Capítulo 19

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Capítulo 19

Rylan se había tranquilizado repentinamente en el mismo momento en el que sus ojos habían contemplado por primera vez a Davey Harrison. Antes de eso, se había encontrado realmente nervioso, debía reconocerlo. Su mente no dejaba de proferir pensamientos contradictorios: se decía a sí mismo mil veces que el destino de Alyssa no debía importarle lo más mínimo, pero unos segundos después la imaginaba casada con ese anciano sin rostro en su mente y una extraña violencia despertaba en su interior.

Cuando Jaime Fisher anunció la llegada de Lord Harrison, Rylan tuvo que apoyarse en una de las cómodas de madera oscura que adornaban la pared de la pequeña sala, para así poder controlar el temblor que en esos momentos era evidente en sus manos. Su respiración se hacía dificultosa, pero aun así no perdió en absoluto su aspecto firme y fuerte cuando ese hombre entró por la puerta.

Pese a su edad, sin ninguna duda más de sesenta años, su cabello era completamente negro y peinado hacia atrás, con un aspecto brillante y aseado. No llevaba peluca, al contrario de lo que Rylan habría esperado. Su constitución era oronda, se sujetaba con un elegante bastón decorado de forma recargada y sus ropas eran oscuras y elegantes, el símbolo inconfundible de un hombre que cuidaba su imagen y a la vez gustaba de destacar gracias a ella. Todas las preocupaciones de Rylan se disiparon en cuanto el hombre se detuvo junto a la puerta y lo miró pomposamente, después acarició su bigote de lápiz.

—¿Duque de Alderman? —preguntó con un acento trabajado durante décadas para sonar exageradamente refinado—. Me alegra conocerle, siento mucho la muerte de su padre.

Rylan suspiró, acercándose a él y mostrando amabilidad.

—Gracas, Lord Harrison, estoy encantado de recibirlo aquí.

El lord paseó su mirada con agrado por toda la sala, reparando en cada pequeño aspecto de la decoración elegante de los sillones o los antiguos adornos en piedra de la chimenea.

—Una encantadora... residencia —comentó el hombre.

Rylan sonrió interiormente; él jamás habría denominado nada como «encantador», mucho menos ese castillo frío y viejo.

—He perdido la cuenta de cuántos siglos ha vivido —respondió con educación, sabiendo que eso era lo que se esperaba de él y aliviado a la vez por la evidente inofensividad de ese hombre—. Tome asiento, por favor.

Ambos se sentaron en sendos sillones tapizados en dorado y durante varios minutos, Davey Harrison habló compulsivamente sobre lo extrañado que se había sentido al escuchar sobre la muerte del anterior duque de Alderman, así como por el hecho de que la señora Russell buscara ahora un nuevo esposo. Harrison mantenía haberla visto varias veces en la corte del rey Jorge, donde siempre le había parecido una «joven encantadora y con mucho talento». A cada nueva palabra que decía, Rylan se convencía más de que ese hombre no buscaba en Alyssa una esposa ni una joven prometida, sino una persona con la que comentar todos los cuchicheos de la corte y a la que pasear por fiestas y celebraciones. Se descubrió a sí mismo sintiéndose ligeramente reconfortado al ver que se trataba de un hombre, extremadamente estrafalario y, sin duda, difícil de callar, pero alguien que no dañaría a Alyssa.

Fue por eso por lo que le concedió unos minutos a solas con ella, sabiendo que no debía volver a preocuparse por su seguridad pero temiendo algo más, algo nuevo: ¿y si finalmente le proponía matrimonio? ¿y si ella, sintiéndose segura con ese hombre, decidía aceptarlo?

En el momento en el que Alyssa llegó a la sala, ambos hombres se levantaron, girándose hacia ella. La joven temblaba, mirando hacia el suelo con gesto sombrío y no fue hasta que alzó la vista cuando se quedó estática, viendo en Lord Harrison un rostro conocido. Nunca había hablado con él en profundidad, pero lo había visto varias veces a lo largo de esos seis años y siempre se había mostrado muy cordial y educado con ella. Eso la dotó de un poco de valor a la hora de esbozar una sonrisa que pretendía parecer sincera, aunque ella misma intuyó que era tan falsa como el resto de su propia persona desde hacía seis años.

—Señorita Russell —comenzó Rylan, volviendo a dirigirse a ella con educación de nuevo—. Permítame que le presente a Lord Davey Harrison; ha realizado un buen viaje para venir hasta aquí a visitarla.

El hombre se acercó a ella y le tomó la mano con teatralidad, besándosela mientras hacía una extraña reverencia. Esto hizo que Alyssa se sonrojara.

—Me honra su presencia —susurró.

Por primera vez, sus ojos buscaron los de Rylan con algo parecido a la desesperación en ellos. Para su sorpresa, él parecía bastante tranquilo, lo que no dejó de preocuparla de algún modo.

Tras unos minutos de charla insustancial, Rylan decidió dejarlos a solas y anunció que debería atender unos asuntos, pero que esperaba que Lord Harrison disfrutara de la compañía de Alyssa durante el tiempo del que gustase. Alyssa tragó grueso, se centró, nerviosa, en las gotas de lluvia cayendo sobre la ventana y trató de mantenerse en silencio, pero cuando la puerta se cerró detrás de Rylan, supo que debía reaccionar de algún modo y se dirigió al lord que se sentaba frente a ella con ademán relajado.

—No sabía que era usted viudo, señor Harrison —comentó, reparando posteriormente en el propio temblor de su voz—. Lamento su pérdida.

Él la miró significativamente y unos instantes después dejó entrever una sonrisa ligeramente melancólica, al tiempo que lanzaba un pequeño suspiro hacia el cielo.

—Mi dulce Elizabeth... —murmuró y sus ojos se quedaron fijos en un punto de la pared, como si de pronto acabara de recordar a la que había sido su mujer—. Mantuvo hasta el último momento que unas fiebres no se la llevarían, que ella era mucho más fuerte que eso... y lo era. Lo era.

Alyssa cambió su expresión, observando al hombre con renovado interés.

—¿Estaban muy enamorados? —preguntó, y después se dio cuenta de su impertinencia—. Disculpe, no quiero decir que...

Él alzó una mano, restándole importancia.

—No te preocupes, pequeña pichoncita, lo mejor es que seamos francos. Por eso estoy aquí —respondió él con una naturalidad pasmosa—. Digamos que la amaba mucho, pero no del modo en el que suele hacerse en un matrimonio. Ella era mi musa, mi más valiosa amiga... pasábamos horas y horas de diversión. Cuando teníamos tu edad pensábamos que nos comeríamos Londres, que el mundo era nuestro.

Contemplar la pasión con la que ese hombre hablaba de su pasado también ayudó a que Alyssa se tranquilizara, por lo que poco a poco comenzó a sentirse verdaderamente cómoda.

—¿Y cuál era... ese modo en el que la amaba? —preguntó ella con timidez.

Davey Harrison la miró a los ojos honestamente.

—La primera vez que te vi, apenas eras una niña. Ni siquiera estabas comprometida aún con Gordon Seymour. Tu madre era gentil, muchacha, se preocupaba mucho por ti. Cuando la apresurada boda con ese pretencioso duque saltó como noticia, me pregunté cuánto sufrirías con él... y me temo que fui capaz de verlo con mis propios ojos; vi cómo te apagabas en cada nueva visita a la corte, cómo Seymour te había consumido.

—Eso no...

La franqueza volvió a reflejarse en los ojos de Lord Harrison, que Alyssa descubrió eran de un agradable tono azul oscuro. Los pliegues de piel alrededor de sus ojos lo hacían ver demasiado gordo para parecer saludable, pero esa mirada en esos momentos era la de un hombre joven, sino casi un niño lleno de vida.

—No tienes que negarme que era un cretino y que te ha hecho un favor muriéndose de una vez y dejándote libre —la interrumpió, negando con la cabeza con el ceño fruncido. Después volvió a centrarse en ella—. Escuché la noticia de que buscabas un nuevo esposo y lo primero que sentí fue compasión; sabía que no tardarían en acudir aquí hombres que pretenderían casarse contigo y me imaginé que eso sería, probablemente, lo último que querrías hacer después de la muerte de Seymour. ¿Estoy en lo cierto?

Alyssa no pudo más que asentir con la cabeza al escucharlo. No podía creer que alguien la estuviera entendiendo, que alguien se interesara en ella y en sus sentimientos, aparte de Linnea.

—Te garantizo que junto a mí, todo esto sería diferente. No tendrías preocupaciones, pichona, y serías mi completa heredera cuando yo me vaya, por supuesto. —Lord Harrison percibió un momento de duda en ella y se apresuró a tranquilizarla—. Desde luego, creo que ya te has percatado de que no busco una esposa en el sentido estricto de la palabra. Mis gustos siempre han sido... determinados y diferentes en este aspecto, es por eso que tuve tanta suerte al encontrar a una mujer como Elizabeth, que jamás fue mi amante pero siempre fue mi confidente.

Esta aclaración llegó a Alyssa como un trago de caldo caliente en un día frío; como si por fin alguien hubiera oído sus súplicas y de pronto existiera una salida. Miró al hombre y de pronto sintió una simpatía increíblemente grande por él... pero la imagen de Rylan la golpeó en su cabeza una vez más. Si aceptaba la proposición de Lord Harrison, no volvería a ver a Rylan nunca más. Él sólo la había despreciado y humillado desde que había vuelto, pero la perspectiva de no contemplar su rostro de nuevo jamás, se tornó muy dolorosa. Ella se había sacrificado por el enorme amor que había sentido por Rylan, un amor que no sabía hasta qué punto había sido correspondido, pero que en su interior aún ardía.

<3 <3 <3 <3

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro