TRACK I

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

You've got to make me an offer
That cannot be ignored
So let's head for home now
Everything I'll have is yours
Step by step and day by day
Every second counts I can't break away

Cradle of Filth - Temptation





Seis de la tarde, teléfono en la oreja, manos temblorosas y una sensación de ridículo lo embargaba en ese momento. No sería una buena idea, pero vamos, era la posibilidad de ganar dos entradas para el concierto de XXXcess en un par de noches y no gastar ni un céntimo.

Claro, porque tampoco tenían mucho. Se habían gastado todo el dinero en un viaje a Milán a un concierto de los mismos tipos, y unas cuantas noches antes, despilfarraron en un concierto en Roma, y así... si se ponían a contar todos los conciertos, noches en hoteles, pasajes... habían gastado una cantidad de dinero incalculable. Y ahora con suerte les quedaba para pagar las cuentas y comer.

—Marca bien el número, idiota

—Cállate que me desconcentras

—Esto es Radio Stellaaaaaaaa, ¿con quién tengo el gusto de hablar?— Gritó el muchachito que dirigía la transmisión, mientras sonaba música de fondo y efectos de sonido de aplausos y cornetas. Bruno se sintió... abrumado, no podía dejar pasar más tiempo, debía hablar ya, ¿eso es lo que se supone que se debe hacer cuando uno llama a la radio, verdad? ¿desde cuándo tanta timidez? Para colmo, Prosciutto lo miraba amenazante y Bruno podía leer en sus ojos que si no respondía en medio segundo, Prosciutto le quitaría el auricular y hablaría él en su lugar.

—¡Bruno!— contestó abruptamente

—¡Bruno, Brunito!— Exclamó el locutor. —¿Cómo estás, querido Bruno?

Hablar con Narancia era como hablar con un amigo, aunque nunca se hubieran visto en la vida. Bruno solía escuchar su programa todas las tardes, y siempre sonaba como un chico amigable. No era de esos locutores que hicieran burlas de los que llamaban (o bueno, algunas veces les tomaba el pelo, pero con un dejo de cariño). La actitud de bienvenida relajó un poco más al que hizo la llamada y simplemente hizo lo que debía hacer: conversar como cualquier adulto funcional.

—¡Bien Narancia! Gracias, me encanta tu programa, no me lo pierdo

—¡Gracias, amigo!— sonidos de aaaaawwww y aplausos —¡No olvides que estamos sorteando entradas dobles para el concierto de XXXcess!

—¡Sí, quiero ganar!

—¡Fabuloso! ¿Estuviste atento a las claves del día?

—¡Sí!

Bruno no mentía. Había estado todo el día pegado a la radio para escuchar unas palabras clave que dirían en momentos al azar a lo largo de la jornada, y Narancia haría preguntas acerca de esas palabras. Quien respondiera bien, se llevaba las entradas. Bruno había escuchado llamados de concursantes durante el programa y sólo uno entre varios ganó, pero Bruno se tenía confianza, además, si perdía, llamaría Prosciutto (aunque no era la idea, pues su amigo le enrostraría toda la vida el fracaso del concurso, lo sabía).

—Bruno, necesito que me digas cuál fue la palabra número cuatro, que me digas un sinónimo de la palabra número seis y la palabra número nueve en inglés

Bruno observó la libretita pequeña en donde anotó las palabras. Estaba seguro de tenerlas bien, lo había comprobado con Pros, que anotó exactamente las mismas. La cuarta palabra era árbol, contestó sin chistar. La siguiente palabra era caminar, Bruno casi se traba, pero respondió andar y recibió sonidos de aplausos y la presión de Narancia que chillaba ¡sólo te falta una Brunito! ¿qué tal va tu inglés, ah? Bruno observó la palabra nueve en la lista, había aprendido el tipo de preguntas que hacía Narancia, pero no esperaba que le pidieran algo en otro idioma.

La palabra era rojo. Sonrió y gritó red, y una serie de cornetas y sonidos de celebración hicieron eco en sus oídos, además de Narancia gritando ¡Ganaste, Brunito, ganaste!, y el chico no lo podía creer.

Prosciutto suspiró aliviado al lado suyo. Estaba preparado para darle un golpe apenas Bruno se equivocara, pero no fue necesario.

—Bruno, ¿estás feliz?

—¡Demasiado feliz! ¡Gracias Narancia, eres el mejor! ¡AAAAAAAAAAAAHHHH!

Bruno chillaba y saltaba y abrazaba al esquivo Prosciutto, que se le alejaba como un gato arisco, pero tampoco podía disimular su felicidad, riendo y aplaudiendo con él.

—¡Tus entradas estarán disponibles para que las vengas a buscar hoy! Si no vienes, las pierdes, amigo, así que te estaremos esperando

—¡Quiero pedir una canción!

—Heeeeey así me gusta, no te quedas con las ganas, Brunito, ¿qué canción quieres?

—¡Love you to death!

—¡También te amo, Brunito! Adióoos, nos vamos con el más reciente single de XXXcess, Love you to death aquí en Radio Stellaaaaaaa, ¡la radio del rock! No cambies de emisoraaaaa

Bruno seguía con el auricular en su pecho, aunque el locutor había cortado hacía ya un rato. Miraba a Prosciutto, con una sonrisa boba, y escuchaba la canción que tanto adoraba y repetía unas ciento cincuenta veces en el día, mientras Prosciutto cantaba, completamente inspirado, con los ojos cerrados y una postura relajada sobre el sofá.

—¡Ganamos, Pros! ¿Puedes creerlo?

—No esperaba que lo consiguieras

—No me tienes fe, siempre me miras a menos, te recuerdo que el ganador soy yo, y puedo ir con otra persona si se me da la gana

—No me harías esa mariconada Buccellati

—Sabes que no— Bruno se le acercó y le dio un abrazo cariñoso. —Obvio que iré contigo, pero podrías admirar un poco más mi dedicación con el concurso y mi destreza con las respuestas

—Como digas. Ya ponte ropa decente para ir a buscar las entradas, ¿o acaso quieres ir en pijama y pantuflas?

—¡No, jamás! Iré a ponerme algo bonito y peinarme, tú también deberías si vas a acompañarme

Cada uno fue a su cuarto, para vestirse con algo bueno, no necesariamente lo mejor, pero sí algo adecuado como para ir a la radio. Cada uno con su estilo, muy distinto en varios aspectos, pero de alguna manera, algo en el destino los hizo terminar unidos por una serie de coincidencias en la vida.



Bruno y Prosciutto se conocían hacía años, desde la escuela. Durante el primer año de secundaria, eran algo así como el par de gays de la clase que en vez de unir fuerzas contra el mundo, se odiaban. Bruno era el tipo de estudiante que salía hasta dentro de la sopa. Había que leer en el acto cívico, estaba Bruno. Había que cantar en la competencia del día del alumno, allí aparecía otra vez. Si organizaban algo para juntar dinero, Bruno lideraba como guaripola del asunto. Prosciutto, por su lado, era de más bajo perfil y no solía caerle bien a la gente, por lo que pasaba el tiempo en su asiento rayando el cuaderno con lo que apareciera en su cabeza.

