Capitulo Único

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Mis manos temblaban por la dudosa fuerza empleada en sostener el cuchillo sobre el pecho de mi novio.

– ¿Por qué lo hiciste?

Raras veces la rabia me ciega tanto como lo hace ahora, esto es lo que sucede cuando algo te importa, cuando el mundo adquiere otro color además del gris.

– ¿Cuántas veces más lo preguntarás? Te dije que lo hice porque me dió la gana, si no te vale la respuesta pues cumple tu amenaza.

La incontenible intensidad de sus ojos late sobre mi piel, queriendo desesperadamente penetrar por mis poros y quemar dentro... Si supiera que ya lo hace.

Los sollozos hacen a mis hombros temblar hundiendo mi furia.

– No tenías derecho de venderla... Era mi hogar Jungkook ¡Era la única mierda que me quedaba!

Su cuerpo se remueve debajo del mío por la brusquedad con la que su pecho se sacude al casi gritar.

– Hogar una mierda, lloras cada vez que cruzas esa maldita entrada.

– Pasé mi infancia allí...

– Abusaron de ti ahí.

Definitivamente el aire se volvió cinco veces más espeso, apenas y pasaba por mi ya cerrada garganta, este no es un tema agradable y mucho menos que Jungkook digiera correctamente.

Su mirada se torna salvaje y violenta con el golpeteo constante de su corazón contra las paredes de su pecho.

– Es más ¿Quieres que te diga algo? Si sientes el mínimo afecto por esa asquerosa casa pues mátame cuanto antes, porque, si no lo haces, iré inmediatamente a prenderle fuego como debí haber hecho. Como quise hacer desde que supe lo que te hicieron ahí.

Los recuerdos no son lindos y la sangre imaginaria permanece tiñendo las paredes en mi memoria.
¿Pero qué hacer cuando la casa de tus pesadillas es la única que has tenido?

Termino por tender las manos sobre su pecho descansando en este el cuchillo.

– Era mi hogar Jungkookie... El único que he tenido.

Aún con la espalda pegada al suelo me agarra con suavidad la mano haciéndome regresar la mirada a sus ojos.

– Yo soy ese hogar, Taehyung. Nadie más que yo.

Las últimas gotas de dolor en mi alma salen de mi cuerpo en forma de lágrimas que mojan su camiseta una vez dejo caer ahí mi rostro.

– ¿Qué haré cuando no estés tú tampoco? Eres lo único lo cual he temido perder ¿Qué haré cuando eso ocurra?

Su cuerpo se congela y es como si el mismo tiempo lo hubiese hecho.
¿Qué piensas Jeon Jungkook?

Su voz rompe el silencio.

– ¿Quieres que te diga qué hacer cuando no esté?

Levanto con lentitud el rostro.

– ¿Lo harás?

Sin responder hace el cuchillo a un lado, coloca sus manos a cada lado de mi cintura obviando por completo el hecho de que hace minutos atrás me encontraba amenazando con asesinarlo.

Usando su fuerza la cual es mayor a la mía contrario a nuestra edad, nos incorpora en el aire con mis piernas rodeando su cintura y mi culo descansando en su pelvis.

Observo en silencio el cabello negro un poco rizado, largo a la altura del lóbulo de sus orejas, su fino y redondeado rostro, pongo especial atención en el lunar bajo su labio inferior.

– Te amo.

No me cuesta trabajo alguno expresar esas palabras, mis traumas se vieron superados con mis ataques de ansiedad calmados por sus besos.

Me mira a través de sus negras pestañas.

– ¿Serás capaz de continuar amándome cuando no esté?

Alzo las manos delineando sus pómulos y mandíbula con la yema de mis dedos.

– ¿No prefieres que te olvide, que te supere? ¿O me obligarás a sufrir tu recuerdo?

La sonrisa de conejo hace aparición sin vergüenza alguna.

Me deja en el suelo sobre mis propios pies, con lentitud desata los botones de mi camisa, lo mismo con el de mi pantalón. Retira mi ropa con su mirada acariciándome la piel.

– Tírate en la cama.

Localizando el objeto a mis espaldas retrocedo sonriéndole tentativamente.

– Tírame tú.

Enarcando una de sus cejas se acerca con pasos grandes y sin advertencia me empuja fuerte de los hombros.

Caigo en la cama de espaldas dentro de una fuerte corriente de sensaciones. La risa enloquecida brota de mi garganta y me siento cercano al infierno disfrazado de cielo al percatarme del colchón hundiéndose bajo un nuevo peso.

– Adoro tu piel, tan perfecta, tan incorruptible ¿Sabes que eres lo único que me he impedido mancillar?

Sus venosas y definidas manos palpan mis piernas ascendiendo por mis muslos, con la fuerza perfecta para dejar un camino de fuego en su recorrido. Continúa subiendo con adoración, delineando los costados de mis caderas.

– Solo porque así lo has querido.

Arruga su nariz como hace cada vez que se concentra en algo.

– ¿Recuerdas cuando dijiste que te recuerdo a una rosa?

Asiento estirando el cuello para verlo con más plenitud, su cuerpo cubierto solo por los pantalones negros estilizados que tanto adoro.

– Por supuesto.

Levanta una de las comisuras de su boca.

– ¿Por qué lo hiciste?

Se acomoda trepándose por encima mío colocando su rodilla entre mis piernas y sus brazos a cada lado de mi cabeza.

La conexión entre nuestros ojos es tan directa que juraría que puede ver mi alma y más.

– Una rosa roja, brillante y atrayente, llamando al pecado, delicada y mortífera. Desde el primer momento he querido acariciar tus espinas pero no me lo has permitido.

Le digo en voz baja con mi tono normalmente ronco.

Jungkook sonríe con su mirada tornándose peligrosamente oscura.

– ¿Quieres pincharte?

Asiento completamente hipnotizado con el marrón de sus ojos.

– Desgarrarme la piel contigo.

Muerde su labio.

– Lo que no sabes es que ya estás totalmente marcado, solo verás la sangre brotar de tus heridas cuando no esté. Por eso tengo indicaciones específicas para cuando llegue ese momento.

Arrugo el entrecejo.

– ¿De qué hablas? Ya te dije que en el primer momento en el que no estés a mi lado me quitaré la vida.

Y lo haré, sin dudarlo ni un segundo. Nada más que él me ata a este mundo.

Baja su cabeza para rozar nuestras narices.

– Necesito que vivas, búscate alguien como yo, que te haga arrodillarte sin remedio...

– No existe alguien así. — Le interrumpo con el miedo visitando mi consciencia.

Acaricia labio con labio al hablar.

– Sí existe, mi amor, lo creas o no existe y quiero que lo encuentres.

Resoplo.

Diga lo que diga ahora para llevarle la contraria será inútil. Asiento para que continúe hablando y su voz acude una vez más a mis oídos.

– Cuando lo hagas y vivas con él un tiempo, disfrutes con él casi tanto como lo haces conmigo, rezo porque no sea más. Pero, cuando llegue el momento en el que mínimamente creas poder superarme. Sígueme a donde voy.

Arrugo el entrecejo otra vez.

– ¿Cómo sabré a dónde vas? Además ¿Cómo sabré si me estás esperando?

Sonríe y la nostalgia tiñe su mirada.

– Lo sabrás cuando llegue el momento.

Asiento, estiro los brazos para rodear con ellos su cuello.

– Está bien, amor, dudo que sea capaz, pero prometo que lo intentaré con todas mis fuerzas.

Se agacha plegando finalmente su cuerpo sobre el mío, uniendo nuestros labios en un beso, al principio lento y luego violento.

Mordió con fuerza mi labio inferior sacándome un gruñido que vibró entre nuestras pieles. Hundió sus dedos en los huecos de mis caderas acercándome a su cuerpo y separando mi espalda del colchón. Enterré mis manos en su cuero cabelludo, metiendo su lengua lo más profundo posible a mi boca.

Penétrame, cuélate por mis poros como ningún ser humano ha logrado, clava tus espinas en mi corazón y aprieta cuanto más puedas. Que duela, que arda, encinérame el alma hasta que no haya vuelta atrás

Retiro mis manos de su cabeza colocándolas sobre la piel de su marcado abdomen, el calor proveniente de su cuerpo llega a quemarme.

