Capítulo 18.🥃

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Paciencia

La adicción a ti comenzó el día en que me sonreíste. -Anónimo.



Alessandro

Ha pasado al menos una hora desde que entró a la oficina a hablar con su padre. Leo me informa que aún no hay señales de que salgan, y que las cámaras fueron desactivas desde el computador, así que no tengo acceso desde mi teléfono. Solo sé que Pia ha entrado a dejar copas de vino a pesar que es más de la una de la mañana.

Ya sé que el vino es para conversaciones sería. O porque Gianna está frustrada.

Mamá se fue apenas llegamos y Alessia de ha quedado dormida abrazando a Berlín en la cama que comparto con Gianna y por increíble que parezca la niña no parece tener ninguna reacción alérgica al animal. Lo cual es bueno considerando que todo le hace mal.

Mientras que yo creía que el perro también estaba dormido, no es así. Capta algún sonido fuera de la habitación ya que su cabeza se levanta y se pone en su postura de atención. La puerta de abre dejándome ver a mi esposa con una leve sonrisa en el rostro. El perro se levanta bruscamente lo que hace que despierte a Alessia y lloré tan fuerte que hasta me sorprende.

Pero ya estoy a su lado tratando de consolarla, pero ya está sentada en la cama pidiendo que la cargue es sus brazos. Así lo hago.

—La dejaré en la cuna —propone Gianna, la niña trata de soltarse en cuanto escucha la voz de su madre.

Se la entrego y tan rápido como apareció, desaparece de mi visión con el perro detrás de ella. Es en ese momento dónde me puedo deshacer del traje que he llevado toda la noche. Ya me estaba volviendo loco.

Me quedo solo en bóxer cuando Gianna vuelve a entrar en la habitación después de diez minutos, está vez con una mirada más coqueta y casi comiéndome con la mirada.

—¿Todo bien? —pregunta cómo si estuviéramos peleados y ya lo arreglamos.

—Siempre está todo bien —miento. Pero es que odio hablar de lo que pasa con ella, siento que si lo hablamos ella solo me decepcionará más.

—No sé, quizá estabas enojado por lo que te dije en la limusina —lo estoy, pero sé que ella no va a pelear. No voy a insistir en algo que no está de acuerdo. Yo lo haré por qué sé que está bien.

—Te dije que de todas formas lo iba a hacer, así tú no estés de acuerdo.

—Papá dice que lo hagas. Está de acuerdo con eso. —Claro que lo está. Estoy seguro que siempre ha querido algo como esto —dice que incluso tienes fuerte aliados.

—¿Qué sabe él?

—Solo es hombre y uno de la mafia. Apuesto que él ha querido algo como esto desde que estoy en el poder...

Ya está cerca, tan cerca que su dulce aroma llega a mis fosas nasales y ya siento que quiero follarla tan duro en lo que queda de la noche. Me quedo quieto cuando sus manos se pasean libremente por mi torso, sus largas uñas enrojecen mi piel al paso y la única reacción que tengo es una corriente en todas partes.

—Desnúdate para mí, Gianna —susurro cerca de sus labios.

Sus dedos se posan en sus hombros y despacio baja las mangas del escotado vestido. Su piel queda expuesta en solo segundos y yo ya solo pienso en tomarla de una vez...

Pero me lo tomo con calma, dejo que haga lo suyo y me seduzca.

Su vestido ya está en el suelo. Solo se queda en las diminutas bragas y los zapatos de tacón. Despacio, se inclina un poco y deja caer las bragas que quedan encima del vestido. Se apega un poco a más a mí.

—¿Me quito estos? —señala a los zapatos levantando la pierna derecha.

—Ya sabes la respuesta...

Me besa, despacio y disfrutando del contacto. Mis manos por fin deciden moverse para tomar su trasero con fuerza y atrayendo su cuerpo aún más a mí. En un rápido y hábil movimiento me tira en la cama y no espera mucho cuando ya está encima, moviéndose de la forma más deliciosa posible.

Solo le tomo de la cintura para que no pare. Que siga hasta que me lleve a los más alto.

—Te amo Alessandro Russo —se acerca a mi boca.

Ya empiezo a creerlo.

—Yo a ti hermosa...

Sus labios van por mi torso repartiendo pequeños besos a lo largo de este. Se detiene en mi vientre bajo, sus manos hacen el juego previo y masaje a todo lo que encuentra a su paso. Gruño bajito. Gianna por su parte se termina por reír y no pasa demasiado cuando su boca ya invade cada milímetro de mi pene. Joder...

