Días 14, 15 y 16

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Día 14 (mañana)

El médico lo había revisado rápidamente y llegó a la conclusión de que la infección en sus pulmones era muy pequeña y ya había cesado. Podía volver a su casa, pero no andar por la calle, salvo para ir al famoso examen de el miércoles.

Su madre lo ayudó a empacar las cosas que tenía desparramadas por su pequeño espacio de habitación y en menos de una hora ya estaba en su casa.

******

La clase fue desastrosa. Nadie en quinto año parecía prestar atención porque había cosas más importantes en las que pensar: el preceptor había anunciado que en un mes los llevarían de viaje a Londres por tres días. Sería el viaje de egresados aunque planeaban llevarlos por todos los museos, galerías de arte y lugares "extremadamente aburridos" como le había oído decir a Harrison. Pero aún así, la idea de un viaje a la gran ciudad los emocionaba a todos, la mayoría no había salido jamás de Liverpool y sus familias tampoco. Como además muy pocos tenían televisión, lo poco que sabían de Londres era por fotos en los periódicos.

En vano trató de que la escucharan, y quienes lo hacían –los más aplicados–poco pudieron aprender porque Judy interrumpía a cada rato con sus preguntas ponzoñosas. La chica estaba especialmente insoportable, tanto que ni sus propios compañeros la reconocían. Lina se acercó a ella para preguntarle qué le pasaba pero la chica la despidió con un breve "nada que te importe".

–Seguro que le vino. –dijo Paul en voz alta y todos rieron. Judy lo miró con una cara que no dejaba lugar a dudas de que quería asesinarlo y todos rieron más.

–Paul, basta. No es algo muy bonito lo que acabas de decirle a tu compañera.

–No necesito que me defienda. –dijo Judy cerrando su libro de un golpe.

–¿Lo ve? Está loca. –Paul rió y miró a George.

–Extrañará a Ringo. –esta vez fueron las chicas las que rieron ante el comentario de George.

–¿Pueden parar? Estoy tratando de darles clase pero ustedes están pensando en Londres y en molestar a Judy.

–Le dije que no necesito que me defienda.

–No te estoy defendiendo, los estoy tratando de educar. –le contestó con frialdad.

–Suerte con eso. Son odiosos.

–Ey profesora, ahora es ella la que está hablando mal de nosotros.

–¡Basta todos! Necesito que hagan la actividad que les propongo sí o sí, no pueden perder toda la hora sólo en charlar y en molestarse con críticas.

–¿Qué pasa si no tenemos ganas de hacer su tonta actividad?

Todos se quedaron callados, mirando a Judy. Alguien susurró un "Uhhhh".

–¿Perdón? –dijo Chanel, acercándose a ella.

–¿Que qué pasa si no queremos hacer su actividad?

–¿Por qué hablas por todos?

–Es claro que nadie quiere prestarle atención.

–¿Nadie o tú?

–Le dije que hoy está loca. –oyó a Paul pero lo ignoró.

–Bien Judy, es simple. Si no haces la actividad, tienes un 0.

–Genial.

–Creo que sabes que cuesta mucho levantar un 0.

–Me da igual.

–Puedes llevarte la materia. Y tendrás que dar examen conmigo.

–No me da miedo un examen y menos uno con alguien como usted.

–¿Cómo es "alguien como yo", Judy? Creo que es necesario decirte que estás jugando con fuego, porque no me está gustando nada tu actitud.

–Me da igual. –repitió, encogiéndose de hombros.

No quería castigarla pero todos sus compañeros estaban mirando la situación. Si le dejaba pasar su insolencia, todos lo harían. Y además....secretamente quería castigarla, quería expulsarla de la escuela o pegarle. Estaba mal, era una niña celosa y nada más, pero igual la quería arruinar.

–Muy bien Judy, será mejor que vayas a Dirección. Tienes veinte amonestaciones.

–¿Veinte? –exclamó.

–¿Veinte? –exclamaron los demás.

–Veinte. –afirmó.

La chica se puso de pie y caminó hacia la puerta. Chanel la miró desde el escritorio.

