5. Decisión acertada

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La siguiente media hora fue menos incómoda de lo que esperaba. No tuve que lidiar con alguna ridícula pelea varonil, aunque el sentimiento de tensión seguía punzante y perceptible en el ambiente, como si una cúpula invisible nos hubiera encerrado en un minúsculo espacio donde el aire se volvía cada vez más escaso. 

La conversación parecía fluir con torpeza, como un vídeo que se detenía cada dos minutos por una mala conexión a internet. 

—Solo queda una semana de libertad. Como odio el instituto —estaba diciendo Mason en ese instante—. Aunque pensándolo bien, siempre hacemos más fiestas durante las clases.

—A veces me preguntó cómo logras pasar de año, nunca vas a clases y también repruebas todos los exámenes —le dijo Jenna, irónica. 

—Soy una mente súper dotada.

Henry se atragantó con su trago de cerveza entre risas sutiles y negadas de cabeza. 

—Qué raro, y yo que creía que solo eras un vago que estudiaba una semana antes para las recuperaciones —terció su amigo. 

Fue imposible no atraer una risa general, la cual seguidamente, se extinguió con la misma rapidez que lo hace fuego ante su contacto con el agua.

—Me preocupa el equipo este año —comentó Chase de repente. Era uno de los pocos comentarios que había soltado desde la llegada de Jonah—. Muchos de los que jugaban como principales se graduaron, y los que quedan no son precisamente los sucesores de Kobe Bryant.

—Ya encontraremos nuevos chicos que sean buenos —dijo Henry, dirigiéndole una rápida ojeada a Jonah.

El ojiverde pareció ignorar aquel gesto, manteniendo su atención en el rostro de Jenna, el cual estaba enmarcado por cortos mechones disparejos a la altura de su barbilla.

—Te dejo a ti la tarea de hacer las pruebas, entonces. El entrenador se pone más insoportable de lo usual.

—Nadie dijo que ser el capitán del equipo fuera fácil. Húndete solo en ese barco, Luthor —farfulló Tobias, dándole un golpe juguetón.

— ¡Chicos! —llamó una voz proveniente del garaje. Patricia se dirigía hasta nosotros, digna y segura con sus zapatos altos de tacón para estar en su propia casa. Un adormilado Marcus, que ya llevaba su camisa para dormir de Star Trek, le seguía los pasos, con el sumo cuidado de no dejar caer los pasteles que llevaba entre los brazos—. Su papá está cansado. No les importa que cantemos ya el cumpleaños, ¿cierto?

—Claro que no, mamá —respondió Chase.

Traté de evitar que Paty captara el vaso lleno de colillas que le había dado a Jonah, pero para mi grata sorpresa, este se adelantó y lo sostuvo tras la espalda. La mujer estaba recorriendo el lugar toda ajetreada, acomodando los platos y servilletas de color hueso, para luego detenerse en seco y posar sus ojos en mi amigo con intriga.

— ¿Y este quién es? 

—Jonah, esta es Patricia —dije, poniéndome entre ambos. 

Se estrecharon la mano, con mi mamá adoptiva incapaz de contener una complacida sonrisa. No quería ni imaginar que estaba pensando. 

—No sabía que tenías otros amigos, nunca habías traído a nadie. 

No pude evitar poner mala cara. No me consideraba mala socializando con otros fuera de nuestro grupo, es que simplemente no me nacía hacerlo. Punto. 

— ¿No te hemos visto en alguna parte? —inquirió Marcus con expresión pensativa, luego de estrecharle la mano a Jonah. 

Mi sexto sentido me aseguraba que podía reconocerlo del accidente con Chase. Excelente, él siempre olvidaba donde estaba parado, pero este detalle no lo podía pasar por alto. 

—Sí, yo...

—Él jugaba en el equipo con Chase, pero se lesionó y tuvo que dejarlo el año pasado —mentí, interrumpiéndolo de forma atropellada. 

—Ah, eso debe ser —respondió Marcus, perdiendo repentinamente el interés en seguir la conversación. 

—Un placer, Jonah. Ojalá te veamos más seguido por aquí, ya sé que a Blaze le haría bien —se despidió Paty, con ojos destellantes y una risita pícara de "mamá cool". 

La vi marcharse con los ojos entrecerrados, esperando que no mencionara nada de esto al día siguiente. Su curiosidad no conocía límites. 

— ¿Qué fue eso? —me preguntó él, claramente confundido por mi mentira. 

—Improvisación. ¿Qué coño les ibas a decir? "Sí , señor, yo fui el que golpeó a su hijo hace dos años". —Imité una voz gruesa para asemejar su forma de hablar y Jonah negó la cabeza con desaprobación. 

Me deslicé junto a Chase después que encendieron las velas y comenzaron a entonar la típica canción del feliz cumpleaños. 

En aquellos momentos, cuando debía agradecer por el grupo de personas que me quería ahí frente a mí, lo único que podía pensar, era en el miedo que sentía de que aquello fuera un sueño demasiado largo del que nunca había podido despertar.

No dejaba de pensar en cómo sería mi vida si no nos hubieran adoptado, si aún fuéramos parte del sistema; un par de niños rezagados a vivir en casas de acogida por algunos años hasta cumplir los dieciocho, para luego tener que valerse por si solos en aquel despiadado mundo, sin ningún verdadero apoyo más que la compañía del otro. 

Sabía que estaba mal tener esos pensamientos lúgubres. Estos no hacían más que llenarme la cabeza de ideas dolorosas, con escenarios tétricos llenos de traumas infantiles.

Amaba a mi hermano, al igual que a nuestros padres adoptivos, pero estaba segura que algo en mí no funcionaba bien, como un engranaje roto que no permitía el correcto movimiento de una máquina. 

No paraba de alejar a la gente que quería por miedo a perderlos, a que se deslizaran sobre mis dedos como si fueran polvo y cenizas.

Era irónico de algún modo, como la única manera de protegerte a ti misma de no sufrir, era haciendo sufrir a los demás.

Luego de algunos minutos, después que mis padres se marcharon y terminamos los pedazos de pastel, todos nos quedamos parados en círculo, con un familiar silencio que parecía expandirse como la bruma con el pasar de los minutos. 

Melanie me tomó la mano, apretándola con fuerza para que me volviera en su dirección. Su rostro era como un lienzo lleno de colores vivos que contrastaban perfectamente, realzando el ámbar de sus ojos y la aureola de cabellos rubios. Donde ella era toda luz, yo era oscuridad; la actitud, los ojos, el cabello, hasta el maquillaje.

—Creo —comenzó a decir Mason, sacando la caja de su bolsillo—, que ha llegado el esperado momento de la noche donde vamos a necesitar esto.

Si alguien había estado en contra, no lo dijo. Mi hermano resopló, dejándose llevar como la corriente fría de un río ante la idea. Ya el espacio se había impregnado de su característico olor a monte quemado y volutas de humo adornaban el aire, disolviéndose en este con lentitud. Quise estornudar, pero me abstuve. 

Mason le ofreció a Chase el porro, dándole el honor de ser el primero a tal vez la peor idea que estábamos teniendo.

Ya me había drogado un par de veces, pero nunca frente a tanta gente. La idea de cometer o decir alguna estupidez me hizo estremecer. 

Chase dio una calada demasiado larga para ser su primera vez. Contuve el aliento mientras se ahogaba, pero se recuperó rápidamente cuando Mason palmeó su espalda con fuerza, dejando escapar la última voluta de humo. 

— ¡Dios! —exclamó, conteniendo la tos seca—. ¿Quién sigue? Solo advierto que esta es la primera vez que fumo, e incluso yo puedo notar que esta mierda está bien fuerte.

Era extraña aquella sensación de no notar el correr del tiempo, sin estar realmente segura cuanto había pasado en realidad. Podría jurar que estuvimos hablando y riendo por horas, mirando a la nada como ella si tuviera las respuestas del universo, o a nuestras manos como si fueran obras de arte. 

Me gustaba la manera como veía todo moverse en cámara lenta. Podía ser consciente de los movimientos con más detenimiento, apreciando cada uno de los gestos y expresiones. Me parecía fascinante la forma en que el pecho subía y bajaba automáticamente cuando respirábamos. Era algo que debíamos notar con regularidad, pues era lo que nos confirmaba nuestro estatus de seguir con vida. 

—Yo nunca he orinado en la ducha.

—Hombre, eso es asqueroso. Luego te huele mal el baño.

No estaba segura quien había hablado, pero llevé el vaso de cerveza a mi boca. No debía beber si quería mejorar mi sobriedad, pero la sed y el hambre me estaban matando. Mi estómago parecía ser un basurero sin fondo; por más chucherías que ingería, no lograba saciarme por completo. 

El efecto de la marihuana tardó unos diez minutos en aparecer. Solo bastó ese tiempo para que fuera consciente de mi propia voz retumbándome en los oídos con eco, y que mi corazón comenzara a acelerarse como si hubiera corrido diez kilómetros, amenazando con salirse fuera de mi pecho y dejarme sin sus preciados latidos.

—Yo nunca me he besado con alguien de este círculo —dijo Jonah. Sus ojos estaban ligeramente rojos, ya ni siquiera parecía estar drogado. Me pregunté si solo fingía para que la conversación siguiera fluyendo de manera natural. No pudo evitar soltar un silbido cuando todos tomamos un trago—. ¿Es en serio? Imagino que cuando están aburridos hacen orgías entre ustedes.

—La verdad es que no, pero si hemos jugado verdad o reto lo suficiente para haber intercambiado saliva entre todos. Incluso una vez besé a Chase —dijo Henry, guiñándole un ojo con picardía a mi hermano. 

Todos rieron estrepitosamente. Un claro efecto de la marihuana. 

 —Me toca, yo nunca he roto la pantalla de mi celular —pronuncié con lentitud. 

Me sentía en parte apagada, como si hasta pestañear requiriera un gran esfuerzo, por lo que mis risas casi parecían ser sollozos. Esperaba que nadie se preocupara por mí, aunque todos parecían estar muy ocupados haciendo el ridículo sin darse cuenta. 

— ¡No mientas! —chilló Melanie, golpeándome con demasiada fuerza la pierna—. ¡Una vez se te cayó el teléfono en el baño! 

—Esa fuiste tú. 

—Oh, es verdad. 

Ella lanzó una risita nerviosa y volvió a enterrarse en mi hombro. Chase suspiró, claramente decepcionado de tal escena. 

—Que estupidez. Falta que ahora digan "yo nunca he reprobado un examen" —farfulló Tobias de manera cansina.

—No todo lo que digamos tiene que ser sexual —repuse. 

—Pensé que ese era el objetivo de este juego. 

Por un momento, temí que dijera algún comentario del que se arrepintiera luego. Este se limitó a apartar la mirada con una sonrisa ladeada cruzándole el rostro. No quería imaginar que estaba pensando. 

—Yo nunca he tenido sexo —dijo Jenna en un susurro cuando le tocó su turno. 

La chica se recostaba del hombro de Mason como si fuera lo único que le evitara dejarse caer contra el suelo. Había asegurado que le daría un infarto debido a los desbocados latidos del corazón en cuanto fumó su segunda calada. Tomó varios minutos relajarla hasta indicarle que aquello era normal. 

Lo único que podía pensar, era que no quería algún cadáver en mi patio. Eso maldeciría mi casa, además que mis papás me matarían. 

En lo que Melanie notó que alzaba mi vaso para tomar un trago, emitió un ruidito ahogado parecido a un animal siendo torturado. Chase se atragantó con el líquido de su vaso, mirándome con unos ojos azules tan relucientes como dos canicas. O tal vez así lo percibía yo. 

—Yo nunca he golpeado a alguien hasta romperle la nariz —declaró Melanie rápidamente, antes que Chase pudiera siquiera terminar de procesar todo aquello. 

—Eso estuvo bastante específico —dijo Jonah, lanzándole una mirada fría—. Este es el momento donde me disculpo, ¿no, Luthor?

Chase parpadeó, confundido, levantando la cabeza en dirección a mi amigo pelinegro. 

—Si quieres. Ya te disculpaste hace dos años, pero no me pareció muy sincero en ese entonces —respondió mi hermano, aún algo turbio. 

— ¿Y vas a dejarlo por fin si lo hago?

— ¿Dejar qué? 

—De odiarme.

Todos los pares de ojos estaban puestos en esos dos, que hace algunas horas iban a batirse en un duelo y ahora hablaban calmadamente, declarando en voz alta su odio mutuo. La tranquilidad de sus palabras, te hacía pensar que debatían sobre su sabor favorito de helado.  

—Mi mamá dice que tanto rencor no le hace bien al alma. 

Alcé la vista para admirar el cielo, uno tan oscuro que podía engullirnos como un agujero negro.

—Entonces, lo siento. Si te hace sentir mejor, mi vida se fue un poco en picada desde ese momento.

Recordé todo lo que Jonah me había contado esa misma tarde. Podía jurar que habían pasado años desde ese momento.  

—Sí me hace sentir mejor —admitió Chase sin ningún dejo de culpabilidad—. Supongo que tengo que dejar de odiarte si vas a andar con mi hermana. 

—Solo somos amigos.

Todos hicieron sonidos molestos que indicaban que no nos creían en lo absoluto. En otra situación, me hubiera molestado, pero estaba demasiado desganada para protestar. 

— ¡Sí claro! Y yo odio a los Chicago Bulls. Cuéntame otro chiste, Ray —exclamó mi hermano, alzando los brazos al cielo—. Vamos a fingir que te creo, pero solo por si no quedó claro, no lo hago.

Melanie se levantó de su asiento para depositarse sobre su regazo, donde ahora se besaban sin reparar la existencia de la gente a su alrededor. Sentí una punzada de celos al verlos, no porque fueran mi hermano y mi mejor amiga, sino porque hasta ese momento, no me había puesto a pensar en lo que sola que me sentía.

Jonah me golpeó para que dejara de mirar aquella escena indecorosa, y en lo que volteé para decirle algo, me quedé pensando en que pasaría si aquellos fuéramos nosotros dos. No estaba segura si esos pensamientos surgían por la droga, porque me sentía desesperada por afecto, o porque en realidad él me interesaba de ese modo. 

Quizás fuera una combinación de los tres.

Alrededor de las dos de la mañana, Henry declaró que era hora de irse, tomando a una dormida Jenna entre sus brazos. 

Jonah se despidió de Chase estrechándole la mano, el cual vaciló unos segundos antes de establecer su primer contacto. Algo era mejor que nada.

—Espero que no te lleves un mal concepto de nosotros —le dije a Jonah, arrastrando las palabras.

Aun me sentía mareada y me costaba mantener los ojos abiertos. Pensaba que si me dejaba caer contra el frío suelo de la entrada, igual dormiría de maravilla. Él se veía difuminado contra la oscura calle, destacando por su chaqueta roja de algodón. 

—Nunca tuve un buen concepto, pero fue mejor de lo que esperaba. Creo que tu hermano ya me tolera. 

Me quedé mirándolo algunos segundos, no tenía nada destacable además del color de sus ojos. Un par de lunares adornaban su sien, formando una transversal con uno de sus extremos curveados, al igual que un bastón. Era normal ser pálido en una ciudad como esta, donde existían aproximadamente setenta y un días soleados al año, pero él tenía incluso un aspecto enfermizo. 

Ante mí prologando silencio, habló de nuevo. 

— ¿Me escuchaste? ¿Está todo bien, Blaze?

—Sí, sí... es que me siento... cansada. Estoy un poco ida —dije entre risas apagadas.

—Claro, no pensé que te fuera a durar tanto el efecto. Será mejor que duermas.

Emprendió su marcha en dirección a la acera, pero cuando grité su nombre con fuerza, se volvió alarmado.

—Es de mala educación no despedirse —grité, aunque solo estaba a pocos pasos de mí y me escuchaba a la perfección. 

—Adiós, Blaze.

—Hasta mañana —me despedí en voz baja, sin reparar que mañana era sábado y no le vería.

Me introduje de nuevo en la sala y Chase me miró entrecerrando los ojos.

—No deberías verte tan horrible. ¿Qué te pasó? 

—No sabía que uno de los efectos secundarios de la droga era hacerme ver bonita. Tal vez la use con más frecuencia entonces.

