14. Dar el paso

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El sábado antes de la segunda consulta de Patricia, mi hermano decidió hacer una fiesta.

Nuestros papás adoptivos asistirían a un cumpleaños, y el dejarnos la casa sola era considerado por Chase como la oportunidad perfecta para hacer una reunión sin ninguna supervisión paternal. A ellos no les importaba que hiciéramos fiestas mientras no estaban, solo querían a todo el mundo fuera para cuando llegaran y que al menos hiciéramos un intento de limpiar. 

— ¿No has visto los mensajes del grupo? —preguntó Chase, irrumpiendo en mi cuarto de un portazo—. Ya van a ser las ocho y no te has bañado.

—Claro que me bañé —respondí, señalando el pijama que traía puesto—. Solo que no me vestí para la reunión porque no pienso bajar. No ando de ánimos.

— ¿Tú no andas de ánimos para beber? ¿Estás enferma?

Solté un resoplido, mirándolo con un inquebrantable fastidio.

—Te sorprenderá saber que hay veces que las personas prefieren quedarse acostadas viendo una película en vez de salir.

—No saldrías a ningún lado, estás en tu propia casa —puntualizó. 

—Has entendido a lo que me refiero, Chase.

Mi hermano soltó el aire, quedándose recostado del marco de la puerta. Traía unos pantalones rasgados en las rodillas y una polo blanca que realzaba el azul de sus ojos. No era justo como su piel beige parecía incluso más vívida que la mía, aunque ambos necesitábamos con urgencia una dosis de vitamina D. 

—Todos tus amigos van a venir, idiota.

—¿No querrás decir los tuyos?

Aquello pareció lograr mi cometido principal: hacerlo molestar para que me dejara en paz.

—Melanie y Jonah son tus amigos, al igual que Nathan.

Escuchar el nombre de Nathan me sacó una sonrisa ladina que esperé Chase no notara. Desde hace dos semanas, nos mensajeábamos todos los días. Solíamos vernos algunos días en el instituto durante el almuerzo, pero ambos estábamos inmersos en nuestros propios asuntos, por lo que no habíamos buscado la manera de tener otro tiempo a solas. 

Compartíamos un amor intenso por las series, películas y todo lo relacionado con la cultura popular. Podíamos pasar horas hablando de datos curiosos sobre el cine. Me fascinaba escuchar sus anécdotas acerca de experiencias hollywoodenses, esas eran mis favoritas. Y aunque solo había leído los dos primeros capítulos del libro, él no paraba de compararlo con la película, realzando similitudes y diferencias como si yo tuviera una idea de que a se refería.

No me molestaba su pasión al expresarse, estaba segura que podría escucharlo tanto tiempo como mis oídos me lo permitiesen.

Por otro lado, no mencionábamos nada sobre nosotros, lo cual era algo bueno. Una que otra vez nos lanzábamos algún comentario provocador, pero ambos éramos demasiado reservados como para decirnos algo enteramente sexual. No quería hacerme ilusión que andábamos en algo nada más por casi besarnos. Me gustaban las cosas claras, pero no quería apurar nada.

—Está bien, te dejaré en paz en cuanto a eso —repuso él con derrota, luego de mi extendido silencio—. Pero necesito que me ayudes a buscar algunas cosas. No sé dónde Patricia guarda los vasos plásticos.

— ¿Alguna vez te he dicho el maldito fastidio que eres? 

—Muchas veces.

Me despojé de la sábana que me cubría y bajé tras él. Patricia y Marcus se habían ido apenas hace una hora y ya el lugar era un maldito desastre después que Chase se hiciera de comer. Me sorprendía como podía ensuciar tanto si solo se había hecho un sándwich de carne.

—Pensaba arreglarlo —se excusó, consciente de la mirada que le estaba lanzando.

—Déjalo, lo hago yo. Siempre lavas mal los platos.

Unos nudillos llamaron a la puerta en ese momento, incapacitándolo de poder defender su mala manera de poner jabón en los trastes sucios.

