24

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

La pequeña llama proveniente de mi mechero prende el final del cigarro, al que doy una larga calada antes de expulsar el humo con un suspiro relajado. Una mano tatuada me lo arrebata de las manos, haciéndome soltar una suave risa.

—Tal vez lo que voy a decir suene tóxico, pero si esta es tu forma de solucionar los problemas conmigo, igual me conviene cabrearte más a menudo.

El comentario de Ace viene acompañado por esa risa que tanto amo, expulsando el humo entre sus dientes expuestos por su brillante sonrisa. Le doy un golpe juguetón en el torso, riendo con él mientras me acurruco más entre sus brazos.

—No te conviene cabrearme, así que ten mucho cuidado con lo que haces —aviso medio en broma antes de girar la cabeza para mirarle—. Tenemos que hablar de lo que ha pasado. Que hayamos aliviado tensiones no significa que el problema haya desaparecido.

Aprovecho que Ace se incorpora ligeramente para apoyar mi cabeza sobre su muslo, mirándole desde abajo mientras compartimos el cigarrillo. Tal vez siga enfadada con él, pero lo que acabamos de hacer me hace pensar que está abierto a hablar sobre ello, incluso a disculparse. Lo tengo por seguro es que gritándonos el uno al otro, sin dejarnos tan siquiera explicar nuestros puntos de vista, no vamos a llegar a ninguna parte.

—Cielo, te voy a ser completamente sincero, ¿vale? —me dice con suavidad, acariciando mi mejilla—. Te dije lo que te dije porque lo pensaba, aunque me arrepiento de las formas que utilicé. No debería haberte gritado ni dicho las cosas de una manera tan agresiva, pero me ponía muy nervioso la perspectiva de que te pusieras en peligro tan a la ligera. Eso es lo que me hizo ser tan intenso y vehemente al decirlo.

—Ace, no me estaba poniendo en peligro. Si me hubieras dejado hablar, te hubiera dicho que ya había participado en varias carreras antes y no soy precisamente mala, como ya habrás visto. Además, ¿no te parece injusto que tú puedas participar y, como acabas de decir, ponerte en peligro, pero yo no pueda hacer lo mismo?

—No me negarás que Travis está más asustado de mí que de ti. De hecho, no hay más que ver contra quién fue una vez empezó la carrera.

—A ver, no vayas de subidito que si Travis vino a por mí fue porque iba en primer lugar, no por otra cosa —bufo aprovechando que he dado una calada para echarle el humo en la cara—. Además, vale, digamos que ese indeseable te tiene más miedo a ti y todo lo que dices es cierto: entonces, ¿por qué te pusiste hecho un basilisco? Igual si me hubieras tratado de convencer de una manera más tranquila, habría entendido tu punto de vista.

—¿Pero sigues sin entender por qué dije lo que dije y pienso así?

Mis ojos se encuentran con los suyos casi al instante, buscando en ellos sinceridad y buena voluntad. Si bien es verdad que no entiendo su postura, necesito cerciorarme de que su opinión viene desde un punto sano y no desde la toxicidad. Ace me devuelve la mirada con la preocupación pintada en el rostro, mostrando que realmente lo decía por mi bien. A pesar de eso, tengo que dejarle claro que no tiene ningún derecho a limitar lo que puedo o no puedo hacer, por mucho que haya una buena razón detrás de ese comportamiento.

—No lo entiendo, cielo. No lo entiendo porque no puedes pretender que haga o deje de hacer lo que tú me dices en todo momento. ¿Es que a ti te hubiera sentado bien que yo te hubiera dicho que no corrieras porque solo era una oportunidad de pavonearte y podrías acabar mal?

Ante mi pregunta, Ace guarda silencio antes de suspirar y quitarme el cigarro. Aprovecha la pausa para terminarlo de una calada y apagarlo en el cenicero que tengo en la mesilla de noche.

—No, no me habría sentado bien. Probablemente hubiera reaccionado igual que tú y me habría cabreado mucho. Joder, ya veo que lo que hice no estuvo bien, pero estaba realmente preocupado. Si te llega a pasar algo... No sé, no quiero ni pensar en lo que hubiera hecho. Ponte tú en mi lugar, ¿no estarías preocupada si supieras que alguien está tan empeñado en borrarme del mapa?