Pierdo la razón en cuestión de segundos cuando ella succiona con fuerza, lame, besa y muerde en los lugares indicados. Mi mente parece volar en estos momentos.

Dolcezza —me quejo en un intento de que se detenga y pueda entrar en ella de una vez por todas.

Pero no lo hace, está dispuesta a hacerme correr en su boca ahora mismo, soy yo quien la aparta. Se ríe mientras limpia las comisuras de su boca por el exceso de saliva. Una vez más está encima, moviéndose y besándose como si no hubiera un mañana.

No sé cuándo, pero ya tiene el típico envoltorio metálicos y que como toda una experta ya está sacando el producto de látex. Se parta solo por unos segundos. Para desenrollar el preservativo en mi creciente erección. Una vez puesto, masajea un par de segundos antes de que entre en ella.

Se queja cuando lo hago y sigue cuando empiezo a moverme con fuerza y muy duro. Los gritos llenan la habitación, cada vez más constantes, más alto.

—Ya todo Palermo debe haberse enterado que te estoy follando —me río.

Ella también lo hace e intenta cerrar la boca, no lo consigue. Un rápido movimiento es el que hago para que ella se ponga debajo de mí. Le tomo de las piernas y las abro aún más, penetró su ser una vez más. Con la misma fuerza, con la misma intensidad.

Evito solo por unos segundos que ella deje de quejarse y gemir mi nombre, mi mano cubre su boca, pero ella la aparta cuando siente que no puede detenerse.

—No me importa que me escuchen —su mano baja por su abdomen intentando llegará a dónde nuestros cuerpos se unen.

—Esa es mi chica —me inclino para besarla.

Cambiamos de posición. Me retiro de ella solo segundos, parad darle la vuelta. Su espalda se arquea cuando se pone de rodillas y solo me invita a que entre en ella una vez más.

Lo hago, y me muevo aún más, entro en ella aún más. Aunque para ella es algo incómodo su mano no espera a masajear su centro y quejarse aún más. Mis manos solo toman con fuerza sus caderas e inicia su paseo hasta su cuello. Rodeo el lugar con mis dedos y la dejo sin respiración por solo segundos.

El reloj sigue avanzando y yo siento que ya no puedo más, sigo con más fuerza cuando siento que mi chica empieza a tener leves temblores, dando la bienvenida a un glorioso orgasmo. Se queda quieta mientras yo sigo, se tensa y da paso al orgasmo.

—Alessandro —susurra mientras intenta apartarse de mí.

Hago que lo deje, me quito el condón a la vez que Gianna ya está pegada a mí, con su boca en mi pene. Me lleva al borde en cuestión de segundos. Me tenso, me aferro a los hombros de Gianna y me libero en si boca. Es la mejor sensación de la puta historia.

Se aparta y me enseña cómo es que ya no tiene en su boca.

—Me encantas —la tomo de la cintura para llevarla más arriba de la enorme cama y acurrucarme con ella.

Se aferra a mí y reparte besos por mi pecho mientras yo cubro su desnudo cuerpo con las cobijas azules.

—Quiero que sepas una cosa —susurra con notable cansancio.

—Te escucho —beso su cabeza.

—Ya no me importa nada que no seas tú y Alessia. A la mierda la antigua Gianna, seré la mujer que siempre quiso la Nonna.

—¿Cuál es esa mujer?

—Esa la que solo protege a su familia. Mataré a cualquiera que se meta conmigo, contigo o con Alessia.

No digo nada, la abrazo un poco más y sonrío ante la idea un poco cruel de que yo también quería a una mujer que no le importara nada. La que yo hice como quería, a mi modo.

Pero aún falta.

—Te amo... —para cundo yo respondo ella ya se ha quedado dormida.

🥃🥃🥃

El calor de verano se vuelve insoportable con el pasar de los minutos. Me quejo bajito mientras me deshago de las cobijas y algo de aire frío envuelve cada parte de lo que ahora ya está descubierto. Me alivia y me reconforta.

Aun así, no consigo dormir de nuevo ya que siento delicados besos en mi espalda y una mano recorre la parte baja y llega rápido a mi trasero.

Buongiorno marito —su voz es delicada y solo sonrío.

Abro los ojos y volteo la cabeza para poder mírala. Una sonrisa radiante de dientes perfectos y blancos va en mi dirección, es contagiosa ya que también sonrío y me acerco a ella para terminar acurrucado en su pecho. Acaricia mi cabello y da un suave beso en mi frente.

Buongiorno moglie —susurro —¿La niña?

—Ya son las diez. Está abajo con tu madre.