— ¡Mierda! Cuando dije a las ocho, no esperaba que de verdad empezaran a llegar a esa hora —dijo, arrastrando los zapatos y lanzando insultos al aire.

Analicé mis fachas; estaba en un pantalón gris de dormir y un suéter viejo color menta con un pequeño hueco en el hombro. Pensé que cualquiera que llegara tan temprano tenía que ser del grupo, y todos me habían visto en peores condiciones que esa, así que seguí concentrada en el fregadero, ignorando las conocidas voces y risas que se abrían paso en la sala.

Los muchachos aparecieron en la cocina, todos bien vestidos y oliendo a potente perfume de hombre. Sentí que me mareaba con tan buen olor.

— ¿Han dejado suficiente perfume en el frasco o se lo han echado todo? Porque mierda, huelen a comercial de Tommy. 

—Solo falta que nos veamos como el tipo del comercial —rió Mason ante mi comentario. 

No fue difícil notar la falta de Nathan entre los chicos. Sentí una punzada de decepción, pero traté que no se me notara.

Cuando mi mirada se posó en Jonah entremezclado con el grupo, alcé una ceja por la impresión, ya que aún se refería a ellos como "los cabrones esos". Él pareció captar mi mirada acusadora y rodó los ojos. 

— ¿Era una fiesta de pijamas y nadie nos avisó? —inquirió Kieran, evaluándome con aires de burla.

—Si fuera una fiesta de pijamas todos vendríamos desnudos o en bóxer —acotó Mason.

—No quiero verlos a todos desnudos de nuevo. Con una vez que lo haya hecho ya es suficiente —dijo Chase, tomando agua directamente de la jarra—. Las cosas que pasan en las duchas después de los entrenamientos son perturbadoras.

Todos rieron, desperdigando las chucherías y licores que habían comprado sobre la mesa para contabilizarlos. 

Tobias permanecía callado junto a la nevera, mirando su celular con ojos de preocupación. En un momento, levantó la vista en mi dirección e hizo un esfuerzo por sonreír. 

—No invitó a Effie y creo que se han peleado por eso —me comentó Henry, al ver el punto fijo donde se habían posado mis ojos.

—Yo también me molestaría si mi novio no me invita a una fiesta donde vendrán muchos del grado. 

—Algunos simplemente no nacen para estar en una relación.

Henry era muy buena persona, el tipo de chico que ves con ojos de amistad antes que amor. Era algo lindo, con sus marcados rasgos asiáticos y un esbelto cuerpo. Había algo puro e inocente en él que deseaba que nadie rompiera. 

— ¿Por qué no te has arreglado aun? —me preguntó Jonah, después que Henry se alejó para seguir a los demás en dirección al patio. 

Había cambiado desde que nos hicimos amigos. Existía algo más vívido en su apariencia; la forma en que vestía, la seguridad con la que ahora se erguía, la forma en que arreglaba su cabello negro como la tinta. Pero aún conservaba esas pronunciadas y oscuras ojeras como un tatuaje, delatando su desarreglado horario de sueño. 

—No me quedaré mucho rato aquí. Veré una película arriba.

— ¿Tú sola o...?

— ¿O qué?

—Me da risa cuando te haces la inocente.

Me aparté de su lado y puse los puños sobre mi torso a manera de indignación. 

—Por si eres ciego, Nathan no está aquí —dije, señalando al espacio que nos rodeaba—. Lo cual me parece extraño considerando que su hermano sí vino.

—Deberías llamarlo a ver si vendrá. Una casa sin papás no pasa todos los días. Además, tu hermano estará pendiente de otras cosas. —Su tono era maligno e incitador, despertando unos profundos pensamientos que hace mucho no tenía. 

La idea sonaba demasiado tentadora y buena para ser cierta.

—Deberías escuchar a Ray. —Kieran había aparecido repentinamente ante nosotros, con su largo y sedoso cabello atado en una cola.

