Capitulo I

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Lavó sus manos cuidadosamente con agua y se las secó con papel, que luego arrojó al inodoro del baño, y jaló la cadena. Se recogió el cabello y se miró al espejo: hizo una mueca, odiaba a su nariz.

Salió del baño, pasó lentamente por la cocina, tomó su bolso blanco, que había dejado sobre la mesa, y metió en él un fajo de billetes. Se lo colgó, y abrió la puerta de calle con el codo, no podía darse el lujo de andar dejando huellas de sus dedos por cualquier lado.

Así, comenzó a caminar por las vertiginosas calles londinenses, dirigiéndose a su clase en la Escuela de Arte. Atrás dejaba el cadáver envuelto en sangre de un hombre de mediana edad, con cinco puñaladas en el tórax. Su tercer víctima. Y también dejaba una nueva inscripción: "Money".




Entró al aula apresuradamente, se había retrasado. Justo el profesor tomaba asistencia y la nombró.

-¿Mélisande Leroux?

-Presente -respondió cerrando la puerta.

Los pocos alumnos de la clase se voltearon a verla. Para todos, aquella chica francesa, que hablaba con acento casi chistoso, era demasiado hermosa. Alta, de tez blanquísima, cabello largo, ondulado, azabache, y un par de enormes ojos del color de la esmeralda. Pero lo que tenía de hermosa, lo tenía de misteriosa. Apenas hablaba, y sólo lo hacía en casos donde no tenía mas remedio.

Se sentó detrás del lienzo preparado, colgó su bolso y su chaqueta en el respaldo de la silla, y preparó las pinturas y pinceles, mirando de reojo a sus compañeros: había pocas mujeres, que apenas si la miraban. Sabía que no la querían. Los hombres, en cambio, vivían con los ojos posados en ella. Sin embargo, no le interesaban. En realidad, le daba igual lo que pensaran de ella, porque pensaran lo que pensaran, estarían equivocados. Nadie sabía quién verdaderamente era.






Dobb, el inspector de policía, colgó el auricular del teléfono con bronca. Hacía un mes que sus empleados, unos inútiles a juzgar por él, no podían dar con el encargado de que aparecieran dos cadáveres, en distintos lugares de Londres, asesinados de diversas formas y al parecer, sin ningún móvil que "justificara" la muerte. Ahora acababa de aparecer otro, un hombre maduro, muerto a puñaladas en una vieja casa de los suburbios.

Prendió un cigarrillo y miró por la ventana, hacia la calle. Dobb era el típico inspector de policía inglés, de bigote, sombrero, paraguas y cigarrillo, que intentaba demostrar su jerarquía. Podría decirse que era una imitación barata de Sherlock Holmes. Al igual que el personaje de Joyce, Dobb demostraba una gran capacidad de deducción, aunque a veces se equivocaba. Pero ahora, con esos tres crímenes, con un asesino serial suelto por la ciudad, no podía deducir nada, porque no tenía idea de nada. No le quedaría mas remedio que llamar a quienes eran la única relación que se podía establecer entre un crimen y otro.





El teléfono sonó en la casa de John Lennon. Estaba sentado en un sillón, a unos metros, y dejó que sonara. Pero era demasiado insistente, así que, bufando de fastidio y maldiciendo que su esposa o ninguna persona del servicio estuvieran, se incorporó y caminó desganadamente hacia el aparato, y atendió.

-Hola.....

-Buenas tardes, soy Dobb, inspector de policía.

-¿Qué hice ahora? -preguntó con cierta diversión.

-Quiero hablarle sobre un tema -respondió el policía, sin darle importancia a la pregunta -Creo que usted sabe que hubo dos asesinatos hace unas semanas. Ahora hay otro.

-Bueno, siempre los hay.....¿Esto es una entrevista para saber qué opino sobre eso?

-No, no. Lo que quiero decirle es que en las escenas de los crímenes aparecieron letras o títulos de canciones de ustedes.

Dobb escuchó como Lennon se quedaba en silencio y luego soltaba un largo suspiro.

-Hable con nuestro manager -dijo al fin.

-Verá, este es un asunto delicado, y cuantas menos personas lo sepan, mejor.

-Pero yo no quiero que todo el mundo se entere que un loco mata y escribe nuestras letras. Nos van a arruinar.

-No se preocupe, esa información no se filtrará. Quisiera que hablemos personalmente. Necesito hablar con los cuatro.





Mélisande dio una última pincelada a su cuadro con cierto fastidio. Sus compañeros de clase no paraban de hablar. Lo peor era que no hablaban de pintura o arte, sino de las triviales cosas que habían hecho el fin de semana.

-Si yo hablara....-pensó para sí misma, mirándolos desde el fondo del aula.

-Muy bien Mélisande -levantó la vista y se encontró a su profesor, de pie a su lado, contemplando su trabajo recién terminado -Me gusta mucho.

-Gracias -respondió tímidamente.

-Tengo una pregunta, es sólo una inquietud, ¿por qué tanto uso del rojo?

-No lo sé. Será por la sangre -contestó con cierta indiferencia.

Y quizás lo era, ya que su "Corazón" -como había llamado al cuadro- era una explosión de rojo, un rojo furioso y violento.

-Me gustaría que éste cuadro estuviera en la próxima exposición de la Escuela-el profesor lo dijo lo suficientemente alto como para que el resto del alumnado inadaptado que tenía lo escuchara. Todos se quedaron en silencio, mirándolos.

-Me encantaría -respondió ella con una leve sonrisa, mirando triunfal a sus compañeros. Otra vez, aquella extraña chica se llevaba todos los elogios.






John y George se encontraban sentados relajadamente en las sillas del despacho de Dobb, con los pies apoyados sobre el escritorio. Ringo y Paul se entretenían jugando a los dardos con un tablero que colgaba de la pared.

-¿Cuánto mas piensa tardar este tipo? -preguntó George, un tanto molesto.

-Ya sabes, resolver crímenes lleva tiempo -respondió John mientras abría unas carpetas y sobres.

Dobb había ideado un plan, que sería perfecto si lo ponía en marcha como él quería. Entró y se paró en seco cuando vio a los cuatro chicos, prácticamente adueñados de su despacho.

-Soy el inspector Dobb, un gusto -dijo luego de recuperarse de la sorpresa, y dándole la mano a todos. Se sentó detrás de su escritorio y John y George tuvieron la "amabilidad" de bajar los pies. -Tomen asiento -les dijo a Ringo y Paul.

-No...aquí estamos bien -respondió Ringo con una sonrisa, mientras se sentaba sobre un pequeño mueble con puertas, lleno de papeles

-Sí, aquí es mejor -agregó Paul, sentándose junto a Ringo y tirando un adorno al suelo -Upps.....perdón....

-Déjalo ahí -Dobb, de sólo verlos, se dio cuenta que sería bastante difícil trabajar con "esos cuatro melenudos", como siempre había llamado a la banda que causaba estragos en su país.

-¿Y para qué nos llamó? -dijo George, desperezándose

-Verán.....ha habido crímenes. Tres. No se sabe quién los pudo llevar a cabo, no hay motivos.....en el último, según la hermana de la víctima, faltó dinero. Podría ser un asalto, pero se relaciona con otros dos dónde, al parecer, el móvil no fue un robo.

-¿Y cuál es la relación? -preguntó Paul haciendo un globo con su chicle.

-Que en todos aparecen inscripciones, hechas con distintos elementos, que muestran letras de canciones suyas.

-¿Y? Nosotros no instigamos a la gente a que vaya asesinando por ahí -John se cruzó de brazos, ofendido.

-Lo sé. Pero el asesino escribe sus letras; significa que le gustan.

-O todo lo contrario -dijo Paul -Quizás nos odie y, haciendo eso, busca terminarnos.

-Ah si....eso podría ser....

Paul levantó una ceja y miró a sus compañeros. En ese momento, todos pensaban lo mismo: Dobb parecía tener pocas luces.....

-Tengo un plan -informó el inspector -Ustedes podrían ser una especie de agentes secretos.

-¡Como James Bond! -exclamó Ringo.

-Oh si...Bond, James Bond -George imitó al personaje, causando la risa de sus amigos.

-Oigan, esto no es un juego -dijo Dobb, serio -Hay crímenes y ustedes están implicados de forma indirecta.

-¡Ahora la culpa es nuestra! -John cada vez parecía mas ofendido.

-Continuaré contándoles el plan.....

-¿Qué dicen las inscripciones?

-Gracias por interrumpir.....¿cómo te llamabas?

-George.

-Ah si, George. Las inscripciones son éstas -de un cajón sacó una gruesa carpeta de tapas amarillas. La abrió y buscó un sobre, del que extrajo unas fotografías -Ésta es la encontrada en el primer asesinato -mostró una fotografía, que decía simplemente "Misery", garabateado en un cuaderno -El cuaderno fue encontrado cerca de la víctima, y el bolígrafo con el que se escribió jamás fue hallado. Tampoco hay huellas dactilares en el cuaderno.

-I'll tell you something, I think you'll understand -leyó Paul en una de las fotografías.

-Esa es del segundo asesinato -aclaró Dobb -Está escrita con un trocito de ladrillo. Y ésta es la última -mostró otra, donde "Money" aparecía escrito en la puerta de un baño, con tiza blanca.

Todos miraron las fotos, con intriga.

-No le encontramos la relación a las inscripciones con las víctimas, salvo en la última, dice "Money", y al parecer, le robaron dinero.

-¿Y cómo saben que es la misma persona? Si matara por robar, le faltaría dinero a todos -dedujo Ringo.

-Eso es lo que tampoco sabemos, si es la misma persona o no.

-O sea, que no saben nada.

-John.....-dijo Paul, mirando significativamente a su amigo.

-¿Qué? Si sólo dije la verdad....

-Oiga, nosotros no servimos para investigar, lo nuestro es la música, y estamos muy ocupados, ¿no? -dijo George, impaciente, con las manos en los bolsillos. Sus amigos asintieron y Paul abrió la puerta.

-¡No, esperen! Necesitamos su colaboración. No me dejaron terminar de contarles el plan.

-Ok, siga -respondieron casi con resignación.

-Ustedes serán como un señuelo. Trataremos que el asesino se acerque a ustedes.

-¿QUÉ? -exclamaron escandalizados.

-Tranquilos, tranquilos, contarán con la mejor seguridad. Aún hay que seguir investigando, pero trataremos de que se acerque a ustedes, porque si ustedes le gustan, lo hará, y si los odia, también.

-Esto no me gusta nada. -dijo Ringo, negando con la cabeza.

-A mí tampoco -agregó George.

-Estamos ocupados, no tenemos tiempo -Paul trató de disimular su preocupación.

-Por favor....-Dobb casi suplicaba -son nuestra única ayuda, si no encontramos a este asesino, acabará con todo Londres.

-¡Pero si sólo mató a tres!

-¿Le parece poco? -Dobb miró mal a John, pero éste ni se inmutó.

-Usted miente. No teme que un tipo mate a todos, lo que teme es que, si no lo encuentra, a usted lo despidan.

-Está bien, está bien, no lo niego. También temo por mi puesto de trabajo. Pero por favor, ayúdennos. Ustedes son el único nexo entre una muerte y otra. Por favor....

Los cuatro se miraron, preocupados, y se encogieron de hombros.

-Está bien -dijeron al unísono, poco convencidos.


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