Hizo un ademán para que tomara asiento a su lado. Guardé silencio unos segundos, tratando de comportarme lo suficientemente seria como para mantener una conversación. Tenía una extraña sensación extracórporea, como si me encontrara en la otra esquina de la sala, observándome a mí misma desde la semipenumbra. 

—Creo que tienes algo que decirme —expresó con calma. Tenía un repentino nudo en la garganta, el cual seguramente explotaría si conseguía abrirme paso para poder decir algo—. No quiero que peleemos. Solo creo que debiste contarme lo de Ray antes de que estuviera aquí.

— ¿Y eso habría evitado que te molestaras conmigo?

Él pareció meditar la respuesta en realidad. 

—La verdad es que no, pero pudimos haber hablado de eso con más tiempo y calma.

—Es que eres una persona tan razonable. —En cualquier otro momento, eso pudo ser la gota que derramara el vaso, pero él se limitó a poner los ojos en blanco. Trataba de controlarse lo suficiente, pues sabía que ambos con mal carácter solo podíamos llegar a herirnos el uno al otro—. Perdón, no quise decir eso. No quería hacerte molestar, ni menos arruinar la noche apropósito.

—Lo sé, solo lo dije porque estaba molesto. No me voy a meter en tu vida, ya sabes que nunca lo he hecho. Solo cumplo con decirte que no me gusta, pero ya sé cómo eres y te meterás mi opinión por el... —Dejó la frase sin terminar y yo pude hacerme la idea. 

Esbocé una sonrisa ladina que él no pudo ver. Deposité mi cabeza sobre su hombro, repentinamente sedienta de algún contacto. Si había algo que me aterraba, era decepcionarlo.

—Podemos pelear siempre, pero nunca estar molestos por mucho tiempo.

— ¿Recuerdas la otra frase que estaba a punto de leer cuando te llamó Ray? —preguntó y yo asentí—. "Ojalá hubiera una forma de saber que estás viviendo los mejores momentos de tu vida antes de perderlos." 

—Sé que amas The Office.

Él negó con la cabeza, dándome a entender que no era eso de lo que quería hablar. Se puso en pie, dejándome repentinamente desorientada por su ausencia.

—Tú y yo conocemos la pérdida. No la recordamos con claridad pero la hemos vivido.

—Chase, no tienes que... —comencé, pero mi voz se quebró a mitad de la frase.

—Quiero pensar que los mejores momentos que tenemos son ahora. No sabemos cuánto tiempo tendremos juntos, así que pienso aprovechar cada instante contigo, y no dejaré que una estupidez arruine eso.

Chase era tan abierto con sus emociones. Pensaba que si podía mirarlo todo a través de su perspectiva, algún día podría decir cosas como aquella. Articular todos mis pensamientos y afecciones con memorables frases, o poder plasmarlas en un trozo de papel donde estas quedarían grabadas como prueba irrefutable.

Había tanto que quería decirle en ese instante, pero cada vez que trataba de expresarme, era como si una fuerza invisible me sujetara del cuello, dejándome sin oxígeno hasta que todo lo que pensaba se desintegraba en la nada. 

Era desesperante aquella situación. Aquel interminable nudo que no hacía más que alagarse y enredarse de una forma más complicada. 

—Te equivocaste hoy en la mañana, cuando me dijiste que no sentía envidia de ti. Lo hago —murmuré muy bajo, sorprendida ante mi capacidad de poder articular las palabras.

— ¿Por qué? —preguntó, atónito.

—No quieres desperdiciar nuestro tiempo juntos, mientras que yo he hecho todo lo contrario. Dejé de hablarte por meses cuando pasó lo de Melanie, cerrándome emocionalmente ante todos con la maldita excusa de que así soy. No puedo ser como tú y a veces me odio por eso. Pido que me entiendas y hagas cosas por mí, pero yo nunca hago nada por ti.

En cuanto dije aquello, sentí que me quitaba seis kilos de encima. Pocas veces me expresaba de esa manera. Me pregunté si mi repentino arrebato de sinceridad fue porque estaba drogada, lo cual parecía la respuesta más lógica.

—No digas eso. Somos diferentes, es todo. No digo que esté bien o mal como actúes, es tu personalidad. Yo no puedo cambiarte, Blaze. Te quiero por cómo eres, con tu actitud de mierda y todo eso.

Aquello último apenas me sacó una risa ahogada. 

— ¿No te gustaría que fuera diferente? —susurré, temiendo su respuesta.

Juraría que pude verle sonreír con tristeza.

—Siendo honesto, sí me gustaría, pero no es mi decisión y lo que quieras hacer para mí está bien. ¿Lo entiendes?

—Lo entiendo.

—Buenas noches, Blaze. 

Y antes que pudiera replicar, se marchó apresuradamente, dejándome consumida por la oscuridad y el silencio.

En ese momento me sentí pequeña y vacía. Chase no era como yo, lleno de dudas y sobrepensamientos, los cuales no hacían más que envenenarme la mente, impidiéndome disfrutar de las pequeñas cosas que tenía aquí y ahora.

Mi hermano trataba de salir adelante, agradecido cada día por la vida que llevábamos. Entregaba su afecto con confianza, sin enfocarse en las viejas heridas del pasado o en las consecuencias del futuro. Él apreciaba su presente.

No me había dado cuenta que estaba llorando hasta que sentí el sabor salobre en la boca, cargado de emociones que contenía hace diecisiete años y me preguntaba si las mantendría por toda la vida.

Cerré los ojos unos segundos, esperando no La siguiente media hora fue menos incómoda de lo que esperaba. No tuve que lidiar con alguna ridícula pelea varonil, aunque el sentimiento de tensión seguía punzante y perceptible en el ambiente, como si una cúpula invisible nos hubiera encerrado en un minúsculo espacio donde el aire se volvía cada vez más escaso.

La conversación parecía fluir con torpeza, como un vídeo que se detenía cada dos minutos por una mala conexión a internet.

—Solo queda una semana de libertad. Como odio el instituto —estaba diciendo Mason en ese instante—. Aunque pensándolo bien, siempre hacemos más fiestas durante las clases.

—A veces me preguntó cómo logras pasar de año, nunca vas a clases y también repruebas todos los exámenes —le dijo Jenna, irónica.

—Soy una mente súper dotada.

Henry se atragantó con su trago de cerveza entre risas sutiles y negadas de cabeza.

—Qué raro, y yo que creía que solo eras un vago que estudiaba una semana antes para las recuperaciones —terció su amigo.

Fue imposible no atraer una risa general, la cual seguidamente, se extinguió con la misma rapidez que lo hace fuego ante su contacto con el agua.

—Me preocupa el equipo este año —comentó Chase de repente. Era uno de los pocos comentarios que había soltado desde la llegada de Jonah—. Muchos de los que jugaban como principales se graduaron, y los que quedan no son precisamente los sucesores de Kobe Bryant.

—Ya encontraremos nuevos chicos que sean buenos —dijo Henry, dirigiéndole una rápida ojeada a Jonah.

El ojiverde pareció ignorar aquel gesto, manteniendo su atención en el rostro de Jenna, el cual estaba enmarcado por cortos mechones disparejos a la altura de su barbilla.

—Te dejo a ti la tarea de hacer las pruebas, entonces. El entrenador se pone más insoportable de lo usual.

—Nadie dijo que ser el capitán del equipo fuera fácil. Húndete solo en ese barco, Luthor —farfulló Tobias, dándole un golpe juguetón.

— ¡Chicos! —llamó una voz proveniente del garaje. Patricia se dirigía hasta nosotros, digna y segura con sus zapatos altos de tacón para estar en su propia casa. Un adormilado Marcus, que ya llevaba su camisa para dormir de Star Trek, le seguía los pasos, con el sumo cuidado de no dejar caer los pasteles que llevaba entre los brazos—. Su papá está cansado. No les importa que cantemos ya el cumpleaños, ¿cierto?

—Claro que no, mamá —respondió Chase.

Traté de evitar que Paty captara el vaso lleno de colillas que le había dado a Jonah, pero para mi grata sorpresa, este se adelantó y lo sostuvo tras la espalda. La mujer estaba recorriendo el lugar toda ajetreada, acomodando los platos y servilletas de color hueso, para luego detenerse en seco y posar sus ojos en mi amigo con intriga.

— ¿Y este quién es?

—Jonah, esta es Patricia —dije, poniéndome entre ambos.

Se estrecharon la mano, con mi mamá adoptiva incapaz de contener una complacida sonrisa. No quería ni imaginar que estaba pensando.

—No sabía que tenías otros amigos, nunca habías traído a nadie.

No pude evitar poner mala cara. No me consideraba mala socializando con otros fuera de nuestro grupo, es que simplemente no me nacía hacerlo. Punto.

— ¿No te hemos visto en alguna parte? —inquirió Marcus con expresión pensativa, luego de estrecharle la mano a Jonah.

Mi sexto sentido me aseguraba que podía reconocerlo del accidente con Chase. Excelente, él siempre olvidaba donde estaba parado, pero este detalle no lo podía pasar por alto.

—Sí, yo...

—Él jugaba en el equipo con Chase, pero se lesionó y tuvo que dejarlo el año pasado —mentí, interrumpiéndolo de forma atropellada.

—Ah, eso debe ser —respondió Marcus, perdiendo repentinamente el interés en seguir la conversación.

—Un placer, Jonah. Ojalá te veamos más seguido por aquí, ya sé que a Blaze le haría bien —se despidió Paty, con ojos destellantes y una risita pícara de "mamá cool".

La vi marcharse con los ojos entrecerrados, esperando que no mencionara nada de esto al día siguiente. Su curiosidad no conocía límites.

— ¿Qué fue eso? —me preguntó él, claramente confundido por mi mentira.

—Improvisación. ¿Qué coño les ibas a decir? "Sí, señor, yo fui el que golpeó a su hijo hace dos años". —Imité una voz gruesa para asemejar su forma de hablar y Jonah negó la cabeza con desaprobación.

Me deslicé junto a Chase después que encendieron las velas y comenzaron a entonar la típica canción del feliz cumpleaños.

En aquellos momentos, cuando debía agradecer por el grupo de personas que me quería ahí frente a mí, lo único que podía pensar, era en el miedo que sentía de que aquello fuera un sueño demasiado largo del que nunca había podido despertar.

No dejaba de pensar en cómo sería mi vida si no nos hubieran adoptado, si aún fuéramos parte del sistema; un par de niños rezagados a vivir en casas de acogida por algunos años hasta cumplir los dieciocho, para luego tener que valerse por si solos en aquel despiadado mundo, sin ningún verdadero apoyo más que la compañía del otro.

Sabía que estaba mal tener esos pensamientos lúgubres. Estos no hacían más que llenarme la cabeza de ideas dolorosas, con escenarios tétricos llenos de traumas infantiles.

Amaba a mi hermano, al igual que a nuestros padres adoptivos, pero estaba segura que algo en mí no funcionaba bien, como un engranaje roto que no permitía el correcto movimiento de una máquina.

No paraba de alejar a la gente que quería por miedo a perderlos, a que se deslizaran sobre mis dedos como si fueran polvo y cenizas.

Era irónico de algún modo, como la única manera de protegerte a ti misma de no sufrir, era haciendo sufrir a los demás.

Luego de algunos minutos, después que mis padres se marcharon y terminamos los pedazos de pastel, todos nos quedamos parados en círculo, con un familiar silencio que parecía expandirse como la bruma con el pasar de los minutos.

Melanie me tomó la mano, apretándola con fuerza para que me volviera en su dirección. Su rostro era como un lienzo lleno de colores vivos que contrastaban perfectamente, realzando el ámbar de sus ojos y la aureola de cabellos rubios. Donde ella era toda luz, yo era oscuridad; la actitud, los ojos, el cabello, hasta el maquillaje.

—Creo —comenzó a decir Mason, sacando la caja de su bolsillo—, que ha llegado el esperado momento de la noche donde vamos a necesitar esto.

Si alguien había estado en contra, no lo dijo. Mi hermano resopló, dejándose llevar como la corriente fría de un río ante la idea. Ya el espacio se había impregnado de su característico olor a monte quemado y volutas de humo adornaban el aire, disolviéndose en este con lentitud. Quise estornudar, pero me abstuve.

Mason le ofreció a Chase el porro, dándole el honor de ser el primero a tal vez la peor idea que estábamos teniendo.

Ya me había drogado un par de veces, pero nunca frente a tanta gente. La idea de cometer o decir alguna estupidez me hizo estremecer.

Chase dio una calada demasiado larga para ser su primera vez. Contuve el aliento mientras se ahogaba, pero se recuperó rápidamente cuando Mason palmeó su espalda con fuerza, dejando escapar la última voluta de humo.

— ¡Dios! —exclamó, conteniendo la tos seca—. ¿Quién sigue? Solo advierto que esta es la primera vez que fumo, e incluso yo puedo notar que esta mierda está bien fuerte.

Era extraña aquella sensación de no notar el correr del tiempo, sin estar realmente segura cuanto había pasado en realidad. Podría jurar que estuvimos hablando y riendo por horas, mirando a la nada como ella si tuviera las respuestas del universo, o a nuestras manos como si fueran obras de arte.

Me gustaba la manera como veía todo moverse en cámara lenta. Podía ser consciente de los movimientos con más detenimiento, apreciando cada uno de los gestos y expresiones. Me parecía fascinante la forma en que el pecho subía y bajaba automáticamente cuando respirábamos. Era algo que debíamos notar con regularidad, pues era lo que nos confirmaba nuestro estatus de seguir con vida.

—Yo nunca he orinado en la ducha.

—Hombre, eso es asqueroso. Luego te huele mal el baño.

No estaba segura quien había hablado, pero llevé el vaso de cerveza a mi boca. No debía beber si quería mejorar mi sobriedad, pero la sed y el hambre me estaban matando. Mi estómago parecía ser un basurero sin fondo; por más chucherías que ingería, no lograba saciarme por completo.

El efecto de la marihuana tardó unos diez minutos en aparecer. Solo bastó ese tiempo para que fuera consciente de mi propia voz retumbándome en los oídos con eco, y que mi corazón comenzara a acelerarse como si hubiera corrido diez kilómetros, amenazando con salirse fuera de mi pecho y dejarme sin sus preciados latidos.

—Yo nunca me he besado con alguien de este círculo —dijo Jonah. Sus ojos estaban ligeramente rojos, ya ni siquiera parecía estar drogado. Me pregunté si solo fingía para que la conversación siguiera fluyendo de manera natural. No pudo evitar soltar un silbidocuando todos tomamos un trago—. ¿Es en serio? Imagino que cuando están aburridos hacen orgías entre ustedes.

—La verdad es que no, pero si hemos jugado verdad o reto lo suficiente para haber intercambiado saliva entre todos. Incluso una vez besé a Chase —dijo Henry, guiñándole un ojo con picardía a mi hermano.

Todos rieron estrepitosamente. Un claro efecto de la marihuana.

—Me toca, yo nunca he roto la pantalla de mi celular —pronuncié con lentitud.

Me sentía en parte apagada, como si hasta pestañear requiriera un gran esfuerzo, por lo que mis risas casi parecían ser sollozos. Esperaba que nadie se preocupara por mí, aunque todos parecían estar muy ocupados haciendo el ridículo sin darse cuenta.

— ¡No mientas! —chilló Melanie, golpeándome con demasiada fuerza la pierna—. ¡Una vez se te cayó el teléfono en el baño!

—Esa fuiste tú.

—Oh, es verdad.

Ella lanzó una risita nerviosa y volvió a enterrarse en mi hombro. Chase suspiró, claramente decepcionado de tal escena.

—Que estupidez. Falta que ahora digan "yo nunca he reprobado un examen" —farfulló Tobias de manera cansina.

—No todo lo que digamos tiene que ser sexual —repuse.

—Pensé que ese era el objetivo de este juego.

Por un momento, temí que dijera algún comentario del que se arrepintiera luego. Este se limitó a apartar la mirada con una sonrisa ladeada cruzándole el rostro. No quería imaginar que estaba pensando.

—Yo nunca he tenido sexo —dijo Jenna en un susurro cuando le tocó su turno.

La chica se recostaba del hombro de Mason como si fuera lo único que le evitara dejarse caer contra el suelo. Había asegurado que le daría un infarto debido a los desbocados latidos del corazón en cuanto fumó su segunda calada. Tomó varios minutos relajarla hasta indicarle que aquello era normal.

Lo único que podía pensar, era que no quería algún cadáver en mi patio. Eso maldeciría mi casa, además que mis papás me matarían.

En lo que Melanie notó que alzaba mi vaso para tomar un trago, emitió un ruidito ahogado parecido a un animal siendo torturado. Chase se atragantó con el líquido de su vaso, mirándome con unos ojos azules tan relucientes como dos canicas. O tal vez así lo percibía yo.

—Yo nunca he golpeado a alguien hasta romperle la nariz —declaró Melanie rápidamente, antes que Chase pudiera siquiera terminar de procesar todo aquello.

—Eso estuvo bastante específico —dijo Jonah, lanzándole una mirada fría—. Este es el momento donde me disculpo, ¿no, Luthor?

Chase parpadeó, confundido, levantando la cabeza en dirección a mi amigo pelinegro.

—Si quieres. Ya te disculpaste hace dos años, pero no me pareció muy sincero en ese entonces —respondió mi hermano, aún algo turbio.

— ¿Y vas a dejarlo por fin si lo hago?

— ¿Dejar qué?

—De odiarme.

Todos los pares de ojos estaban puestos en esos dos, que hace algunas horas iban a batirse en un duelo y ahora hablaban calmadamente, declarando en voz alta su odio mutuo. La tranquilidad de sus palabras, te hacía pensar que debatían sobre su sabor favorito de helado.

—Mi mamá dice que tanto rencor no le hace bien al alma.

Alcé la vista para admirar el cielo, uno tan oscuro que podía engullirnos como un agujero negro.

—Entonces, lo siento. Si te hace sentir mejor, mi vida se fue un poco en picada desde ese momento.

Recordé todo lo que Jonah me había contado esa misma tarde. Podía jurar que habían pasado años desde ese momento.

—Sí me hace sentir mejor —admitió Chase sin ningún dejo de culpabilidad—. Supongo que tengo que dejar de odiarte si vas a andar con mi hermana.

—Solo somos amigos.

Todos hicieron sonidos molestos que indicaban que no nos creían en lo absoluto. En otra situación, me hubiera molestado, pero estaba demasiado desganada para protestar.

— ¡Sí claro! Y yo odio a los Chicago Bulls. Cuéntame otro chiste, Ray —exclamó mi hermano, alzando los brazos al cielo—. Vamos a fingir que te creo, pero solo por si no quedó claro, no lo hago.

Melanie se levantó de su asiento para depositarse sobre su regazo, donde ahora se besaban sin reparar la existencia de la gente a su alrededor. Sentí una punzada de celos al verlos, no porque fueran mi hermano y mi mejor amiga, sino porque hasta ese momento, no me había puesto a pensar en lo que sola que me sentía.

Jonah me golpeó para que dejara de mirar aquella escena indecorosa, y en lo que volteé para decirle algo, me quedé pensando en que pasaría si aquellos fuéramos nosotros dos. No estaba segura si esos pensamientos surgían por la droga, porque me sentía desesperada por afecto, o porque en realidad él me interesaba de ese modo.

Quizás fuera una combinación de los tres.

Alrededor de las dos de la mañana, Henry declaró que era hora de irse, tomando a una dormida Jenna entre sus brazos.

Jonah se despidió de Chase estrechándole la mano, el cual vaciló unos segundos antes de establecer su primer contacto. Algo era mejor que nada.

—Espero que no te lleves un mal concepto de nosotros —le dije a Jonah, arrastrando las palabras.

Aun me sentía mareada y me costaba mantener los ojos abiertos. Pensaba que si me dejaba caer contra el frío suelo de la entrada, igual dormiría de maravilla. Él se veía difuminado contra la oscura calle, destacando por su chaqueta roja de algodón.

—Nunca tuve un buen concepto, pero fue mejor de lo que esperaba. Creo que tu hermano ya me tolera.

Me quedé mirándolo algunos segundos, no tenía nada destacable además del color de sus ojos. Un par de lunares adornaban su sien, formando una transversal con uno de sus extremos curveados, al igual que un bastón. Era normal ser pálido en una ciudad como esta, donde existían aproximadamente setenta y un días soleados al año, pero él tenía incluso un aspecto enfermizo.

Ante mí prologando silencio, habló de nuevo.

— ¿Me escuchaste? ¿Está todo bien, Blaze?

—Sí, sí... es que me siento... cansada. Estoy un poco ida —dije entre risas apagadas.

—Claro, no pensé que te fuera a durar tanto el efecto. Será mejor que duermas.

Emprendió su marcha en dirección a la acera, pero cuando grité su nombre con fuerza, se volvió alarmado.

—Es de mala educación no despedirse —grité, aunque solo estaba a pocos pasos de mí y me escuchaba a la perfección.

—Adiós, Blaze.

—Hasta mañana —me despedí en voz baja, sin reparar que mañana era sábado y no le vería.

Me introduje de nuevo en la sala y Chase me miró entrecerrando los ojos.

—No deberías verte tan horrible. ¿Qué te pasó?

—No sabía que uno de los efectos secundarios de la droga era hacerme ver bonita. Tal vez la use con más frecuencia entonces.

Hizo un ademán para que tomara asiento a su lado. Guardé silencio unos segundos, tratando de comportarme lo suficientemente seria como para mantener una conversación. Tenía una extraña sensación extracórporea, como si me encontrara en la otra esquina de la sala, observándome a mí misma desde la semipenumbra.

—Creo que tienes algo que decirme —expresó con calma. Tenía un repentino nudo en la garganta, el cual seguramente explotaría si conseguía abrirme paso para poder decir algo—. No quiero que peleemos. Solo creo que debiste contarme lo de Ray antes de que estuviera aquí.

— ¿Y eso habría evitado que te molestaras conmigo?

Él pareció meditar la respuesta en realidad.

—La verdad es que no, pero pudimos haber hablado de eso con más tiempo y calma.

—Es que eres una persona tan razonable. —En cualquier otro momento, eso pudo ser la gota que derramara el vaso, pero él se limitó a poner los ojos en blanco. Trataba de controlarse lo suficiente, pues sabía que ambos con mal carácter solo podíamos llegar a herirnos el uno al otro—. Perdón, no quise decir eso. No quería hacerte molestar, ni menos arruinar la noche apropósito.

—Lo sé, solo lo dije porque estaba molesto. No me voy a meter en tu vida, ya sabes que nunca lo he hecho. Solo cumplo con decirte que no me gusta, pero ya sé cómo eres y te meterás mi opinión por el... —Dejó la frase sin terminar y yo pude hacerme la idea.

Esbocé una sonrisa ladina que él no pudo ver. Deposité mi cabeza sobre su hombro, repentinamente sedienta de algún contacto. Si había algo que me aterraba, era decepcionarlo.

—Podemos pelear siempre, pero nunca estar molestos por mucho tiempo.

— ¿Recuerdas la otra frase que estaba a punto de leer cuando te llamó Ray? —preguntó y yo asentí—. "Ojalá hubiera una forma de saber que estás viviendo los mejores momentos de tu vida antes de perderlos."

—Sé que amas The Office.

Él negó con la cabeza, dándome a entender que no era eso de lo que quería hablar. Se puso en pie, dejándome repentinamente desorientada por su ausencia.

—Tú y yo conocemos la pérdida. No la recordamos con claridad pero la hemos vivido.

—Chase, no tienes que... —comencé, pero mi voz se quebró a mitad de la frase.

—Quiero pensar que los mejores momentos que tenemos son ahora. No sabemos cuánto tiempo tendremos juntos, así que pienso aprovechar cada instante contigo, y no dejaré que una estupidez arruine eso.

Chase era tan abierto con sus emociones. Pensaba que si podía mirarlo todo a través de su perspectiva, algún día podría decir cosas como aquella. Articular todos mis pensamientos y afecciones con memorables frases, o poder plasmarlas en un trozo de papel donde estas quedarían grabadas como prueba irrefutable.

Había tanto que quería decirle en ese instante, pero cada vez que trataba de expresarme, era como si una fuerza invisible me sujetara del cuello, dejándome sin oxígeno hasta que todo lo que pensaba se desintegraba en la nada.

Era desesperante aquella situación. Aquel interminable nudo que no hacía más que alagarse y enredarse de una forma más complicada.

—Te equivocaste hoy en la mañana, cuando me dijiste que no sentía envidia de ti. Lo hago —murmuré muy bajo, sorprendida ante mi capacidad de poder articular las palabras.

— ¿Por qué? —preguntó, atónito.

—No quieres desperdiciar nuestro tiempo juntos, mientras que yo he hecho todo lo contrario. Dejé de hablarte por meses cuando pasó lo de Melanie, cerrándome emocionalmente ante todos con la maldita excusa de que así soy. No puedo ser como tú y a veces me odio por eso. Pido que me entiendas y hagas cosas por mí, pero yo nunca hago nada por ti.

En cuanto dije aquello, sentí que me quitaba seis kilos de encima. Pocas veces me expresaba de esa manera. Me pregunté si mi repentino arrebato de sinceridad fue porque estaba drogada, lo cual parecía la respuesta más lógica.

—No digas eso. Somos diferentes, es todo. No digo que esté bien o mal como actúes, es tu personalidad. Yo no puedo cambiarte, Blaze. Te quiero por cómo eres, con tu actitud de mierda y todo eso.

Aquello último apenas me sacó una risa ahogada.

— ¿No te gustaría que fuera diferente? —susurré, temiendo su respuesta.

Juraría que pude verle sonreír con tristeza.

—Siendo honesto, sí me gustaría, pero no es mi decisión y lo que quieras hacer para mí está bien. ¿Lo entiendes?

—Lo entiendo.

—Buenas noches, Blaze.

Y antes que pudiera replicar, se marchó apresuradamente, dejándome consumida por la oscuridad y el silencio.

En ese momento me sentí pequeña y vacía. Chase no era como yo, lleno de dudas y sobrepensamientos, los cuales no hacían más que envenenarme la mente, impidiéndome disfrutar de las pequeñas cosas que tenía aquí y ahora.

Mi hermano trataba de salir adelante, agradecido cada día por la vida que llevábamos. Entregaba su afecto con confianza, sin enfocarse en las viejas heridas del pasado o en las consecuencias del futuro. Él apreciaba su presente.

No me había dado cuenta que estaba llorando hasta que sentí el sabor salobre en la boca, cargado de emociones que contenía hace diecisiete años y me preguntaba si las mantendría por toda la vida.

Cerré los ojos unos segundos, esperando no quedarme dormida, pero el cansancio pudo conmigo, sumergiéndome en un sueño tan profundo como el océano.quedarme dormida, pero el cansancio pudo conmigo, sumergiéndome en un sueño tan profundo como el océano.

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