— ¿Ahora escuchas conversaciones ajenas? No pensé que pudieras ser más pesado —repuse con fastidio. 

—Nathan no quería venir porque tú no lo invitaste. Se enteró por un mensaje del grupo que tenemos los muchachos.

Jonah nos miraba entrecerrando los ojos, consciente de su ignorancia sobre algún tema oculto dentro de la conversación. 

—Pues él no me ha escrito nada tampoco —respondí, tratando de evadir el tema.

Mi interior estaba totalmente en desacuerdo con la odiosa y negativa actitud que estaba exteriorizando.

—Una mujer feminista le escribiría primero sin importar qué —terció Jonah, dándome un codazo—. Que no te dé miedo tomar el primer paso.

Estos chicos querían forzar la idea a como diera lugar, y yo por mi parte, estaba comenzando a aceptarla. No podía ocultar que me encontraba deseosa también.

—Pueden tratar de terminar lo que empezaron la otra vez —sugirió Kieran, lanzándome una mirada desvergonzada.

— ¿Qué vez? —Jonah se mostró confuso, abriendo sus ojos verdes de par en par.

Ignoré a mi amigo al tiempo que subía escaleras arriba para buscar mi teléfono y comenzar a redactar un mensaje. 

Me encontraba en la sala esperando a que Nathan llegara, hojeando mi teléfono con nerviosismo sin ver nada en realidad. Las personas rodeaban la entrada de nuestra casa, riendo y conversando, para así llegar hasta la parte trasera donde sería la reunión.

Llamaron a la puerta y sentí que se me aceleraba el corazón en cuanto me dirigí a abrirla. Él se encontraba en medio del umbral, luciendo una bonita chaqueta de jean color gris y una camisa que contenía una frase que podía apostar era de Harry Potter. Eso casi me sacó una risa a modo de burla.

Se le formó una sonrisa al verme y se inclinó para besarme la mejilla con delicadeza.

—Encontrar donde estacionarme fue un gran problema —dijo, cerrando la puerta tras de él—. Dejé el carro frente a una casa donde unos perros casi me muerden.

—Eso sin duda hubiera arruinado la noche. 

Él me miró extrañado, entrecerrando los ojos. 

— ¿Vas a salir así?

— ¿Salir?

—A la fiesta —respondió, rascando su corta y fina capa de cabello—. Le dije a Kieran que vendría después que terminara de reunirme. Estaba haciendo un proyecto con una compañera.

— ¿Entonces ibas a venir aunque yo no te invitara? —pregunté con la voz apagada, sintiendo que me invadía la vergüenza. 

Lucía confundido, incapaz de poder seguir el hilo de mis pensamientos.

—Emm... sí —dijo finalmente—. Pero cuando me enviaste el mensaje aumentaron mis ganas de venir a verte. —Esbozó una tierna sonrisa, tratando de aligerar el ambiente.

—Entiendo.

—No te ves muy animada. —Me rozó el dorso de la mano con sus fríos dedos—. ¿Qué te pasa? No leo mentes, Blaze. No sé qué estás pensando a menos que me lo digas.

Me armé de valor, recordando las palabras de Jonah. Toma el paso. Lo máximo que podía pasar era que me rechazara, lo cual dolería a montones, pero viviría con ello igual que con el resto de mis desgracias.

— ¿Y si vemos una película? 

— ¿Ahora?

Estar solos implicaba muchas cosas. Esperé no haber sido demasiado directa.

—Ahora.

A Nathan se le iluminó el rostro, como si hubiera estado esperando esas palabras desde su llegada. 

— ¿Cuál tienes para ver?

—Memento. Es una de...

—Christopher Nolan —atajó, sonriente. La luminosidad que destilaba era casi palpable—. Me encanta, es una de mis favoritas. No me importa volver a verla.

—Puedes subir mientras hago las cotufas. Ya sabes cuál es mi cuarto.

Me acomodé con la velocidad de un rayo en el baño de abajo. Hice como pude un moño con mi cabello, lavé mis dientes y humecté mis labios con un brillo casi seco que había encontrado en los cajones. Aún tenía la piel pálida, sin ninguna gota de polvo o rubor, pero dudaba que eso le importara a él.

Al salir, me encontré con Melanie sentada en una silla giratoria de la cocina, cargando su teléfono. Se veía sorprendida en cuanto me dirigí a ella.

—Chase me dijo que no ibas a bajar e insistió en que te dejara sola. Hubiera ido a verte en lo que llegué —dijo, besándome la mejilla a forma de saludo.

—Le dije que no me sentía muy bien.

En parte era cierto. Ese día me había sentido extraña, con una sensación en el pecho parecida a una brecha. Pero por alguna razón, cuando vi a Nathan todo el rastro de ese sentimiento se minimizó. Aunque aquello seguía taladrándome el subconsciente, él era capaz de aminorarlo un rato con su presencia.

—¿Segura que está todo bien? —insistió, enrollando un mechón de cabello que se me había escapado del moño. 

La luz artificial de un color violeta pálido se colaba hacia adentro procedente del patio. Podía escuchar la música como un silbido distante.

—No tengo ánimos de una fiesta. Le dije a Chase que no esperara verme aquí en todo el rato.

— ¿Es por lo del bebé? Tu hermano me dijo que Patricia irá el lunes a consulta.

—No, claro que no —dije, esforzándome por mostrarme serena.

Melanie me conocía muy bien, de una manera que me hacía sentir especial, pero justo en ese momento, odié que pudiera conocer mis pensamientos por medio de mis actitudes y movimientos.

Si ella me creyó, no lo dijo, pero tampoco refutó nuevamente. Y me alegró que no lo hiciera. No quería hablar del tema. Al menos no esa noche.

Fui hasta la repisa para coger dos vasos y noté una sombra pasar frente a la ventana. Me incliné para ver más de cerca, pero ya se había perdido en dirección al garaje. Alcé la vista para encontrar que Melanie se había metido al baño en el tiempo que estuve jugando al detective.

Dudosa, abrí la puerta y salí al garaje. Una vez afuera, la música me retumbó más claramente en los oídos, al igual que el olor a vodka y cigarro. A excepción del Honda y el Cruze, en el garaje no había nada, así que seguí bajando en dirección a la calle. 

La luz era débil, proveniente de unos faroles oxidados a unas cuadras de distancia. A ambos lados de la calle solo había casas iguales a la nuestra, pintadas de beige oscuro con grandes ventanales en ambos pisos y una puerta principal doble de madera. 

Cuando giré a la derecha, vi a Chase en medio de la oscura calle. Llevaba el teléfono contra su oreja, murmurando entre dientes. Al notar mi presencia, sus ojos se iluminaron con pánico. Habló demasiado rápido, incapacitándome de captar sus palabras y colgó. 

— ¿Hace frío, no? —Su voz tan calmada me perturbó un poco. Olía a menta y cerveza. 

— ¿Con quién hablabas?

—Con mamá, me ha dicho que piensan venir a la una. Así que tenemos que sacar a todos de aquí antes de esa hora.

—Ajá.

Sabía que mentía, pero no quise presionarlo, al igual que Mel no había querido presionarme a mí. Caminamos en silencio hasta volver a la casa, con la luna plateada sobre nosotros, imponente y brillante como una moneda. Justo antes de seguir su curso hacia el patio, me tomó la mano.

—Estaremos bien, créeme. Nada va a cambiar. —Y antes que pudiera decir algo, se perdió entre el oscuridad del pasillo.

Algo me decía que ese mensaje no era solo para tranquilizarme a mí, sino también a él, pero no estaba muy segura sobre qué específicamente. 

Chase había estado tan feliz con la noticia del bebé, que no podía cavilar la posibilidad que ahora se sintiera amenazado e inseguro al igual que yo. Pensé en la presión que tenía entre los exámenes y las prácticas para el primer partido, pero por más que le diera vueltas en mi cabeza, no lograba imaginar que era lo que lo tenía tan nervioso.

