Capítulo 25

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Capítulo 25

La criada se retorcía exageradamente entre sus brazos, mientras sus labios proferían gritos de placer, como si estuviera siendo el mejor momento de su vida.

Aaron Seymour se dejó ir en el interior de esa muchacha casi veinte años menor que él y sonrió después con sus labios extremadamente resecos, haciendo que pequeñas gotitas de sangre se dibujaran en su boca.

Grace, la joven pecosa sonrió de forma lasciva cuando él se deslizó fuera de ella y trató de disimular durante un instante la repulsión que ese hombre le provocaba. Aun así, era alguien poderoso y dentro de poco se convertiría en el nuevo duque de Alderman, por lo que ella debía aprovechar eso, entregarse obedientemente en sus brazos y fingir que la volvía loca de pasión, tal y como muchas veces antes había hecho sometiéndose a las humillaciones y abusos de Gordon Seymour. Era la única oportunidad que una chica como ella tendría de conseguir algo en su vida. Al menos de momento, claro estaba.

Pensó en cuán diferente sería compartir el lecho del verdadero duque de Alderman, Rylan Seymour. Su cuerpo fuerte, joven y vigoroso nada tenía que ver con la delgadez flácida de Aaron, y no era posible comparar sus dotes amatorias con las del joven... o al menos eso suponía Grace, puesto que, por mucho que lo había intentado, no había sido capaz de experimentar la sensación de que ese hombre retozara con ella. Al parecer estaba momentáneamente cegado por esa fulana árabe que compartía su lecho. Aun así, Grace había decidido rendirse de momento. Si todo salía como tenían planeado, el joven no seguiría siendo duque durante mucho tiempo más y a ella le convenía seguir siendo muy cercana a Aaron.

Alguien tocó la puerta en el momento en el que Grace comenzaba a incorporarse para vestirse y Rylan Seymour no esperó a que su tío lo invitara a pasar, sino que abrió la puerta apenas unos segundos después. Aaron se tensó, al lado de la criada, y sus ojos contemplaron los de su sobrino con una extraña aversión. Apenas un instante después, esta mirada cambió, convirtiéndose en una mueca de indiferencia.

—Pensé que estarías solo —dijo Rylan, como excusándose por haber entrado de ese modo en la habitación, pero aun así no hizo nada que indicara que saldría de los aposentos de su tío—. Perdón por la interrupción.

Aaron apretó los labios.

—No has interrumpido nada, sobrino. —Le hizo una seña a Grace, apuntando hacia la puerta con su dedo—. Déjanos.

La muchacha asintió con la cabeza y se levantó de la cama. El hombre no la había desnudado del todo antes de tomarla, así que la joven criada aún vestía una sola enagua bajada hasta las rodillas y un corpiño mal ajustado. No tuvo vergüenza alguna al mostrar sus senos a ambos hombres con una sonrisa lasciva, mientras ataba una sencilla blusa sobre sus pechos con lentitud y finalmente tomó una falda larga con la que se cubrió en apenas unos segundos, ante la mirada molesta de Aaron.

Rylan trató de no demostrar ninguna emoción en su rostro, no quería que su semblante reflejara la repulsión que sentía en esos momentos. No dejó de reparar en que sus suposiciones habían sido correctas, esa criada que tantas veces se le había insinuado era la amante de su tío.

Cuando Grace abandonó la sala, Rylan se dirigió a su tío.

—Así que has vuelto. No te esperaba hasta dentro de tres semanas...

Aaron compuso una sonrisa leonina mientras terminaba de abotonarse la ropa, como si un par de minutos antes no hubiera estado gruñendo y sudando sobre el cuerpo de una jovencita.

—Finalmente he sido más rápido de lo que suponía atendiendo mis asuntos y los del ducado... por lo tanto estoy aquí justo a tiempo.

—¿A tiempo para qué? —preguntó Rylan, cruzándose de brazos.

Se imaginaba la respuesta, pero quería demostrarle a su tío que él no tenía ningún tipo de reparo en la hablar claramente con él sobre lo que hiciera falta. Quería tenerlo alejado del ducado, eso era cierto, habría preferido compartir el menos tiempo posible con ese hermano de su padre al que no tenía más que ver para saber que también lo detestaba con fuerza.

—Para la fiesta que va a celebrarse en honor a la señorita Russell, por supuesto —respondió con total naturalidad—. ¿Cómo habría de perderme tal acontecimiento?

Rylan no pudo más que soltar una pequeña risa entre dientes mientras lo estudiaba con ojos astutos.

—Desde luego... es una gran celebración.

—Disculpa la brusquedad —planteó repentinamente Aaron—. Pero no dejo de preguntarme a qué se debe tu visita, sobrino. ¿Querías algo?

El duque negó con la cabeza y avanzó por la habitación, dándole la espalda a su tío con un marcado toque de arrogancia.

—Tan sólo saludarte —respondió, girando sobre sus talones para volver a encarar al hombre—. Gran parte de la sociedad inglesa estará aquí para la fiesta, ¿lo sabes, Aaron? —preguntó él, casualmente.

Su tío enarcó una ceja.

—Sí, lo sé y me alegra sobremanera. ¿A qué viene esa observación?

Rylan no dejó de sonreír.

—Tan sólo quería comunicártelo, sé que eres habitual en estos círculos... de hecho me han comentado que adquiriste una gran propiedad en Londres pocos meses atrás. ¿Es así?

La mandíbula de su tío se tensó repentinamente, hasta el punto de que sus dientes quedaron apretados con fuerza entre ellos. Aunque sabía por dónde quería llevar la conversación el joven duque, Aaron trató de aparentar una calma que no sentía, pues comenzaba a enfurecerse.

—¿Gran? —se rió tensamente—. No sé quién te habrá informado de eso, pero me temo que no es realmente consciente de lo que se considera una gran propiedad, puesto que apenas es una casa de campo...

Rylan asintió con la cabeza.

—Imagino entonces que una casa de campo no es tan cara como una gran propiedad —expuso Rylan, mirándolo con fijeza—. Me preocupaba pensar que las propiedades en Londres pueden no estar al alcance del hermano de un duque cuya posición económica se desmorona día a día.

Los ojos claros de Rylan se clavaron con tanta fuerza en Aaron que el hombre tuvo que agarrarse a una de las columnas de la cama antes de poder reaccionar y contestar. El odio se reflejó en su mirada cuando se decidió a pagarle con la misma moneda a su sobrino. Ambos podían jugar con gravedad en ese momento.

—Me sorprende tu conocimiento acerca de las propiedades inglesas —contestó con rapidez—. Estaba convencido de que tu interés se encontraba fundamentalmente centrado en las tierras del norte. Has pasado tanto tiempo allí que... imagino que después es difícil que vuelvas a acostumbrarte a Inglaterra.

Rylan permaneció impasible ante las palabras. Dudaba que Aaron supiera nada acerca de su posición en esos momentos. Los jacobitas habían perdido su guerra contra los ingleses cuatro años antes, por lo que en ese momento, en Inglaterra se presuponía la ausencia de rebeliones en el norte. Eso no significaba que éstas no existieran o se estuvieran formando, por supuesto.

—Me temo que no estoy interesado ni en propiedades inglesas ni escocesas, Aaron —respondió Rylan finalmente—. Mi sitio está aquí, como duque de Alderman que soy y que seguiré siendo durante muchos años más —mintió.

—Eso espero, sobrino.

—Me alegra verte —dijo finalmente Rylan, dirigiéndose a la puerta de los aposentos de nuevo—. Me temo que debo irme. Muchos deberes me reclaman aún.

—Estoy seguro de eso...

Cuando Rylan abandonó la habitación, Aaron Seymour golpeó la madera de su cama de una patada y después quedó tendido sobre su cama, retorciéndose a causa del dolor que el golpe le había provocado. Después, se dedicó tan sólo a maldecir a su sobrino.


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