Capítulo 4 En su sitio.

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Debo continuar. La vida me lo exige. Pero es tan difícil. ¿Que hice para merecer esto?.

Fragmento del diario de Maria E.

Conall siguió a la joven hasta afuera adelantándose al detective.

—Chiquilla, espera.

—Ahora no, C.

—Ahora si. Sabes que me preocupo por ti.

—No deberías...

—No es tu elección, sino la mía y te aguantas. ¿Porqué te encierras? Aquí todos estamos a tu favor.

—Todo esto me sobrepasa. Siento que me va faltando fuerza.

—Apoyate. Sabes que estoy aquí.

—Sería egoísmo de mi parte, C.

—Antes no lo fué.

—Entonces no hagas que me arrepienta de lo sucedido.

Sus palabras lo lastimaron. Sospechaba que la joven lo había estado esquivabando y ahora lo confirmaba.

—Es por él—señaló a Gael, que los veía detrás del ventanal con cara adusta-. ¿Es por el detective?

—A él no lo metas en esto —se frotó los ojos—. Lo siento quiero estar sola. Déjame sola—volteó y se encontró con la mirada de Gael. Tan fuerte fue el impacto que no se la sostuvo.

A Conall no le pasó desapercibido el cruce.

—Lo meto, porque es él. ¿Cierto? El es el culpable de que no te entregaras completamente a mi.

—Esa no es la verdadera razón.

—¿A quien quieres engañar?

—¿Qué insinúas? ¡¿Qué estoy mintiendo?! —sus latidos aumentaron al pensar que era a otra persona a quien mantenía a oscura, sobre un tema muy delicado—. No lo hago.

—Ya pues. Me lo estoy creyendo.

—No me quiero pelear con nadie C, sólo necesito descansar. El jefe tiene razón, debo descansar.

Lo dejó con más preguntas que respuestas. Se encaminó hasta su auto a la espera de Gael se reuniera con ella. No esperó mucho ya que tan pronto él la vio alejarse del gemelo salió a su encuentro.

*****

El corto viaje a apartamento de María E, fue tenso. Ninguno de los dos tenía intención de hablar. Cada uno tenía demonios que batallar en su cabeza.

Gael parqueó el Lexus de la joven en la plaza asignada. Y subieron en silencio, ella abrió la puerta dejando las llaves en el aparador. Se descalzo iniciando el desvestir como era su costumbre camino a su cuarto y antes de la puerta de su cuarto se cerrara, Gael alcanzó a ver su brassier de encaje.

El detective sabía que era una maniobra para evitar la conversación que esperaba tener con ella ¡que maniobra! La verdad, que fue muy efectiva.

Gael tenía muchas dudas, el caso se estaba tornando irregular para su gusto. No entendía nada. Sospechaba que no contaba con toda la información. ¿Quién es la mujer de la foto? ¿De qué la conoce la psicóloga? Se conocen, de eso vió la prueba con la chica que falleció en el centro médico.

Debería consultar con Patrick de este caso. Pero sería faltar a la confianza de Lagartija. Y no quería hacerlo. Buscaría la manera de desenredar el nudo que mantenía atado a sus manos. Haría lo que más sabía hacer recabar información y empezaría por la misma estación.

Ahora le urgía comer algo. Camino hasta la nevera empotrada en la cocina y nada encontró. Maldición ¿Y qué esperaba?

Tomó las llaves y salió al supermercado más cercano. Esperaba encontrar por lo menos alguno abierto a esa hora.

*******

Amaneció con la cabeza embotada por la falta de sueño. Otra vez la tristeza la reclamaba y su única válvula de escape eran sus pinturas.

Había estado prácticamente toda la noche pintando. En el nuevo cuadro la cara principal llevaba la muerte pintada y en las sombras estaban los personajes a los que más temía. Por los que lloraba. Nada más estaban los rostros angelicales, sus contornos débiles e indefinidos.

Era parte del caso. Una ventana donde podía sacar su tristeza, su rabia, impotencia y dolor. Era la única manera o espacio donde podía estar vulnerable. Debía mostrarse a los demás de que podía ser capaz de seguir. Pero, acá podía darse el lujo de derrumbarse. Se había manchado la cara con la pintura en el intento de borrar las lágrimas de su rostro. Era una mujer, una psicóloga forense en todo caso. Humana después de todo, pero se culpaba a sí misma de sus errores. Ya no era tan confiada, los golpes le habían enseñado y cada error era una puñalada a su valía. La verdad era que no sabía cómo salir de ese círculo vicioso. De culpa, error, culpa, error, y final dolor.

Tenía que resolver sus sentimientos y aclarar ciertos puntos con los hombres de su vida. Su hermano Patrick quien se había hecho cargo después de la muerte de sus padres, lo amaba pero sentía que lo iba a defraudar. Que aún así ya lo estaba defraudado.

También está C. Su compañero al que no podía entregarle el corazón. Tenía razón al indicarle que no se había entregado por completo, pero es que... Sólo fue un consuelo, un punto de escape a su dolor y cuando se dio cuenta del horror de lo que estaba haciendo dió marcha atrás y ahora no sabía cómo enfrentarse, le causaría mucho daño. Sabía que la amaba pero ella nunca podría corresponderle, estaba dañada, tomada, malditamente reclamada. Y ¿por quién ? Por un hombre que no correspondió nunca a su sentimiento.

Lo primero que sintió fue el delicioso aroma que atravesó la estancia hasta sus fosas nasales. No concebía el hecho de que ese hombre pudiera haber preparado esa infusión milagrosa no habiendo nada en los estantes. Ni mucho que recordara que la prefería en vez del té.

—Veo que no está de más el café. ¿Desde qué hora estás despierta?

—Algo más de dos horas, tal vez más.

—Toma—la chica giró a tomar la taza y vió la preocupación por ella tatuada en su cara.

—No debistes molestarte.

—Cierto, pero lo quise.

Se concentró en el cuadro para dejarla recomponerse, ella aprovechó ese breve espacio inmediatamente.

—Es sobrecogedor, haz logrado oprimir mi pecho con la imagen.

—Aún no está acabado.

—Y aún así es impresionante, Maríe.

—Gracias y también por el café.

—Ahora si. Cuéntame de que va todo y quiero toda la verdad señorita.

Sus labios se extremecieron al soltar el suspiro. Hubiera preferido evitar esa conversación como anoche. Pero si había solicitado su ayuda. Debía confensarle todo.

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