Profano.

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Guadalupe es una mujer normal, como cualquier otra. Quizás hasta más común que las comunes: ha sido devorada por la rutina y la cotidianeidad.

Pensó que casándose con un hombre de buena posición social y excelentes ingresos, su vida sería color de rosa y ella viviría un cuento de hadas.

Si bien su esposo, medianamente, era bueno y considerado con ella, el fuego de los primeros años de matrimonio se había extinguido hasta las cenizas.

Continuaba dándole con todos los gustos materiales, supérfluos y vanales con los que lo atosigaba; simplemente, Guadalupe necesitaba con desesperación que Nam volviese su mirada hacia la que, alguna vez, fuera la mujer que había elegido para amar por el resto de su vida.

Cansada de tanto rechazo velado, de tanto desinterés, Guada comenzó a teorizar que su marido tenía una doble vida: la que a ella le mostraba -opaca y sin sentido- y otra totalmente primitiva, lujuriosa y salvaje.

Las cosas seguían un curso extraño en el comportamiento de Nam, por lo que Guadalupe decidió un día seguir a éste hacia donde fuere. Sentía que era la única manera de saber a ciencia cierta qué ocurría con su marido.

Dispuso un plan que abarcaba un monitoreo y vigilancia de casi toda una jornada: desde que Nam saliese de casa, yendo a su trabajo, hasta las horas perdidas que transcurrían desde que salía de la empresa hasta llegar a su hogar muy tarde en la madrugada.

Durante todo ese tiempo, Guadalupe comprobó que su esposo no era más que un hombre ordinario, sin mucho qué ofrecer a la imaginación... pero aún faltaba la parte del día en donde él desaparecía y luego volvía sin ser visto ni cuestionado. La clave de todo estaba allí: en ese bache temporal luego de su trabajo.

Pasadas las dieciocho, Guada seguía apostada en su automóvil estratégicamente resguardado en medio de otros vehículos, cuando vió salir a Namjoon y detenerse en la acera, dispuesto a hacer la característica llamada que realizaba a su esposa.

- ¡Hola amor! ¿Qué tal tu día? - sonaba él un tanto casual.

- ¡Oh! ¡Tú sabes! Esto y lo otro. Cosas de la casa y las reuniones con mis amigas ¿Ya vienes corazón? - respondió automáticamente Guada mientras lo observaba desde lejos.

- ¡Eeeehhhhhmmmm! ¡No amor! ¡Lo siento! Debo quedarme en la oficina a terminar unos documentos que son para mañana a primera hora. No me esperes despierta y tampoco prepares nada para mí. Comeré algo improvisado aquí. Sabes que te quiero, ¿verdad? - preguntaba Nam siempre lo mismo, como si tuviese que confirmar que aquella mujer jamás desestabilizaría su equilibrio social.

- ¡Oh! ¡Bien! ¡Tranquilo! Hoy estoy muy extenuada como para cocinar y para esperarte. Discúlpame que sea tan franca, ¿si? ¡Claro que te amo, cariño!- y la misma respuesta de ella para calmarlo, solo que esta vez, desde un lugar y un ángulo totalmente distintos.

- Mañana prometo despertar temprano así desayunamos juntos - prometió como cada día él lo hacía desde que ésto a lo que llamaban vida marital se había convertido en un círculo vicioso.

- Hasta mañana, amor. No te quedes hasta tarde. Tus compañeros deberían seguir tu ejemplo y hacer horas extras - dijo Guadalupe denotando ironía en su voz.

Ella vió como su esposo terminaba la llamada para inmediatamente hacer otra.

En menos de diez minutos, un auto color negro y de alta gama se estacionó al lado de Nam. Sin dubitaciones, el hombre subió y el vehículo siguió su marcha. Guadalupe hizo lo mismo.

Llegaron ambos móviles a una portentosa mansión a las afueras de la ciudad, completamente amurallada y fuertemente custodiada. El auto en donde iba Nam pasó luego de un exaustivo control, cerrándose tras él un macizo portón de hierro.

Guadalupe debía conseguir ingresar a como dé lugar. Descaradamente, hizo llegar su pequeño coche hasta la entrada, al instante que un gigantesco guardia le hacía señas de parar.

- Disculpe, señorita, ¿es usted socia del club? - inquirió secamente el guarda.

- No lo soy, pero vengo a trabajar - respondió lo más segura posible Guada.

- ¿Podría mostrarme su identificación? ¿En qué trabaja: es bailarina, acompañante o camarera? - indagó el tipo un tanto fesconfiado.

- Soy camarera - enfatizó Guadalupe. Temía ser descubierta y que algo grave le pasase, pero necesitaba llegar hasta las últimas consecuencias con tal de descubrir lo que su esposo hacía.

- Si no muestra su identificación de trabajadora, no puedo hacerla ingresar, y estará en serios problemas - amenazó el gigante.

- ¡Lars! ¡Maldición! - se escuchó la voz de otro individuo a espaldas del guardia - ¡Hombre! ¡No tenemos tiempo de jugar a los policías! Hoy la empresa que provee personal de servidumbre mandó muy pocos empleados. No puedes darte el lujo de descartar gente. Déjala ingresar ¡Por Dios! ¡Mírala! ¿Qué puede hacer una mujer que parece más una ama de casa que una loca celosa? - vociferó el otro guardia.

Guadalupe no sabía si sentirse aliviada, o furiosa o simplemente abúlica ante todo lo ocurrido. Aún así, prefirió enfocarse en su objetivo, seguir y dar gracias por su suerte.

Dejaron pasar su auto y con eso la chance de saber qué ocultaba aquel edificio que tan obsesionado tenía a Nam.

Llegó hasta la parte de atrás de la casa e ingresó directamente a la cocina. Allí le indicaron donde solicitar el uniforme e inmediatamente le dieron una bandeja con canapés para que deambulara entre los socios.

Cuando entró al salón, sus ojos no daban crédito a lo que veía: ambiente oscuro, solo iluminado con luces rojas y confusas; mujeres semidesnudas bailando aquí y allá, en los regazos de los hombres. Pequeños grupos promiscuos en orgía y toda expresión sexual que se le ocurriese o que jamás se le hayan ocurrido a Guadalupe, allí se manifestaban.

Su mente divagaba entre cuerpos, sexos, vahos, alcoholes y sustancias... hasta que focalizó en una anatomía dolorosamente conocida: la de su esposo, penetrando salvajemente una figura femenina, y que no era ella.

El estómago de Guada no resistió y expulsó lo poco que había consumido durante su vigilia. Dejó caer la bandeja, haciéndose añicos las copas en el piso. Solo atinó a salir corriendo hasta donde su vehículo había quedado, pisó el acelerador y salió a toda prisa hacia su hogar.

Lo único que Guadalupe tenía en su cabeza, era aquella imagen de Nam teniendo sexo con aquella extraña y de una manera que nunca ella, ni siquiera, hubiese arriesgado.

La mañana siguiente, Guadalupe se encontró en su cama rodeada por el brazo de su esposo. Lo quitó despacio y con una expresión entre asqueada y triste, miraba a aquel sujeto como si no lo conociese.
Quería borrar todo vestigio de lo que había presenciado en la noche, y la única manera de hacerlo era realizando sus tareas cotidianas.

Nam se despertó no encontrando a su mujer en la cama. Le dió igual, pues era algo que pasaba cada maldito día.
Se duchó, se preparó y bajó a la cocina a desayunar.

Como de costumbre, todo estaba en su lugar y en perfecto estado: su equilibrio seguía intacto y su esposa seguía en el mismo patrón.

Se acercó, besó la mejilla de ésta y se sentó a comer. Luego se levantó, volvió a besarla y se marchó como lo hacía cada vez.

Guada aguantó lo más que pudo las lágrimas y la furia ante semejante hipocresía. Había decidido enfrentarlo cuando volviese y le pediría, sin más, divorciarse.

Estaba tan ensimismada en sus penas, cuando una notificación en su celular la sacó del sopor.

"HACEMOS TUS DESEOS REALIDAD", rezaba en letras mayúsculas el inusual mensaje de un número desconocido.

Guadalupe, movida por la curiosidad, texteó respondiendo: "¿quiénes son? ¿A qué se refieren?"

Al instante de enviar aquel texto, sonó la campanilla de la puerta de entrada. Guada dió un respingo por el susto. Esperó un momento y tocaron nuevamente.

Se armó de valor y caminó hacia la puerta. Al abrir, no encontró a nadie, solo una caja oscura en el suelo del hall y sobre la tapa un sobre del mismo color y con algo escrito en letras doradas.

Guadalupe levantó el objeto y lo metió dentro de su casa. Su curiosidad podía más que su recelo.

Despegó el sobre de la caja y leyó lo siguiente "DJINN CUBUS". Sacó una tarjeta, cuyo mensaje rezaba "abre la caja y tres deseos te cambiarán la vida"

Guadalupe dudó si aquello era una broma o no... pero su interés era tan inmenso que se encontró con sus manos abriendo aquel contenido.

Lo único que salió del interior fue una brisa tibia y transparente. Guadalupe se molestó por ser tan inocente y se dispuso a tapar nuevamente la caja para así despojarse de ella.

No fue hasta que sintió un aliento que se cernía sobre su cuello que se dió vuelta y, espantada, encontró a un bello ser masculino tras su espalda.

- ¡Hermosa Guadalupe! ¡Me has liberado! - auguró el extraño ser.

- ¿Quién eres? ¿Qué eres? ¿Qué quieres de mí? - se agolpaban las preguntas de manera atropellada en la boca de la mujer.

El singular ser llevó su mano hacia los labios de ella, haciéndola callar dulcemente.

- ¡Si que eres divertida mujer! - rió con ganas la criatura - Déjame presentarme: soy un Djinn cubus: un ser, para muchos, de fantasía... pero, para tí, soy más real que tu propio esposo - argumentó

- Soy un genio demonio que hace realidad tus deseos más ocultos y más reprimidos - continuó el djinn - la regla es simple, preciosa: pídeme tres deseos que en veinticuatro horas serán concedidos - culminó el genio.

- Pues, no sé qué pedir - dijo entre ansiosa y abatida.

- Como te dije: lo más suprimido y guardado muy adentro de tu ser, mi ama - habló el demonio.

Guadalupe pensó un instante: no sabía si estaba soñando, si había sufrido alguna contusión o, simplemente, todo esto era verdad.

- Si tan fácil es como lo pintas, entonces, intentemos. Pero, primero, quiero saber cómo llamarte - inquirió ella.

- Puedes decirme Tae - le dijo mirándola sensualmente.

- Pues, Tae - habló ella devolviéndole una mirada con la misma intensidad - quiero hacer el amor como jamás lo hice.

- Tus deseos son ordenes, dulzura - y sin bacilar, con un chasquido de sus dedos, Tae despojó de sus ropas a Guadalupe y la tomó sobre la mesa de la sala.

Guada sentía que ni en esta vida ni en ninguna otra gozaría como lo estaba haciendo en ese momento: Tae la penetraba de una manera dura pero a la vez gentil; recorría su cuerpo entre besos y lamidas y la llevó al cenit mil veces más que Nam en sus primeros tiempos.

Mientras descansaban acostados en el suelo, el genio preguntó: "¿cuál es tu segundo deseo?"

- Esta noche Namjoon volverá antes de lo previsto. Cuando el esté aquí, te diré mi segundo pedido - dijo Guadalupe besando a Tae.

Unas horas más tarde, Nam retornaba a su casabtemprano, por primera vez, después de mucho tiempo. Había reflexionado sobre su comportamiento y se arrepentía de ser tan frío con su esposa.

Al entrar, se encontró con lo impensado: Guadalupe en el regazo de un ignoto y vestida provocativamente.

- Guadalupe, ¿qué siginifica esto? - elevó la voz Nam.

- Esto significa cansancio, angustia, tristeza y desilusión Namjoon - siseó resentida la mujer.

Guadalupe, volviéndose hacia el genio, le dijo:
- Mi segundo deseo es que encierres a este ingrato en tu caja - profirió la muchacha señalándo a su esposo.

- Tu segundo deseo se concreta ahora, mi señora - habló mientras el chasquido de los dedos de Tae convertían a Nam en una bruma gris que se coló dentro de la oscura caja. Un sordo grito se escuchó antes de que la caja se sellara.

Guadalupe rió amargamente en un principio, para luego dejar paso a una sonrisa de alivio y liberación.

- Dime, mi reina, ¿cuál es tu tercer deseo? Mira que el día se termina y tu oportunidad se irá con los últimos segundos... y yo también.

Guadalupe, mirando el reloj de su muñeca, esperó hasta que las manecillas marcaron las veintitres y cincuenta y nueve minutos, y susurrando en el oído del genio, pidió su tercer deseo.

- Quiero que te quedes conmigo para siempre - finalizó ella.

- Que tu tercer deseo así sea, mi amor - culminó el genió besando largamente a una feliz y satisfecha Guadalupe.



Holaaaaaaaa!!!!!! Primer regalo por el día de la.mujer, dedicado a NesBlack97. Gracias Rocio por tu propuesta y por apostar siempre por mis relatos!
Que lo disfruten.



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