Días 42, 43, 44 y 45.

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https://youtu.be/kdfkr1WEzIc


"Sigo sin saber nada de vos en este incendio.

Cada vez que estás cerca de mi, es un infierno

desde el día en que te conocí"


Día 42 (mañana)

Despertó sobresaltada por un ruido y por la luz, sin comprender dónde estaba. Lo primero que notó fue su cuerpo entumecido por el frío y por dormir torcida. Luego miró su entorno, estaba en un tren rumbo a Aberdeen, un lugar al que nuca hubiera pensando ir.

–Oh, la maravillosa Escocia. –se dijo a sí misma, tratando de no llorar. Mirar por la ventanilla le confirmaba que nada había sido una pesadilla, sino la realidad. Se encogió temblando, sólo llevaba una chaqueta de punto que en su sueño había apretado más en un vano intento de retener el calor. En el bolsillo sintió los billetes que Bates le había dado.

Se puso de pie en busca del guarda. Lo vio fumando al final del pasillo.

–Disculpe, ¿cuánto falta para Aberdeen?

–Dos estaciones. Unas tres horas. Puede ir al vagón comedor, allí está mas cálido. –dijo el hombre al ver cómo ella se cruzaba de brazos para parar de temblar.

–Gracias, muy amable.

Se dirigió allí, el guarda tenía razón, estaba un poco más cálido. Se sentó en una mesa y pidió un café, y mientras esperaba al mesero, miró a todos lados para comprobar que nadie la miraba y sacó los billetes y los contó. No era mucho, pero era mejor que nada. Se quedó sentada allí las tres horas, hasta que el guarda anunció que estaban entrando a la ciudad.

Ni bien bajó del tren supo que la temperatura era mas baja aún. Miró por la estación, había algunos negocios con productos regionales, nada que a ella le sirviera, salvo por uno que tenía un saco de tartán en la vidriera. Entró y lo compró, sin importarle que le iba bastante grande. A la mujer de la tienda le preguntó sobre algún lugar para pasar la noche, y le indicó un sitio enfrente de la estación.

El lugar no era el mejor del mundo pero tampoco estaba mal, así que pagó por adelantado y pidió usar el teléfono. Con mano temblorosa, marcó el número de Liverpool y pidió a la operadora que la comunicara con Bates.

–Chanel. –oyó al otro lado de la línea.

–¿Cómo sabes que soy yo?

–No tengo a nadie en Escocia como para que me llame.

–Llegué recién. John, no sé qué hacer, debería volv...

–Ni se te ocurra. Te están buscando hasta debajo de las piedras. Dios, Chanel, te mandaste una buena, eh.

–¿Cómo está él?

–La policía lo interrogó pero no le pudieron sacar una palabra. –Chanel sonrió, Richard era valiente, en cambio ella había huido como una cobarde. Oyó que Bates continuaba hablando–Está en su casa, Servicios Sociales se va a hacer cargo de la situación. Es un puto escándalo.

–John, esto te afectará a ti también.

–Ya me afectó porque me hicieron un par de preguntas, pero negué todo. Es decir, dije la verdad. Jamás pensé que estabas metida en algo así.

–Perdón.

–No pidas perdón, todos tenemos errores. Bien, haremos esto: ya fui al lugar donde vivías y tomé tus cosas. Te las llevaré.

–No, John, yo...

–Tú, nada. Tú te quedas ahí, saldré esta tarde para allá y arreglamos todo.

–Gracias. John, ¿puedo pedirte un favor?

–No, no me pidas que vaya a hablar con él.

Día 42 (tarde)

Una mujer bien vestida entró a la pequeña sala de los Starkey, acompañada de un policía y otro hombre. Elsie Stakey retorcía sus manos en el delantal, mientras miraba a su hijo, que parecía vegetar en un sillón.

–Señora Starkey. –comenzó la mujer–Como miembro de los Servicios Sociales, quiero pedirle disculpas por venir a interrumpir, pero debemos solucionar esto cuanto antes. Su hijo es menor de edad y necesita estar resguardado de todo esto. La policía ya no buscará interrogarlo, hasta que cumpla la mayoría de edad, que tengo entendido es en cuatro meses.

–Así es. –asintió Elsie–Señora, esto es un desastre, mi hijo está pasándola mal, mire cómo está. No puede volver a la escuela.

–Entonces la dejaré. –dijo Richard y todos lo miraron.

–No Richard, no puedes dejar. –dijo la mujer–Es necesario que termines tu educación, este hecho aberrante no debe arruinar tu futuro.

–¿Qué hecho aberrante? ¡Sólo la quiero! ¿Qué hay de malo en eso? ¿Por qué todos hablan de ella como si fuera un monstruo?

La mujer miró a Elsie y luego al hombre que la acompañaba.

–Las personas como ella les hacen creer que los aman, pero es mentira. Y ellos son tan inocentes...En fin, no permitiremos que deje la escuela, es por eso que hablamos con una escuela católica de Londres. Hay alumnos pupilos, la educación es excelente y están dispuestos a que Richard se una a su grupo.

–¡No pienso ir a una escuela de curas!

–¡Richard! ¡No estás en posición de decir lo que quieres y lo que no! –le gritó su madre. Elsie luego miró a la mujer–De acuerdo, quiero que salga de Liverpool cuanto antes y que paren las habladurías. Esto debe terminar y él necesita disciplina. La culpa fue mía, no supe educarlo, no pude darle un padre...

–Señora, esto no es su culpa, y tampoco es culpa de él. Prepare sus cosas, mañana mismo lo llevaremos.

******************

Estaba sentada en la cama de su pequeña habitación. Afuera el viento era helado y comenzaba a lloviznar. Un clima parecido a Liverpool, pensó. Por milésima vez se preguntó porqué no había negado todo. Judy era sólo una alumna, y ella era una profesora. Su palabra tenía más valor que la de cualquier niñita, y sin embargo, se había callado, había otorgado. Quizás lo hizo porque estaba cansada de mentir y de estar a escondidas, o simplemente lo hizo porque era débil, siempre lo había sido, y además, era una completa estúpida. Una estúpida por haberse enamorado de quien no debía enamorarse y arrastrarlo con ella y creer, como una ilusa, que no pasaría nada. Suspiró y lloró, acurrucada, pidiendo perdón.

***************

–Mamá.

Elsie se giró y vio a su hijo. No lo reconocía, estaba flaco, pálido y con ojeras debajo de sus ojos. Temblaba y tenía la mirada perdida. Cómo odiaba a esa mujer que lo había llevado a eso.

–Ven aquí, hijo.

Richard se dejó abrazar.

–Encontré la carta que ibas a dejarme.

–Perdón.

Elsie abrazó mas fuerte a su hijo.

–Mamá, no quiero ir a Londres, quiero quedarme aquí. Algún día se cansarán de hablar.

–No lo harán, Rich. Es necesario que salgas de aquí.

–Mamá, la quiero. No importa lo que haya dicho esa mujer o lo que diga la policía, ella me quiere y yo a ella. No es nada raro, nos llevamos pocos años, y ella es guapa.

–Y tú también, hijo.–le sonrió–Pero ella no es lo que piensas. Ninguna mujer honrada haría lo que hizo ella contigo.

–¿Pero qué es lo malo? En cuatro meses cumplo 18. ¿Por qué algo es malo o no, depende de si sucede cuatro meses antes o cuatro meses después?

–Aquí no importan los meses, lo que importa es que ella era tu profesora, alguien que me parecía buena persona, alguien en la que la escuela confió. Deja de pensar en ella, tienes que pensar en ti, en tu nueva escuela. Tendrás nuevos amigos, vivirás en la gran ciudad...

–No me importa. La quiero a ella.

–Richard eres muy joven, esto te parece el fin del mundo pero en un tiempo ya ni te acordarás ni de cómo se llamaba y tendrás muchas chicas para ti. Ahora vamos, alcánzame tu ropa para empacar.

Día 43 (mañana)

Chanel cruzó hacia la estación cuando oyó los chirridos del tren. Ni bien llegó al andén, vio a Bates con una caja y una maleta y su bastón.

–Qué frío de mierda. –fue lo primero que le dijo a modo de saludo.

–Ven, vamos a tomar un café.

Lo llevó hasta una cafetería de la estación y se sentaron. De inmediato él le dio un sobre.

–Es el dinero que había en tu cuarto.

Chanel contó los billetes.

–Faltan.

–Me los debías.

–Ah, es verdad. ¿Cómo lograste entrar?

–Bueno, el dueño de la pocilga donde vivías es muy sobornable. Y además fui antes de que la policía allanara todo.

–¿Pero cómo sabías que yo vivía allí?

–Chanel, lo sé todo sobre ti. Bueno, eso creía. Me sorprendiste. ¿Así que...no me querías porque quieres a él, no?

–Sí. Soy una idiota.

–No soy quién para culparte, cada uno se enamora y se tiene que joder.

–Tendría que haberte querido a ti, pero no pude.

–Creo que hiciste bien, conmigo también hubieras tenido problemas.

–¿Como Marie?

–Exacto. Para mi desgracia todavía está en la ciudad, así que se enteró de todo y quiere echar más leña al fuego contando a los periódicos quién soy yo.

–¿Por qué te sigue?

–Cada vez que viene le doy dinero y le pido el divorcio. Se lleva el dinero y nunca me da nada, y si no le doy, amenaza. Ella es mi segunda mujer.

–¿Te casaste después de que mataste a la otra?

–Chanel, no la maté. Se suicidó.

–Dios, qué bien eliges a tus mujeres. Una suicida, otra estafadora, y una pedófila.

Bates se encogió de hombros.

–Toma esto. –le dio una libreta y ella la abrió.

–Tiene mi foto.

–Es un pasaporte falso. Ahora te llamas Amalie Bradley. Y esto también es para ti.

Chanel abrió el sobre color madera que él le tendía.

–Un pasaje.

–A Alemania. Te vas a ir allí y vas a comenzar todo otra vez. Hamburgo es un buen lugar, nadie controla nada y los alemanes están muy ocupados buscando nazis como para preocuparse por una maestra que se acostó con su alumno. Supongo que sabes alemán, porque sino estamos en problemas.

–Algo sé.

–Bien, enseñarás inglés. En la última hoja del pasaporte está la dirección de un amigo, él te puede ayudar.

–John, ¿por que haces todo esto?

–Porque te quiero, y porque eres muy joven para ir a la cárcel.

*******************************

John y Paul caminaban apurados. Hacía un par de minutos que se había enterado lo que iba a suceder con Ringo y querían salvarlo a toda costa, aunque no sabían cómo.

–Según mi padre, Ringo es un ganador. –dijo Paul.

–Mi tía está hecha una furia, y según sé, la madre de George quiere cambiarlo de colegio.

–Pero si faltan unos meses para terminar...qué exagerados. ¿Tú sabías de esto?

–Sí.

–¿Por qué no me contaste? Debe ser genial acostarse con una profesora, quiero detalles.

–Paul, eres un tarado.

–Ahora que recuerdo...algo pasó cuando fuimos al viaje...No sé, estaba muy borracho pero una noche volví a la habitación y Ringo estaba con alguien...Y también recuerdo que esa chica me hablaba porque yo estaba hecho una bosta. Quizás era ella. Me perdí toda la acción. Ey, mira el diario.

Se pararon frente al puesto de diarios y revistas.

–Dios, no pararán de hablar jamás. –dijo John–Vamos.

Tocaron timbre y esperaron. Elsie les abrió la puerta.

–¿Podemos hablar con Richard?

–No.

–Es para despedirnos.

–Lo siento, pero ustedes nunca fueron buena compañía para mi hijo y ahora él se siente mal y se irá.

Sin decir más nada les cerró la puerta.

–¡Pero qué perra! –exclamó Paul.

Día 43 (tarde)

Cuando entró, el olor a incienso lo golpeó de tal forma que le dieron arcadas. Luego sintió la mano de la mujer de Servicios Sociales en su hombro y se sintió peor.

–Este es el Padre Thomas. –dijo la mujer–Es el rector del colegio.

–Bienvenido. –lo saludó el hombre. Richard apenas contestó al hombre regordete con cara de lija. Así lo apodó, "cara de lija".

La mujer y el cura hablaron y luego el cura tomó su maleta y la mujer se fue, y él tuvo que seguir al cura por un amplio pasillo con ventanales.

–Aquí está tu habitación. Tienes suerte, no deberás compartirla con nadie.

Richard siempre se quejaba de que su habitación era pequeña, pero comparado con esto, era una sala del Palacio de Buckingham. El cura dejó su maleta sobre la cama.

–A las 5 es la merienda, el comedor es por aquel pasillo. –señaló y se fue.

Abrió la maleta, ansiando haber traído algo de ella, pero se dio cuenta que nunca se habían regalado nada. La extrañaba, sabia que jamás la volvería a ver, y también la odiaba. ¿Por qué no negó todo? ¿Por qué no escaparon juntos antes? ¿Por qué le había hecho caso si él sólo era un chico? Todos estaban equivocados, ella no era un monstruo, no era mala, pero a veces quería creer eso, para que fuera más fácil olvidarla.

Día 43 (noche)

Estaba cansado de dar vueltas en la cama. Nunca se acostaba tan temprano y le parecía una barbaridad que al día siguiente debiera levantarse a las 4 sólo para rezar. Rezar no servía para nada, él nunca lo había hecho, además era un poco judío, un poco anglicano, y un poco católico. Así que Dios no iba a escucharlo, básicamente porque Dios no existía. Su Dios era ella, y ella no estaba ahí. De alguna forma, debía contactarla, pero no se sabía dónde estaba. Después de dos horas de mucho pensar, se le ocurrió algo. La clave debía estar en Bates. Bates la quería. Y Bates era un adulto que sabía mucho. Por lo tanto, Bates tendría que ayudarla, tenía el amor y los recursos para hacerlo.

Salió de la habitación y la oscuridad del pasillo lo aterrorizó, porque no parecía una escuela, parecía un castillo embrujado. Caminó lentamente, guiándose más por el tacto de sus dedos contra la pared que por la poca luz que entraba por los ventanales. Al fin llegó a unas dependencias que parecían ser oficinas. Tocó dos picaportes, las puertas estaban cerradas con llave. Luego tocó otro y cedió. Lentamente entró a un lugar que reconoció como una secretaría y la luz que entraba desde el pasillo pegó en un teléfono. Se acercó y pensó: John era probable que no estuviera en su casa, lo mismo Paul. George seguramente sí, pero había peligro de que atendiera su madre o su hermana, que vivía pegada al teléfono. Se arriesgó y lo llamó.

–¿Hola?

–¿George?

–¿Ringo? –George susurró, mirando a hacia la cocina de su casa, comprobando que todos estaban charlando sin prestarle atención.

–Sí, soy yo. Necesito un favor. Ve con los chicos y hablen con Bates. Convénzanlo de cualquier forma para que les diga dónde está Chanel.

–¿De cualquier forma?

–Sí, péguenle si hace falta, necesito saber dónde está.

–Mmm...bueno...

–George, por favor.

–Ok, lo haremos. Y te enviamos una carta con los datos.

–Perfecto. No pongan el nombre de ella, porque seguro que aquí revisan la correspondencia.

–De acuerdo.

–Gracias, adiós.

Día 44 (mañana)

John Bates bostezó cuando puso los pies en el andén. El viaje había sido de lo peor y necesitaba dormir. En su camino hacia la salida, vio los periódicos del puesto de diarios, donde aún tenían como tema central a Chanel. Tomó uno y lo pagó. En la portada se anunciaba una entrevista exclusiva al padre de Chanel.