En segundo año se acercaron más, pues Bruno, presidente de la clase, intentaba preocuparse por todos sus compañeros, y sabía que Prosciutto era uno de los que se quedaba atrás en lo que refería a integración con el curso. Por mucho que le cayera mal, tampoco quería verlo apartado de los demás. En una tarde en que permanecieron ambos haciendo aseo en la sala, tuvieron más tiempo de conocerse y en los días siguientes compartieron conversaciones que para Bruno fueron bastante especiales. Prosciutto y Bruno compartían gustos musicales, y aunque ninguno realmente lo demostrara, les gustaba lo oscuro, bandas góticas, películas de horror, y los chicos malos, muy malos.

Por ese entonces, Bruno estaba flechado con un rubio malote de último año que a veces lo llamaba buscando afecto y atención, y luego lo ignoraba por días. Prosciutto no podía entender cómo alguien con el carácter de Bruno aguantaba algo como eso. Suponía que incluso las personas que se veían fuertes también tenían sus debilidades, pues él también tenía su propio crush tóxico con otro bad boy, así que ambos comenzaron a acompañarse en las penas de amor, y poco a poco se hicieron amigos inseparables, manteniendo un lazo amistoso que se mantenía siendo adultos.

Bruno se encontraba trabajando en una agencia de diseño de moda, desde hacía un año, mientras Prosciutto estaba entregado a la administración de empresas. La idea era trabajar juntos una vez que ahorraran cierto capital, porque la verdad era que, pese a sus diferencias, se les daba bien llevar una vida en la que se proyectaban unidos.

Dios, si hasta habían prometido casarse si, llegados a los cuarenta, la cosa seguía así de mala. Y es que ninguno había tenido suerte en el amor y como todo adulto joven soltero, ya se creían condenados a una vida de soledad y básicamente vivían enamorados de artistas y personajes ficticios.

Los últimos amores platónicos que los traían locos eran los integrantes de una banda de metal gótico. No era lo que Bruno había visto para sí mismo en el futuro cuando era un chiquillo, la verdad era que habría esperado más de sí mismo. Pero, a esas alturas, suponía que el fanatismo y despilfarro eran una manera de llenar sus vacíos, y así dejaba de sentir tanta culpa y vergüenza.

Además, Prosciutto estaba en ello junto a él, y la compañía siempre hacía todo mejor.



No era necesario arreglarse demasiado para ir a buscar un par de entradas obtenidas en un concurso, pero "antes muerto que sencillo" era el poderoso lema del par de amigos. Bruno se puso un traje azul marino ajustado al cuerpo que acentuaba su delgada cintura. Pros, por su parte, quiso mostrar algo de escote, con su camisa roja abierta en varios botones.

Cuando llegaron a la radio, los atendió un pequeño anciano bizco que hacía de recepcionista. Tras anunciar qué necesitaban, el hombre les entregó el par de entradas al concierto de entre un fajo delgado de tickets.

Una puerta se abrió y vieron salir a un chiquillo, que se despidió alegremente con un efusivo "hasta mañana señor Pericolo". Sin duda esa era la inconfundible voz de Narancia. ¿Era el locutor apenas un chiquillo? Bruno siempre pensó que era alguien joven, pero nunca tanto. El par de amigos agradeció rápidamente al anciano y fueron detrás del chico.

—¡Hey! ¿Eres Narancia?— Bruno preguntó, emocionado, mientras Prosciutto lo seguía con un gesto de que era mala idea molestar a una persona que recién salía del trabajo

—Oh, sí, claro— respondió, deteniendo sus pasos, siempre amable y alegre.

—Gracias, hoy gané unas entradas

—¡Te felicito!

—Mi amigo y yo queremos pedirte un autógrafo

—Bruno, hey— Prosciutto quiso detenerlo, pero Bruno siguió adelante y se puso a buscar una libreta en su cartera. Prosciutto, resignado, hizo lo mismo, y Narancia les firmó las libretas a ambos, con sus nombres y hasta una dedicatoria.

—¡Nos vemos en el concierto!

—¿Vas a ir?— preguntó Bruno, emocionado

—Claro, pero a trabajar— Narancia rió, rascando su cabeza. Probablemente no era fan de XXXcess, pero debía estar allí igual. El chico se fue, mientras Bruno y Pros se quedaron observando los autógrafos, completamente maravillados.

—Es un niño, Pros, ¿te lo imaginaste?

—Nah, yo creo que es de esos que son viejos pero se ven como niños, es decir, ya es locutor de una radio y le toca ir a conciertos por trabajo... un niño no podría

—Debimos preguntarle la edad

—Eres tan chismoso, Bruno

—¡Sólo es curiosidad!

—Ya, mejor fíjate de guardar bien las entradas

—Sí, aquí vienen— Bruno observó su porta documentos. Luego, ambos pasaron al centro comercial por un helado y volvieron a casa, a imaginar la noche del concierto y planear cada movimiento de allí a ese día.

En el último concierto al que fueron Bruno y Prosciutto, mientras estaban hacinados en la fila, escucharon rumores que ya sospechaban de antes, pero no habían tenido oportunidad de comprobar. Se decía eso de muchas bandas, desde tiempos inmemoriales, pero el par de amigos siempre habían visto a XXXcess como una banda de perfil más bajo.

—Se juntan a golpearle el vidrio a la van y ellos salen y eligen algunos para coger

—¿Es en serio? Pensé que eso de los groupies era sólo un cuento

—Mi amiga estuvo allí, tuvo sexo con Melone

—¡Debí arreglarme más! — comentó una por ahí

—Igual, dicen que es un grupo muy cerrado y no dejan que otros se metan. Supe que a una chica que quiso ser groupie, le sacaron la mierda a patadas

—¿Y cómo se metió tu amiga?

—Le cayó en gracia a uno de los choferes, él la llevó a cambio de unos euros

Las muchachas se rieron y empezaron a revisar cuánta plata llevaban. Mientras tanto, Prosciutto miraba a Bruno como preguntándole "¿pusiste atención?" y Bruno sonreía. Cuando estuvieron algo más lejos de las chicas, Bruno lanzó la propuesta que descansaba entre los dos como el carbón listo para ser encendido.

—Pros, tenemos que hacerlo

—¿Crees que sea buena idea?

—Obvio. Tenemos que agradarle a los choferes. Somos atractivos, tenemos plata en las carteras, no necesitamos nada más.

—¿Ubicas bien a los choferes?

—Dos chicos. Morenos, buen cuerpo, nada feos, de seguro también la ponen bastante, no les diría que no a un polvo por allí. Uno usa gorro siempre. Seguro los has visto, Pros.

—Eres tan puto. Creo que no les he puesto atención. Siempre estoy mirando a Risotto y lo sabes

—Bueno tienes que mirar todo a tu alrededor y aprender. Deberíamos intentarlo.

Mientras hablaban, se escuchó un sonido ahogado dentro del recinto, un riff de guitarra y el retumbar de la batería, dando la señal de que estaba comenzando la prueba de audio. La gente en la fila se apretujó y comenzaron a gritar y a entrar en ese estado de euforia que se activa con tan sólo escuchar un mínimo ruido desde dentro del teatro.

Ambos amigos sonrieron emocionados y se unieron a la algarabía, gritando y alistando los nervios para la tan esperada apertura de puertas. Llevaban horas en la fila, y hasta peleas incluidas. Habían llegado casi de los primeros cuando el sol aún no salía, y con el correr del día, no faltó quien quiso colarse en la fila y ponerse delante de ellos. Los sinvergüenzas se fueron al final de la fila, no sin antes recibir una puteada de las más groseras que a Bruno se le ocurrió en el momento.

Y después del cansancio, deshidratación, espera eterna, discusiones y amistades de fila, abrieron la reja y dejaron entrar a los asistentes, entrada en mano, pasando a toda velocidad por los controles del ticket, Bruno y Prosciutto siendo parte de esa estampida humana hasta llegar a primera fila.

Bruno dio un gran respiro, para luego apoyar las manos y el pecho en la reja, y soportar el ser apretado como sardina enlatada, mientras Prosciutto a su lado hacía lo mismo.

Todo ese sacrificio valió la pena cuando volvieron a verlos sobre el escenario, y de tenerlos tan cerca, casi que sentían el sudor de los artistas lloviéndoles encima. Por mucho que las entradas les hubieran salido gratis, definitivamente esa experiencia no tenía precio.



Lo bueno dura poco, es un decir común, y el par de amigos se encontró sorprendido tras dos horas y media de concierto que se sintieron como un par de minutos. De todas maneras, Bruno y Prosciutto eran del tipo de fans que buscaban alargar la experiencia del concierto hasta después de abandonar el lugar. Como en todas las ocasiones anteriores, iban saliendo del concierto aun completamente eufóricos. Cantaban las canciones, caminaban abrazados entre el tumulto de gente, se reían y cada uno le contaba al otro qué parte le gustó más

—¡Y VISTE CUANDO ABBACCHIO COMENZÓ A TOCARSE ENCIMA DE LOS PANTALONES DIOOSSS CASI MUERO!

—¡VISTE CUANDO RISOTTO SE QUITÓ EL ABRIGO, NO LLEVABA CASI NADA DEBAJO!

—¡Y VISTE—

Y así, casi competían por quién había hecho el acto más sexy. Ambos artistas eran muy atractivos, y en realidad, todos los integrantes tenían su appeal, compartiendo un aura de sensualidad y misterio, por eso habían llegado a ser ampliamente conocidos entre el público joven.

Leone Abbacchio era vocalista y guitarrista. Un tipo alto, de hombros anchos, cabello largo, plateado y liso, de piel pálida y unos ojos ámbar que ardían como fuego. Su apariencia era básicamente ver la esencia de lo gótico, siempre de negro, mucho uso de encaje, lazos, cuero, látex y metal. Por más que Bruno tuviera en su teléfono cientos de fotos suyas, algunas difíciles de encontrar, jamás lo había visto sin maquillaje. Sin embargo, de seguro también se vería bien, es decir, tenía rasgos bonitos debajo de las capas de sombra, máscara y labial.

El amor platónico de Prosciutto era Risotto Nero, bajista y segunda voz. Ese tipo era una verdadera bestia. Abbacchio era alto, pero Risotto lo pasaba por bastante, y era también más fornido. Tenía la piel más bronceada y el cabello plateado también, pero su rasgo más distintivo eran sus escleras tatuadas negras. Pros se preguntaba si existiría un dolor físico más grande que ese y no encontraba algo que pudiera compararse. Para contrastar el negro de sus ojos, usaba siempre lentes de contacto rojos, los cuales le daban un aire demoníaco y único.

Melone era el encargado de los teclados y apoyaba con los coros más agudos, ya que tanto Abbacchio como Risotto eran de registro bajo. Melone tenía una complexión bastante diferente a todos sus compañeros, siendo el más bajo y delgado, pero lo compensaba siendo increíblemente llamativo por su desplante y sensualidad. Tenía el cabello rapado a un lado y largo en el otro costado, en un tono lavanda. Solía ser quien mostraba más piel y quien más se prestaba para exhibir su vida.

Diavolo era guitarrista también, un hombre alto y fuerte, de cabello fucsia, y compartía la tendencia de Melone de mostrar bastante, aunque, solamente el cuerpo. De su vida, se sabía prácticamente nada. Había un aura de misterio que lo rodeaba, y muchas historias y mitos construidos en torno a él, como que había sido mafioso, que estuvo preso, que tenía hijos repartidos por ahí, y hasta se decía que estuvo muerto.

Illuso era el baterista. Ese hombre tenía algo que por alguna razón no encajaba del todo con el resto de la banda. Si bien compartía con Risotto una contextura bestial, parecía alguien menos misterioso y más "normal". Su cabello largo se conservaba en un natural castaño, sin teñir. Tenía un carisma y simpatía que encantaba, al ser especialmente cercano a sus fans.

A mucha gente le costaba escoger a su miembro favorito, o bien, los amaban a todos, pero Bruno y Prosciutto tenían sus preferencias claras. Y aunque Pros siempre le enrostrara a Bruno que era poco selectivo y que no le hacía asco a nada, la verdad era que Bruno en ese tiempo sólo tenía ojos para Abbacchio y le costaba fijarse en hombres "reales", aunque saliera con tipos frecuentemente.

Por su parte, Prosciutto era un eterno célibe. Tenía pretendientes, pero no le daba un sí a ninguno. A veces se sentía mal por ello y quería aceptar invitaciones y pasarla bien un rato, pero luego pensaba en que eso tampoco era exactamente lo que quería.

Quizás, ambos debían buscar un punto medio. Prosciutto podría dejarse querer un poco, y Bruno no ser tan hipersexual. Pero ambos habían llegado al punto en que sus estilos de vida eran un hábito difícil de desarraigar.

Y a propósito de la atracción poco fructífera de Bruno y Pros hacia un par de artistas, Bruno recordó que existía la remota posibilidad de tener la oportunidad, al menos por una noche, de conocerlos bastante más allá. De repente Prosciutto recibió un leve codazo de su amigo, justo en las costillas, y supo inmediatamente que el chico tramaba algo respecto a la información que recibieron accidentalmente en la fila.

—¿Ves a ese chico de allá? — Bruno apuntó disimuladamente a un muchacho de gorra, apoyado en una van. Era un moreno, alto y delgado, de cejas gruesas y ojos oscuros.

—¿Y esa es la van?

—Sí, es bastante roñosa, Pros, si eso es lo que piensas

—Uhm... sí, es cierto, pero está bien, sería peligroso ir en algo demasiado elegante o vistoso

—Hay varias chicas y chicos intentando hablarle

—Son puros adefesios, Bruno. Será fácil

—Mira allá

Cerca de eso, había un grupo de fans bastante más producidos y arreglados que el resto. Debían ser groupies.

—¿Quién sale viéndose así de bien después de un concierto?— Alegó Bruno

—Tú. ¿De qué te quejas? Sólo tienes el cabello un poco desordenado, nada más te peinas y estás listo.

Bruno se sonrojó y sonrió alegre. —Tú también te ves muy bien, sólo alisa un poco tu ropa

—Estoy seguro de que ni siquiera entraron al concierto, Bru, no son fans de verdad

—No sabemos... ya, ¿vamos? No perdemos nada con intentar

—¿Y la dignidad?

—Pros, somos un par de fanboys enfermos por un grupo musical, ¿qué más bajo podemos caer?

El rubio evaluó la situación. Terminó dándole la razón a su amigo, y ambos caminaron hasta donde estaba el conductor de la van. Se abrieron paso entre la multitud, y observaron como chicos y chicas intentaban darle dinero al muchacho, sin éxito. Quizás pedía bastante más que lo que Bruno y Pros tenían.

Bruno se le acercó, por un costado, y empezó a intentar sacarle información.

—Hey... ¿vendes algo? ¿Posters, llaveros, algo lindo?

El chico de gorra se echó a reír. Seguramente creyó que Bruno era un inocente fan que pasaba por ahí con ganas de comprar recuerdos, pero la verdad era que el cazador estaba siendo cazado.

—No, lo siento

—¿Y por qué hay tantos fans intentando darte dinero?

—Uhm...

—Aaahh... ya lo sé. Vendes droga

—¡¿Qué?! ¡No digas algo como eso!

—Te ves bastante sospechoso

—¡Claro que no!

—¿Entonces?

—Sólo... escucha, sólo miro un poco, ¿okay? A los fans

—¡Qué degenerado!

—¡Déjame explicar! ¡Tengo un novio, maldita sea! Los miro por si... bueno, por si alguien está bien, como para los chicos.

—¿"Bien para los chicos"? ¿Cómo así?

—Bien... mira. Tú estás bien, ¿entiendes? Tú, y tu amigo— el joven habló, la boca chueca, disimulando. Bruno ahogó las ganas de echar una risotada y se hizo el desentendido.

—¿Podrías explicarme más?— le habló bajito, mientras el grupo de gente que quería darle dinero los miraban con sospechas.

—¿Entiendes como funciona esto? La banda viaja todo el tiempo. No tienen tiempo para noviazgos, ya sabes, pero el cuerpo pide, ¿entiendes? Uno que otro fan, que sea del gusto de los chicos, a veces tiene suerte y sale escogido para una nochecita... algunos ya casi son veteranos en esta mierda

—¿Dices que es para tener sexo?— Bruno fingió horror, y se cubrió la boca, abriendo unos ojos enormes.

—¡Qué fea palabra! Hacer el amor suena mejor— corrigió el chico de gorra

—No se puede hablar de amor acá, chico— se entrometió Prosciutto. —Yo soy material dispuesto

—Yo también— todo espanto se fue de la expresión de Bruno cuando ofreció sus ganas y voluntad. El chico los miró con una expresión de decepción.

—Vayan por allá. Con esos de ahí. Si se ponen agresivos, les dicen que van escogidos por Mista

—O-Okay

Bruno y Prosciutto caminaron en silencio hacia el montón de groupies. Iban tomados de la mano, dando pasos firmes, pero incapaces de decir nada. Había sido increíblemente fácil meterse en el embrollo, pero sería difícil hacerse un espacio allí. Sintieron las miradas de odio de los que dejaron atrás, y de los que los esperaban adelante. Los groupies cerraron más el círculo, así que Bruno y Pros se quedaron afuera, pero no importaba, porque ya habían cruzado el primer control.

Una chica, alta, fuerte, y muy bien maquillada para ocultar el acné, miró a Bruno con aires de grandeza. —Hay algo en ti que es diferente a nosotros— comentó, mirándolo de pies a cabeza.

—Gracias por hacerme sentir especial— comentó con sorna. La chica apretó los labios y la risa le salió como por la nariz.

—¿No te parece que eres el único un poquito alejado de como se ve un fan del goth metal? Estás un poco morenito y no me parece haber visto nunca que a los chicos les gustaran así de tostados, te imagino más fan de Jersey Shore, quizás

Bruno sintió a Prosciutto apretarle el brazo para que no reaccionara mal. Y es que quería sacarle los ojos y cortarle la lengua a la tipa allí mismo.

—Bueno te vendrá bien tener una tostada cerca con esa cara de mantequilla

La chica se tocó el rostro, y luego apuntó a Bruno con el dedo, enterrándoselo en el pecho.

—Eres nuevo, la puta madre, respeta. Acá todos hemos llegado con esfuerzo y respeto. No te van a elegir hoy así que no te hagas ilusiones

Antes de irse, la mujer miró a Prosciutto con desprecio también, y volteó para unirse a sus amigos groupies. El par de chicos se miraron entre sí, y por fin Pros pudo reírse.

—Contestaste bien, tostadita

—Ugh le viste los cráteres en la cara

—No seas cruel, no te pases

—Se burló de mi tono de piel, Pros. No tiene derechos.

El rubio suspiró, dándole la razón finalmente. Bruno seguía ardido, pero no buscó pelea, más bien se desahogó con su amigo.

—¿Y qué tanto esfuerzo y tanta mierda? ¿Esfuerzo de qué? ¿De hacer mamadas? Yo no tengo que esforzarme tanto, se me dan natural

Prosciutto seguía riendo. —Quizás tuvo que pasarle bastante dinero al tal Mista o al otro

—¡Ja! A nosotros nos salió gratis

Se oyó un escándalo cerca y la turba avanzó como una masa hacia la van. Ya casi no quedaban fans casuales, a esa hora la mayoría se había retirado del lugar, pero ser groupie implicaba bastante más dedicación que eso, y el par de amigos comenzaba a vivirlo en carne propia. Seguirían a la multitud, sumándose al final, completando casi quince personas entre mujeres y hombres, adultos, unos más jóvenes que otros, pero en su mayoría parecían universitarios o adultos jóvenes.

Y quizás eso de sacrificarse no era tan mentira, pues el primer esfuerzo sería aguantar despierto en la calle y sin destino.



El grupo de chiquillas y muchachitos gritando se agolpaban alrededor de la van. Para Bruno, era una cosa surreal, cuando abrieron la puerta del furgón, e Illuso se asomó señalando que subirían a unos cuantos groupies a pasar un buen rato. Él mismo eligió a unas rubias voluptuosas, y Diavolo vino después, seleccionando a una chica y un chico que ya le eran conocidos, hasta sabía sus nombres. Los nervios de Bruno y Pros crecían, y más cuando Risotto se asomó por la puerta. Miró a todos con seriedad, y casi como eligiendo un par de zapatos en una vitrina, llamó dentro de la van a un muchacho twink pelirrosa y... a Prosciutto.

La reacción de este último fue apretar la mano de Bruno, mirarlo a los ojos, muy de cerca, temblando, entre la euforia y el miedo, sus sentidos no funcionaban bien, y a duras penas logró ver a Bruno mover los labios diciéndole "¡sube, Pros, sube!", porque no podía oír nada más que el flujo de la sangre dentro su cabeza y el palpitar de su corazón.

Fue como arrastrado por el twink, que estaba increíblemente apurado por subirse en la van (y en la vergota de Risotto), y la mano del corpulento bajista halándolo, y en todo lo borroso de esa niebla, logro distinguir que Abbacchio salió a elegir su mercancía también, y todo fue tan rápido, que de repente se vio sentado con un montón de chicos y chicas groupies, con sus sonrisas ansiosas, copas de champagne en las manos que no supo cuándo fueron llenadas, olor a marihuana, a sexo, Risotto mordiendo y lamiendo su cuello, manos ajenas en todo el cuerpo, un beso hambriento con el chiquillo de pelo rosa (¿Doppio era?), y Bruno no estaba allí.

Abbacchio no lo eligió.



Prosciutto despertó con una resaca espantosa. Todo el mundo dormía, desnudos, sucios, aplastándose unos con otros. Vómito en el suelo del auto, condones usados, marihuana molida olvidada en la mesa. No había visto tantos penes ni vaginas en un mismo lugar ni siquiera en un video orgiástico. Doppio, completamente desnudo, babeaba sobre su pecho y no quería despegarse. Risotto, a medio vestir, parecía muerto al otro lado de su cuerpo (¿Cuánto alcohol, mota y pastillas se necesitaban para tumbar a ese cuerpo de mastodonte?).

Prosciutto no recordaba bien lo que pasó. Su culo se sentía entero, no había hecho anal, eso era seguro. Pero tenía los pantalones a medio culo y el pene afuera. Doppio tenía la cara sucia con semen seco y saliva. Entre él y Risotto se lo cogieron, uno a cada extremo.

No podía creerlo. Tragó saliva y sintió sabor a hiel.

A lo lejos vio a Abbacchio con el pelo hecho una maraña, la ropa destrozada en harapos y la tipa y el chico que escogió estaban en el piso. Pensó en Bruno. Los ojos se le llenaron de lágrimas.

Se subió bien los pantalones, encontró su camisa sucia tirada por allí y se la puso. Encontró también su celular, su cartera (con menos dinero de lo que recordaba tener) y salió, gateando, a tomar aire, y afuera estaba el muchacho moreno que servía de chofer y que sirvió como puerta de entrada para toda esa pesadilla.

—Hey, ¿qué tal esta primera vez?

No respondió nada. Simplemente se sacudió la ropa y lo miró. No era descortesía, más bien, sentía que, si abría la boca, no le saldría la voz.

—No suele ser tan brutal, ¿sabes?

Prosciutto sólo respiró, profundamente. No habló hasta unos segundos después.

—¿Dónde estamos?

Parecía un lugar de campo, como una planicie sobre un cerro. Bajo ese nivel, se veían viñas a lo lejos, y mucho mas allá lograba ver el mar. No había casas cercanas en kilómetros, pero la autopista estaba muy cerca y se veía pasar bastantes vehículos y autobuses.

—¿Quieres volver a casa? No estamos lejos de Nápoles

—¿Qué debo hacer?

—Pasan autobuses todo el tiempo.

Prosciutto gruñó. ¿Qué esperaba? ¿Qué le llamaran a un taxi? ¿Que Risotto le agradeciera y lo fuera a dejar? Eso no era un cuento de amor. Lo sacó de sus pensamientos el ringtone del conductor. Lo vio contestar, amorosamente, y Prosciuto sintió la ternura de la voz de un hombre enamorado. Él no participó de la orgía, no, pero debía cargar con la desverguenza de quienes sí lo hicieron, y Pros se sintió culpable.

—Giorno­— sí, amor— ya sabes— lo de siempre— me he acostumbrado— sí, en la tarde— te amo— un beso—

—Uhm... iré a tomar un autobús

—¡No olvides nada!

Sabía que el chico se refería a no dejar ninguna pertenencia en la van, pero la verdad era que Prosciutto quería olvidar todo. Borrar esa noche, que nunca hubiera pasado. Tomó un autobús, y sintió que la gente lo miraba y lo olía, olor a orgía y mugre. Se sentó al final, lejos de todos, volvió a ordenar su peinado, y supuso que en realidad nadie olía nada ni tenían ni puta idea de lo que pasó. Y así, intentó limpiar sus pensamientos hasta llegar a casa.



Bruno estaba esperándolo. De desayuno le tenía unos huevitos fritos, jamón, pan tostado y jugo de naranja. No le preguntó nada y lo atendió como un rey, y luego se sentó frente a él a comer, con una sonrisa, su tan pura sonrisa.

—¿Lo pasaste bien?

—Hmm— Pros hizo un ruido, dudoso. —S-sí, sí

—No quería arruinar tu momento, ¿sabes? Por eso te empujé a que subieras. No sé en qué estaba pensando cuando creí que Abbacchio me elegiría, esa chica tenía razón— dijo Bruno, riéndose y sintiendo lástima por sí mismo. —Todos... estaban muy lindos, tú sobre todo

—Uhm... no digas eso

Prosciutto apretó los labios, que comenzaban a temblar, ahogó un lamento, y disimuló el llorar de sus ojos sorbiendo el ácido juego de la naranja recién exprimida.

—¡Pero si es verdad! Te veías divino, entiendo por qué Risotto puso sus ojos en ti. Cumpliste nuestro sueño... Pros, es que, recuerdo cuando te señaló y es como... wow, como un sueño— Bruno no podía más de emoción. —¡Ya cuéntame cómo fue!

Prosciutto creyó que ya no podía más, estando a punto de largarse a llorar explosivamente. En la punta de su lengua, se asomaba la frase "no es para ti, Bruno, no es para ti, no vuelvas nunca más a ofrecerte así, no", pero no consiguió decir nada.

—¿Pros?

—Oh, Bruno, sigo con resaca, lo siento. Tengo borrones, ¿sabes? Fue algo muy rápido y se acabó

—¿Es eyaculador precoz?

—No seas idiota, fue rápido como me emborraché y no supe mucho más

—Pero... ¿no sientes las consecuencias de la follada? Vamos, el tipo mide dos metros, no puede haberte hecho solo cosquillas... yo te digo, Risotto me asusta un poco, creo que me daría vuelta las tripas—

—Asqueroso, estoy desayunando— Luego, Prosciutto comenzó a reír también. —Estuve muy ebrio y no lo disfruté del todo

—No te creo, me estás ocultando todo

No en el sentido que Bruno pensaba, pero sí, era cierto. Por algún motivo, Prosciutto prefirió omitir lo que pasó realmente y tratar de sonreír más, cosa que era fácil con Bruno cerca.

—Mejor cuéntame cómo te fue, me quede preocupado cuando nos separamos, ¿sabes? Pensé bastante en ti

—Uhm... la tonta esa cara estucada se rió de mí, pero a ella tampoco la eligieron, así que me burlé de ella también y acabó llorando. Bueno, todos estaban llorando, menos yo, tengo orgullo. No me iba a quedar allí perdiendo el tiempo, tomé un taxi y me vine a casa.

—¿Llegaste bien? ¿Comiste algo? ¿O te dormiste?

—Mi cabeza estaba abombada, quedé un poco sordo, como en todos los conciertos. Pero dormí bien...

—¿Sabes que eres hermoso, cierto Bruno?

—¿A qué vienes con eso?

—A que... no sé por qué no te eligieron, pero estoy seguro de que eres mejor que todo esto. No estuvo bien hacer esto, ¿sabes? Deberíamos—

—Mira Prosciutto. Tú tuviste tu turno. No vas a quitarme eso que quiero porque a ti no te haya gustado

—Bruno...

—Si no me eligen, bueno, me rindo, el amor no es para mí— se llevó la mano al pecho, trágicamente

—No estés buscando amor allí...

—¿Sabes? Suenas horriblemente decepcionado Pros, parece que Risotto no es la gran cosa, pero Abbacchio, estoy seguro que no desencanta

Prosciutto lo despidió sacudiendo una mano como diciéndole que ya se callara y se fuera. Con el correr de las horas, Prosciutto consideró que pasaron un buen día juntos, como siempre, y sintió como si recuperara algo del alma arrebatada compartiendo con su amigo, pero difícilmente borraría el disgusto que sentía al recordar la noche anterior.



Otra noche de concierto agitó la noche de Nápoles. Bruno se puso su mejor traje, uno negro ajustado con un agujero grande en el pecho, y debajo, lencería perfectamente visible. Prosciutto fue de negro con líneas blancas delgadas, apenas perceptibles, y su sello característico, un escote pronunciado y ancho.

El recital estuvo fenomenal, cada vez ponían más empeño en la producción, con una máquina que liberaba humo cada cierto rato, pirotecnia y fuego. Costaba salir decente de allí, tras sentirse bañado en sudor, pero después de una chequeada en su espejito de mano, Bruno consideraba que se veía bastante bien. Un pañuelito presionado en la cara y adiós brillo no deseado.

Se acercaron al montón de groupies, quienes ahora los miraban con algo más de respeto, o al menos a Prosciutto. El chiquillo de pelo rosa lo saludó, levantando la mano y ondeando los deditos delicadamente. Quizás hasta se habían hecho amigos, pensó Bruno.

Bruno sintió el cuerpo arder cuando unas chicas comentaron "allí vienen", emocionadas, y salieron corriendo detrás de ellos. Otra vez el mismo ritual, gente haciendo lo impensado por llamar la atención, gritos, indignidad, y así escaló el asunto, un rubio y una rubia arriba, el chico de pelo rosa, otros personajes sin cara, y luego el dedo índice de Abbacchio frente a su cara.

No hubo que preguntarle dos veces y Bruno estuvo arriba. Leone lo escogió solamente a él, y Bruno tuvo que morderse la lengua para no ponerse a gritar.

La van partió, esta vez Prosciutto se quedó fuera, y Bruno no podía dejar de pensar en su gesto de preocupación. Rápidamente se deshizo de sus pensamientos, pues Abbacchio estaba a su lado, abrazando su cintura y hablándole caliente al oído, acariciando su cuello con la punta de la nariz, respirándole fuertemente y dando mordisquitos de los que no se podía resistir.

¿Abbacchio estaba haciendo todo eso? Bruno no podía creerlo. Se apegó más al vocalista y se dejó querer.

No se dio cuenta cuando las cosas se subieron más de tono y Abbacchio comenzó a pedirle que lo masturbara. Los demás los miraban, y Bruno se sintió pequeño, muy pequeño, con los ojos de todos encima, y risas burlescas de terror, como las risas de Halloween, falsas, sintéticas, acompañadas de ojos brillantes en la oscuridad.

Leone le tiró el pelo con fuerza, y sin ninguna delicadeza, lo desafió.

—¿Y? ¿Vas a chupármela o no?

Una serie de ojos se posaron sobre Bruno, y el chico recorrió las miradas de todos. Era como ver el brillo de una serie de depredadores en la oscuridad, hienas que reían esperando festinar con su cuerpo una vez caído y desechado.

—¿Te haces de rogar, putita?

—Uhm, no, yo...

—Si no, bájate

Bruno tragó saliva. No pudo evitar considerar que la oferta era humillante. Quería hacerlo, sí, se moría por ello, pero ¿por qué tenía que ser ahí delante de un montón de risas burlescas? Ellas querían hacer una fiesta de su degradación, sus rostros mostraban un gesto socarrón.

—Creo que no puedo

Abbacchio abrió la puerta, con el vehículo andando, y pateó a Bruno afuera, y la caída lo hizo saltar de la cama y sujetarse el pecho.

Había sido una pesadilla.

Se sentó, apoyando la espalda en la cabecera, y encendió la lamparita a su lado. Respiró profundamente, mientras su corazón comenzaba a latir cada vez más lento, más normal. En ocasiones como esa, extrañaba buscar consuelo en alguien, decirle que tuvo un mal sueño y ser reconfortado. Un abrazo, caricias en el pelo, y un "todo va a estar bien, fue sólo una pesadilla". No le importaba si aquello estaba revestido de amor romántico, fraternal, o amistoso, cualquiera servía. Y si bien sabía que Prosciutto lo quería mucho, no era la persona que lo abrazaría tras soñar feo. Probablemente lo mandaría a la mierda a dormir y que se dejara de joder, que no era un crío.

Por más que Bruno intentó convencerse de que Prosciutto lo echaría a volar, se levantó, caminó hasta su cuarto y se metió a su cama. El movimiento despertó al rubio, quien refunfuñó adormilado.

—Lo siento, no quiero dormir solo

—Ve a molestar a ese que conociste en Grindr— alegó, con la voz pastosa

—Ya sabes que Cioccolatta no sirve como apoyo emocional

—Ugh, como sea

Bruno lo abrazó, haciendo de cucharita grande y no pasó mucho hasta que Pros se quedó dormido otra vez. A Bruno le costó un poco más, pero finalmente lo consiguió, junto a la calidez de su mejor amigo, esa que le costaba reconocer pero que hacía olvidar cualquier pena.



El par de amigos desayunaba antes de salir al trabajo. Prosciutto había estado silencioso tras la noche durmiendo juntos, y es que nunca fue muy amigo del afecto físico con Bruno, pese a quererlo con todo su corazón.

—Anoche soñé algo brutal, Pros

—Me imagino, si te fuiste a meter a mi cama

—Es que, fue muy raro

—¿Qué soñaste?

—Uhm... soñé que íbamos a otro concierto de XXXcess, con los groupies otra vez. Eso sí, Abbacchio me elegía

—Wow

—Sí, y me subía a la van. Me besó el cuello Pros y se sintió tan real. El asunto es que luego me pidió hacerle una mamada ahí frente a todos y me estaban mirando aguantando la risa y apuntando con sus teléfonos. Así que me negué. Abbacchio se enfureció y me bajó de la van de una patada, creo que morí, íbamos a toda velocidad por la carretera. Desperté inmediatamente. Fue horrible, Pros.

—Suena... pésimo, la verdad

—¿Crees que ellos harían algo como eso?

—No lo sé, Bruno. No pongo las manos al fuego por nadie, la verdad

—¿Te trataron bien?

—Uhm... no me trataron mal. Pero ¿sabes? No sé si quisiera hacerlo otra vez. Tampoco quisiera que lo hicieras tú, pero ya me dejaste claro que quieres vivirlo y todo eso.

Bruno se quedó paralizado. Pros estaba comportándose diferente desde el encuentro con la banda.

—¿Sigues siendo fan de XXXcess?

—Obvio que sí, Bruno

—Desde esa noche siento que tu percepción de ellos cambió

—Los vi cogiendo, obviamente que eso te cambia para siempre la imagen de alguien... lo que me hace pensar que fue bueno que no nos escogieran juntos

—A mí ya me pillaste una vez— Bruno rió, cubriéndose la boca y fingiendo avergonzarse

—No quiero ver eso de nuevo. Es como ver follando a un hermano, qué asco

—Y yo que siempre he pensado que un polvito entre los dos de vez en cuando reforzaría nuestra amistad— hizo un mohín

—Quiero pensar que no lo dices en serio

—Piensa lo que quieras— Bruno le arrojó un beso volador. Luego, ambos fueron a trabajar, Prosciutto con un gesto huraño, y Bruno tratando de olvidar ese tirón en el interior de su pecho que lo embargaba de una preocupación difusa.



Las cosas estaban bastante bien en el ámbito económico en el último tiempo. Prosciutto estaba ahorrando para comprar un auto y Bruno pensaba en comprar un departamento propio. De todas maneras, siempre apartaban algo de dinero para dedicarlo a su fanatismo.

Prosciutto había vuelto a mostrarse como un fan acérrimo, y eso entusiasmaba a Bruno. Ambos se potenciaban cuando se trataba de seguir los pasos de XXXcess, y si bien Pros durante un tiempo pareció apagar esa llama, se había vuelto a encender, incluso con mayor intensidad.

Secretamente, había llegado a la conclusión de que no se amargaría más por lo que pasó y disfrutaría el momento. Quizás era una lección muy mal aprendida, pero sí tenía claro que advertiría a Bruno y no se guardaría lo que pensaba de toda la situación.

—Bruno, ¿recuerdas que hace un tiempo tuviste un sueño sobre Abbacchio? Que te pateaba furgón abajo

—Uuf, sí, quedó grabado en mi mente, fue horrible

—¿Te has planteado que es algo que podría pasar?

—Uhm... no, realmente no. Tú que lo conociste, ¿crees que eso podría pasar?

—No me pareció una persona violenta, a decir verdad, pero sí me quedé con la sensación de que, si aceptas subir, debes estar dispuesto a todo

—No me habías hablado mucho de esa noche

—Ha sido complicado. No quería arruinar tu experiencia, y a la vez, he querido evitar que la tengas

—Oh...

—Digamos que, no fue tan genial, me sentí utilizado en ese momento. Pero he estado pensando en que es precisamente eso lo que es, nada más, es prestarse por un momento, ellos te usan, y tú a ellos

—No tengo problema con eso, es decir, ya me ha pasado

—Lo sé, lo sé, a mí también. El punto es que, no quiero que tengas sentimientos reales por un cantante

—Ah, no, no, no es para tanto

—Y si pasa algo que no quieres, hazlo saber

—Por supuesto, Pros, no me dejaré hacer algo que no me guste

—Entonces todo bien

Ambos estuvieron de acuerdo en que lo seguirían intentando, pero Proscutto no apagaría las alarmas tan fácilmente.



No pasó mucho tiempo hasta vivir la experiencia de otro concierto. Prosciutto se embelleció como nunca, mientras Bruno lo miraba en el espejo del baño, y aprovechaba de ponerse algo de maquillaje. Pros no solía soltarse el cabello y siempre lo llevaba tomado, de distintas maneras, pero siempre sujeto muy firmemente. Ese día decidió dejarlo libre, y así era cuando a Bruno le parecía más guapo. El cabello rubio le llegaba hasta los hombros, y tenía una suave onda que curvaba las puntas de su pelo rubio hacia afuera.

—Deberías andar siempre así

—Es que me despeino mucho. Hoy será una excepción, quiero verme diferente

—Me gusta eso, salvaje

—Como digas

Prosciutto rodó los ojos, pero no pudo esconder una sonrisa agradecida por los cumplidos de Bruno. Puso algo de perfume, mientras miraba a su amigo, quien se planchaba el cabello liso con el que ya había nacido. Ya habían tenido esa discusión antes, Pros cuestionando el planchado de pelo que Bruno no necesitaba, y el moreno defendiéndose con el argumento de que el frizz era una pesadilla. "¿Qué frizz?" terminaba preguntando el rubio, pues el pelo de Bruno era lacio a más no poder, pero su amigo insistía en que estaba despeinado si no se planchaba.

Y así los dos terminaban hablando de otra cosa mientras el olor típico del pelo en la plancha invadía el cuarto de baño.

Cuando ya estuvieron listos, tomaron sus documentos y salieron rumbo al concierto. La dinámica siempre era parecida, Bruno iba hablando mucho acerca de sus expectativas, ensoñando en voz alta, preocupándose de que llevaran todo lo necesario, haciendo planes. Prosciutto simplemente respondía y guardaba su entusiasmo en el corazón.

Cuando llegaron al lugar, había una fila enorme, pero desde el incidente en que terminaron siendo groupies, ya no les importaba demasiado quedar adelante en primera fila. Ya los habían visto de cerca (ni que decir Prosciutto), y ya no era tan desesperante quedar de los primeros.

Además, quedar en primera fila significaba salir destruidos de entre la gente, el pelo hecho una mota de arañas, sudor, la ropa estropeada, hasta zapatos perdidos. Para peor, llegar temprano significaba no poder comer nada, no poder beber para no mearse, no poder cagar, no tener vida. Ambos debían lucir fabulosos, así que desde ese día decidieron tomarse el día en casa y llegar poco antes de la apertura de puertas.

—Hemos cambiado— comentó Bruno, observando la fila de fans que seguramente llevaban horas ahí

—Estoy más viejo

—Por favor, Pros... tenemos más aguante que todos estos

—¿Querías llegar temprano? Debiste decirlo

—No, no, jamás lo haré de nuevo. Además, quizás hoy vea a Abbacchio muy, muy de cerca, y debo estar impecable

—Estás hermoso, así que es muy probable

Ambos se sonrieron, y se pusieron en la fila. Cuando abrieron las puertas y todo el mundo se empujaba y pisoteaba, ellos caminaban tranquilos buscando dónde situarse. La calma de ese momento no significó que estarían durante todo el recital así de tranquilos, pues después del primer atisbo de que la banda saldría el escenario, Bruno y Prosciutto se descontrolaron. Ambos coreaban las letras, saltaban, gritaban, y formaban un escándalo.

Bruno no dejaba de mirar al vocalista, con los ojos brillantes y el pecho oprimido entre el sonido de los parlantes sacudiendo su interior, y su propio corazón latiendo a destiempo. Dios, ¿había en la tierra un hombre más atractivo que Leone Abbachio? Imposible, Bruno sospechaba que por su culpa se quedaría soltero. Bueno, salía de vez en cuanto con un tipo que era médico, y según Prosciutto, era muy conveniente como pareja si Bruno quería tener una vida cómoda, pero diablos, no le llegaba ni a los talones a Abbacchio en todo lo que a Bruno le hacía sentir. "Piensa con la cabeza, no con la polla ni el culo" solía decirle Pros, pero en el último tiempo Bruno parecía estar tomando más en serio a Cioccolatta y el rubio ya no lo sermoneaba.

¿Con qué cara? Bruno podría decírselo también. Prosciutto miraba a Risotto Nero con una cara de cordero degollado que no pasada inadvertida por su amigo. Pero no tenían para qué discutir por bobadas. Lo pasaban bien admirando a artistas y llevando una vida amorosa humilde.

El concierto terminó, y volvieron a hacer como la vez pasada. Salieron lento, cuando ya no quedaba mucha gente, y vieron a poca distancia a los groupies haciendo vida social. Recibieron al par de amigos con cierto desdén, pero el chico de pelo rosa (¿Doppio era? Pros olvidaba siempre su nombre, pero jamás su cara) ondeó la mano con cierta coquetería. Un flashback eyaculando sobre sus labios rosas y sus pecas hizo que el saludo fuese algo frío y amargo por parte de Prosciutto.

La van salió del recinto y los muchachos iban bastante encendidos, asomados por la ventana, gritando las letras de las canciones desafinadamente, y observando a todos los groupies. Cuando frenaron y abrieron las puertas, el grupito corrió hasta ellos y Bruno sintió que se le caerían las tripas. Esa sensación en su abdomen era la de un presentimiento extraño. No quería ilusionarse, pero una chispa se encendía en su interior con un calor maravilloso.

Vio como los miembros de la banda eligieron la mercadería, con diferencias respecto a la vez anterior, y vio partir a Prosciutto escogido una vez más por Nero, y esta vez subió solo, sin el niño de pelo rosa. Apenas se despidieron, rápido, y Abbacchio se asomó, el maquillaje intacto, su cabellera plateada salvaje y más ondulada que en otras ocasiones.

Detuvo sus ojos en Bruno, y el muchacho podía jurar que fue así, no fue su imaginación. Sintió que todo transcurría en cámara lenta a su alrededor, mientras enterraba sus pupilas en las de Abbacchio y aprontaba sus labios para decir que sí y subir a la van con él.

Pero Abbacchio rompió el contacto visual, escogió a un chico que Bruno ni se había molestado en notar, y tras subirlo, cerró las puertas.

Y así, la van partió y estacionó unos metros más allá, seguro planeando qué hacer, y dejaron a los sobrantes atrás. Ellos sonreían y decían que quizás para la otra tendrían suerte. El chico de pelo rosa se veía de buen ánimo y tranquilo, preparándose para irse, cuando Bruno vio de lejos al chofer, acercándose justamente a él y a nadie más, y la emoción le cosquilleaba las plantas de los pies con una pluma. A un par de metros, el chico rosa lo miraba, sonriendo, esperanzado también por Bruno pese a no conocerse, y sin decirlo, le enviaba buenas vibras.

—Oye, disculpa...

—¿Qué es?— Bruno preguntó, fingiendo inocencia y con la ilusión viva en el corazón

—Uhm, lo siento, pero Abbacchio ha pedido que no estés en el grupo

—¿Perdón?

Bruno tardó en entenderlo. El chico de la van no supo cómo explicarse, seguro decirle a alguien que se fuera y rechazarlo así era un trabajo ingrato. El muchacho sólo le dijo "lo siento" una vez más, y se fue a seguir con su labor.

Bruno estuvo ahí de pie un rato, y más tarde, cuando ya casi no corrían vehículos, tomó un taxi, y lloró todo el camino inventándole al taxista una pena de amor, que no distaba tanto de la realidad.









Buenas gente, traigo material nuevo! Tengo esta idea en mi cabeza hace tanto tiempo! Y por fin vio la luz ♥ Será cortito sí :o Entre dos o tres capítulos. No sé en qué género meter esto, como que pasarán cosas malas y otras estúpidas xDDD Es un drama supongo :3

La verdad, la persona culpable de este fic ni siquiera sabrá que existe esta historia xDDDD No sé si conocen a un artista de jojo que se llama redtriplesix en twitter. Weno él es como muy fan de Type O Negative y otras bandas goth/doom, y me recordó lo sensual que era el vocalista (RIP) y lo mucho que me hace pensar en Abbacchio xD Bueno y así implantó la idea en mi mente de ver a Abbacchio como vocalista de una banda de goth /doom / black metal (música que me acompañó en la adolescencia y me trae mil recuerdos xD). Aparte amo la idea de Bruno puto, así que esto es como un mix de un Abba malulo y un Brunito fácil como la tabla del 1, qué mejor jjiijijijijij ♥

Eso es todo, estaré actualizando pronto, pero primero mi MisGio :3 Gracias por pasar por aquí, y felices fiestas!! 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro