SEVEN DAYS, A WEEK

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El motor de la Harley rugió en el silencio de la noche mientras Jungkook conducía a toda velocidad por las calles de Seoul. A pesar de haber decidido ir sin casco para intentar que el aire frío de la madrugada le aclarase las ideas, lo cierto era que solo había conseguido poner en riesgo su vida y un dolor de cabeza. Al llegar a su destino, la puerta del que había sido su hogar durante los últimos 5 años, se quedó allí de pie, aún subido sobre su bestia de dos ruedas. No, no quería entrar a casa para enfrentarse también a la mirada gélida de Sohee. De hecho, cada vez le costaba más y más enfrentarse a ella, a su sarcasmo hiriente, a su rostro iracundo cada vez que llegaba tarde a casa y a sus palabras afiladas que atravesaban su alma como cuchillos arrojadizos.

Al principio, sólo asumió que era posesiva, que sus celos eran solo fruto de su inseguridad... Pero con el paso del tiempo, empezó a darse cuenta de que ella tenía razón, por mucho que odiase reconocerlo. Ya fuese a causa de su desconfianza, o a consecuencia de ella, lo cierto era que Jungkook empezó a ser deshonesto con su mujer hacía tiempo. Y no, no se sentía orgulloso de ello, ni muchísimo menos. Cada mañana que amanecía en los brazos de él, algo florecía en su pecho, pero pronto moría y pudría sus entrañas. No, no era justo, pero ¿acaso la vida había sido justo con él?

Por fin, se acercó a la puerta, e intentó girar despacio la llave para intentar no despertarla a ella, y así poder evitar una discusión cuando lo único que quería era quedarse inconsciente en el sofá. Pero, según entró en el recibidor de la casa, la luz del salón encendida fue el vaticinio de su destino en la siguiente media hora, si es que Soohee se rendía pronto.

— Son las 3 de la madrugada, Jungkook, ¿se puede saber dónde coño estabas? Te he estado llamando.

— No lo he visto, lo lamento—respondió Jungkook, dejando su cazadora motera sobre una de las sillas de comedor y agachándose para desabrochar sus botas.

— Eso no responde a mi pregunta de dónde has estado las últimas horas.

— Esposa mía, no hagas preguntas de las que, en el fondo, no quieres saber la respuesta—respondió él con cierto tono irónico.

— ¿Quién es ella? - preguntó la mujer, mordiendo su labio inferior.

Estando de espaldas, Jungkook aprovechó para dejar salir una risa silenciosa, por la inexactitud de la pregunta, siempre la misma, siempre tan mal formulada. Ojalá le preguntase si había alguien más, ojalá pudiese verle más allá de su fachada de chico malo, aquella de la que se enamoró en la universidad, pero que no era más que una carcasa vacía.

Desgraciadamente, era un cobarde. No se veía capaz de ser sincero, a pesar de tener tan claras sus prioridades. Porque aquello, sería romper algo más que su matrimonio, el cual le resultaba indiferente llegados a ese punto. Si al menos ella fuese quien lo insinuase, tendría una manera fácil de reconocer la verdad. Porque, paradojicamente, él nunca la había mentido, era mejor que eso. Pero en Korea, viniendo de familias conservadoras y dependiendo su trabajo de ello, decir lo que pasaba por su mente era pecado.

Un pecado que no estaba dispuesto a dejar de cometer, un pecado delicioso, de piel canela, ojos caramelo y labios con sabor a fresa. Un pecado con el nombre más bello del mundo, aquel que adoraba clamar entre jadeos siempre que tenía ocasión, aquel que adoraba susurrar entre besos a cámara lenta. Taehyung. Kim Taehyung.

— No hay otra mujer, Sohee.

— Muy bien, pues entonces fóllame.

— No—dijo tajantemente Jungkook.

— Es tu secretaria, ¿verdad?

— Ya te he dicho cientos de veces que no hay otra.

— Duerme conmigo.

— No quiero.

— ¿Pero qué se supone que te he hecho, Jungkook? ¿Por qué me castigas así?

— Estoy cansado y harto de discutir. No me apetece estar contigo.

Furiosa, Soohee salió pisando con ira mientras subía las escaleras, empezando con la segunda parte de aquella obra de teatro intrafamiliar que tantas noches se escenificaba, teniendo como único público sus fotos de tiempos más felices. Su boda. Sus primeras vacaciones juntos. Diversas selfies de ambos besándose con cariño.

Y es que Jungkook entonces pensaba que el amor era eso, apreciar a una persona y disfrutar de su compañía. Maldita sea, aún eran dos niñatos cuando unieron sus vidas frente al altar. ¿Cuántas veces habían contado con orgullo cómo fueron el primer amor el uno del otro?

Pero para sus padres, el amor solo era algo práctico, unir familias para ganar poder. Nadie se paró a explicarle cómo se sentía el amor de verdad, la felicidad, las mariposas en el estómago. De hecho, siempre pensó que todas las canciones de amor exageraban, que no tenían sentido.

Hasta que le conoció a él. Y estaba a un paso de perder al motivo de su euforia, a la única persona que le mantenía cuerdo por ser un repugnante cobarde con miedo a enfrentarse a la realidad.

Después de que Sohee terminase con los portazos y pisotones al suelo para demostrar lo furiosa que estaba, Jungkook sacó su móvil del bolsillo y escribió un breve mensaje, sacando de la nevera una cerveza y saliendo al jardín.

Jungkook

"Llegué hace rato a casa, pero Sohee tenía ganas de pelear. Te quiero"

Taehyung

"Tu mujer tiene todas las razones para estar enfadada. Mañana tienes que darme una respuesta. Descansa"

Al otro lado de la línea, Taehyung suspiró dejándose caer sobre el colchón. Le quemaba no escribirle otro "te quiero", porque realmente lo hacía. De hecho, decir que quería a Jungkook era quedarse increíblemente corto. Le amaba con desesperación. Pero precisamente por eso, su situación tenía que cambiar. Porque aquellos sentimientos, que debían ser cálidos y bellos, hacía tiempo que le quemaban por dentro.

Cuando se conocieron en aquel evento de networking 2 años antes, Taehyung se quedó fascinado con el hombre. Su cuerpo parecía diseñado para vestir trajes, con aquellas espaldas amplias y aquellos brazos fuertes. Y si a eso se le sumaba su cintura tan ridículamente estrecha terminada en aquel culo firme que parecía cincelado en mármol, resultaba inevitable sentirse físicamente atraído hacia él. Pero es que además, hizo una presentación tan brillante durante su turno, que Taehyung por un instante pensó que había realizado algún embrujo que le impedía levantar su vista de él. Al terminar, Taehyung sacó valor para ir a felicitarle, se cayeron bien, se emborracharon juntos... y para sorpresa de ambos, se despertaron juntos al día siguiente después de una noche de sexo increible. Después del shock inicial de los primeros días, Jungkook le confesó que no había podido dejar de pensar en él, que quería volver a verle, y que quería algo más que un revolcón con él. Y pronto, de la atracción pasaron al cariño, y del cariño pasaron al amor.

Pero tras tanto tiempo, Taehyung necesitaba más que ser el amante secreto. Sabía que merecía más que eso. Necesitaba compromiso, necesitaba poder tener citas en público, y mostrarle al mundo sus sentimientos, y no solo compartirlos entre ellos dos. Así que, unos días atrás, entre lágrimas de ambos, decidió darle un ultimátum. 7 días para elegir si prefería su vida desgraciada pero segura, o arriesgarlo todo por estar juntos. Y los días habían ido pasando, y nada parecía ir a cambiar.

Apenas un par de horas después de decirle aquello, ya sintió el impulso de llamarle para retractarse. Porque sabía que era injusto para él seguir permitiéndolo, el mismo Jungkook lo había admitido... Pero sentía que no podía vivir ya sin él. Sin su pelo despeinado al levantarse, sin sus labios dibujando un puchero adorable para pedirle atencíones, y sin su voz aireada afirmando con seguridad cada noche que pasaban juntos que le haría disfrutar como nunca en su vida.

La luna llena fue la confidente de ambos aquella noche, incapaces de irse a dormir. Si aquellas eran sus últimas horas de felicidad, preferían pasarlas perdidos en sus recuerdos que durmiendo.

En su apartamento en Ichaewon, Taehyung se sentó a ver pasar las horas sentado en el sillón orejero que tenía junto a los grandes ventanales con vistas a la ciudad, sintiéndose aún más insignificante ante la inmensidad que contemplaba. ¿Quién se había creído para poner condiciones? Por supuesto, tenía buenas cualidades, no era un problema de autoconcepto. Pero junto al hombre, sentía que era como comparar el delicado sabor del caviar con el cotidiano del arroz. Uno era un lujo al alcance de unos pocos, mientras que el otro era amable y suave, aceptable para la mayoría, pero sin nada que destacase.

Desde el jardín de su casa a las afueras de Seoul, los pensamientos de Jungkook le atormentaban. Aunque no tuvo el valor de decírselo a Taehyung, no llevaba intentando hacer pública su verdad la última semana. Lo cierto era que, desde el primer momento en el que le pidió ser algo más que unos desconocidos entregados a la lujuria, quiso mandar su aparente vida perfecta a la basura, en favor de tener una vida real. Pero su miedo y su cobardía se lo habían impedido una y otra vez, hasta que no le quedaron más fuerzas para luchar por sí mismo. Ahora, la realidad le había golpeado con violencia, amenazando con arrebatarle a la única persona que le había hecho feliz en su vida. Quizá debía dejarle ser feliz con alguien que pudiese darle todo lo que merecía, y que no tuviese que conformarse con aquella relación secreta. Profundamente deprimido, se enrolló en una manta y cayó dormido allí mismo, con la sensación de que su vida carecería de sentido 24 horas más tarde.

Unas horas más tarde, la alarma despertó a Jungkook, entumecido tras la noche a la intemperie. Con un gruñido, sacó su teléfono del bolsillo para mirar las notificaciones pendientes durante las escasas horas de sueño que había tenido. La pantalla le mostró sus correos electrónicos de trabajo, publicidad de algunas aplicaciones y dos mensajes.

Sohee

"Tenía una reunión a primera hora y saldré tarde de la oficina hoy. Esta noche quiero hablar contigo sobre algo importante. Nos vemos en The Cirque a las 10 pm"

Por supuesto, lo último que deseaba un día como ese era tener una cita nocturna en un restaurante romántico con su mujer, pero negarse a asistir hubiese sido un conflcto mayor. Escuetamente, respondió con un breve "Ok" y cerró el chat para pasar al siguiente. Normalmente, ver el nombre de la persona a a que amaba le hacía sonreir como a un lunático. Pero esta vez, las mariposas de su estómago se convirtieron en cuerdas que anudaron sus entrañas.

Taehyung

"Hoy es el último día. Esperaré hasta medianoche. Si no sé nada de tí para entonces, por favor, no vuelvas a contactar conmigo nunca más. Te amo con locura, Jungkook, pero ambos sabemos que no podemos vivir así eternamente. Yo también merezco una vida"

Taehyung merecía una vida. Ojalá Jungkook pudiese tener una de verdad también, y no aquella farsa que le habían vendido, diciéndole que era todo a lo que podía aspirar. Pero soñar estaba dentro del territorio prohibido. Él había nacido para ser un peón más, un actor secundario en la vida de los demás, no para ser protagonista.

Como un autómata, se preparó para ir a la oficina, como cada día. Ducha, traje, café. En lugar de montarse en su lujoso coche, escogió su moto en su lugar, en un intento de sentirse libre, aunque solo fuese una ilusión. En unas pocas horas, su vida habría cambiado para siempre.

En su apartamento de lujo, Taehyung se sentó frente a su escritorio con una taza de té y las últimas galletas de la alacena. Siendo el día que marcaría su futuro para siempre, no se sentía de humor para aguantar a sus compañeros de trabajo o vestirse con ropa de oficina, así que había decidido trabajar en remoto. Quería poder llorar si lo necesitaba sin dar explicaciones ni escabullirse en un cubículo del cuarto de baño. Además, quería estar disponible por si en cualquier momento Jungkook quería ir a hablar con él, pero por cada minuto que pasaba, sus esperanzas iban menguando. Ya solo quedaban 15 horas y 42 minutos para la hora límite. Para su final.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

La luz de las farolas iluminando repentinamente su despacho le hizo saber a Jungkook que su horario de trabajo había terminado. Las anteriores 8 horas las había pasado sentado tras el escritorio, con la mirada perdida en una esquina indeterminada con la mente reproduciendo cada uno de los momentos felices que había pasado con Taehyung, sin poder asumir que todo hubiese terminado. Deseaba tanto correr hacia él y amarle. Deseaba tanto abandonar su vida de apariencia y entregarse a su verdad. Con pesadumbre, se levantó de su escritorio y se dirigió a la calle con la intención de dirigirse al lugar donde había quedado con su mujer, y la sola perspectiva de tener que pasar las siguientes horas mirándola a la cara y soportando sus reproches, aun siendo bien merecidos, le produjo náuseas.

Al llegar al restaurante, Sohee ya estaba sentada en la mesa, mirando distraídamente su teléfono. Al verle, le hizo un gesto para que le viese, y siguió sus pasos hasta que estuvo sentado tras la mesa. Tras escoger su cena, Sohee forzó una sonrisa antes de hablar.

— Bueno, mi amor, ¿qué tal el día en la oficina?

— Bien, cómo siempre—respondió Jungkook, incómodo por el apelativo cariñoso—¿Y tú?

— Bien, hoy hemos salido a comer Hana y yo con el director Lee, y no te vas a creer lo que nos ha estado contando. Por lo visto, el señor Kim, el jefe de contabilidad, y....

El cerebro de Jungkook desconectó totalmente de la conversación que tenía frente a él al escuchar el apellido de Taehyung. Por supuesto, el tal señor Kim del que su mujer hablaba no era el mismo que habitaba su corazón, pero cualquier excusa era buena para que su cerebro trajese a su memoria la sonrisa cuadrada del hombre, el recuerdo del sonido de su risa y la imagen de ese guiño de ojos tan especial que hacía cuando bromeaban juntos.

— Pero bueno, Gguk, no era de eso de lo que quería hablar contigo. Ya desde hace tiempo que quiero decirte algo, pero como nunca estás en casa, nunca tengo la ocasion—dijo Sohee, forzando nuevamente la sonrisa a pesar de la acidez de sus palabras— Y es que ya va siendo hora de que les demos nietos a nuestros padres, ¿no crees?

Jungkook al escuchar aquello, se quedó congelado, incrédulo ante lo que su mujer estaba diciendo. Hacía años que apenas cruzaban dos palabras seguidas si no era con reproches, ya no hablemos de tener sexo juntos. Desde que Jungkook decidió empezar una relación seria con Taehyung, dos años atrás, no había vuelto a dedicarle a la mujer que se sentaba al otro lado de la mesa ni una sola caricia, no hablemos ya de otro tipo de intimidad.

— Había pensado en empezar la semana que viene, que estaré ovulando. Ya he informado a tu padre de que el heredero va en camino, y creo que también nos vendrá bien a nosotros para superar este pequeño bache que estamos pasando—dijo la mujer, con ojos de ilusión.

— No va a pasar—susurró Jungkook.

— ¿Perdón? —dijo la mujer, con su sonrisa desvaneciéndose poco a poco.

— Que no voy a traer a una criatura al mundo, mucho menos contigo, Sohee —siseó Jungkook, sintiendo un calor hasta entonces desconocido en su pecho —Hablas de lo que quieres tú, de lo que quieren nuestras familias, incluso te has tomado la libertad de informar a mi familia de ello sin siquiera consultarme como forma de presionarme. ¿Te has preguntado por un instante lo que pueda querer yo?

— ¿Qué quieres, un coche nuevo? Lo compraremos -dijo Sohee, como si fuese la cosa más natural del mundo.

Y de pronto, como un huracán, aquella conversación desarmó toda su estructura de pensamiento, y todas las dudas, todos los miedos, se los llevó con violencia un torbellino, dejando allí la base, los cimientos más importantes de su vida.

— Quiero ser libre, por primera vez en mi vida—dijo con firmeza Jungkook.

— Si esta pataleta es por tu amante, no volveré a preguntarte quién es ella -dijo Sohee, queriendo negociar.

— Él.