–Viejo oportunista. –dijo y comenzó a caminar.

Cuando llegó a su casa vio a dos de sus alumnos acompañados por un ex alumno.

–Chicos. –dijo a modo de saludo.

–¿Dónde está Chanel? –preguntó John a bocajarro.

–No lo sé.

–No mienta, lo sabe. Tiene que decirnos.

–¿Por qué haría eso? ¿Van a delatarla?

–No. Es para Ringo.

–Richard tiene que quedarse donde está, y olvidarse del asunto, Chanel no puede seguir pegada a él, va a comenzar una nueva vida lejos de aquí.

John, Paul y George se dirigieron una mirada muy común entre ellos, la de "ataque". Lo arrinconaron contra la pared y Paul lo agarró de las solapas de su sobretodo.

–Escúchenos una cosa, viejo. Ya sabemos que quiere a Chanel para usted, pero ella es de nuestro amigo y nada de lo que haga cambiará las cosas. Vamos a ayudarlo por las buenas...o por las malas.

Bates suspiró y sonrió ante la impertinencia adolescente.

–Entren.

Día 44 (tarde)

Seguía mirando el pasaje, repitiendo "Salida: Glasgow. Destino: Hamburgo, Alemania". Si había algo que odiaba, era a Alemania. Pero ahora ese lugar significaba su salvación, aunque su salvación estaba al lado de él.

Decidió salir a caminar, principalmente para buscar una librería donde vendieran diccionarios de alemán. En el camino, quizás se le ocurriría una forma de encontrarlo.

*****************

Poco tiempo llevaba allí pero ya estaba harto. Su situación era "delicada" según uno de los curas así que lo tenían entre misas y rosarios, seguramente para salvar su alma perdida. La primera clase que había tenido ese día había sido historia, y eso le dolió más que si le hubieran pegado con un látigo. Sólo esperaba que sus amigos hubieran logrado saber dónde estaba Chanel, y mientras esperaba, trataba de idear un plan para salir dela prisión donde lo habían metido.

*****************

–Jamás en mi puta vida escribí una carta. –dijo George.

–Pongamos cualquier cosa, lo importante son las direcciones que nos dio Bates. –dijo Paul–Me quedé con ganas de pegarle.

–¿Para qué? Nos dijo la verdad y nos trató bien. Cuando dijo que entráramos a su casa pensé que nos iba a descuartizar. –John se encogió de hombros–Bien, pongamos que lo extrañamos y que ya pronto nos veremos en....la dirección ésta de Aberdeen. Y que con la banda tocaremos en Hamburgo, aquí. –señaló el papel donde estaba garabateada el nombre impronunciable de una calle.

–Quizás un día de verdad toquemos ahí. –dijo George.

–No sé, ahora sin Ringo tendremos que decirle al engendro de Pete. Hasta en eso nos cagó la de historia.

Día 45

Miró el calendario. Habían pasado 45 días desde el comienzo y la caída de todo. Sólo un mes y medio le bastó para perder la cabeza. Luego se miró en el espejo y comenzó a cepillar su cabello que ahora parecía una llamarada roja. Le quedaba horrible, pero consideraba una sabia decisión cambiarse el color de pelo para evitar que la reconocieran.

Cuando terminó de cepillarse, miró su maleta a medio hacer y suspiró. Al día siguiente debería salir y dejarlo todo. Del bolsillo de su pantalón sacó un papelito doblado y lo acarició, antes de leer por milésima vez el poema que una vez él le había dado, junto con una invitación a la que ella no asistió. Pensó en las muchas veces que lo defraudó y se sintió culpable otra vez, por haberlo arruinado todo y por seguir queriéndolo, como la primera vez que lo había visto, 45 días atrás.     



Hola! Acá dejo esto antes de irme de vacaciones. La cancion es de Airbag y la portada del diario la hice pero pero basada en una noticia que Kitty me pasó. La noticia no salió en la portada asi que la tuve que truchar, pero posta el titulo era ese. 

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