Epílogo

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El frío del aire acondicionado que me recibe al entrar en el rascacielos es de agradecer, especialmente teniendo en cuenta que el calor de los últimos vestigios del verano todavía perdura. Teniendo en cuenta todo lo que ha pasado en mi vida este año, estos últimos tres meses se me han pasado razonablemente rápido.

Después de recibir el mensaje que me informaba de que, en efecto, realizaría las prácticas en Cravath & Sullivan, tomé una decisión clave para continuar mi vida: tenía que pasar la página de manera definitiva. Es más, tenía que cerrar el libro y empezar uno nuevo, manteniendo ciertos personajes secundarios, pero olvidando al principal tras su marcha repentina. Es por eso por lo que me limité a pasarlo bien de la manera que fuese, cosa que me tocaba descubrir por ensayo y error.

Y así es como cambié. Visité al menos cinco países distintos con mis amigas en busca de fiestas, playa y todo tipo de aventuras que ocupasen mi cabeza de forma permanente. Seguía siendo la Alexa de siempre, pero elevada al cuadrado como mínimo. Quería más, siempre más de absolutamente todo, excepto de una cosa: los hombres.

No he querido ni he necesitado acercarme a ningún varón, determinando en apenas unos días que eran una pérdida de tiempo. Ni siquiera quería sexo. ¿Para qué? ¿Para tener a una persona detrás de mí continuamente, siendo parte de mi círculo? No, gracias. Lo único bueno que pueden proporcionarte los hombres es el sexo y ni eso parecen saber hacer bien. Además, habiendo descubierto de forma bastante dolorosa que el amor no es más que una patraña para engañar idiotas ilusos e inocentes, tampoco eso era un objetivo en mi cabeza. Pero también había otra razón, claro que la había. La descubrí a base de golpes, para variar, aunque sinceramente, agradezco haberme dado cuenta de la manera que fuese.

Al principio, cuando salía de fiesta, bebía como siempre, o incluso el doble. La primera noche, cuando me subió el alcohol por las venas y empezó a nublarme el juicio, rompí a llorar como una fuente que acabara de abrirse sin control. Lloraba por todo lo que no me permitía expresar cuando estaba sobria, llenando mi cabeza de recuerdos teñidos del más puro y crudo dolor.

Echaba de menos a Ace.

¿Cómo no hacerlo? Tengo sentimientos, era inevitable que salieran de alguna manera, pero no pensaba permitirlo. Había logrado por fin continuar con mi vida de manera normal y lo último que me faltaba era destrozar todos mis progresos por pillarme unas borracheras tontas. Así que la solución era simple y clara: dejar de beber. No me costó nada, principalmente porque los beneficios serían mil veces mejores que los daños. Además, de esa forma tampoco dañaría mi hígado de manera estúpida.

Ojo, eso no quiere decir que sobria no pensara en él. Seguía echándole de menos, pensando en todos los planes que habíamos hecho y mirando a la terraza que hacía tiempo se había quedado a oscuras. Pero sin el alcohol yo era completamente dueña de mis acciones y pensamientos, así que podía luchar contra todo eso de manera más sana y efectiva.

Y entonces, el verano terminó, y pronto tocará volver a Hayden. Desde hace unas semanas, un peso muerto se me ha instalado en el estómago, como si quisiera recordarme que faltaba un personaje principal en la historia de mi vida. Procuro ignorarlo lo mejor posible, como si no existiera, pero a veces duele sin que yo pueda evitarlo. Casi le di gracias a Dios cuando llegó el lunes uno de septiembre, primer día de mis prácticas en Cravath & Sullivan. Ya tenía algo con lo que ocupar mi cabeza y pegarle una patada a todos esos sentimientos negativos.

Así que, después de todo, aquí estoy, entrando en el enorme rascacielos perteneciente al famoso bufete de abogados. No estoy nerviosa, sino emocionada al comenzar por fin a vivir mi sueño de toda la vida. Sé que no empezaré haciendo grandes cosas que cambien el panorama del derecho de este siglo, pero por algún sitio hay que empezar y nunca me ha asustado trabajar duro hasta conseguir lo que quiero, especialmente en este punto de mi vida.