—¿Esperabas que yo despierte para levantarte?

—Sí, quiero viajar a Bacoli temprano y distraerme un poco. Por cierto, Orlando informo que Matteo ya está en Bacoli.

—Perfecto —me aparto de ella y doy un gran bostezo.

—Lleva ropa elegante, digno de una iniciación.

—Y en unos días es la boda de Hailee —dice apenas me levanto de la cama.

—Hablando de bodas... ¿Tendremos algún día la nuestra? —una nueva sonrisa aparece

—Bueno, sería lindo tener un vestido blanco y recuerdos enmarcados en el escritorio de mi oficina.

—Prometo hacer la boda más grande de toda Italia —la miro desde mi armario —Solo hay que dejar que todo se acabe y tener algo de paz.

Ella asiente energética.

Gianna merece el cielo, aunque pase cosas extrañas en nuestra relación. No me importa el hecho de que ya firmamos unos estúpidos papeles. Quiero que ella tenga una fiesta y poder cumplir el deseo de mi madre de tener la bendición de su Dios, incluso el de mi esposa. Yo no creo en esas cosas.

Termino de vestirme para cuándo Alyna entra en la habitación después de dar aviso, no viene sola. Pia está detrás de ella. Gianna ya apartó el vestido que usará está noche. Un vestido rojo, más largo de los que suele usar, pero no debajo de la rodilla. Un escote en V de ambos lados y uno más grande que el otro. Se lo da a Pia y le ordena poner ropa ligera además de bikini.

Yo por mi lado no le digo nada a Alyna, ella sabe perfectamente que es lo que me gusta usar y que debo usar para eventos importantes.

—Vendrás con nosotros —le digo a la joven antes de salir de la habitación. Ella asiente.

—Guardaré la ropa de la niña —me dice Gianna cuando entra en la habitación de nuestra hija.

Yo sigo los pasos hasta llegar al primer piso y directo a la cocina. Mamá está ahí dándole galletas a mí hija, quien tiene un lindo vestido blanco con negro y un enorme lazo rojo de los que le gusta ponerle a Gianna. Mi hija es una cosa hermosa.

—Buen día —hago presencia. Mi hija se ríe y ya quiere levantarse de la encimera dónde está sentada.

—Buenos día —me saluda mamá al igual que la cocinera que me sirve una taza de café.

Tomo a Alessia en mis brazos mientras me indica que come una galleta he insiste que yo también la pruebe. Así lo hago, aunque está llena de saliva, es desagradable, pero me he acostumbrado a esto.

—¿Ya decidiste que hacer? —mamá no me mira— Quizá no hay una Camorra sólida, pero aún te pertenece.

—Enzo no será el jefe. Yo lo soy. Él me ayudará con todo lo que tenga que ver en Campania. Confío en que sabe todo lo que eso incluye. Debiste enseñarle bien.

—No tienes que preocuparte por eso. Él sabe todo lo que se maneja, ya tiene un conocimiento completo de lo que es llevar una organización.

—Perfecto. ¿Sabes si ya escogió su personal?

—No lo ha querido decir, pero lo vi bastante apegado a tu tío Luciano, supongo que será su mano derecha.

— ¿Y de la familia de Fabrizio?

—Ya sabes que ellos no quieren intervenir demasiado en esto, pero estarán en la iniciación. Tu tía Chiara quiere ayudarlo.

—Yo le daré a los hombres de seguridad. Carina está entre ellos.

—¿Señor? —Orlando aparece en el lugar—. Carina acaba de informar que el señor Marino no está en Bacoli.

—A ver... Tú le dijiste a Gianna que...

—Así es señor. Ayer en la noche llegó y lo metieron en el sótano. Hoy en la mañana no estaba cuando iban a darle de comer.

—El chip...

—Encontramos sangre en un lado de la salida, el chip estaba ahí.

Trato de no perder la poca paciencia que tengo y no mandarle a la mierda. Pero vaya coincidencias de la vida que ya dos personas lograron escapar de Bacoli. Ya no es coincidencia.

Estoy enojado, pero contra todo pronóstico me gusta la idea de que ese inútil haya escapado. Le doy esperanza de que se saldrá con la suya. Lo mataré apenas lo vea.

—Quiero una búsqueda rápida en la hacienda, pero solo por Carina y la policía. Informa de eso... Todos los guardias de Bacoli los quiero en cuarentena hasta que yo llegue. No los quiero con armas ni nada que pueda dañar... Esto ya no es conciencia.

—¿Qué hay de sus hombres, señor? La hacienda no puede quedar...

—La mitad de los hombres de los locales a Bacoli.

—Todos los hombres que están en Bacoli trabajaban para tu padre —dice mamá— y ayudaron con el entrenamiento de los últimos soldatos.

—Hoy habrá una gran cacería. Dile a Gianna que espero en el auto —me dirijo a Orlando quien asiente de inmediato.

Camino hacia fuera de la casa con mi hija en los brazos y con mamá detrás de mí. Voy a matar todos en ese lugar. Todos deben estar con el bastardo de mi padre y se van a arrepentir de seguro con él.

No pueden hacer enojar a Alessandro Russo y salir ileso.

En algún lugar de Italia

Aunque sus días han sido una miseria, la sonrisa que tenía en el rostro era de pura felicidad. No le tomo muchos días es tener un plan concreto para rescatar al único ser que le quedaba con vida.

Aunque Fabrizio fue pesimista con el plan, aseguro que escapar de esa hacienda es fácil. Él mismo pudo comprobarlo, cuando lo sacaron de la clínica y lo metieron en ese lugar.

Lo que le sorprendida es como Alessandro aún confiaba en gente que trabajó para su padre. Lo malo de la situación, y como ya aprendió en carne propia es que las promesas dentro de la mafia de deben cumplir, sino, pagas con tu vida o con la vida de alguien quien amas. Sabía que todos aquellos hombres que lo ayudaron y ayudaron a su hijo pagaría por meterse con un hombre criado para la destrucción.

Incluso odiaba que Fabrizio se sienta orgulloso de lo que hace su hijo, pero no podía juzgar, son personas diferente. Y al contrario de Fabrizio. Maximilian Mariano solo sentía decepción del suyo.

Desde hace más de cinco años solo tenía un objetivo. Descubrir al jefe de la Cosa Nostra y llevarlo hasta él. Se enamoró y le aseguro que no era así. Se enamoró y solo dijo que era parte del plan.

Su hijo se cegó por la belleza de una mujer y no quiso creer que la mujer que amaba era peligrosa. Incluso no entiende cómo es que le pidió matrimonio. ¿y si ella continuaba con eso? Ella perfectamente podía no casarse con Alessandro y aceptar la propuesta de su hijo.

Quizá es lo único que le agradezco a Russo, obligarla a firmar unos papeles. Evitó una desgracia para su hijo. Si tan solo hubiese seguido el plan desde el principio, él no estaría en la situación que se encuentra. Ya toda la mafia estaría bajo tierra.

¿O quizá no? Esa es otra de las cosas que comprobó. No solo puedes matar al jefe y decir que todo acabo.

Orazia Greco murió y Gianna tomo el poder con fuerza. Carlo Russo murió a manos de enemigo y un Alessandro de dieciséis años hizo un imperio desde cero. Sabía que no podía acabar con la mafia solo matando a los jefes, pero se llevaría la satisfacción a la tumba sabiendo que vengo la muerte de su esposa y el secuestro de su hija.

—Es lindo volver a ver una sonrisa es cara amargada —Adriano se puso a su lado.

Odiaba que el hombre lo conociera tan bien. Tantos años de trabajo con él lo hicieron transparente ante los ojos de Moretti.

—Te has puesto a pensar que si Orazia...

—Ya la habrían sacado de la cárcel. Los Greco tiene poder con muchos funcionarios —la voz de Moretti era una queja.

—Todo es una mierda...

—Sí, pero tienes una gran sonrisa... Aún recuerdo cuando nació Paula, tenías la misma sonrisa.

—Promete que si muero buscarás a mi hija.

—Ya te dije que esa niña es como una hija para mí. Yo la buscaré y la salvaré...

Ambos se callaron, la mirada de ambos fue al mismo punto a lo lejos de la carretera de tierra.

La sonrisa de Maximilian creció más cuando vio a lo lejos el auto blanco y viejo que también lo trajo hasta ese lugar. El auto se acercó rápido y se adelantó a abrir la puerta otro hombre le ayudo a salir a Matteo del auto.

Abrazo a su hijo, solo siento alivio al verlo vivo.

—Voy a matarlo —susurro y empezó a llorar— él daño a mi Gianna, yo la amo y...

—Pero está claro que ella ya no, hijo. Es mejor continuar con nuestro plan.

Matteo no quería, pero era lo único que le quedaba, aún podía recuperar a Gianna.

—Ven, déjame presentarse a Kyle Bennett...

Matteo Marino ya pudo ver a un hombre tatuado en la entrada de aquella vieja casa en un lugar remoto de Italia. Lo odió apenas lo vio. 



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