Final.

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"Yo, Jeon Jungkook, te quiero a ti, Park Jimin, como legítimo esposo y me entrego a ti en cuerpo y alma. Prometo serte fiel en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad y todos los días de mi vida porque te amo. Te amo demasiado. Eres mi todo y mi corazón está en tus manos, y será así hasta que la muerte nos separe."









El invierno ya había caído sobre la ciudad, y la nieve no tardó en cubrir todo de blanco. Los días se habían vuelto grises y fríos.

Esa mañana, Jimin no fue despertado por un cariñoso Jungkook, y no le sorprendió realmente. No era la primera vez que despertaba completamente solo en la cama. Desde hace ya un tiempo, Jungkook repentinamente cambió y Jimin, no tardó en notarlo.

Jungkook ya no lo despertaba con dulces palabras, ya no lo invitaba a tomar desayuno juntos, ya no lo esperaba por las tardes para luego llenarlo de caricias y besos que él no pedía.

Jungkook ya no hacía nada por y para él.

—¿Jungkook? —lo llamó mientras se estiraba sobre la cama, frunciendo el ceño cuando no obtuvo respuesta alguna.

Se levantó y fue al baño, pensando que quizás él estaba ahí, pero no había nadie en el interior.

Suspirando, se quitó el pijama para darse una ducha rápida y comenzar a vestirse. Una vez listo, tomó su chaqueta y corbata para salir de la habitación, caminando en dirección del taller de su esposo.

Sabía muy bien que Jungkook se encerraba ahí desde temprano y por largas horas para pintar, ocupando su trabajo como terapia para desahogarse si algo le abrumaba o simplemente porque aquello le hacía feliz. Cuando Jimin abrió la puerta, esperanzado de verlo ahí, se encontró con la habitación ligeramente oscura. Jungkook no estaba ahí.

Recorrió lentamente la habitación con sus ojos, fijándose en el viejo sillón que su esposo aún mantenía donde mismo. Y una sonrisa melancólica se dibujó sobre sus labios, cuando los recuerdos le hicieron viajar al pasado. Se vio a sí mismo sobre el sillón desgastado, envuelto con una manta y con una taza de café humeante entre sus manos, mientras apreciaba con ojos enamorados el perfil serio de Jungkook, quien solía fruncir el ceño y mordisquear su labio a causa de la concentración.

Mierda.

Maldiciendo mentalmente, salió de sus recuerdos y cerró la puerta.

Retomando su búsqueda, bajó las escaleras mientras acomodaba su corbata y su ceño se frunció al darse cuenta que Jungkook estaba sentado en el comedor, tomando un café y hablando felizmente por teléfono.

Lo miró en silencio por unos cortos segundos, pensando en lo mucho que había cambiado en tan poco tiempo. Y Jimin era consciente de que era al único a quien debían culpar por ello, pero no se sentía preparado para admitirlo. No aun.

Cuando Jungkook alzó la cabeza y vio a Jimin en la sala de estar acomodando su saco, su sonrisa se desvaneció rápidamente.

—Sí. Vale, te llamo cuando esté allá. Nos vemos, Tae —sonrió con algo que le dijeron al otro lado de la línea.

Jimin no se perdió ninguna reacción de su esposo.

Cuando Jungkook colgó la llamada, Jimin habló.

—Tomaste desayuno.

Jungkook asintió con un ligero movimiento de cabeza, dando un último sorbo a su café antes de levantarse y llevar la taza al fregadero.

—Sí. Voy de salida —caminó hasta el mueble donde estaban sus llaves del auto— Hay café recién preparado por si quieres, aunque dudo que tomes - sonrió con ironía— Nos vemos, Jimin —comenzó a avanzar hacia la salida.

Entrando en pánico y sin saber por qué, Jimin se apresuró a decir lo primero que se le vino a la cabeza.

—Hoy volveré temprano a casa —sonrió nervioso, pero aquella sonrisa no llegó a los ojos de Jungkook.

—Genial —respondió sin siquiera mirarle, sonando tan desinteresado que a Jimin se le hundió el estómago— Yo no sé a qué hora volveré. Estaré con Tae.

Taehyung. El que se había convertido en el mejor amigo de su esposo. Jimin lo odiaba.

Jungkook lo había conocido hace unos cuantos meses atrás en una exposición de arte contemporáneo, donde intercambiaron palabras y Taehyung se interesó en conocer su trabajo, quedando impresionado por las habilidades artísticas de Jungkook cuando este le enseñó una de sus pinturas. Al ser hijo del dueño de la galería de arte en Seúl, Taehyung tenía demasiados contactos como para darle un pequeño empujón a Jungkook, incentivándole a exponer su trabajo y garantizándole que todos quedarían deslumbrados, pero Jungkook siempre se negaba. Luego de cuatro meses insistiendo y dándole la confianza necesaria, Jungkook había aceptado.

Y tal como Taehyung se lo había dicho, la exposición había resultado ser un éxito total.

Con el tiempo, Taehyung le regaló a Jungkook un pequeño taller en el centro, cerca de la galería de su padre. Y ahora, con el paso de los meses, su amistad era increíblemente sólida, como si lo fuesen de toda la vida.

Y obviamente, Taehyung estaba al tanto de la tormentosa relación que tenía Jungkook con su esposo. En una noche de borrachera, Jungkook entre lágrimas se lo contó todo, sin omitir ningún detalle, por más humillante que fueran. Desde entonces, Taehyung sentía cierto rechazo por Jimin.

Jimin vio como Jungkook se iba en su auto, sin siquiera mirarlo o besarle como solía hacerlo.

—Mierda... —soltó con frustración.

Odiaba ser él quien estuviera esperando más por parte de Jungkook, con el miedo constante de lo que pudiera pasar.

El miedo de que Jungkook ya estuviera harto de todo y lo dejara, marchándose definitivamente de su vida, no le dejaba seguir adelante con tranquilidad.

Jimin no estaba preparado para eso. Él estaba cambiando, lo intentaba realmente.

Había dejado los encuentros casuales, había dejado de enredarse con el primero que se le atravesaba, había comenzado a llegar temprano a casa. Incluso, había comenzado a tomarse sus días libres para pasarlos con Jungkook, pero Jungkook era quién ya no pasaba en casa.


***

—¡Al fin llegas, hombre! —exclamó un emocionado Taehyung— Venga, te invito a tomar desayuno que muero de hambre.

—Pero acabo de tomarme un café —Jungkook respondió, luego de un cariñoso abrazo como saludo.

Taehyung resopló ante la respuesta de su amigo.

—Un café no te alimenta. Comamos algo y luego quiero que me acompañes, pronto es mi cumpleaños y quiero tatuarme algo en el brazo.

—Vale, suena genial.

—Lo es. ¿Tú igual quieres tatuarte, no? —preguntó mientras caminaban hacia una pequeña cafetería frente al taller de Jungkook.

—Sí, pero no quiero uno, quiero el brazo completo.

—¡Venga! —le animó— Vamos entonces y aprovechas de hacerlo. ¿Tienes lo que quieres tatuarte?

—Por supuesto.

—Comamos rápido entonces. La tienda está al otro extremo de la ciudad y es de unos amigos, son hermanos y tatuan increíble —comentó, sin ocultar su emoción.

Taehyung era alguien que solía andar alegre, aun si el día se caía a pedazos, él brillaba e irradiaba felicidad pura.

Cuando terminaron el desayuno, se montaron en el auto de Jungkook. El viaje a la tienda duró alrededor de media hora y cuando entraron en ella, fueron recibidos por un hombre alto, musculoso y con tatuajes visibles en el cuello y manos.

—Hey, hace tanto tiempo que no te veía —el hombre habló con voz profunda, sonriendo y dejando a la vista unos bonitos hoyuelos en cada mejilla.

—¿Qué hay, bro? —se estrecharon la mano y luego se abrazaron, dándose palmadas torpes en sus espaldas— Traje a mi amigo. Él es kook —lo presentó.

—Hola, Kook —le estrechó la mano— Soy Namjoon —se presentó solo.

—Un gusto —Jungkook sonrió.

—Hola —saludó de repente un chico de cabellos rosas, quien apareció desde el fondo de la tienda e iba comiendo alguna extraña golosina— ¿Que tenemos aquí? —preguntó, caminando y acercándose a los chicos.

—Les traje un cliente —dijo Taehyung— Quiere tatuarse el brazo y se lo haremos realidad.

—Ya veo. Soy Seokjin, el hermano mayor de este bruto —saludó el chico a Jungkook, quien no dudó en estrecharle la mano.

—Un gusto.

Se acomodaron en los sillones de cuero negro que habian en el local y charlaron un buen rato. Jungkook les explicó lo que quería en su brazo y ellos lo entendieron a la perfección, pero fue Namjoon quien se animó a hacer el trabajo. Seokjin se quedó con Taehyung, ayudándolo a diseñar el tatuaje que el pelinegro quería.

Le llevó dos horas trazar cada línea en el brazo de Jungkook. Hubo uno que otro descanso, ya que estar sentado y en la misma posición jodía horrible la espalda del tatuador. Para suerte de Namjoon, Jungkook quería todo en tinta negra. Eso facilitaba un poco las cosas.

Para cuándo decidieron ponerle fin a la sesión, la mitad del brazo estaba lista, con crema y envuelta en papel transparente para protegerla. Y la tarde había caído, las calles estaban oscuras y la nieve no cesó en ningún momento.

—¿Qué tal si vamos a beber algo? —sugirió Seokjin.

—¡Por favor, sí! Me duele el cuello y quiero desestresarme —comentó Namjoon mientras estiraba los brazos hacia arriba.

—¿Vamos? —le animó Taehyung a Jungkook y este accedió.

Fueron a beber a un bar que había más al centro de Seúl y aprovecharon de comer algo, ya que con las horas metidos en la tienda, a duras penas ingirieron golosinas.

—¿Y cómo va el trabajo? —preguntó con interés Namjoon a Jungkook.

—Bien, en unas semanas tengo una exposición en la galería y ya tengo todo listo —comentó emocionado.

—¿Todo listo? —preguntó impresionado Seokjin, mientras llevaba un trozo de su hamburguesa a la boca.

Jungkook sonrió al verlo con sus mejillas totalmente llenas.

—Sí. En realidad son trabajos antiguos que Tae ya vio y me insistió para que los presentara, solo hay una obra nueva que ya terminé hace unos días y solo me falta darle unos retoques.

—Woow... eso es increíble.

—Deberían ir —les dijo Taehyung mientras bebía un gran sorbo de su cerveza.

—Claro, me gusta el arte y esas cosas —comentó Namjoon.

—Les haré llegar las invitaciones —volvió a hablar Taehyung.

—Eso es genial, de ahí somos entonces —terminó por decir Seokjin y Jungkook asintió feliz con un movimiento de cabeza.

Las horas pasaron volando entre tan grata compañía. Los tragos jamás dejaron de llegar a la mesa y los cigarros ayudaron a hacer más placentero aquel momento.

Jungkook no fumaba, tampoco tomaba hasta emborracharse. Nunca lo había hecho antes. Hasta ahora, y no se arrepentía.

Era su momento, uno donde Jimin no estaba para hacerlo sentir miserable, triste y solo.

Su teléfono sonó más de una vez y el nombre de Jimin se reflejaba en la pantalla, pero Jungkook simplemente lo ignoró.

¿Cuántas veces había sido él quien lo llamó preocupado?

No se estaba vengando, simplemente, no quería hablar con él.

Porque estaba ebrio, y un borracho siempre dice la verdad. Una verdad que no quería escupir.

Una donde le diría que lo amaba como a nadie, pero que lo estaba odiando por todo el daño que le estaba causando.

Jungkook no quería eso. No así.

En cambio, siguió charlando, riendo, escuchando, bebiendo y fumando. Ahora, tenía nuevos amigos que le ayudaban a olvidar ese dolor que había en su destrozado corazón.



...


Como había dicho en la mañana, Jimin llegó a casa a eso de las cinco de la tarde y comprobó que Jungkook aun no llegaba.

Subió hasta su dormitorio y se quitó el traje negro que llevaba puesto para ponerse algo más cómodo. Una vez listo, volvió a la planta principal y comenzó a buscar los ingredientes que necesitaría para la cena.

Para su suerte, tenía todo lo necesario.

Dándose ánimos a sí mismo, preparó una deliciosa cena para él y su esposo.

—Bien... —murmuró, apagando definitivamente el horno y las ollas. No deseaba que la comida se estropeara.

Se quitó el delantal que llevaba puesto para no mancharse y tomó lo necesario para montar la mesa, esperando a que Jungkook apareciera en cualquier momento.

Nunca llegó.

Cuando dieron las ocho, Jimin se levantó del sofá y tomó su teléfono para marcarle, pero Jungkook no respondió.

Y su corazón se estrujó al experimentar, por primera vez, lo que debía vivir a diario su esposo; cuando lo dejaba plantado a la hora de la cena, ignorando toda la dedicación que Jungkook ponía al prepararla.

Jaló sus cabellos castaños a causa de la frustración, dejándose caer nuevamente sobre el sofá, donde apegó sus piernas en su pecho y las abrazó con ambos brazos.

¿Por qué Jungkook había cambiado tanto?

Jimin disfrutó esa atención y poder que adquirió en el último tiempo, olvidándose por completo del amor que sintió por su esposo. Por su Jungkook.

—Jungkook... —murmuró y cerró los ojos.

Todo gritaba que su matrimonio andaba mal, que se estaba desmoronando poco a poco y todo gracias a él.

El rostro triste de Jungkook golpeó sus pensamientos y se sintió fatal. Jungkook fue lo único bueno que le pasó en la vida, porque Jungkook lo eligió a él por sobre su propia familia, porque Jungkook lo amó como nadie más lo ha amado en toda su jodida vida.

—Mierda... —volvió a marcar. Una, dos, tres veces sin tener éxito.

La tristeza y la culpa se intensificaron con el sentimiento de preocupación. Se levantó del sofá y caminó hacia uno de los ventanales, corrió la cortina y miró hacia el exterior.

Nevaba demasiado y Jungkook andaba en auto.

Estuvo a punto de tomar sus llaves para salir de casa e ir al taller de Jungkook en el centro de la ciudad, pero se detuvo cuando sintió el auto llegar.

Casi corrió a la puerta y la abrió. En su pecho estaba ese nudo de alivio al saber que ya estaba en casa, sano y salvo. Pero grande fue su sorpresa al verlo como si nada, y con una gran sonrisa en sus labios.

—¿Jungkook? —Jimin lo vio tambalearse sobre la nieve.

—Hey... —le saludó y sonrió de forma genuina, mientras seguía avanzando lento hasta la entrada.

—¿Dónde estabas? —preguntó una vez que cerró la puerta.

Jungkook hizo una mueca, al parecer todo me daba vueltas.

—¿Estabas bebiendo? —preguntó, sonando molesto y elevando el tono más de lo normal.

Jungkook le miró, con sus ojos entrecerrados.

—Cariño, no grites —pidió lacónicamente, frunciendo el ceño. Necesitaba subir hasta su dormitorio para caer en la cama y dormir hasta que el efecto del alcohol saliera de su sistema.

—Responde entonces, ¿dónde estabas?

Recogiendo sus hombros, Jungkook respondió:

—Salí a beber. No hay nada más que contar.

—¿Con quién?

—Con Tae.

—¿Por qué no respondías mis llamadas?

—No quise —respondió con sinceridad. Y Jimin le creía, porque Jungkook no sabía mentir, prefiriendo ir siempre con la verdad.

—¿Por qué?

—No lo sé. La estaba pasando bien con unos amigos y ya —arrastró las palabras.

—¿Con unos amigos? —repitió Jimin.

—Sí.

Se dispuso a avanzar hasta la escalera para subirla cuando su teléfono sonó, y tras tocar sus bolsillos para encontrarlo, lo sacó y respondió.

—¿Qué? —contestó con alegría, sabiendo muy bien quién era— Hombre, ¿Lo vendrás a buscar ahora? Bien, ¿Dónde estás? Oh. Ya, espera. Salgo altiro —sonrió y subió rápidamente las escaleras hacia su taller, abrió la puerta y tomó uno de los lienzos cubierto con una tela blanca, bajó y salió de casa.

Jimin vio todo muy atento, con su ceño fruncido.

Observó desde la puerta como Jungkook soltaba risitas y charlaba encantado con Taehyung, aun cuando había estado todo el día con él, seguía igual de feliz por verlo.

Eso lo irritó. Jimin odiaba a Taehyung y estaba seguro de que quería algo con Jungkook, aun cuando no era así.

A Jungkook no le importó congelarse por quince minutos afuera, charlando y riendo. Envenenado por los celos, Jimin solo pudo llegar a la conclusión más lógica para él.

Eran amantes.

Cuando Jungkook entró nuevamente a la casa, Jimin estaba con sus brazos cruzados sobre su pecho y su ceño muy fruncido.

—Iré a dormir, mañana debo salir temprano —dijo Jungkook al verlo serio, sin ánimos de nada más que meterme en su cama.

Comenzó a subir las escaleras y fue hasta su taller para ordenar lo que desordenó y así ir a dormir tranquilamente, pero no contaba con que Jimin le siguiera los pasos.

—¿Te acostaste con él? —soltó sin tacto y la cara de Jungkook pasó de risueño a furioso.

—¿Qué? —preguntó incrédulo, aún cuando habían escuchado perfectamente.

—Responde —exigió Jimin— No entiendo por qué tanto apego entre ustedes, apenas lo conoces desde hace un par de meses y la única explicación lógica es que follaron.

—Jimin, ¿Me estás preguntando eso en serio? —estaba ofendido. Muy ofendido y dolido.

No lograba entender como Jimin se atrevía a dudar de su fidelidad, acusándolo de algo tan bajo como el engaño. ¿Cómo podía creer Jimin que él se atrevería a tocar otra piel, a besar otros labios? ¡Era imposible que eso pasara!

En todos los años de matrimonio, Jungkook jamás había faltado a la promesa que le hizo a Jimin el día de su boda, donde le prometió serle fiel, amarlo y respetarlo. Aun cuando Jimin ya había roto su promesa hacía tiempo.

—Pues claro que lo estoy preguntando muy en serio. Tu comportamiento es raro y él pasa contigo todo el día, todos los días. Puedo pensar lo que quiera ante ese escenario, ¿No?

—¡No! —Jungkook siseó— ¡No pues, no tienes derecho de pensar así de mí! —le gritó furioso.

Y no lo tenía, Jimin lo sabía, pero estaba más molesto que avergonzado de sus propias acciones.

—Tengo todo el derecho de...

—¡Cállate! —le volvió a gritar, interrumpiendolo.

El sentimiento negativo que Jimin le estaba provocando, parecía emanar desde lo más profundo de su corazón. Pero a pesar de estar borracho, Jungkook se mordió la lengua para no soltar todo lo que sentía, evitando de esa forma lastimarlo.

De hecho, no quería lastimarlo de ninguna forma, pero Jimin estaba jugando a hacerse la víctima y en su estado, la rabia y tristeza se estaban apoderando de él, nublandole el juicio.

—No tienes derecho de insinuar nada. Tae es mi amigo y me está ayudando bastante, así que te pido que no sigas escupiendo veneno contra él —Jungkook siseó una clara advertencia.

—¿Disculpa? —se hizo el ofendido— ¿Lo estás defendiendo?

—¡Maldita sea, Jimin! Solo... cállate.

—¿Y si no qué? —lo retó, sabiendo perfectamente que Jungkook no le lastimaría con golpes.

—Sal de mi taller, Jimin —pidió, dejando a la vista una vena palpitando en su mandíbula. Estaba tenso, furioso, herido— Déjame solo, no quiero discutir contigo.

—No. Necesitamos hablar —continuó con el tono molesto— Te esperé toda la puta tarde, Jungkook. Preparé la cena que más te gusta, me preocupé por ti y llegas muerto se la risa y borracho.

Jungkook soltó una risita áspera.

—¿Qué te parece tan gracioso? —gruñó confundido— ¿Sabes como estaba de preocupado?

Jungkook rascó con su dedo pulgar su ceja izquierda, soltando un largo suspiro.

—Así mismo esperaba yo por ti, Jimin.

Jimin enmudeció de inmediato. No supo qué más decir ni cómo reaccionar. Era la primera vez que Jungkook le decía de forma ácida como él le hacía sentir.

—Responde mis llamadas para la próxima —su tono de voz se suavizó— Te puede pasar algo y yo no voy a tener idea.

—Un peso menos, ¿no? —soltó sin pensar.

—¡¿Qué mierda te está pasando?! ¿Tu amigo te está llenando de mierda el cerebro?

En este punto, el cerebro y el corazón de Jungkook firmaron una alianza. Una donde le pedían soltar todo lo que había atorado en su interior; todas aquellas preguntas, acusaciones y malas palabras que estaban dirigidas hacia Jimin. Porque ya no lo soportaba más, porque estaba cansado de toda esa mierda.

Pero en cambio, mordió su labio inferior con fuerza y tomó lo que estaba en el piso para seguir ordenando e ignoró a su esposo.

—¡No me ignores, Jungkook! —gruñó histérico— Estoy tomando mis días de descanso y no estás aquí. ¿Qué mierda quieres entonces? - reclamó, aun cuando no tenía el maldito derecho de hacerlo. Y él lo sabía.

—Lo siento —se disculpó, porque no quería discutir. Realmente no quería— He estado ocupado con el trabajo.

—Yo también tengo trabajo y mucho, pero me estoy dando el tiempo por ti y ni siquiera estás aquí.

Jungkook lo miró por unos segundos y pensó en todos los insultos que podría gritarle, pero una vez más, se contuvo y siguió en lo que estaba.

—¡Maldita sea, Jungkook! —volvió a gruñir y se acercó, dándole un pequeño empujón— ¿Me estás escuchando? ¿Quieres que las cosas vayan mejor? Yo lo estoy intentando, pero tú...

Jimin quedó con las palabras atoradas en su garganta cuando Jungkook lo tomó por el cuello de su camisa, jalandolo y acercandolo a su rostro.

—Yo ya lo intenté —escupió con ira, disfrutando el miedo que se reflejó en los ojos de Jimin.

—¿Qué? —se atrevió a preguntar, echándole más leña al fuego.

Jungkook lo soltó con brusquedad, necesitando alejarse de Jimin. Frotó su rostro con ambas manos, dejando a la vista parte de las líneas trazadas en su piel.

—¿Qué mierda te hiciste? —preguntó Jimin, quien se había dado cuenta— ¿Esto es lo que tu amiguito te ayuda a hacer? ¿Realmente es tu amigo, Jungkook?

—Oh, por Dios. Jimin, basta.

—¿Basta qué?

—¡Mierda, cállate! —le gritó y lanzó contra la pared los pinceles que sostenía en una de sus manos.

—¡No! ¿Qué tanto te has tatuado? Dios, no puedo creer que estés haciendo esto a tu edad. Ya no somos adolescentes, Jungkook. Somos personas adultas y responsables. Eres mi esposo y yo soy el dueño de unas acciones en una buena empresa, y tú estás marcado como un maldito delincuente. ¿Cómo debo sentirme al respecto? —Jungkook no dijo nada, entonces Jimin continuó— Sinceramente, no sé que estamos haciendo, esto va de mal en peor y yo me estoy fastidiando de todo esto. ¿No pretendes arreglar lo nuestro? Vamos, ¿no me vas a decir nada? ¡Maldición! Detesto esto.

Cuando Jimin pareció finalmente desahogarse, Jungkook habló.

—Quiero el divorcio... —musitó bajito, con una fingida calma para no quebrarse.

Porque sí, le destrozaba la situación, pero ya había tocado fondo y no creía poder soportarlo más.

—¿Qué? —preguntó Jimin casi en un susurro. No estaba preparado para escuchar aquello— ¿Es una broma?

Jungkook negó con la cabeza.

—Estoy cansado de esto...

—¿Es por él? —sabía que se arrepentiría de sus palabras, aun así, continuó— Es por ese imbécil, ¿no? Has cambiado y estoy seguro de que te revuelcas con él.

Jungkook volvió a negar con su cabeza, observando cómo las emociones abrazaban a Jimin.

—¡¿Entonces por qué?! —gritó y golpeó el pecho de Jungkook— ¿Por qué quieres dejarme? No puedes hacerme esto —su ceño se frunció, pero ya no estaba enojado. Estaba angustiado.

—¿Para qué quieres que sigamos juntos, Jimin? —preguntó mientras tomaba un lienzo— Te da igual estar conmigo o con otro.

Jimin retrocedió un paso. Sí, Jungkook lo sabía y él no había sido consciente de eso hasta ahora. Solo pensó en querer fundirse con el piso para que nadie vea su cara de vergüenza.

—Y-yo... —no supo qué decir ni cómo defenderse ante la acusación.

Y Jungkook explotó. Verlo ahí, avergonzado y luciendo como la víctima de la historia lo hizo enfadar. Jimin no pedía perdón, solo buscaba la forma de excusarse.

—Eras mi todo, Jimin —murmuró, con sus ojos sospechosamente cristalizados— ¡Eras mi todo y lo único que hiciste es llenarme de tristeza! —le gritó, haciéndolo sobresaltarse.

—Cálmate... —pidió con amabilidad, retrocediendo un paso— Debemos hablar, pero mañana, cuando estés en un mejor estado.

Jungkook soltó un bufido.

—¿De qué vamos a hablar? Ya no hay nada, Jimin.

—Claro que sí... po-podemos solucionar las cosas...

—¡¿Solucionar qué?! —gritó y lanzó el lienzo contra la pared— ¡¿Qué mierda quieres solucionar, si arruinaste todo lo bueno que teníamos?!

Jimin se encogió en su lugar, mordiendo su labio para que no temblara a causa de los nervios. Jungkook nunca le había gritado de esa forma, ni había perdido la compostura hasta ahora. Y era su culpa.

Mierda, la había cagado y en grande.

—L-lo sien...