— ¿Qué?

— Que es él. Y no es un amante cualquiera, es la persona a la que amo desde hace años.

La lámpara de araña del techo cayó estrepitosamente contra la mesa contigua a pocos metros de ellos, pero mientras el resto del restaurante se sobresaltaba, ambos se quedaron allí, mirándose el uno al otro. Ella, con mirada de estupefacción ante la revelación, mientras que en los ojos de Jungkook se veía un brillo retador.

— Sohee, estoy harto de esta farsa. Quiero el divorcio.

— ¿Pero qué estás diciendo? ¡Pienso informar de esto a tus padres! —gritó Sohee, llena de ira en el restaurante, en silencio por el accidente ocurrido.

— Por favor, hazlo. Ahora, tengo que irme.

Ignorando los gritos de ella reclamándole que volviese, salió apresuradamente del restaurante y miró la hora. 11:50 de la noche. Aún estaba a tiempo de salvar el amor de su vida.

La tormenta que antes se avecinaba ahora era una realidad, llenando de agua sin compasión las calles y haciendo el tráfico una pesadilla. Jungkook agradeció al destino haber escogido la moto, y no el coche, para circular por la ciudad aquel día. Entre pitidos, fue colándose imprudentemente entre coches y camiones, saltándose algunos semáforos para no desperdiciar ni un segundo.

Después de terminar de cenar un improvisado bol de noodles instantáneos, Taehyung apagó las luces de su apartamento, dejando iluminado solo su salón con una lámpara de pie con luz tenue. Miró con nerviosismo su teléfono por enésima vez, con la esperanza de ver un mensaje con su nombre, pero la pantalla vacía le provocó un nudo en la garganta también por enésima vez durante el día. Y al ver que eran las 11:57 de la noche, tuvo la certeza de que había perdido a Jungkook para siempre.

Con la sensación de que cada una de sus extremidades pesaba 200 kilos, se levantó despacio del sofá para dirigirse al minibar a servirse un vaso de whisky, que bebió de pie de un solo trago antes de servirse otro, este para llevarse a la mesa de centro del salón. Tumbado sobre los cojines del sofá, se encogió sobre sí mismo y se permitió hacer lo que llevaba deseando hacer desde hacía horas: Con un par de sollozos, las lágrimas empezaron a caer por su rostro, tornándolo en una mueca de dolor. Pero apenas la primera de ellas había tocado el cojín sobre el que reposaba su cabeza, el timbre le sobresaltó. Secándose las lágrimas con las mangas de la sudadera que llevaba puesta, abrió la puerta, y allí estaba. Su ropa y su pelo estaban empapados, y en sus ojos brillaba algo desconocido para el mayor.

— Jungkook, ¿qué quieres? —dijo Taehyung, tratando de mantener un tono de voz estable.

— A ti —respondió Jungkook, entrando en dos zancadas en el apartamento, y aferrando su cara con desesperación para besarle.

Instintivamente, Taehyung continuó el beso, hambriento de aquellos labios, y olvidando por un instante el dolor, la angustia y el miedo. Por unos momentos, no le importó nada más que sentirle y amarle. Pero tras aquellos segundos iniciales, su conciencia volvió a conectarse, y se separó despacio de Jungkook, en cuyos ojos aún se reflejaba la necesidad de tenerle entre sus brazos.

— No me eches, por favor, Tae. Son las 11:59. He llegado a tiempo. Por favor, perdóname -dijo atropelladamente Jungkook, buscando su contacto con desesperación.

— ¿Qué ha pasado? —preguntó Taehyung, dando un paso atrás con cautela.

— Por fin pude hacerlo. Le dije toda la verdad a Sohee. Probablemente mañana no tenga trabajo y definitivamente mi familia no va a quererme cerca nunca más. Pero no me importa. Estaba en el restaurante, hablando con ella, y lo único en lo que podía pensar era en ti. Solo te necesito a ti.

Nuevamente, Jungkook se acercó a besarle, abrazando su cintura con impaciencia mientras su lengua se aventuraba dentro de la boca ajena, ansiando más de él. Pero Taehyung se separó de nuevo para mirarle a los ojos y decidir qué hacer. Había tenido una semana para hacer aquello. Mucho más tiempo si contaba con todas aquellas veces en las que se lo había pedido sin el ultimátum de por medio. Le había hecho sufrir muchísimo con la espera, haciéndole sentir que no valía lo suficiente para él. Pero entonces, dejó de mirar a través de él y miró en el interior de su pareja. Y lo que vió a través de las ventanas del alma de su amado era paz. A pesar de haberlo perdido todo, sentía calma por haberlo hecho, por estar con él, por haberse atrevido a abogar por sí mismo por primera vez en su vida.

— Por favor, dime que he llegado a tiempo —susurró Jungkook con ojos suplicantes.

— ¿Tienes miedo de haber tirado todo por la borda para nada? —cuestionó Taehyung.

— No, tengo miedo de haberte perdido a ti. No quiero nada más que a ti. Solo te necesito a ti.

El silencio se adueñó del entorno, solo roto por el ruido del agua cayendo con un sonido sordo al otro lado de las ventanas. Taehyung abrió y cerró la boca un par de veces antes de tener el valor de volver a hablar.

— Lo has hecho —susurró Taehyung, tratando de suprimir una sonrisa.

— Lo he hecho, bebé—respondió Jungkook, sonriéndole tímidamente.

— Lo has hecho—volvió a repetir Taehyung, esta vez echándose a reír mientras saltaba sobre Jungkook, que con una carcajada atrapó al vuelo a su pareja, dando un par de vueltas sobre sí mismo mientras le cargaba, y cerrando la puerta del apartamento contra la espalda de Taehyung.

En aquella ocasión, el beso fue un desastre de risas, lágrimas de alegría y desordenados roces de sus labios y sus lenguas, demasiado emocionados para compartir un beso decente. Pero a pesar de ello, guardaba una magia especial aquella situación, tan entregados a su euforia que eran incapaces de suprimir las carcajadas. Con infinito amor, Jungkook los llevó a ambos hasta el sofá, sentándose con Taehyung aún enroscado en su cintura.

— Te quiero con toda mi alma, Taehyung. Lo siento por todo el daño que te he hecho durante estos años y especialmente durante esta semana. Me resulta muy difícil explicar lo que pasaba en mi cabeza, pero quiero que sepas que ni por un instante dudé que te prefería a ti que a ellos. Fue mi miedo al conflicto lo que me paralizó, no mis dudas sobre ti. Nunca he dudado que te amaba. Nunca.

— Lo sé, mi amor, lo sé —respondió con cariño Taehyung, acariciando su pelo con ternura—Lo único que importa es que estás aquí, estamos juntos, y estaremos bien. ¿Tienes miedo?

— ¿Miedo a empezar de cero contigo? Nunca. Mañana probablemente Sohee haya destruido el capó y todos los cristales de mi coche con mi bate de béisbol, pero te juro que no me importa—se rio despreocupadamente Jungkook, robándole un pequeño beso en los labios a Taehyung, quien respondió con una pequeña risa llena de dulzura— Recuperaré lo que pueda, buscaré trabajo con los competidores directos de la empresa de mi padre, y empezaré mi vida por fin. ¿Te casarás conmigo?

— ¿Casarme con un hombre divorciado? No sé, no sé —respondió juguetonamente Taehyung, recibiendo un pellizco en el culo por respuesta por parte de Jungkook— Me casaría contigo una y mil veces, idiota.

— Tu idiota.

— Mi idiota —confirmó Taehyung.

Una década más tarde, con su hijo de 3 años sentado en las rodillas, contarían la historia de un príncipe al que su padre el rey no dejaba tener libertad, obligándole a casarse con la princesa del reino vecino. El príncipe era muy desgraciado hasta que conoció a un bello caballero del que se enamoró y que le salvó de su vida desgraciada, llenando su vida de felicidad. Y el príncipe Jeon y el caballero Kim vivieron felices y comieron perdices.

Al igual que Jungkook y Taehyung lo hicieron hasta el final de sus días.

¡¡Espero que os haya gustado!! La escena de JK llegando a casa de Tae es una referencia a mi escena favorita de beso de una de mis series de confort, 4x23 Always de la serie Castle. Por si alguien quiere ver la original jajaja

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