Mantra.

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"Te quiero en mi casa.
Te quiero en mi cama.
Te quiero sobre mi.
Te quiero dentro de mi.
Te quiero derramado en mi pecho, en mi vientre, oculto en la oscuridad de mi sexo.
Te quiero húmedo, desde la boca hasta tu virilidad.
Te quiero quieto, tranquilo; y luego erguido, erecto, arremetiendo otra vez.
Te quiero atado, amordazado, cegado... sudado, dolido, enrojecido, animal.
Te quiero hombre, te quiero simple, te quiero real, te quiero de carne y hueso.
Te quiero palpar, tocar, rozar, castigar, corromper, acunar, morder, delirar, subsanar, ahogar, abrazar, fundir y confundir.
Te quiero a ti, solo a ti, Kim Seokjin".
Y mientras ella manifestaba cuando los planetas se habían alineado, Jin surgió de entre las penumbras materializado y desnudo, posando su cuerpo en el de la mujer y restableciendo completamente el eje energético de su fisonomía y su soledad.
Y de una estocada, la hizo ascender al nirvana, estremeciendo cada palmo de su piel y curvando su espalda en una media luna perfecta; mientras yacía bajo su mirada perdida en lo maravilloso de su compás y el vaivén de sus caderas. Y al borde del precipicio final, la selló para siempre en su destino y la eternizó en un etéreo beso que le supo a calor, ardor, sensualidad y amor. Bajo el gemido infame de la premura, decretado fue, es y será.
Kim Seokjin era su mantra, su piedra angular.

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