¿Cómo una persona es capaz de alcanzar tales temperaturas corporales?

Cuando siento su palpitar a través de mis dedos, una serie de preguntas acuden a mi cabeza, desconcentrándome por completo del ritmo del beso.

¿Cómo dejas una marca en una persona? ¿Cómo tatuas en su piel el recorrido de tu tacto, de tus caricias? ¿Cómo te vuelves único? ¿Cómo eres insuperable, inolvidable?

¿Cómo impides que se vaya para no regresar?

Kookie se percata de la disminución del ritmo por mi parte y detiene el beso con el ceño fruncido, entre la molestia y la preocupación.

– ¿A dónde paró tu cabeza ahora?

Me mantengo mirándole en silencio.

Jungkookie  me advirtió en una ocasión que nunca intentara poseerlo o controlarlo, porque, cuando llegase ese momento, significará el mismo final.

Pues será nuestro final, porque la idea de dejarlo ir me está matando.

– Quiero marcarte

Frunce los labios.

– ¿Disculpa?

Tomó aire con profundidad y con el gesto espero ganar confianza.

Me incorporo sobre mis codos fulminándolo con la mirada a través de mis grises hebras.

Solo con mis ojos en dicho estado le podré transmitir a Kookie mi seriedad.

– Quiero marcarte, no sé cómo, y ya sé lo que me has dicho al respecto pero no me importa. Alegas que me dejarás, y no sólo eso, quieres que luego te persiga y no permitiré que estés con otro.

Su mirada es indescifrable, no por fría o indiferente. Jungkookie es por lo general alguien fácil de leer, lo contrario a mi enojón yo. Pero es una magnífica mezcla de dolor, uno de tal magnitud que me niego a intentar comprender.

– TaeTae~ ¿Por qué te preocupas por mí si te pedí que buscases otra persona?

Tenso la mandíbula recordando con enojo sus anteriores palabras.

– Eso es lo que hace que me hierva la sangre... ¿Cómo pue... Cómo puedes dejarme ir con tanta facilidad?

No le veo los ojos pues me ocupo de mis propias e incesantes lágrimas, pero me veo en un cambio brusco de posición hasta sentir sus piernas bajo mío.

– Taehyung...

Sorbo por la nariz descubriendo así mi rostro con algo de inseguridad.

– ¿Cómo puedes decir que no es difícil para mí?

Concentro todo mi ser en Jeon Jungkook y el mismo es un agujero negro para mí.

– Si pudiera grabase una puta T en mis huesos. Pero, si lo mínimo que puedo hacer para disminuir tu agonía es marcándome la piel. Pues eso haré.

La siguiente hora intenté con todas mis fuerzas retractarme de mis palabras al comprender cómo Kookie cumpliría su palabra.

Maldita la hora en la que me enamoré de alguien como él, maldita la hora en la que Kookie aprendió de metales.
Maldita la hora en la que se torturó con su propia mano grabándose a fuego mi nombre en su piel.

El paño empapado de su saliva, al cual mordía con fuerza para así no gritar cada vez que la vara de metal ardiendo desgarraba su piel.
Finalmente escupió el paño observando con dicha su obra.

– Estás loco, Jungkook.

Sonríe por encima del dolor, mirándome de reojo.

– Acércate Teahyungie.

Arrastrando los pies me paré a su lado y tuve que contener el sollozo con mis propias manos.

La retorcida T brillaba a carne viva en la piel de su muslo.

– Kookie...

– Podría decir que es mi letra favorita.

Tembloroso alcanzó mi mano halándome hacia él. Tuve que, cuidadosamente, saltar un pie por encima de los suyos quedando de pie con su rostro a la altura de mi desnudo torso.

A cada frase le correspondió un húmedo beso y alguna que otra mordidita.

Te quiero... Te penetro.... Te muerdo... Te beso... Te hago mío y los dos más importantes en una sola frase.

Miro hacia abajo viendo sus fantásticos ojos centrados en mí.

Te amo Taehyung.

                                  …

¿Mi cuerpo? Dudo que pueda llamarlo así de nuevo a partir de este momento.

Las embestidas sacudían cada centímetro de mi persona, desesperado por alcanzar la liberación y con cada beso ocultando, o más bien, devorando, un erótico gemido.

Los mechones de cabello grisáceo bailaban frente a mis ojos mas no me distraían del verdadero objetivo.

Sus abarcadoras manos dominaban a la perfección los movimientos de mi pelvis, decidiendo cuándo entrar y cuándo salir. Cada músculo sobresaliente de su perfecto cuerpo era un lugar más al cual chupar.

Mi conejito desquiciado

– Agh... Joder Kookie...

– Ruégame... ¿Cuál es la palabra indicada?

Juraría que su voz sale de mi cabeza.

– Savage...

El ritmo e intensidad aumentó de manera casi imposible, no había zona que no fuera golpeada de forma deliciosa por la piel del contrario.

El placer creciente me hizo poner los ojos en blanco y abrir la boca sin remedio.

Pierdo la cordura

Sus polla bombeando en mi agujero, restregándose contra mis paredes... El vaivén de sus manos y su boca en conjunto de los sonidos insuperables de sus cuerdas vocales... Todo esto me hizo sufrir, a manos de Jeon Jungkook, el mayor y más demoledor orgasmo de mi vida, y algo me dice que el último además.

– Vente adentro. Márcame Jeon.

Mordiendo mi labio inferior con toda su fuerza expulsó el semen en mi interior.

No sé si el grito desgarradoramente excitado que pegó al final resulta ser mi bendición o mi maldición.

Pero definitivamente quedará resonando en mi cabeza el resto de mi existencia.

Me rindo encima suyo y soy recibido por sus brazos. Jadeos, solo eso queda tras el intenso sexo.

Disfruto de su respiración sobre mi cuello cerrando los ojos.

– Eres mi todo, Tae... Te amo.

– Tienes mi todo Kookie... Te amo.

Si se va, se llevará mi todo ¿Cómo no puede entenderlo? ¿Por qué todo tiene que ser tan difícil?

– Creo que encontré finalmente con qué estableces similitud.

– ¿De veras? ¿Con qué?

Espero su respuesta la que no tarda en llegar.

– Eres tal y como un dedal, jugando constantemente con el peligro de ser pinchado. Queriéndolo incluso, pero eres demasiado fuerte para mis espinas.

Quedo pensativo ante eso.

– No lo creo, Kookie.

– ¿Por qué?

– Porque has logrado penetrar a mi interior, no quiero ser un dedal si tú eres una rosa.

Sonríe débilmente mirándome.

– ¿Entonces qué deseas ser?

Pongo los labios en morros mientras pienso arduamente en ello.

Es algo especialmente importante, porque, en mi caso, cada rosa me sacará un suspiro, una lágrima, una sonrisa y puede que incluso un sollozo al pensar en ella como Jungkookie.

Pero ¿Qué hay de mí? ¿Qué le recordará a Kookie mi persona?

– No tengo idea...

Concluyo después de unos minutos, completamente derrotado.

Jungkook ríe con su singular armonía, pero ni siquiera esta llega a tranquilizarme.

– ¿No soy nada?

Me pregunto con esa vocecita totalmente infantil que yo tanto detesto pero que a Kookie le parece tierna.

– Sigues siendo mi Dedal, solo no lo ves desde el punto de vista correcto.

Rozamos narices y él, ajeno o más bien divertido por mi crisis existencial, continúa riendo.

– Eres el único que ha logrado alzarme.

Frunzo el entrecejo.

– ¿Alzarte?

Asiente y acaricia mi espalda al tiempo que habla.

– Me arrancaste de donde fui plantado y me mostraste un mundo completamente nuevo, un terreno de más prado y menos pantano. Solo un dedal lo lograría, cariño, o al menos alguien capaz de ser inmune contra mis espinas, contra mi crueldad y mi oscuridad... Eres lo único que no me he podido negar, demasiado brillante... Demasiado perfecto.

Kookie se pasa... Jungkookie en serio se pasa.

Maldita sea ¿Cuántas lágrimas más de felicidad me arrancarás?

Además:

¿Por qué siento que cada una se verá multiplicada y reemplazada por llantos de agonía?

– Odio amarte tanto... Necesitarte tanto... De veras lo odio.

Los besos húmedos, tan gratamente reconfortantes. Sus labios son raros, finitos y mullidos de la manera más tierna y hermosa posible. Lo adoro... Malditamente demasiado.

                                   ...

Dos años tardé en, no recuperarme, simplemente asimilarlo.

Asimilar su pérdida, su ausencia, su vacío.

Ya puedo hablar de ello sin llorar, sin retorcerme en compás del podrido palpitar de mi corazón cada vez que la cruel realidad lo estruja entre sus garras.

Igualmente cumplí su voluntad luego de terminar de odiarlo, después que el dolor superó la negación.

Después de todo son etapas, negación, depresión y finalmente... Resignación.

Por eso, tres meses más tarde, me encuentro siendo duramente penetrado por Park Jimin.

Es realmente un buen muchacho... Supongo. Al menos se adaptó a mis condiciones, a mis tan estrictas especificidades:

1- Cero sentimientos.
2-Cero ternura.
3-Cero contacto más allá del colchón.
4-Cero vulnerabilidad.

Y el resto se mantiene con aspectos del estilo, dejando claramente que necesito un aliado fuerte y estrecho. Pero solo para que cumpla lo que quiero. Además, no funcionará con alguien con escrúpulos.
Por ello, automáticamente vislumbré la cruel mirada de Jimin posada en su ex, supe al instante que era el indicado
.
Y hoy será el final de ello.

Rio con mi pecho terminando de desgarrarse en el acto al recordar la petición del amor de mi existencia.

"...Luego de eso, sígueme a dónde voy"

¿Quién diría que su orden no violaría mi intención?

– Te lo preguntaré una última vez, Kim. ¿Estás seguro de esto?

Arrodillado sin fuerzas por el duro sexo, asiento esperando que Park cumpla la última cláusula del contrato.

Entierro las uñas en la piel de mis rodillas mientras tenso la mandíbula en un intento de sobrellevar el intenso ardor. La vara ardiente escribe en la piel de mi espalda una retorcida, pero a la par de hermosa K

Kookie...

Pocos lo entenderían, la atadura de dichas marcas. Algunos lo creen de animales, de bestias, de salvajes, esto de desgarrarse las pieles con la inicial del otro.

Pero que me decapiten ahora mismo si la rara T en el muslo del cadáver de Jungkook no calmó mi corazón al menos un poco.

Nadie verá mi cadáver, o simplemente nadie que le interese. Nadie más que yo conozco la historia tras la T y nadie más que yo conocerá ambién la de la K.

Mas esos no son los únicos.

A manos de un tatuador profesional tatué en mi muslo una rosa, y dejé en la tumba de mi amor el grabado de un dedal.

Ahora solo quedaba el paso final.

¿Me esperas, no es así, Kookie? ¿Escuchaste mis ruegos para que regresaras? ¿Mis gritos de agonía por tu ausencia, porque te llevaste mi todo contigo? Dime ¿Los escuchaste?

Porque en lo personal no sé si enorgullecerme de decir que no he sonreído de corazón desde que te fuiste, ni una sola vez.

¿Sabes por qué?

Porque hiciste a mi corazón latir de nuevo y no conforme con ello te lo llevaste contigo.

Pero la ausencia de mi corazón no me ha impedido llorar, sufrir, querer morir. Y aún lo hago, aún quiero morir.

Pero ya no por mí, sino por ti, por nosotros.

Cumplí mi palabra y te seguiré hacia donde te llevó la enfermedad que tanto me ocultaste.

En mi mano tomo el revólver que me entrega Jimin y, sonriendo sin pesar apunto a mi propia sien.

Esta vez no llegaré a ti como dedal y tú no serás rosa.

No sé qué nos espera.

Pero eso es lo importante.

El nos...

BANG

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