Junio, Julio, Agosto.

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Junio.

En vistas de las mejorías que presentaba, el padre Thomas llamó a Servicios Sociales y explicó que Starkey se veía mas animado, no vivía en estado de melancolía y además estaba más aplicado con sus estudios y oraciones.

Se le hicieron algunas preguntas y se determinó que Richard estaba "apto" para dejar la escuela y volver a Liverpool. Podría dar las últimas materias de forma libre y tendría su título de escuela secundaria.

Se sintió bien saber eso.

–¿Ves? Eso es porque Chanel está cada vez más lejos de tu cabeza. –se dijo a sí mismo. Se dio cuenta que desde que ella había entrado en su vida todo era un caos. Ahora era un hombre nuevo, un hombre al fin.

Sin embargo, bien en el fondo de su mente sabía que se estaba mintiendo, pero podría hacer un esfuerzo para convivir con esa mentira, porque era lo único que lo mantendría cuerdo al menos ante los ojos de los demás.

En un rato tenía todas sus cosas en su bolso y se despidió para siempre de los curas. Volviendo en el tren con la mujer de Servicios Sociales recordó que un tío lejano vivía en Manchester y tenia un taller de autos bastante grande. Podría unirse allí y probar suerte, ya que no estaba convencido de vivir en Liverpool, en el ojo de la tormenta.

*****************

Ciertamente Colonia era la ciudad más interesante que había conocido. Se sentía rodeada de belleza y protegida.

La gente era mucho mas simpática que en Hamburgo así que pronto se acostumbró a ir caminando por las calles saludando o charlando con los comerciantes cercanos a su casa. Eso le allanó el camino para encontrar trabajo, otra vez en una escuela. Era un colegio privado cuya directora vivía a dos calles de su casa. La mujer estaba desesperada por tratar de mejorar el nivel de inglés de los alumnos, así que la contrató para que diera clases a contraturno, como una especie de "apoyo escolar". No ganaba fortunas pero al menos tenía para mantener los gastos de la casa y se sentía muy bien.

Sin embargo, detrás de su fachada de perfecta profesional, casada y con la vida hecha, seguía ocultando su secreto, que la carcomía como un tumor, que la perseguía como una sombra constante con una mano lista para agarrarla del cuello y hundirla otra vez en el pozo. Y sí, se había casado, porque había sido casi lo más lógico después de que Patrick dejara Hamburgo definitivamente, trasladándose a la casa que le había alquilado. Él sabía que ella no lo quería, pero habían acordado dejar el pasado atrás y empezar de nuevo. Se odiaba por haber tomado esa decisión, por darse por vencida, pero estaba cansada de luchar contra algo que supo que era imposible desde el principio. Era débil, siempre lo había sido, y lo mejor era dejar todo así, no seguir arruinándole la vida al hombre que amaba más que a su vida. No estaban destinados a estar juntos, todo había sido un puto error, y él tenia que crecer, empezar a vivir, y ella también.

******************

Dos días después de llegar a Liverpool, tomó coraje y salió a la calle. Todo se veía igual, las calles seguían sucias, los vecinos tenían los mismos perros y la gente seguía peleándose por fútbol. Nadie lo miraba raro, como había supuesto que harían, y enseguida supo que todo el escándalo estaba olvidado, seguramente reemplazado por otro. Llegó hasta su escuela, como era sábado todo estaba cerrado a cal y canto. No quiso permanecer mucho tiempo allí mirando, tenía demasiados recuerdos.

Tomó coraje por segunda vez en el día y llegó hasta lo de John. Quería disculparse, se había comportado como un energúmeno con él, pero conociendo a John y a su orgullo, veía difícil obtener su perdón. De todos modos lo intentaría.

Cuando llegó lo vio sentado en el umbral de su puerta con una chica rubia. Ni bien lo vieron se pusieron de pie.

–Vete Cyn.

–Pero...

–Vete, después te llamo.

La chica le dio un beso en la mejilla y saludó a Richard con una inclinación de cabeza. John se quedó midiéndolo con la mirada.

–Hola. –saludó Richard. John sólo pestañeó. –Ehh...John, vine a pedirte disculpas. No me porté bien contigo.

Hizo una pausa pero John no se inmutó.

–Estaba volviéndome loco pero eso no justifica las cosas que te dije. Lo siento. Ya sé que no me vas a perdonar, pero...nada, que sepas que estoy tratando de mejorar y que lo siento, de verdad. Espero que les haya ido bien en Alemania.

Como John no se movió, dio media vuelta para irse.

–Ringo.

Se giró y vio a John caminar hacia él, para darle un abrazo.

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Le parecía un sueño estar reunido otra vez con sus amigos. Todos estaban cambiados, sin dudas el viaje había hecho mucho en ellos. Él seguía siendo el mismo de siempre, sólo que más pálido y más delgado.

–Ahora que volviste vamos a echar a Pete. –dijo George.

–No, pobre, él...

–Que si, lo vamos a echar porque nos tiene podridos.

–Lo que pasa es que no sé si voy a seguir en la banda, chicos.

Lo miraron furiosos y supo que debía explicar si no quería que lo lanzaran por la ventana.

–Mi tío tiene un taller en Manchester. Me iré allí.

–¿Qué? Richard Starkey, ¿me estás diciendo que vas a desperdiciar tu vida en un...taller de no sé qué? –exclamó John.

–De autos.

–Tuve miedo de que me dijeras un taller de licuadoras. De cualquier forma es lo mismo. No tienes pasta para mecánico, no sabes ni arreglar una goma de borrar.

–Tienes que seguir de baterista, con nosotros. Ahora que volvimos aquí todos piensan que somos una super banda, ya no es como antes. Y si seguimos, pronto tendremos un contrato en alguna discográfica y pum, seremos mas famosos que Elvis.

–Paul, no sé...

–Esos curas te lavaron el cerebro. Tú te vienes con nosotros y listo, total, ya nadie recuerda...tu asunto. Y además vas a usar tu nombre artístico y fin. Por favor....–rogó Paul–Mira mi carita de perro abandonado...porfis...

–Ay ¡está bien!

–¡Bien! –exclamó John–George, llama a Pete y dile que está despedido. Razones: me produce ganas de vomitar.

–¿Cuándo empiezo?

–Esta noche no tocamos, pero la semana que viene, sí. Ensayaremos un poco.

–Genial. –sonrió ampliamente, por primera vez en muchos meses.

–Ey Ringo...–dijo Paul–¿No quieres saber algo sobre...? Ya sabes.

–No.

–¿Cómo que no?

–No, no quiero saber nada de ella.

–La buscamos y encontramos al tipo ese...Dijo que se había ido a Berlín pero no le creímos. El tema es que fuimos muchas veces más a vigilar y ella nunca apareció hasta que unas vecinas nos dijeron que el médico ése ya no atendía allí. Que se había mudado.

–No me interesa.

–Ringo ahora ya no estás con los curas, puedes comunicarte con ella. Está bien, no sabemos dónde está, pero podemos averiguarlo.

–Es que no entienden, ya no la quiero.

–Eso no te lo crees ni tú. –sentenció George.

–Bueno, no, no me lo creo, pero decidí hacerlo. Ya está, punto final a todo esto. Miren cómo fueron las cosas, un desastre. ¿Para qué seguir buscándola? Ahora tengo una nueva oportunidad y no quiero tirarla a la basura. Se acabó Chanel y toda esa historia.

*******************

Julio.

No sabía cuánto tiempo hacía que estaba mirando el calendario. Una y otra vez contaba los días: 1, 2, 3, 4, 5, 6. Casi una semana. Tragó saliva.

Una semana de atraso no eran buenas noticias para alguien que siempre se había jactado de su regularidad. Miró con rabia la tableta de pastillas que juraban ser un milagro. Aquí no había ningún milagro, aquí había un gran problema que ella no quería tener. Golpeó la punta del lápiz repetidamente contra la mesa, sin apartar la vista de las fechas. De pronto se detuvo en un número: 7. 7 de julio. Mañana sería su cumpleaños número 18.

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Aquella noche sabía que todo se iba a descontrolar. John y Paul habían alquilado el sótano de The Cavern, un lujo que hasta hacía unos meses era impensado para ellos, pero que ahora era posible. El lugar era pequeño y asfixiante, pero le encantaba. Se agachó para pasar por la pequeña puerta y vio los cajones de cerveza apilados y las sillas desparramadas. Arriba, el club tenia una noche normal de fiesta y actuaciones, pero abajo era su fiesta particular, su fiesta de la mayoría de edad.

Enseguida le dieron una cerveza para cada mano y una chica para cada brazo. Esa noche conoció a Chantal, una chica con el nombre obscenamente parecido al de Chanel pero totalmente distinta. Chantal tenía 16, era pelirroja y la habían expulsado de tres escuelas. Era extrovertida, ganaba a todos en el póquer, y no tenía los remilgos de la mayoría de las chicas con respecto a los chicos. Era todo lo contrario a él, pero le encantaba y enseguida que la vio supo que le iba a alegrar la vida.

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–Debo felicitar a todos por su rendimiento, realmente me sorprendieron, todos tienen notas superiores a ocho.

Los chicos ampliaron sus sonrisas y ella comenzó a repartir los exámenes. Sintió un sorpresivo dolor en el abdomen y con él también sintió un destello de esperanza.

–Abran sus libros en la página 115. Volveré en un minuto.

Corrió hasta el baño y cuando bajó su ropa interior suspiró aliviada. Al fin.

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Luego de la clase caminó hasta el consultorio de Patrick, sabía que tenía un día complicado y necesitaría ayuda porque parecía que todos en Colonia se habían agarrado una gripe veraniega bastante fuerte. Cuando llegó lo encontró mas alterado que nunca.

–Patrick, no te preocupes, me encargo de ordenarte estos papeles y llamar a las obras sociales.

–No me interesa eso. Llamó Bates.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Avisarle que se había casado había sido su peor idea, pero en su momento le pareció algo sensato, más con todo lo que John había hecho por ella. Pero ahora se arrepentía porque John había jurado matarlos a los dos. La verdad que eso no la preocupaba, lo que sí la preocupaba era que si John abría la boca, todo se iba al carajo. Y era por eso que le enviaban dinero todos los meses. John había adoptado la estrategia de su ex esposa Marie y ahora los tenía agarrados.

–Te dije que había que matarlo.

–Ay Patrick cómo vamos a matarlo, por favor. ¿Qué pasó?

–Nada, sólo llamó. Pero ya sabes cómo me pone que llame. ¿No le alcanza con lo que le damos? ¿Por qué también nos molesta?

–No le hagas caso. Ya encontraremos la manera de deshacernos de él. Ahora te sientas, tomas un té, atiendes a los pacientes y listo.

Salió del consultorio y saludó a un par de pacientes que esperaban ser atendidos. Se sentó frente al escritorio de la secretaria y marcó un número en el teléfono. Enseguida atendieron.

–John.

–Pensé que era tu querido marido.

–No. Deja de llamarlo. ¿Qué quieres?

–Quería hablar contigo.

–John no voy a dejar a Patrick, basta.

–No es eso. Vi a tu querido.

–¿Qué?

–Richard volvió a Liverpool. Hoy lo vi, y estuve averiguando un poco y ya hace bastante que está.

–¿Y con eso?

–Puedo ayudarte.

–No quiero que me ayudes más. Richard ya no me interesa.

–¿Para nada?

–Para nada.

–¿Quieres que se lo diga?

Tragó saliva y se mordió el labio.

–Me da igual.

–Vaya, vaya, veo que hablas en serio.

–John, para con esto. Ya te dije, no quiero saber más nada con Richard. Y deja de llamarnos. ¿Quieres más dinero? Perfecto, te lo daremos. Pero deja de molestar y de amenazar.

–No le arruinaste la vida sólo a ese chico. A mi también.

–Basta.

–A Patrick también se la vas a arruinar. Vas a acabar con todos. Tendría que matarte.

–John... –susurró.

–¿Pero sabes? No lo haré. Adiós Chanel.

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Agosto.

Elsie había aceptado, de mala gana, la presencia casi constante de Chantal en su casa. La chica era un defalco, pero al menos no era mayor que su hijo ni era su profesora.

En el fondo, le gustaba ver a su hijo enamorado y feliz, o al menos eso parecía. Lo conocía demasiado bien y sabia que algo escondía, pero había reorganizado su vida y ahora no lo conocían en la ciudad como "el chico de la profesora" sino como "Ringo Starr, el baterista". La banda era un éxito y ya habían conseguido un mánager que parecía muy serio y responsable que estaba haciendo contactos con diversas discográficas. Mientras tanto, viajaban por ciudades de la zona y ganaban lo suficiente como para no tener que trabajar "en serio".

–Toma, puto horrible.

Arrugó la cara ante la expresión de la chica que, una vez más, ganaba una partida de naipes. Siempre hablaba a los gritos y decía barbaridades pero en el fondo era buena y quería lo que querían todas las chicas de su edad, una casa llena de hijos. Richard parecía dispuesto a darle todo eso y en poco tiempo.

El timbre sonó y cuando abrió la puerta, vio a John abrazado a Cynthia con una sonrisa de oreja a oreja.

–Buenas noches Elsie, la mejor madre del mundo. –el chico la saludó con un beso en cada mejilla–Venimos con buenas noticias.

–¿Qué pasó? –preguntó Richard.

–¡Tenemos contrato! ¡Vamos a grabar un disco!  


Hola gente bella! Hoy no hay canción ni nada porque no conseguí ninguna (en realidad pasé la semana escuchando Britney Spears y nada de eso me sirve para un capitulo como este jaja). Aviso que el próximo es EL ÚLTIMO capitulo, y después seguramente habrá un epilogo pero será algo corto. 

En fin, no me odien. 

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