–Judy.

La chica se dio vuelta para verla, tenía una mirada furiosa.

–Tienes las medias bajas. Y eso pueden ser cinco amonestaciones más.

Rápidamente se subió las medias y salió. Sonrió para sus adentros, con veinticinco amonestaciones, Judy jamás podría volver al colegio.

Día 14 (tarde)

–Jamás escuché que le pusieras amonestaciones a alguien.

Lo miró y levantó una ceja.

–John, nos conocemos hace diez días. ¿Qué es eso de "jamás"?

–Es que me dijeron que jamás lo habías hecho.

–Bueno, siempre hay una primera vez para todo.

–Y eso es excelente. –se acercó a ella y la besó. Ella se separó con rapidez.

–John, ¿cuántas veces te tengo que decir que estamos en la sala de profesores?

Él rió y ella, también. Le hacían gracia sus travesuras.

–Creo que estás siendo demasiado autoritaria. Con esa chica y conmigo también.

–Ambos necesitan disciplina. –le sonrió, jugando con su corbata–Ahora en serio, no podía dejárselo pasar, si hubiéramos estado solas, quizás sí. Pero si se lo permitía, el resto haría lo mismo. Y aparte ya me tenían cansada. Todo el día hablando de ese maldito viaje.

–¿Te dijeron que debemos ir?

Lo miró y dejó caer el mapa de Europa que tenía en la mano.

–¿Qué?

–Ey, no es tan terrible. Viajaremos gratis. Todo incluido, excursiones, entradas, comida...

–Pero tenemos que cuidar de ellos.

–Se portarán bien, son grandes.

Recordó a Richard y suspiró. Tendría que viajar con él y cuidarlo y cuidarse de no hacer nada inapropiado. En toda la mañana había pensado en si ya habría salido del hospital o no, si estaría bien, si estaría estudiando...Ya estaba harta de todo eso, no podía ser que se hubiera enamorado de un chico que ni había madurado. Lo peor era que no sabía qué hacer, confiaba en que pronto se le pasaría, que sería un simple capricho.

**********

Suspiró y dejó caer el libro al suelo. No entendía nada. Todo eran fechas, nombres de reyes y batallas, una mezcla interminable de cosas que hacían que odiara con toda su alma a la historia y a toda esa gente que no paraba de pelearse a lo largo de los siglos. Sabía que podría haber entendido todo aquello si hubiera aceptado su ayuda, pero prefería desaprobar, repetir el año, dejar la escuela, antes que eso. De pronto, se le ocurrió una idea: dejar la escuela. Sonaba perfecto. Si dejaba, ya no la vería más y además, la escuela era una pérdida de tiempo.

Oyó golpecitos en la puerta y vio a Judy asomarse. Otra razón para dejar la escuela.

Día 15 (mañana)

–Bradley, ¿preparada para mañana?

–Eso pregúnteselo al alumno, no a mí. ¿Por qué debería estar nerviosa por tomar un examen?

El director le dio una sonrisa socarrona.

–Excelente respuesta, Miss Bradley. Usted ni nerviosa ni nada, usted debe ser de hierro. Nada de dejarse convencer por los lloriqueos. Los alumnos no lo merecen.

Se fue silbando y ella hizo una mueca. Lo odiaba y no podía descifrar qué sabía Bates sobre él, pero seguramente nada bueno podía salir de un tipo como ese. De pronto su curiosidad aumentó. Si el tipo era una basura, ¿qué sabría Bates sobre él? ¿Y cómo lo sabía? Fue a dar clases con eso en mente hasta que no pudo más. Preguntándole no le sacaría ni una respuesta clara. Así que tendría que investigar.

–John, voy a casa. –dijo asomándose a la sala de profesores–Voy a buscar...ehh...cosas personales.

–¿Qué cosas?

–John, cosas...femeninas. –dijo lo primero que se le ocurrió.

–Ah, perdón. –bajó la vista–Pero tienes clase en la próxima hora.

–Ya lo sé, haré rápido, estoy a un paso.

–Si quieres puedo ir yo...

Se echó a reír.

–No creo que te guste mucho. Ya vuelvo.

Corrió y una vez dentro de la casa miró a todos lados. ¿Por dónde empezar? No sabía, pero lo obvio era la habitación. No sabía qué buscaba, y también le parecía mal hacer eso, pero quería saber, porque sobre Bates no sabía absolutamente nada.

Abrió su mesa de luz, solo habia aspirinas, papeles de la escuela, ¿condecoraciones? Las miró con detenimiento, eran las mismas que le había visto a un tío suyo, eran las que les daban a todos los soldados que habían vuelto vivos. No había ninguna que se destacara, seguramente sólo había sido un soldado raso.

Como no había encontrado nada mas, siguió con el armario. Había papeles de médicos, revistas viejas, ropa sin uso. En una caja de zapatos, encontró algo que le interesó. Eran papeles ya amarillentos pero que no parecían ser muy antiguos. El encabezado de uno de ellos decía "Unidad Penitenciaria de Yorkshire". Lo leyó con detenimiento, y enseguida supo todo.

Día 15 (tarde)

Nunca peleaba con su madre. No le gustaba. Pero ese día él estaba nervioso y ella no colaboraba. Todo el día encima de él, queriendo ayudarlo pero fastidiándolo. Todo terminó mal con un "Déjame en paz" que su madre se tomó muy a pecho. Se fue a la casa de una de sus amigas y él quedó solo, rodeado de libros y apuntes.

El timbre sonó y quejándose, bajó las escaleras. Lennon le echó el humo de su cigarrillo a la cara.

–Estúpido, ¡mis pulmones!

–Al diablo tus pulmones, no los necesitas para tocar la batería en mi banda. Vine para que hablemos de eso.

–No puedo, tengo que estudiar.

John soltó una carcajada.

–¿Desde cuándo eres un nerd? Basta de estudiar, si seguro no sabes nada.

–La verdad es que no.

–Mmm, ¿por qué será? –levantó una ceja y corrió por las escaleras. Ringo lo siguió. Para cuando entró en su habitación, John ya estaba dejando a un lado sus libros y sentándose en su cama.

–¿Qué haces?

–A ver niñito mimado, acuéstate y tápate. Ay mira qué lado maternal tengo.

Bufando, Ringo se metió en la cama y John lo tapó hasta la cabeza.

–Ay apestas, ¿cuánto hace que no te bañas?

–Creo que una semana.

–Assscooo.

–¿A qué viniste?

–A visitarte. Y a decirte que la semana que viene ensayamos y veremos al representante.

–¿Representante?

–Te lo dije en el hospital, pero estabas demasiado emocionado con las enfermeras. Un viejo quiere que seamos sus representados y nos va a llevar a Alemania.

–¿Quéeee?

–Si, si, muchachito. A Hamburgo. La ciudad del pecado. Al fin perderás tu virginidad.

–Idiota. ¿Cuándo será eso?

–No sé. –se encogió de hombros y dejó caer su cigarrillo terminado en la alfombra–Supongo que cuando tu ya estés sano y cuando terminen las clases. El padre de George no quiere que deje la escuela, es un fastidio. La madre nos apoya, pero el padre no.

–Mi madre dirá lo mismo.

–Ufff...Por suerte a mi ya me echaron, sino mi tía también se uniría a ese club. ¿Y? –agarró uno de los libros y lo abrió en cualquier página–¿Qué no entiendes de toda esta mierda?

–Nada.

–¿Pero no te estaba ayudando Chanel?

–¿Desde cuándo la llamas por su nombre?

–Desde que ya no es mi profesora y por lo tanto tengo mas posibilidades de tirármela.

–Eso no pasará, está con Bates.

–No me jodas, ¿de verdad? ¡Pero ella es demasiado joven! Arggg... las mujeres quedaron traumadas con la guerra, "Búscate un viejo y no te lo llevará el ejército"

–No sé qué le ve, la verdad. Y no me está ayudando porque ya no quiero que me ayude.

–¿Y eso? Si no entiendes ni mierda, ¿por qué no quieres que te ayude?

–No lo sé...

John se quitó las gafas y acercó su cara a Richard.

–Ay no, ¡carajo! Lo veo en tus ojitos de perro abandonado. ¡Te gusta!

–John, no lo digas así...

–Vamos, confiesa.

–No lo cuentes a todo el mundo.

–¡Te gusta! –se echó a reír descontroladamente hasta que Ringo le tiró la almohada en la cara y amenazó con ahogarlo.

–¡Dije que no lo cuentes!

–Está bien, no diré nada, lo prometo. De todos modos no sería ninguna novedad, a todos les gusta. ¿O te pasa algo más?

–Sí.

–Awww, nuestro pequeñín se enamoró.

–Pareces mi madre, vete de mi casa.

–Espera, espera, no te molestaré. Así que te enamoraste o algo así. Bien, eso lo podemos solucionar.

–Pensé en dejar la escuela.

–Já, eso no va a pasar, tu madre no lo permitirá. Tienes que seguir. Que sea tu profesora no significa que sea...ya sabes, prohibida.

–Me echarán.

–Te vienes conmigo a mi escuela apestosa.

–La echarán a ella también.

–A ella no la pueden echar porque Bates ya lo impidió una vez. Y a Bates lo podemos matar.

–Eres un tarado.

–Bueno, no sé qué podemos hacer con Bates, pero tú trata de conquistarla. Vamos, entre Bates y tú, te elegirá a ti. Algo le debe pasar contigo porque sino no te ayudaría.

–A ti también te ayudó.

–Ayy Richard Henry Parkin Starkey Junior...¿tú siempre complicas todo, no? Déjalo en manos del maestro Lennon.

Día 16 (mañana)

Se levantó con sigilo, cuidando de no despertarlo. La noche anterior se habia comportado como si nada pasara, pero su actuación le había costado mucho. Ahora no quería verlo, por lo menos hasta el mediodía. Metería cualquier excusa para explicarle porqué se habia ido tan temprano a la escuela.

Metió las cosas que necesitaba en su portafolio, y cuando tomó las hojas del examen, sus manos temblaron. El día había llegado.

De camino a la escuela, vio a su padre. Estaba parando en la esquina, mirando la vidriera de una librería. Intentó pasar a su lado sin saludarlo, pero su padre levantó la mirada.

–Hola.

–Hola.

–¿Así que vives ahí?

–No por mucho tiempo. –dijo recordando lo descubierto la tarde anterior.

–¿Te casarás con ese tipo?

–No te importa.

–Chanel, me gustaría que hablemos.

–No tengo ganas.

–Sólo un poco. Es temprano, podemos ir hasta un café...¿has desayunado?

–No.

–¿Podemos...?

Asintió levemente y lo acompañó. Una vez dentro del café y con unas tazas de té de por medio, su padre comenzó una letanía de disculpas que ella no oyó.

–Papá no puedo perdonarte. Nunca pensé que podrías tratarme así.

–Es que por un momento vi a tu madre y...

–No soy mamá. Y seguramente ella te dejó por tu culpa. Le escribiré a Rachel preguntándole porqué ella se fue. Me dirá que por lo mismo, lo intuyo.

–A Rachel nunca le pegué. Ella...bueno...tú. Tú eres la viva imagen de tu madre, ya lo sabes. Eres idéntica.

–¿Y qué culpa tengo? ¿Eso significa que no puedo tener novio ni nada? Perdóname pero tu excusa es muy estúpida.

–Lo sé, y soy un estúpido. Sólo quiero que vuelvas.

–No. Buscaré las cosas que me faltan y te olvidarás de mi. Y buena suerte con la fabrica, tampoco te ayudaré con ella y por mi que quiebre. No me interesa la herencia ni nada. Algún día te darás cuenta porqué se fueron todas tus mujeres.

–Chanel, ¿tu nunca cometiste un error?

Tragó saliva con dificultad.

–No papá. Yo nunca cometo errores.

Cuando llegó a la escuela, Bates la estaba esperando en la puerta.

–¿Por qué te fuiste tan temprano? Y no me avisaste, ni dejaste una nota ni...

–¡Basta John! –exclamó mas alto de lo que le hubiera gustado.

–¿Qué te pasa? –susurró mirando a todas partes.

–Deja de controlarme, maldita sea.

–Ey, ey, dime qué te pasa y porqué estás así.

–¡Te dije que no me controles! ¡Y deja de preguntarme cosas, no tengo ganas de hablar contigo!

Bates la tomó de una muñeca y la arrinconó contra la pared. Ella tragó saliva, sintió el mismo miedo que cuando su padre la había golpeado.

–Dime ahora mismo dónde estabas y qué te pasa. No me importa que toda la maldita escuela pueda vernos.

–Fui a ver a mi padre. ¿Contento? ¿Eso explica que no tenga ganas de hablar del tema?

La soltó con suavidad y bajó la vista.

–Perdón. No sabía...

Ella se abrió paso empujándolo con un hombro y se metió en el aula en la que tenia que dar clase, sin mirarlo más.

Día 16 (tarde)

–¿Preparado?

–Mamá...–se quejó mientras su madre le hacia el nudo de su corbata.

–Te irá muy bien, hijito. Sé que has estudiado mucho.

Respondió con un resoplido y agarró su mochila.

–Nos vemos a la noche, mamá.

*******

Miró su reloj. Diez minutos. La escuela estaba desierta, sólo se escuchaban los gritos de las chicas en clase de deportes, en el gimnasio de enfrente. De vez en cuando, la portera barría las hojas de los árboles que caían en el patio. Suspiró y miró otra vez su reloj.

De pronto escuchó la puerta que se abría y lo vio.

–Buenas tardes, Richard.

–Buenas tardes, profesora.

–Siéntate. –señaló los bancos y él se sentó en el que siempre ocupaba. Sacó un bolígrafo y esperó a que ella le diera las hojas. Sintió su perfume y trató de concentrarse en arrugar la frente al ver la cantidad de hojas que eran.

–Tienes dos horas.

Asintió. Dos horas para no hacer nada, salvo mirar cómo se cruzaba de piernas y escribía cosas en un anotador. Aun así, intentó hacer algo. Leyó, pero poco entendió.

**************

Ella garabateaba palabras sin sentido. Trataba de poner en orden las cosas que pasaban por su mente. "Bates. Cárcel. Homicidio. Papá. Richard. Richard. Richard. ¿Ringo?"

Levantó la vista un instante, el chico escribía y tachaba todo lo que ponía, como ella. De reojo vio que Richard mordía la punta de su bolígrafo y se pasaba la mano por el cuello de su camisa, tratando de aflojarlo. Ella tragó saliva.

"Basta Chanel, es tu alumno. Un niño malcriado. Recuerda cómo te trató".

Volvió a su anotador, tachó una vez más las palabras y nombres que había escrito. Sintió que él la miraba y levantó la vista. Él se puso colorado y ella sintió que se derretía ante ese gesto de inocencia.

–Richard.

Su voz sonó ronca, se aclaró la garganta. Él no dijo nada, sólo la miró. Pensó en los tremendos ojos azules que tenía. ¿Quién se los habría dado? ¿Su madre o su padre?

–¿Tienes inconvenientes? –dijo tratando de volver a su rol de profesora.

–No.

Asintió ante la respuesta cortante y volvió a su anotador.

–En realidad...

Lo miró y él otra vez estaba pasándose la mano por el cuello, suspirando.

–¿Qué?

–No sé nada.

***********

Le costaba reconocerlo, pero era así. No sabia nada y no tenia sentido seguir allí. Quería escaparse de esa aula y volver a su casa con un gran "reprobado". Quizás el año que viene, cuando repitiera el curso, habría otra profesora de historia.

Vio que ella se ponía de pie y se acercaba. Pensó en lo bien que le quedaba la falda a cuadros, era la misma que tenia la primera vez que la vio. Su suéter azul era casi igual al que usaban en el colegio y la hacia parecer una alumna mas, mas cercana a su edad y no tan lejos de él. Dejó su anotador en el escritorio y se paró a su lado, inclinándose un poco para mirar.

–¿Qué no sabes?

–Nada. Estudié pero fue en vano. La historia no me entra. Ni matemáticas, ni literatura, ni geografía...–dijo esa ultima pensando en Bates–En realidad no me entra nada.

Ella sonrió apenas. Pensó que era muy estúpido lo que habia dicho, cuando le contara a John le diría que hacerse la victima no servía para conquistar chicas, y menos mujeres.

**********

–Richard, puedo ayudarte. Te lo dije desde un principio. No quisiste pero lo puedo hacer ahora. Y...no sé porqué lo haría, pero te ayudaré. Pero con una condición: dime porqué me echaste del hospital.

No sabía porqué le preguntaba eso, pero de pronto queria saber. ¿Por qué había sido tan maleducado?

–Yo...no sé. Pensé que podría solo, quería mostrarle que soy maduro...o algo así. Pero ya ve, no lo soy.

Le sonrió y él pareció aliviado. Ella se sentó en el banco de adelante, para mirarlo cara a cara.

–Está bien, pero que esto quede entre tú y yo. Te dictaré las respuestas y por favor no le digas a nadie sobre esto. Ni a tu madre, ni a tu mejor amigo o a tu novia.

–No tengo novia.

–Bueno, eso no importa ahora.

–Sí que importa.

******

Ella le dirigió una mirada que no pudo entender pero decidió seguir teniendo coraje.

–Sí que importa. No tengo novia. Y no se preocupe, no le contaré a nadie, pero le tengo que volver a preguntar: ¿por qué me ayuda? Y no quiero la respuesta de que la escuela no me apoya y todo eso. Dígame la verdad, Miss Bradley.

********

¿Quién era este chico que de pronto parecía tan hombre? Apartó la vista de él, lista para empezar una lista de mentiras.

–Bueno...yo...lo hago porque...no lo sé. –suspiró, vencida. Era hora de ser sincera–No lo sé Richard. Es por la escuela y por...no, no lo sé. Supongo que porque quiero ayudar a mis alumnos y...

Se calló. Y sin saber porqué, acercó más su rostro al de él. Y él hizo lo mismo. Cuando reaccionó, lo estaba besando. A su alumno. Se separó al instante.

*******

–¡No! –exclamó tomándola de la mano.

–Esto no esta bien Richard, y lo sabes muy bien.

–¿Es por Bates?

–Dios sabe que no es por él.

–¿Y entonces?

–Nos van a matar. Vamos, copia lo que te dictaré y vete de una vez.

No dejó que su profesionalismo le ganara. Le tomó el rostro y la besó nuevamente, con fuerza y urgencia, y ella trató de zafarse pero con debilidad. Se pusieron de pie sin separarse ni un segundo y la condujo hasta la pared más cercana. Siguieron besándose mientras él buscaba cómo sacarle ese suéter azul que tanto le gustaba.

********

Cómo le gustaba lo que estaba sucediendo. Era su alumno, era un niño, pero a la vez ya no lo era. Se lo estaba demostrando y eso le encantaba. Lo quería, y lo quería demasiado como para alejarlo, lo que estaba sintiendo nunca en la vida lo había sentido por nadie y no quería que parara. Buscó a tientas los botones de su camisa cuando oyó ruidos. Voces.

–Richard. –se separó con el último aliento.

Ambos oyeron las voces de la portera y del director.

–Dios, Dios, ¡nos vieron!

–No, no. –dijo él–Estamos alejados de la puerta y de las ventanas. Tranquila.

Le sonrió con un gesto que lo hacía mas hombre aún. Se quedaron tratando de escuchar por encima de sus respiraciones agitadas. Eran sólo voces de conversación.

–Rápido, siéntate en tu banco, y escribe.

Se acomodó el cabello y caminó hasta su escritorio. La puerta se abrió.

–¿Todo bien, Miss Bradley? –dijo el director.

–Todo bien, señor director.

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