—Pensé que había alguien afuera —dije, cuando entré y vi a Melanie chequeando su celular.

No sabía porque le mentía, pero no quería que preguntara cosas sobre mi hermano que no estaba en capacidad de responder.

Me dirigí a la nevera para tomar dos refrescos. Ella me miró con interés; sabía que no lo había servido para ella, lo detestaba. Le devolví la mirada, tratando de disimular mi creciente vergüenza, pero algo me dijo que me había puesto roja, delatándome por completo. 

— ¡Ah ya entiendo, es que estás con alguien! —exclamó, dando saltitos como una niña pequeña y fastidiosa. 

Solté una tonta risita, cubriendo mis ojos por la pena. 

—Solo ha subido a ver una película conmigo. No es nada serio. 

— ¿Es Jonah? Los he visto más... unidos.

— ¿Qué? —pregunté, descolocada. Se me secó la boca en cuestión de segundos—. Jonah es... nosotros no... Bueno, algo sí pasó. Pero no volverá a pasar porque quedamos mejor como amigos —dije finalmente entre palabras atropelladas.

Melanie me miraba aún más confundida que antes. No le había contado lo que pasó con Jonah después de la fiesta, y aunque ella suponía que Nathan me llamaba la atención, tampoco le dije que nos casi besamos después de la cena en mi casa. 

Era como si nos hubiéramos mantenido distanciadas todo este tiempo. Estábamos siempre en compañía de la otra, pero sin habernos abierto de mente en un tiempo considerable. No sabía que nos estaba ocurriendo. Tal vez nuestros propios problemas amorosos nos habían mantenido demasiado ocupadas. 

—Es Nathan —respondí de manera apresurada. Me sudaban las manos y tenía la garganta seca—. Lo invité a subir ya que no quería estar aquí abajo. 

Melanie lucía decepcionada. Parpadeaba varias veces para enfocar bien la vista, tal vez aún imaginando que esta escena no era real. 

—No me habías dicho nada de todo esto, Blaze. 

—Bueno, para ser justas, me enteré que volviste con mi hermano porque de un día para otro ya estaban agarraditos de manos otra vez.

Melanie se echó hacia atrás, como si le hubiera dirigido un golpe directo a su cara. 

—Nunca me preguntaste nada. Has estado absorta en tus cosas y yo no he querido tirarte más mierda para que analices.

— ¡Tus problemas no son una mierda para mí, Melanie! —grité, abriendo los ojos con una desquiciada expresividad—. Sabes que no me gusta hostigar a nadie con preguntas. Si quieres contarme, pues bienvenida seas. No quería molestarte haciendo hablar sobre algo que a lo mejor no querrías decirme.

Se rió con sequedad, incapaz de creerse mis palabras. 

—Ese es el problema, que si no te interesas por mí, siento que no te importo en lo absoluto. No eres una molestia, jamás pienses eso.

—Lo mismo te digo yo a ti.

Con ojos escépticos, cogió su teléfono y se dirigió a la puerta. Me quedé mirándola con una rabia contenida, debatiendo en si debía decir algo más, pero antes de salir, se giró sobre los talones y me lanzó algo que apenas pude coger en el aire. Era un condón. 

Su rostro había cambiado por completo. Ahora esbozaba una risa burlona, dejándome mucho más tranquila. 

—Mejor estar preparada. ¡Ya en los hombres no se puede confiar! —Y salió aun sonriendo de la cocina, con los mechones de colores ondeándole sobre la espalda.

Parecíamos hombres algunas veces, gritándonos en un instante y al segundo riendo como tontas. Agradecía que así fuéramos nosotras. De igual forma, aún nos debíamos una larga conversación. 

Me guardé el condón en el bolsillo al tiempo que subía las escaleras, sin ninguna intención de usarlo aquella noche. 

*

Anexo foto de Kieran Hoffman

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