Al entrar en el ascensor, una amplia sonrisa domina mi rostro, fruto de la alegría y el entusiasmo. Estoy a unos segundos de ascensor de llegar a mi sueño, por fin soy consciente de lo real que es este momento, y es imposible no estar contenta con la situación. Es tal mi entusiasmo y afán por empezar cuanto antes que salgo prácticamente despedida cuando se abren las puertas del ascensor, como los toros de los encierros de los San Fermines siendo liberados.

Antes de que pueda frenar o girar para evitarlo, me doy de lleno contra lo que parece una mole de carne, soltando una bocanada de aire debido a la sorpresa.

—¡Ay! ¡Por favor, discúlpeme, no estaba mirando por dónde iba!

Mientras me deshago en disculpas hacia el hombre contra el que he chocado, aprovecho para mirarle con más detenimiento, rezando por que sea simpático y no me regañe por lo que acaba de suceder. Calculo que tendrá unos cincuenta años, muy bien llevados he de decir, un rostro amable y unos ojos verdes agradables que me resultan extrañamente familiares. Es ahí donde me quedo parada, incapaz de apartar la mirada mientras trato de recordar de qué demonios me suenan esos ojos...

—No te preocupes —responde interrumpiendo mis pensamientos con una sonrisa tranquilizadora—. Tú debes de ser la nueva asociada de Hayden, ¿verdad? Los nervios del primer día son entendibles, ¡eso es una buena señal de que estás emocionada y dispuesta a todo!

—Sí, la verdad es que estoy bastante entusiasmada —respondo relajándome un tanto ahora que veo lo amable que es.

El hombre abre la boca para decir algo, tal vez para presentarse, pero el sonido de un mensaje entrante proveniente de su teléfono móvil le hace disculparse y mirar la pantalla durante un breve segundo.

—Perdóname que no pueda quedarme a hablar más, pero tengo que mandar un mail urgentemente o uno de mis casos podría verse perjudicado. Espero que no sea una falta de respeto que me marche ahora.

—No se preocupe, ha sido un placer hablar con alguien tan agradable para calmar mis nervios. Gracias por la bienvenida, a pesar del choque —río un tanto avergonzada.

—Igualmente, estoy seguro de que nos veremos más a menudo por la oficina.

Con un gesto de la mano, se despide de mí para dar apenas un par de pasos hacia una puerta que hay a su espalda. Antes de que pueda abrirla y entrar, puedo leer con claridad el letrero que hay en la puerta.

"William Arden. Socio mayoritario".

El mundo a mi alrededor da un frenazo durante un segundo que parece eterno, impidiendo que pueda pararme a pensar lo que voy a decir antes de que escape de mis labios la primera palabra que ha saltado a mi cabeza al leer el nombre que hay escrito en la pared.

—¿Papá?

Hola, mis cielitos...

Escribo esto desde mi habitación oscura en Inglaterra con un sentimiento agridulce. Estoy emocionada por haber terminado mi primera novela, pero también apenada de que haya llegado a su fin.

Lo bueno es que... SERENDIPIA TENDRÁ SECUELA! No os voy a adelantar mucho, solo diré que va a llamarse... EUFORIA.

No quiero enrollarme mucho por aquí (ya lo haré en agradecimientos en la próxima sección de la novela) pero quiero daros las gracias por llegar hasta aquí ❤️ os quiero muchísimo!

Ahora, las preguntas rutinarias: ¿cómo creéis que reaccionará Alexa al descubrir que su padre trabaja en su bufete? ¿Cómo creéis que será su comienzo en el nuevo curso de Hayden sin Ace?

Y la pregunta más importante... ¿qué pensáis que sucederá en Euforia?

Y como siempre... os leo! ❤️

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