—Sí, claro que estaría preocupada —admito con un suspiro antes de esbozar una sonrisa y alzar las manos para acariciarle las mejillas—. ¿Qué te parece si lo dejamos en que tuviste un buen motivo con una mala actitud y que yo intentaré no ser tan impulsiva en un futuro? ¿Que yo no debería haber pensado que querías controlarme y tú no deberías haberte cerrado en banda desde el principio antes de escucharme?

—Me parece más que justo, conejita.

Escuchar ese mote cariñoso que está reservado solo para mí tras dos semanas sin él hace que abrace su cuello y atraiga su rostro hacia el mío, besándole con toda la pasión y el amor que siento por él. Estoy aliviada y relajada ahora que hemos conseguido resolver nuestra pelea de una manera sana, y espero de corazón que no tengamos demasiados roces como este, porque odio estar peleada con él.

Tras deleitarme con sus labios carnosos, me separo de él con una sonrisa. Tengo una pregunta en la punta de la lengua y mi expresión es el claro reflejo de la ilusión por lo que estoy a punto de hablar con él. Al fin y al cabo, llevo dos semanas sin cruzar palabra con él, por lo que ahora tengo un torrente de anécdotas, preguntas y comentarios que intercambiar con mi querido novio.

—Este viernes es la gala de Navidad. No voy a obligarte a venir si no quieres pero... Solo quería saber si serías mi cita para esa noche.

—Ni de coña, paso de ir a ese bodrio vestido de pingüino. Vamos, es que ni aunque me paguen.

Su respuesta tan contundente y asqueada me deja a cuadros, mis labios curvándose en un pequeño puchero sin que yo me dé ni cuenta.

—Ah, bueno, pues no pasa nada, iré sola con... —Mi balbuceo triste se ve interrumpido por su suave risa, seguida por un beso en los labios que termina por callarme.

—Estaba bromeando, conejita. ¿Cómo no voy a querer ir contigo? Te acompañaría hasta a una fiesta de princesitas si hiciera falta. Además, me gustan las galas. Muchos cotilleos nacen ahí y mi maruja interior se niega a perdérselo. Anda, no me pongas esos pucheritos que me parten el corazón.

Su estúpida broma me hace golpearle suavemente en el brazo, tratando de mostrarme enfadada, pero soy incapaz en cuanto veo sus hoyuelos adornando esa sonrisa que derretirían a cualquiera. Ambos empezamos a reír a la vez, yo tapándome la cara para tratar de evitar que me mire mientras él me hace cosquillas.

—¡Ace, pa-para!

—¿Cómo pretendes que pare cuando tienes la risa más bonita del mundo?

*

Con un suspiro de nerviosismo, observo mi reflejo en el espejo, fijándome en todos y cada uno de los detalles que podrían estar mal en mi atuendo de esta noche, pero que solo yo veo. No puedo evitarlo, soy demasiado perfeccionista y siempre me obsesiono con cualquier mínima cosa cuando voy a salir. Además, hoy es la gala de Navidad de Hayden y quiero ir perfecta, todavía más de lo normal si cabe.

He optado por un vestido negro con transparencias de Ralph & Russo, asemejando una tela de pedrería sobre mi piel. Deja una de mis piernas al descubierto, tan solo adornada por las piedrecitas brillantes que la cubren al completo. No tiene mangas y es encorsetado, destacando mi figura de una forma que me encanta. Lo he conjuntado con un collar elegante que tiene tres piedras engarzadas en la cadena de plata, pendientes a juego y unos sencillos Louboutin negros. Me he alisado y recogido el pelo en una larga coleta que me llega casi hasta el culo. He optado por un maquillaje oscuro pero sencillo que resalte mis ojos verdes y los labios pintados de un carmín intenso.

Echo un último vistazo a mi reflejo, colocando bien mi vestido antes de coger mi bolso de fiesta y el abrigo. Como si me estuviera espiando por cámaras instaladas en mi casa, el ruido de mi timbre resuena en cuanto pongo un pie en el salón. Mi corazón da un vuelco a pesar de que ya sé que es Ace, nerviosa por la reacción que tendrá al verme. Me siento como una adolescente el día de fin de curso, preocupada por algo tan trivial como que mi novio me vea vestida de gala, pero no puedo evitarlo. Hacía ya mucho tiempo que no sentía mariposas revoloteando descontroladas por mi estómago y he de admitir que no es una sensación desagradable en absoluto. También estoy nerviosa por verle a él, ya que me ha dicho que se va a poner un traje con corbata y todo, cosa que no me esperaba para nada de Ace. Ardo en deseos por ver lo guapo que está vestido tan elegante. Con un último suspiro para tratar de calmar los nervios, agarro el pomo de la puerta y la abro, revelando a mi flamante novio.

