𝗣𝗥𝗢𝗟𝗢𝗚𝗨𝗘

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𝗦𝗘𝗟𝗘𝗡𝗘
prologue

          CUANDO ERA PEQUEÑA LE ATERRABA escuchar los murmullos que habían dentro de su cabeza. Recordaba no poder dormir en las noches y tampoco jugar tranquila por el día, recordaba llorar en brazos de su hermano (siendo él la única persona que lograba calmar las voces) y pedirle que nunca se fuera de su lado, también recordaba el momento exacto en el que fue consiente de lo que le ocurría; cuando supo que no solo eran las voces. De alguna manera, habían figuras fantasmales que se apegaban a muchas de las personas que solía ver en su día a día, a lugares con los que presentaban un vínculo y algunas que rondaban sin rumbo.

Descubrió, entonces, que no todas las personas que ella miraba estaban vivas, aunque lo parecieran.

La recordaba a ella, con su elegante vestido color plata, de facciones finas y muy bien parecidas, con su largo cabello rubio cayendo por su espalda y sus característicos ojos azules. La primera vez que la vio ni siquiera supo cómo reaccionar, ¿que podía pensar una niña de cinco años en ese momento? Probablemente no tenía la madurez suficiente para procesar lo que ocurría y simplemente se quedó pasmada sin poder decir una sola palabra. Vio como su piel que una vez fue suave y delicada, había adquirido un aspecto enfermo; pálido y grisáceo. Pero, además de eso, seguía siendo la misma, con su melena rubia y despampanante y sus ojos azules que siempre transmitían tranquilidad y amor. Así era ella. Así era su madre.

Siempre estaba a su alrededor, acompañándola y cuidándola, como lo hizo antes de todo. No podía explicar la felicidad que sintió en ese momento, no sintió miedo, ni siquiera se asustó, pues era si madre y lo único que aquello lo hacía sentir era que estaba completa nuevamente.

Sin embargo, cuando ella corrió a contárselo a su padre él no le creyó, dijo que aquello era producto de su imaginación, que su mente solo estaba haciéndola creer cosas y que nada de lo que decía era real.

Pero ella no estaba de acuerdo.

Los fantasmas eran reales, vivían la eternidad condenados a vagar por el mundo, no pagaban ninguna injusticia cometida, ellos simplemente estaban atados a personas.

Al principio no los entendía, lo único que escuchaba eran murmuros incomprensibles que hacían que escalofríos recorrieran su espalda y que su corazón bombeara mas rápido. No obstante, al cumplir sus seis años, las voces comenzaron a ser más claras y se escuchaban a la perfección.

Ellos solían pedirle ayuda. Pensaban que al poder verlos, podía ayudarlos a volver pero, muy a su pesar, ella no podía hacer nada por ellos y aprendió a ignorar la presencia de estos.

Lamentablemente, en un lugar como Hogwarts, la tarea era difícil.

Además de los fantasmas de las casa, los cuales eran visibles para todos, habían muchísimos más que no ocupan una región determinada, sino que están en todas partes, conviviendo como si fuese lo más normal del mundo. Formando una población visible solo para ella.

Selene podía decir que conocía a la mayoría de figuras traslúcidas que habían en el castillo (ya sea que acompañarán a los estudiantes o no) pues con su irremediable curiosidad era inevitable que no lo hiciera. Solía pasar su tiempo libre investigando sobre la historia de las familias de Hogwarts para así descubrir quienes eran aquellos fantasmas, sin embargo, no siempre encontraba lo que quería. No podía siempre saber todo. Por más que quisiera.

—¡Selene!

La voz cantarina de Luna Lovegood hizo que saliera de su ensoñación. Casi siempre tenía la mirada perdida en algún punto fijo, como si estuviera en una especie de trance, era lo que hacía para no tener que ver a aquellas figuras; perderse en sus pensamientos. Se giró sobre sus talones para quedar frente a la rubia y le sonrió ligeramente viéndola algo agitada por la carrera.

—Hola—saludó amablemente. Luna sonrió, con sus grises ojos soñadores mirándola alegre.

—Estuve buscándote todo la mañana—comentó casualmente a la vez que ambas comenzaban a caminar directo a su próxima clase—. Ginny dijo que estuvo contigo en el lago, ¿estás bien?

Ambas rubias caminaban hacia las mazmorras, donde recibirían su clase de pociones con el profesor Snape, cruzándose con algunos estudiantes en el camino. La de ojos grises la miró de reojo, mientras que la otra daba pequeños saltitos despreocupados.

—Quise tomar aire y terminé entreteniéndome dibujando—explicó suavemente.