—¡No! —le interrumpió, caminando al fondo de su taller— Desearía que nada de esto fuera cierto, Jimin. Tú no lo sientes —comenzaron a caer las primeras lágrimas— ¡Yo jamás te habría hecho algo así de horrible!

—Jung...

—¡Me hiciste odiar todo lo que construimos juntos, incluso a mí mismo por creer que no era suficiente! —tomó los frascos de pintura y los lanzó contra la pared contraria.

—Detente...

—¡Dejé todo por ti, Jimin!

—Y-yo no te lo pedí —respondió, pero se arrepintió apenas las palabras salieron de su boca.

Jungkook sonrió con tristeza. Las lágrimas nunca dejaron de caer.

—¡Te adueñaste de mis mejores momentos, Jimin! ¡Maldita sea, eras mi todo!

—Jungkook...

—¡Solo déjame en paz! —Jimin no se movió del lugar— ¡Sal, vete!

—Va-vale, pero cálmate y luego hablamos... —dijo y salió de la habitación, cerrando la puerta y apoyando su espalda contra la pared.

Soltó un suspiro y antes de que pudiera moverse, escuchó como Jungkook destrozaba todo en el interior de la habitación. Lo dejó, pensando que necesitaba descargar su ira en algo y que luego se calmaría.

Jimin bajó las escaleras para apagar las luces y subir a su habitación, pero cuando estuvo abajo, sintió a Jungkook bajar las escaleras rápidamente.

—¿Dónde vas? —le preguntó, saliendo de la cocina.

Jungkook no respondió y tomó sus llaves.

—Jungkook, no puedes salir, no ahora —avanzó hasta su lado y lo tomó del brazo.

Jungkook volteó a mirarlo y se soltó del agarre con brusquedad, haciendo que Jimin se tambaleara.

—Alto —intentó detenerlo nuevamente— No puedes, está nevando y es peligroso.

Jungkook no lo escuchó y salió de la casa sin decir una palabra, abrió el auto y subió en él.

—¡Jungkook! ¡Mierda, no puedes! —golpeó la ventana. La desesperación estaba presente en su tono de voz— ¡Jungkook, baja!

Jungkook no lo hizo y el auto se puso en marcha, avanzando y saliendo del garaje.

—¡Mierda! —gritó con frustración y corrió al interior de la casa para tomar sus llaves e ir detrás de él.

Como si la vida quisiera joderlo por diversión, Jimin se demoró al no encontrar las malditas llaves y tan pronto las tuvo en sus manos, salió de casa cerrando de forma superficial y subió a su auto.

Las calles estaban levemente iluminadas por los faros, y la nieve caía en abundancia, cubriendo la ciudad.

—Jodida mierda —siseó dentro del auto mientras manejaba con cuidado y daba vuelta en cada esquina.

No encontraba a Jungkook.

En su estómago se formó un nudo de angustia y preocupación. Debía, necesitaba encontrarlo.

Y cuando lo hiciera, aceptaría todo, se humillaría y suplicaría por su perdón. Porque Jimin no quería perderlo. Él estaba cambiando, realmente lo estaba intentando.

Salió a la carretera y anduvo por un largo rato, hasta que en el fondo del camino, vio luces de varios autos detenidos y redujo la velocidad.

—Dios... por favor, si alguien debe pagar por todo, debo ser yo —murmuró con los ojos cerrados. El auto ya estaba detenido y él se dispuso a salir del interior.

Avanzó nervioso entre los autos detenidos y de fondo se lograba escuchar el ruido de varias sirenas.

Cuando llegó al inicio de todo, donde estaba la mayoría de la gente observando, su corazón se detuvo.

—Oh por Dios ... —susurró casi sin aliento.

Avanzó y empujó los cuerpos de los curiosos para abrirse paso al auto que estaba dado vuelta a un lado de la carretera, completamente destruido.

Conocía perfectamente aquel vehículo, aun sin la necesidad de mirar la placa.

Se agachó e intentó abrir la puerta, pero le fue imposible ya que estaba abollada.

—Hey, muchacho —le habló alguien entre la multitud— No debes tocar nada, la ambulancia está por llegar.

Miró a través del vidrio empañado, trizado y ensangrentado, pero no logró ver a Jungkook.

Las sirenas comenzaron a escucharse cada vez más cerca, hasta que llegaron y el ruido cesó.

—Necesito que se alejen —gritó un bombero a los curiosos, luego se acercó a Jimin— Señor, necesito que salga de aquí.

Jimin no lo escuchó, no podía.

Solo miraba el vidrio trizado y manchado con sangre, aun cuando no lograba ver nada. Aun cuando no lograba verlo.

Alguien lo tomó por los brazos y lo intentó sacar de ahí.

—¡No! —gritó desesperado e intentó zafarse del agarre.

—Debe salir de aquí, necesitan sacarlo.

—E-es mi esposo... —hasta entonces, recién se percató de la humedad en sus mejillas.

El paramédico lo miró y suspiró.

—¿Sabe lo que pasó? —Jimin negó con la cabeza. Habían comenzado a avanzar, lejos del auto junto al hombre que comenzaba a hacerle preguntas.

Pudo ver cuando abrieron la puerta, cuando murmuraron cosas y llevaron la camilla hasta el lado del auto.

—Maldita sea, no lleva el cinturón... —murmuró un hombre.

—Sus piernas... mierda, ayúdame aquí —habló otro.

Jimin no pudo apartar la mirada del auto. No podía.

—¿E-está bien? —preguntó, ignorando todo lo que anteriormente el paramédico le había dicho.

—No lo sé —respondió con sinceridad.

Sacar a Jungkook de ahí les fue un trabajo difícil. Sus piernas quedaron atrapadas, su cuerpo en general fue brutalmente golpeado en el interior del auto. El panorama no era bueno. Estaba lejos de ser bueno.

Una vez en la camilla, le pusieron un inmovilizador en el cuello.

—Su pulso está débil, debemos irnos ahora —habló uno de los paramédicos.

Lo subieron a la ambulancia rápidamente y a Jimin le pidieron que los siguiera al hospital. Los policías se quedaron ahí, esperando a la grúa para retirar el vehículo del camino y dejar despejada la carretera.

Jimin se subió a su auto sin saber como, todo en él temblaba y las lágrimas le impedían ver con claridad el camino.

Era tarde, la nieve seguía cayendo y el frío calaba los huesos, pero Jimin no temblaba por eso. Jimin temblaba por la angustia, el miedo y la desesperación que estaba sintiendo en ese momento.

Quería llegar a su lado, besar una de sus manos, sentir el calor de su piel, decirle cuánto se arrepentía de todo lo que había hecho, aceptar sus miedos y confesar una vez más, cuánto le amaba. Entonces quitó las lágrimas con el dorso de su mano y avanzó.

Siguió las indicaciones del gps y trató de mantener la calma.

En la ambulancia, camino al hospital, Jungkook comenzó a empeorar e intentaron reanimarlo. Lo intentaron todo, pero nada resultó.




***

—Quiero dar las gracias a todos los presentes por haber venido a está exposición tan significativa para mí —habló Taehyung frente a la gran multitud que visitó la galería de arte— Fui yo quien insistió tanto en esto. Jeon Jungkook es y será un gran artista —se detuvo y miró a sus amigos; Namjoon y Seokjin estaban a un lado. Le sonrieron— Esta creación que verán ahora, es la última que hizo y la más importante para él. Lamento mucho que no haya podido estar aquí... lo siento —se disculpó cuando su voz se quebró y Namjoon subió al pequeño escenario y tocó su hombro, dándole apoyo.

La tela roja que cubría algo en la pared, cayó, dejando a la vista un hermoso retrato de un hombre en blanco y negro, con el título de "Mi todo".

Jimin, quien estaba entre el público, solo pudo observar y llorar en silencio.

Porque él había sido el único para Jungkook, aun cuando sabía que otro ocupó su lugar más de una vez.

Taehyung miró a Jimin y le sonrió de manera vil, regocijándose en su dolor. Él había sido quien le entregó la invitación a Jimin, pero no lo hizo porque quería tenerlo ahí, lo hizo para que Jimin se hundiera en la tristeza, para que supiera cuán importante fue para alguien que él mismo se encargó de matar.

Porque Taehyung lo culpaba de la muerte de su amigo y Jimin le encontraba la razón.

Jimin se dio cuenta, tarde, de que Jungkook siempre había sido el único para él y nadie llenaría ese vacío que había ahora en su corazón, en su vida.













"Tú dices que estoy loco porque crees que no sé lo que has hecho, pero cuando me llamas "cariño", sé que no era el único."


Fin.



***

Para hacer este capítulo, me inspiré en la canción de Billie Eilish - Happier than ever. Me queda un extra, pero no sé si subirlo relamente ssjsjjs solo espero que les haya gustado, nos vemos <3

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