—Joder —suelto sin ningún filtro al verle.

Ace se encuentra de pie ante mí con un traje negro y dorado precioso. Se ha alisado sus indomables rizos, que ahora están engominados hacia atrás. Un único mechón de pelo rebelde cae sobre su frente, dándole un aspecto todavía más atractivo. Cuando consigo apartar la mirada de su hermoso rostro, caigo en la cuenta de que los detalles dorados de su chaqueta son en realidad dragones chinos como el que tiene tatuado en la espalda, lo cual solo lo hace más bonito. Nunca le había visto tan bello.

—¿Joder? ¿Tú eres la que dice joder? —pregunta él sacándome de mi trance mientras sus ojos recorren todo mi cuerpo—. Soy yo el que dice joder, ¿tú te has visto? Pareces una puta escultura que ha cobrado vida y se ha escapado de un museo. Siempre he pensado que eras demasiado hermosa para ser real, pero ahora estoy convencido de que es imposible. Tienes que ser un ángel enviado por el mismísimo Dios.

La lluvia de cumplidos que deja caer sobre mi aspecto hace que me sonroje casi de inmediato, una risita escapando de mis labios. No hay día que no me sienta la mujer más guapa sobre la faz de la tierra gracias a Ace.

—Y lo dices tú, que pareces esculpido por Miguel Ángel. ¿Es que no te has parado a mirarte en un espejo antes de salir? No sé cómo demonios te las has arreglado para estar todavía más guapo que de costumbre, pero lo has conseguido.

Nuestro intercambio de piropos de una forma ligeramente violenta, como si nos estuviéramos peleando por ver quién de los dos está más guapo, me resulta sumamente cómico. Ace parece estar divirtiéndose también porque continúa dándome juego con esta extraña pelea mientras me lleva del brazo hacia el coche.

Dada la ocasión, ha optado por conducir su Rolls Royce Phantom negro, un coche lleno de clase y más que apropiado para llegar a la gala. Para variar, el evento se va a realizar en el hotel Empire que, por supuesto, pertenece al hombre que tengo sentado al lado. No voy a negar que me resulta increíblemente atractivo que Ace tenga tanto poder, por lo que esta noche estoy completamente embriagada de amor y emoción.

En cuanto llegamos, una bandada de fotógrafos de prensa rosa se abalanza sobre nuestro coche, reconociendo inmediatamente quiénes somos. Desde que salimos juntos en público en Los Ángeles, nuestra relación ya domina ciertas revistas y perfiles de interés en redes sociales. No es para menos, ya que Ace lleva soltero mucho tiempo y todas querían echarle el guante, y yo nunca he tenido novio. Nuestra relación es una bomba para el mundo del corazón.

—¡¿Señorita Arden, desde cuándo lleva saliendo con el señor Hale?!

—¡¿Señor Hale, es esto una relación seria o un lío pasajero?!

Las preguntas llueven por todas partes mientras Ace me ayuda a salir del Rolls Royce, ofreciéndome su brazo para caminar por la alfombra roja hacia el interior del hotel. El aparcacoches ya se está llevando el Rolls para hacer sitio a los siguientes, pero las cámaras siguen completamente pendientes de nosotros. Somos la pareja del momento y me encanta.

—Todo Nueva York va a ver lo preciosa que estás esta noche —susurra Ace en mi oído.

—Lo que quiero que vean es lo guapo y maravilloso que es mi novio que, por cierto, es el dueño del hotel.

—Anda, así que a la conejita le gustan los hombres poderosos, ¿eh?

Noto como su mano baja hasta mi trasero, apretando ligeramente y haciéndome soltar una bocanada de aire. Los flashes de las cámaras resuenan a nuestro alrededor, capturando este momento que probablemente estará por todas partes mañana. Una risa emerge de mi estómago y me giro para plantarle un beso lleno de pasión una vez llegamos a las puertas del hotel. Si la prensa quiere espectáculo, vamos a darles el mejor show que puedan ver.

El enorme salón está exquisitamente decorado con motivos navideños de color azul oscuro y plateado. La cena se sirve estilo cóctel para que podamos bailar, beber y tener espacio sin mesas de por medio. Todos los alumnos están invitados y gran parte de ellos ya se encuentran aquí.

—No me puedo creer que el dúo sacapuntas haya tenido los huevos de aparecer por aquí.

Las palabras salen de mi boca sin apenas darme cuenta, rezumando odio y sarcasmo. Mis ojos están fijos en la pareja del año, mi examiga y mi examante, vestidos con lo que supongo serán sus mejores galas. Me deleita ver como nadie se acerca a ellos, ya que debe de haberse corrido la voz de todo lo que ha pasado. Nadie quiere codearse con un violador y una traidora.

—Yo sí me lo creo. Son los dos tan imbéciles que vendrán solo para intentar ser el centro de atención como tanto les gusta. Yo estoy tranquilo, porque si pasa algo, no necesito más que un chasquido de dedos para que les saquen a patadas de aquí mientras la prensa lo fotografía todo.

—Pues nadie les está prestando ningún tipo de atención, así que ellos mismos están haciendo el ridículo. No me puedo creer que Faye fuese tan idiota como para querer popularidad a costa de cualquier cosa. ¿Qué tiene, quince años?

—Bueno, olvidemos a esos dos pintamonas y busquemos a nuestros amigos de verdad. No pienso dejar que nos estropeen otra noche más.

Ace toma mi mano y pronto encontramos a mis amigas charlando y picoteando con Nate y Jordan. Me complace ver como Cher abraza a su novio, ya que sabía desde hacía tiempo lo que ella sentía por él. Espero que duren y sean felices porque ambos se merecen lo mejor.

—Pero bueno, ¡si son la reina y el rey de Nueva York! —exclama Gigi, corriendo para abrazarnos a ambos.

—Anda, ¡no digas tonterías! —río devolviéndole el abrazo—. ¡Estáis todos guapísimos, pero de infarto!

—Sí, sí, estamos todos preciosos, maravillosos y fantabulosos, ¡pero vamos a dejar de comernos mutuamente los traseros y empezar a beber, hombre!

Las palabras de Nate, junto con la forma que tiene de llamar a uno de los camareros, nos hace reír a todos. Nuestro amigo siempre tan directo, un completo terremoto que siempre es el alma de la fiesta. No me extraña que Ace y él fueran amigos antes de que él llegase de Los Ángeles, son tal para cual.

Todos cogemos una copa de champagne y la comida tan deliciosa que nos ofrecen los camareros que van de aquí para allá, moviéndonos ligeramente al ritmo de la música de fondo.

—Bueno, Lex, ¿has enviado ya la solicitud para Cravath & Sullivan o tenemos que arrastrarte de las orejas para que pulses el botón de enviar de una santa vez?

Maldigo la pregunta de Brooke en cuanto las palabras salen de su boca, pero al ver la expresión de Ace en el momento en el que la formula, ya sé que es demasiado tarde.

—¿Cómo que no has mandado la solicitud todavía? Pero si estás muy emocionada por hacer las prácticas allí, ¿es que ya no quieres ir a esa empresa?

—Sí, claro que quiero —murmuro antes de suspirar y mirarle—. Es que... Bueno, es que me da miedo que me rechacen, nada más. Pero no creo que sea momento de hablarlo aquí y ahora.

Ace me devuelve la mirada con la preocupación pintada en el rostro, comunicándose conmigo sin palabras. Se ve que estás Navidades, además de la última clase de matemáticas antes de mi examen cuatrimestral, Ace y yo vamos a tener una conversación sobre mis prácticas, y no me apetece nada hablar sobre mis inseguridades.

—¿Y a qué te vas a invitar con la pasta que ganaste en la carrera? Porque te embolsaste cincuenta mil pavos y yo no he recibido ni una misera invitación a un Happy Meal —pregunta Jordan con una ceja alzada que nos hace reír a todos.

—Voy a hacer un enorme esfuerzo e invitaros a una hamburguesa de un dólar a cada uno, ¡fíjate si soy generosa!

—¡Vamos, Lex, no seas rata! ¿Es que no estás contenta por ganar, además de haber aplastado a Travis? —bufa Cher.

Abro la boca para responder, pero una voz me interrumpe, una voz odiosa que pagaría todo mi dinero por no escuchar nunca jamás.