No era mentira del todo. Esa mañana parecía que los fantasmas estaban de acuerdo en hacerle la vida imposible, pues sus voces se escuchaban con mas magnitud de lo normal, por lo que decidió saltarse sus primeras clases hasta después del almuerzo con la intención de despejar su mente y terminó matando el tiempo intentando dibujar algo en concreto en su viejo cuaderno de dibujo el cual, le había regalado su hermano, junto a algunas plumas especiales para dibujo y, unos extraños carboncillos que compró en el Londres Muggle.

—Los recuerdos siempre son algo bonito—Selene conocía lo extraña que su amiga podía ser, por lo que solo sonrió con los labios sellados —. Tu rostro es demasiado expresivo, es muy fácil conocer cada una de tus expresiones.

—Tu eres muy observadora, Luna —comentó riendo ligeramente—. Además, eres mi amiga, es obvio que vas a conocerme mucho mejor que yo misma.

Y la rubia de grandes y expresivos ojos grises le sonrió con entusiasmo. Su amistad era lo mas preciado que ambas tenían. Se habían conocido desde el primer año y ambas, al ser muy extrañas ante los ojos de los demás, congeniaron al instante. Eran, prácticamente, inseparables desde entonces, pues parecían estar mejor juntas sobrellevando las burlas y bromas de sus compañeros.

—¿Sabes? Los recuerdos son como tesoros, se mantienen atrapados porque no queremos dejarlos ir—murmuró con su cantarina voz—. Son lo más preciado que tenemos, más si no quieres olvidar a una persona que fue especial para ti.

—Todos tenemos algo que hace que esos recuerdos perduren—dijo en voz baja.

Hablar de su madre no era algo bueno, no después de que fue capaz de verla y comprender la extraña situación en la que ella se encontraba. Al menos ya no se presentaba con ella, rondaba más que todo a su padre y a su hermano, después de todo, pasó la mayor parte del tiempo con su hija que con su hijo o su esposo.

—Estaba pensando en llevarles comida a las crías de los thestrals—cambió radicalmente de tema la joven de ojos grises—. ¿Quieres acompañarme?

—Claro—se encogió de hombros—, me encantaría.

—Podría decirle a Ginny, tal vez quiera acompañarnos. Sería muy lindo, ya que no hay muchas personas que...

Sin embargo, Selene ya no le escuchaba, se había detenido abruptamente observando el final del pasillo con su típica mirada perdida. Pero, impresionada y sorprendida, sus ojos habían encontrado figuras totalmente desconocidas que acompañaban a un chico en particular y,  su sorpresa fue mayor cuando vio a tres figuras junto a él. Contuvo la respiración cuando los extraños ojos fríos de la mujer se fijaron en ella y la forma en la que los observaba.

Eran los Potter.

Extrañamente ella no había logrado verlos (o tal vez no había prestado la atención suficiente) y no tenía idea de quien era aquella otra figura, porque, nunca antes la había visto. No tenía esencia conocida y se mantenía siempre junto a él, por lo que supo que no estaba ligado a ninguno de los otros que lo acompañaban más que a él. Se sorprendió aún más cuando la figura traslúcida de aquella chica se giró observándola con sus grandes ojos grises y tragó en seco observando cómo entrecerraba sus ojos hacia ella.

—¿Selene? ¿Estás bien? —Luna había regresado junto a su amiga al darse cuenta que esta se había detenido. El rostro de su amiga estaba pálido como el papel, más que su color natural, y sus ojos estaban abiertos enormemente con la sorpresa grabados en ellos mientras observaba hacia el final del pasillo, donde Harry Potter conversaba con sus amigos.

Selene la miró, notando lo fijos que mantenía sus ojos sobre ella sabiendo lo que ocurría exactamente.

—Estoy perfecta.

Pero era mentira. No estaba bien. No se sentía contenta para nada, se sentía frustrada, ¿cómo es que nunca se había dado cuenta de aquello? ¿por qué nunca los había notado? ¿acaso era tan despistada como para dejarlos pasar por alto? Sinceramente no lo creía, ella podía ser despistada, pero algo como aquello nunca se le escapaba. Sus desarrollados sentidos nunca le fallaban, debían haberlo notado antes, pero siendo sincera, ella nunca había prestado atención a Harry Potter.

Pero, ¿quién era aquella chica? No lo sabía, pero ahora tenía como tarea descubrirlo porque su curiosidad era mayor que cualquier otro sentimiento que se le presentara y eso la estaba matando.

Porque sus preguntas necesitaban respuestas y estaba dispuesta a hurgar hasta encontrar lo que quería. Despues de todo, ¿qué sería de la vida sino fuéramos curiosos por naturaleza?

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