.

—¿Entonces, amo, solo está aquí por placer y no por negocios? —le preguntó el otro ser.

—Por placer, mi querido Mathew. —El Señor del Mal le pasó el índice por el cuello musculoso y provocó que la piel se le erizara de puro gusto—. He causado la caída en el abismo de la nueva protegida del imbécil de Da Mo y ahora mismo está a punto de caramelo. Eso sí, lamento decirte que es una mujer insignificante, pronto la conocerás y me darás la razón. —Puso rostro pensativo—. Aunque, ya que estoy aquí, aprovecharé para darte órdenes que tú, mi más leal esbirro de Manhattan, sé que cumplirás a rajatabla: quiero que compres todas las acciones de las empresas de Willem van de Walle que salgan a la venta.

—¿Willem van de Walle? Lo conozco. —El demonio movió de arriba abajo la cabeza—. Si me disculpa el atrevimiento, mi rey, le diré que ese humano se dedica a la venta de armas en el mercado negro y que trafica con diamantes de sangre, creo que demuestra reunir los méritos suficientes como para ser parte de los nuestros.

—Por ahora solo deseo tenerlo cerca, pero sin intervenir. —Satanás largó una carcajada—. Conoces el dicho: «mantén cerca a tus amigos, pero más cerca aún a tus enemigos». Es el amante de Danielle, la bruja de Da Mo. Lo poseí hace algún tiempo y conozco sus debilidades. Esa alma oscura en algún momento puede sernos útil si la utilizamos contra los ángeles. —No prosiguió porque golpeaban a la puerta.

—Pasa, Mary, cariño. —El Diablo enseguida la invitó a entrar.

     Pudo constatar que Mathew se asombraba al percibir la ternura en la entonación, una actitud impropia en él.

—Tú, mi amor, jamás tienes que llamar, puedes acceder donde sea que yo esté —le indicó en el momento en el que traspasaba el acceso y le daba un beso apasionado en la boca.

—Gracias, mi vida. —Ella le sonrió y lo contempló con dulzura.

     Después se distrajo al apreciar el fantástico paisaje y la magnífica oficina. Por eso no comprendió el inmenso honor que Satanás le confería, aunque Mathew sí que lo entendió y se quedó con la boca abierta.

—Desde ahora podrás desplazarte de un lado a otro de la misma manera en la que lo hago yo. —Y el Señor Oscuro colocó la mano derecha sobre la cabeza de Mary.

     Cerró los ojos un par de segundos. El aroma a azufre inundó cada pequeña porción del despacho, de modo que daba la impresión de que se encontraban en el mismísimo Infierno. Cuando los abrió, además de constatar la infinita felicidad y el amor incondicional de Mary, advirtió que la rodeaba una niebla gris oscuro, que solo él conseguía apreciar.

—Prueba desplazarte hasta aquel ventanal, amor mío. —Se lo señaló, cariñoso—. Lo único que debes hacer para conseguirlo es desear estar allí.

     De inmediato la joven desapareció. Generó una explosión de humo al materializarse justo donde Satanás le había indicado.

—¡Es fabuloso! —exclamó Mary, fascinada—. ¡Un millón de gracias, mi Señor del Mal!

—Te mereces que ponga el mundo a tus pies, vida mía —declaró él con profunda admiración.

     A continuación la diablesa se giró y apoyó las manos sobre la cristalera que los separaba del exterior. Desde allí dominaban las construcciones de Manhattan —el centro del mundo— e influían en la vida de los habitantes del planeta. Producían confianza si les convenía y el caos cuando más daño causaban. Pero a Mary solo le interesaba la satisfacción de su deseo sexual porque elevó de forma tentadora el trasero para invitarlo a que se lo tocase.

—Si me disculpas, debo satisfacer a mi mujer. —Satanás se sintió impelido a alejarse de Mathew—. No te vayas, espérame aquí. Todavía tengo algo que pedirte.

     Y caminó con lentitud hasta la diablesa. Al llegar a ella le acarició las nalgas, le frotó la cintura y gimió ante el contacto. Luego la hizo dar vuelta, y, con deleite, le quitó los abundantes pechos del escote del vestido, tal como anhelaba hacer desde hacía largo rato. Succionó primero uno y luego el otro, se sentía realizado. Los ojos de Mathew brillaban y se notaba que mientras contemplaba la escena deseaba que lo invitasen a participar.

—Ven, cariño. —El Diablo la guio hasta el escritorio—. Siéntate aquí. —La rodeó por la cintura y la colocó en la posición que quería.

     Mary suspiró al acomodarse sobre la lustrosa madera, pues Satanás le levantaba la falda y le separaba las piernas.

—Este polvo se lo dedicamos a tu aburrida amiga. —El Diablo todavía necesitaba vengarse de Brooke, el asesinato de Elvis le parecía poca cosa.

     Y, ante la mirada acalorada de Mathew, Satanás se bajó la cremallera, liberó el miembro y poseyó a Mary.

—Es solo un aperitivo, corazón. —El Señor Oscuro la embestía con ímpetu y permitía que su húmedo calor lo colmase—. ¿Verdad, Mathew, que la fiesta que hoy has organizado es impactante en todos los sentidos?

—¡Por supuesto, amo, satisfacer sus deseos es mi mayor placer! —La voz era un gemido y los olfateaba como si fuese un sabueso mientras los observaba con irreprimibles ansias.

     Para descargar la molestia que le generaba Brooke entró y salió de su amante con fuerza, pues el vacío se le apoderaba del alma al verse obligado a fingir que era su novia.

—¡No hay otro como tú! —La diablesa lo acompañaba en cada uno de los movimientos y lo amaba con cada pequeño gemido, con cada caricia y con cada beso.

     Quince minutos más tarde, después de que ambos llegaran al clímax, en dirección a Mathew Satanás ordenó:

—Hazle saber a Clayton Miller que si consigue acostarse con Brooke Payton hoy le concederé cualquier deseo que me pida —le clavó la vista y repitió—: ¡Cualquier cosa, sea lo que sea! Díselo ahora mismo, querido amigo. Esa tonta mujer me resulta cargante y quiero pasar un rato a solas con mi mujer.

—¡Téngalo por hecho, amo! —Mathew se los comía con los ojos—. Le aseguro que conozco muy bien a Clayton y sé que estará encantado de cumplir su voluntad. Para él no será ningún esfuerzo hacer lo que usted le ha encomendado... Ni para mí tampoco, si necesita ayuda estaré feliz de brindársela. —Y los observó con tal pasión que dejaba claro qué pretendía decir.

—Si Brooke me da mucho la lata, Mathew, quizá te pida que la mates. —Analizó a Mary mientras se lo comunicaba.

—No será necesario, vida mía, porque yo estaré encantada de hacerlo por ti. —Se ofreció enseguida la chica—. La primera vez que me pediste algo semejante te insulté con mis dudas. Así que ahora permite que sea yo el brazo ejecutor de tu justicia infernal para limpiar mi Expediente del Mal. Quiero demostrarte mi lealtad y mi amor hacia ti, aunque esto implique que asesine a mi amiga de la infancia.

—Quizá no haya que ejecutarla, Mary, la mantendremos distraída. —Satanás se sintió orgulloso y se permitió ser condescendiente.

     Y, más tarde, cuando se separaron después de hacer el amor por segunda vez delante de Mathew—este, encantado, le sirvió como punto de apoyo a Mary y no se perdía ningún detalle—, ambos se regocijaron al apreciar que la ilusa Payton conversaba con el famoso actor al que ella tanto admiraba.

     Se hallaba tan distraída con Clayton Miller que no le prestó atención al tiempo que habían demorado, pues antes de reunirse con ella hasta se habían dado juntos una ducha. La estrella de Hollywood apoyaba uno de los brazos sobre el hombro de la chica y tenía la otra mano justo donde le comenzaba el trasero.

     Satanás, esbozó una sonrisa cínica y se dijo que cualquier alma se podía comprar si se acertaba con el precio. Consideró, feliz, que el descenso al Infierno de Brooke Payton era pan comido. Y que se culminaría a la brevedad.

[*] Asociación de personas de alto cociente intelectual.




https://youtu.be/KsDZix4ZSlU




https://youtu.be/bbz8cTI8nLc


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