—¿Orgullosa por ser una zorra tramposa? Menudo motivo de orgullo más estúpido.

A diferencia de anteriores encontronazos con Travis, esta vez estoy completamente tranquila y relajada. Cuando me giro para mirar a la parejita, estoy sonriendo mientras Ace rodea mi cintura con el brazo.

—Vaya, no sabía que aceptaban animales en el hotel. Mi novio es demasiado bueno por permitir una cosa así.

—No te preocupes cielo, si veo que ladran mucho, les expulsaré de inmediato —responde Ace imitando mi actitud calmada.

Mi ex mejor amiga se pone roja de rabia, bufando como si un moscardón estuviera volando a su alrededor para molestarle.

—Mírala, pavoneándose solo por ser novia de quién es. A ver, es normal. Al fin y al cabo, es el único logro que ha conseguido en toda su vida.

—Faye, me aburres —suspiro poniendo los ojos en blanco—. Mira, hay una tienda de disfraces a un par de manzanas y he visto dos trajes de payaso a juego que os quedarían de cine para el ridículo que estáis haciendo hoy. ¿Por qué no vais un momento y los compráis? No os preocupéis, nadie os va a echar de menos por aquí.

—¿Y no has visto un disfraz de zorra para ti? —contraataca Travis y noto como ambos se están enfadando cada vez más, a diferencia de nosotros que estamos disfrutando de lo lindo.

—Os han debido confundir con el servicio porque en esta gala solo puede venir gente con clase y vosotros... —Ace hace un pausa, la cual aprovecho yo para gesticular hacia sus trajes—. En fin, ¡no sabía que sabíais coser cortinas tan estupendamente!

Nuestro grupo de amigos apenas puede aguantar la risa al verlos ponerse rojos de pura rabia, claramente humillados por nuestra actitud calmada y rápidas respuestas. Con personas como ellos, este es el único comportamiento que funciona. Enfadarse y montar una escena solo les daría exactamente lo que quieren y me niego a seguir haciéndolo. No pienso regalarles ni un solo momento de felicidad más a mi costa.

—¡¿Cortinas?! ¡Perdona, pero este vestido es un Chanel!

—¿Chanel? Te han bailado dos letras, cariño, dirás Chonil —río pretendiendo tener arcadas—. Te vomitaría encima, pero mejoraría tu vestido y me niego a darte esa bendición.

—¡Llámame choni otra vez y te juro que...!

Faye se abalanza sobre mí, pero en el momento en el que ve la pantalla de mi móvil, Travis agarra su brazo para frenarla, haciéndole enmudecer al segundo. En mi teléfono se ve un mensaje anónimo en el foro del colegio en el que cuento todo lo que pasó en la fiesta de Ace en tercera persona, detalle por detalle. No es difícil de distinguir, especialmente si ya se esperaba que yo pudiera hacer una cosa así. Hemos arreglado todo para que no se pueda rastrear y Travis no pueda denunciarme por calumnias, e incluso lo hemos hablado con Kim para asegurarnos, así que tenemos las espaldas cubiertas.

—Ni se te ocurra pulsar ese botón, Alexa —avisa Travis con cautela y una sombra de miedo en la mirada.

—Mira, no lo voy a pulsar porque cuando tú querías follar y yo te decía que no, tú me hiciste caso y paraste de... ¡Ah, no, espera! —exclamo con dramatismo—. Si no me hiciste ni caso cuando te dije que parases, así que... ¡click!

Acompaño mis palabras con el simple gesto de pulsar el botón de enviar y la sonrisa más inocente del mundo. Casi al instante, Travis suelta un alarido de pura rabia al abalanzarse sobre mí, pero la seguridad del hotel ya estaba alerta y le frenan sin ningún tipo de problemas, alejándole de nosotros.

—¡Lo vas a lamentar, te juro que te voy a joder la vida, zorra hija de puta! —continúa chillando mientras Faye y él son arrastrados fuera del hotel entre risas, fotos y comentarios.

¿No quería Faye ser la chica más popular de la universidad?

Deseo concedido.

¡Ey!

Bueno, bueno, tenemos aquí a Bonnie y Clyde en estado puro, ¿eh?

¿Qué opináis de su forma de resolver la pelea? ¿Y de lo que ha pasado con Travis y Faye?

Os leo! ❤️

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro