Capitulo XII

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Pasó una semana donde estuvo en cama hasta que su malestar se fue de la misma forma que había llegado. Utilizó las horas de ocio para recortar los periódicos donde estuviera ella. Obviamente, su nombre sólo figuraba en las noticias sobre las exposición, pero también recortó aquellas notas sobre  las muertes de las que era responsable. Cuando acabó con todos los periódicos, fue pinchando los recortes en un panel que tenía frente a su cama. Cuando terminó, los miró, orgullosa de su "dos talentos".

También, durante esos días donde no había ido ni a trabajar ni a estudiar, se dedicó  a pensar mucho. Aunque no quisiera, extrañaba trabajar, pero le reventaba el hecho de que en realidad extrañara a John. ¿Qué diablos le pasaba? Le parecía inaudito que aún siguiera con esas ideas sobre él. Era un tipo casado, que jamás se fijaría en....una asesina. Podía consolarse con la idea de que él no sabía su horrible secreto y, llegado el caso de que "pasara algo más" con él, ella se dedicaría a dejar el vicio tan sádico y espantoso que tenía. Pero no, él lo sabía todo. Todos sabían su secreto. Lo único que hacían, al igual que ella, era disimular.

No reconocería que le pasaba algo con John jamás en su vida. Se limitó a pensar que él era el mas amable de los cuatro, y punto. Por eso, decidió agradecérselo, porque podría comportase como un perro con ella, y sin embargo no lo hacía.

Buscó todos los cuadros que tenía desparramados por su casa, hasta había debajo de su cama. Los llevó hasta la cocina y comenzó a observarlos y estudiarlos. Pasó casi toda la tarde analizándolos hasta que eligió a su favorito, un abstracto lleno de colores, alegre. Se imaginaba que el señor Lennon tendría una casa enorme con una sala igual; allí quedaría bien un cuadro que era tan grande que nunca lo había podido poner en ninguno de lo ambientes de su pequeño departamento. Asintió con la cabeza, convencida, y buscó papel madera para envolverlo. Mientras extendía el papel seguía preguntándose qué estaba haciendo y porqué. ¿Realmente valía la pena hacerle un obsequio a alguien que algún día terminaría entregándola a la policía? Negó con la cabeza y suspiró. Ya no sabía qué le estaba pasando y se sentía confundida.



****************

Cuando Paul y George la vieron entrar al estudio arrastrando con el mayor de los cuidados a algo rectangular y bastante grande, se asustaron. A esas alturas, y con todo lo que les había comentado Dobb en una reunión que habían tenido el día anterior, pensaban que aquello sería una bomba o algo así. Pero cuando la vieron sonreír se les pasó todo. La chica era tan hermosa que convencía a cualquiera con su cara de ángel.

-¿Te recuperaste del todo? –peguntó Paul, algo atontado.

-Sí, estoy perfecta.

-De eso no tengo dudas....-murmuró, y George le dio un codazo que lo hizo recuperar la compostura –Eh...¿fuiste a un médico?

-No hizo falta, con descansar se me pasó todo. Es evidente que era stress.

-Ahora tendrás que cuidarte –dijo George.

-Y eso haré.

-¿Se puede saber...qué es eso?

-Ah, es un cuadro.

-¿Un cuadro tuyo? –Paul escrutó rápidamente con la mirada al objeto.

-Sí, para John.

Ambos se miraron de reojo, sorprendidos y extrañados a la vez.

-¿No vino? –preguntó ella.

-Aún no....-respondió George.

-Bien, lo dejaré por aquí, iré con Brian. En un rato volveré.

Ni bien se fue, George y Paul se acercaron y trataron de ver el cuadro, pero el papel se los impidió.

-¿Tú crees que John le haya pedido un cuadro? –dijo George.

-Conociéndolo, no me extrañaría.

-¡Pero es una ase....!

-¡Shh George! ¡Te puede escuchar!

-Uy, está bien. ¿Y si se lo trae de regalo?

-No veo porqué le regalaría un cuadro a él...

-Tú porque quieres toda la atención para ti –rió.

-George....¿Qué pasaría si a Mélisande le pasara algo con John?

-No sé. Salvo que a John también pero....ay no, ¡quiero pensar que no!

Se escucharon unas risas, y enseguida entraron John y Ringo dándose patadas.

-¡Apúrate miope! Mira qué tarde llegamos

-Ya, ya, no me atosigues, narigón. Ey, ¿qué hacen? –dijo a modo de saludo.

-Miramos tu regalo –contestó George.

-¿Mi regalo?

-¿Qué es esta cosa? –Ringo se acercó al cuadro.

-Al parecer es un cuadro. Pero podría ser cualquier cosa.

-Paul, ¿qué es esto?

-Te lo trajo Mélisande.

-¿Mélisande?

-Así dijo.

-John, ¿te pasa algo con ella? –preguntó George.

Se hizo un silencio donde todos lo único que hicieron fue analizar la reacción de John. Él sólo frunció el ceño.

-Joder George, ¿por qué eres tan directo? –se quejó Paul.

-Sólo soy sincero. Esperemos que John también lo sea.

-¿Qué estás diciendo, Harrison? –John comenzó a enojarse -¿Por qué haces esa pregunta?

-Ey John, ¿es verdad eso?

-Otro...Rich, no te unas a ellos.

-¿No vas a contestar? –insistió George.

-¡Pero cómo se les puede ocurrir eso! Es una asesina, está loca, ¿cómo podría pasarme algo con ella? No tengo la mente tan perturbada.

-Espero que sea cierto...

-Claro que lo es George, deja de dudar. Bien, ¿vamos a hacer algo o vamos a estar peleando por idioteces?

-Sí, hagamos algo...-de mala gana, Paul se colgó su bajo.

-Permiso....-Mélisande se asomó –Ah John, llegaste.

-Sí, estoy aquí...-respondió él. Desconcertado, vio como la chica iba hasta ese paquete raro y lo llevaba hacia él.

-Aquí tienes el cuadro que me pediste.

John sintió que tres pares de ojos se clavaban en su espalda como flechas. Pero ver los ojos verdes de la chica y su brillante sonrisa le hizo olvidar todo. Se insultó a sí mismo en una milésima de segundo, antes de contestarle.

-Vaya....lo recordaste....

-Claro, además el otro día insististe demasiado con el dibujo de ustedes. Así que aquí tienes un cuadro para tu sala. Te aclaro que no lo pinté especialmente para ti, tampoco te creas tanto. Lo tenía desde hace mucho.

-Bueno...dime cuánto es....

-¿No vas  a verlo?

-Tienes razón –comenzó a rasgar el papel hasta que se encontró con un hermoso cuadro, lleno de colores, formas, figuras, donde primaba el amarillo.

-Es...precioso. De verdad, me encanta.

-Me alegro –respondió ella con otra sonrisa.

-Dime cuánto te debo.

-Nada.

-¿Cómo que nada?

-Es un obsequio.

Sintió que se le entrecortaba la respiración. ¿Obsequio? ¿Por qué? No sabía cómo tomarlo, si como un halago, o una treta para engañarlo. La chica se explicó enseguida.

-Verás, lo tenía en mi casa, y es tan grande que no entra en ninguna pared. Antes de que se rompa o se manche, prefiero regalarlo, me imagino que tú si tendrás espacio.

-Si, claro...

-Bien, te llevas a mi cuadro favorito. Y además...eres muy amable.

Lo último lo descolocó por completo, no se esperaba tal cosa. Pero trató de parecer tranquilo.

-Bueno....tú también eres amable, y eficiente. Te agradezco mucho.

-De nada. Debo irme, tengo cosas para hacer, los veo después –se fue alegremente, pero sintiéndose muy extraña.

-¡Maldito! ¡Le pediste un cuadro!

-¡Paul, sólo fue en broma!

-No puedo creerlo. Quema eso –dijo George.

-¿Por qué? Es lindo...Reconozcan el arte

-Cuando pinte un cuadro con tu sangre reconoceremos el arte.

-Ringo, estás susceptible.

-Hay motivos, ¿no te parece? Te advierto que con esa chica estás jugando con fuego.

-A ver a ver, tranquilos, cálmense. Es un cuadro, nada más, no me pasa nada con ella.

-Dudo Lennon, dudo. –negó Paul.

-Se los aseguro.

Les sonrió, y se colgó su guitarra. Muy dentro suyo, tan seguro no estaba.



*************

Al salir del trabajo tenía la decisión tomada. Quería "renovarse" y además, despistar. Tantos periódicos que habían pasado por su manos mientras estuvo en reposo le dejaron varias direcciones donde podía conseguir lo que necesitaba. En su agenda las releyó, y eligió ir a la que se encontraba en un suburbio alejado. Seguramente sería un lugar de mala muerte donde no le exigirían ningún requisito.

Tomó un autobús, y pese a que luego bajó  en la parada mas cercana al lugar donde iba, aún tuvo que caminar cinco cuadras. Cuando llegó, se encontró con varios edificios algo derruidos, negros por el humo y tizne de las antiguas fábricas que alguna vez funcionaron allí, y vio muchos niños correteando por todos lados. Buscó con la mirada hasta que, detrás de unos containers de basura, vio un cartelito de un pequeño local. Cruzó la calle y traspasó el umbral de la puerta de vidrio, que con letras rojas tenía pintado "Armería".

Al entrar, vio dos mostradores de vidrio donde se amontonaban todo tipo de armas, viejas y nuevas, comunes y de guerra. Supuso que todas serían robadas, o de contrabando. Al fondo, un aburrido dependiente fumaba detrás de otro mostrador, mientras miraba televisión en un pequeño aparato.

-Hola –saludó ella, secamente,

El tipo la miró de reojo.

-¿Qué buscas chiquilla?

Hizo una mueca al escuchar el "chiquilla".

-Quiero una pistola.

-¿Qué pistola? Hay muchas.

-Una que funcione –lo miró burlonamente. Seguramente ni la mitad de las cosas que había allí  no servían ni de adorno.

-Funcionan todas, chiquilla. ¿Antigua, nueva? ¿Calibre? ¿Cuánto piensas pagar?

-Tengo dólares. Seiscientos.

El tipo la miró, prestándole atención por primera vez. Se puso de pie y apagó el televisor.

-¿De verdad tienes ese dinero?

Mélisande buscó en su bolso y plantó delate de él a seis verdes billetes. El tipo volvió a mirarla, y luego miró hacia afuera, cerciorándose de que nadie anduviera por la vereda. Después se inclinó, abrió un cajón, y sacó una pistola.

-Smith & Wesson 457 calibre 45. –dijo colocándola sobre el mostrador.

La miró, achicando los ojos, después la tomó y la observó con detenimiento.

-¿Trae cargador?

-Claro que sí chiquilla. Es nueva, sin uso.

-Bien, me la llevo.  Deme cartuchos.

El tipo buscó una caja de cartuchos, y después una caja mas grande en la que, con cuidado, acomodó la pistola.

-Mira, tú viste como es este lugar, aquí no damos tantas vueltas como en las armerías legales. Sólo te preguntaré para qué la quieres.

-Quiero suicidarme.

-Bien, como quieras –dijo indiferente, tomando el dinero.

Mélisanse abrió su bolso y metió la caja, quedando algo apretada. Se disponía a irse cuando el tipo le habló.

-Mas vale que no digas a nadie donde compraste eso, no quiero problemas. Sólo le vendo a tipos que conozco, ya sabes...tipos que tampoco quieren líos.

-Quédese tranquilo, no diré nada.

Salió a la calle, ya estaba oscureciendo y caminó con rapidez. Lo que no sabía era que en un coche negro estacionado en la esquina, estaba Dobb.

-Con que comprando armas, ¿eh? Ya te tengo casi en mis manos, señorita Leroux.


****************


Sentada en su cama, observaba todos los detalles de la pistola. La cargó, y apuntó a un rincón. Después bajó el arma, y la observó nuevamente. De algo le había servido que su hermano mayor, que le llevaba diez años y al que hacía mucho tiempo no veía, le hubiera enseñado todo cuanto sabía de armas cuando ella aún iba a la escuela primaria. Él siempre practicaba tiro en un club y había ganado varios torneos. Nunca sospechó que su hermanita era una asesina en potencia cuando le enseñó a disparar.

Guardó le pistola en la caja, y la dejó sobre su mesa de noche. Se iba a poner de pie para ir  a la cocina y comer algo cuando sus ojos se chocaron con uno de los tantos pósters que tenía pegados en su habitación. Suspiró al fijarse en John. Seguía preguntándose qué le pasaba con él, y lo peor era que ya tenía la respuesta. Se había enamorado, como una tonta. Y ella no era tonta. Lo que le pasaba era insólito, increíble, y para ella, era indignante. No podía aceptar semejante cosa, era algo que la rebelaba contra sí misma. Tenía que buscar una solución, y ya no tenía ganas de suicidarse, quería vivir. Para acabar con eso, no le quedaba mas remedio que elegir otra opción.

Tenía que matarlo.



Mieeeeedo amigas, mieeedooo! Bueno, atención al próximo capitulo, es el ÚLTIMO. Pasarán muchas cosas, no se lo pierdan y como siempre, gracias por leer.

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