Capítulo 48

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Capítulo 48

Llevaba casi dos horas de viaje a caballo cuando Aaron por fin divisó el castillo de Alderman. El día de caza no había sido productivo y tres de sus hombres y él volvían con el rabo entre las piernas.

Aaron vio las luces iluminando el interior del castillo en esa oscura noche y un escalofrío lo recorrió. No entendió por qué.

Desde hacía ya meses, regresar al castillo era incómodo. Su sobrino había vuelto y él no lo soportaba: era un mocoso déspota y orgulloso. Si por Aaron hubiera sido, se habría marchado a su finca desde el primer momento en el que Rylan había puesto un pie allí. Pero no podía, él quería ser duque muy pronto y alejarse de allí era lo último que podía permitirse para lograrlo.

Bajó del caballo en la puerta del castillo, dándole las riendas descuidadamente a uno de los mozos de cuadras. Después escupió en el suelo una mezcla de flemas y sangre.

Ojalá Grace anduviera cerca para poder yacer con ella esa noche. Pensó en acudir a las cocinas a buscarla a ella o a alguna de las otras criadas jóvenes, como le gustaban, pero tomó la decisión de subir primero a su cuarto y despojarse de esas ropas mojadas y sucias.

Apenas abrió la puerta de sus estancias cuando sintió un gélido frío salir de la habitación, esto le extrañó demasiado: había ordenado a los criados que tuvieran el fuego de sus aposentos encendido para su regreso. Y ellos siempre obedecían.

Entró en la habitación, murmurando entre dientes.

—Estúpidos... —susurró al ver que la ventana de sus aposentos estaba abierta de par en par y ningún fuego ardía en la chimenea.

Y solo al cerrarla se percató por primera vez de que no estaba solo en esa habitación. Cuando se giró, se encontró cara a cara con el hombre, sentado en su butaca de madera de roble.

—A mí tampoco me gusta el frío —comenzó Rylan—. Me recuerda a los años de guerra, ya sabes, tío: dormir a la intemperie, luchar bajo la lluvia en el frente, el sonido del acero entrechocando... —Cerró los ojos un instante, evocándolo—. Es una sensación terrible. Me imagino que tú nunca has tenido que luchar, ¿verdad?

Aaron negó con la cabeza, estudiando a su sobrino con la mirada en una mueca de desconfianza.

—¿Sabes, al menos, blandir una espada?

—Sí.

Esta vez, una ligera sonrisa sardónica se estableció en el rostro de Rylan.

—Yo maté al primer hombre a los doce días de salir de aquí. El primero de muchos... y, ¿sabes qué, tío Aaron? No quiero volver a hacerlo. No me gusta. Pero a veces es necesario; cuando alguien te quiere hacer daño, o cuando pretenden quitarte lo que es tuyo.

Rylan se puso en pie y en su mano tomó un fósforo, después lo encendió y lo acercó a una de las lámparas de aceite, que prendió rápidamente iluminando el rostro avejentado de Aaron. Había cambiado tanto en los últimos siete años, como si se hubiera consumido en su propia avaricia.

—No te vi alegrarte al verme regresar vivo del norte.

Aaron frunció el ceño.

—Creí que habías rehecho tu vida allí, que ya no volverías.

—Sí, eso creía yo también. Pero todos sabíais perfectamente que me había olvidado algo aquí y que, tarde o temprano, regresaría para llevármelo.

—¿El título de duque?

Rylan negó con la cabeza.

—La mujer a la que amo desde que era un niño. Ella es la razón por la que sobreviví, porque necesitaba verla de nuevo y cuando por fin lo hago, ¿qué me encuentro? Que mi familia ha hecho lo posible por hacer de su vida un infierno. Mi padre con sus abusos, tú con tus insinuaciones nauseabundas...

—¿Eso te ha dicho? —dijo Aaron, con la clara intención de rebatir su argumento con mentiras.

—Eso me ha dicho y eso he visto. Alyssa era solo una niña cuando me fui y cada vez que pienso en el daño que tú y mi padre le habéis hecho... —bajó la voz un instante—, te juro que pienso en matar de nuevo. Aunque creyera que eso se había acabado en mi vida.

Aaron tragó grueso y sus ojos se dirigieron a la puerta. Calculó cuántas posibilidades tenía de escapar de esa sala por su propio pie y supo que ninguna cuando Rylan habló de nuevo.

—¿Por qué quieres quitarme lo que es mío, Aaron? ¿No has tenido suficiente con robar todo lo que has querido del ducado durante estos años?

—Rylan, yo no...

—¿Pero es que nadie va a admitir su culpa hoy? —gruñó Rylan, hastiado—. Lo has hecho, Aaron, has tratado de demostrar que soy un bastardo. ¿Te parece que me merezco eso después de todo lo que he hecho por esta familia? Después de marcharme cuando aún era un crío, a una maldita guerra de la que ni siquiera había oído hablar antes.

—Gordon dejó unos documentos que...

—Gordon era un lunático... y te juro que le agradezco a Dios con mi alma si verdaderamente no soy su hijo. Pero bastardo de mi madre o no, llevo el apellido Seymour desde el día en que nací. Y Linnea también lo hace.

—Sé razonable, Rylan. El Rey te considera un traidor a la corona.

—Y hace bien, porque lo soy. Por eso he tenido la deferencia de decidir volver al norte, con mi esposa.

Aaron levantó las cejas.

—¿Alyssa?

Rylan asintió con la cabeza, complacido por la sorpresa dibujada en el rostro de su tío.

—Pero no voy a dejar este lugar así, descuidado. Dejaré al mando a Linnea, en quien confío más que en mí mismo. Y antes de que digas algo, tío... sé que quieres demostrar que tampoco ella es hija de Gordon Seymour.

Fue entonces cuando Rylan tomó unos documentos de su bolsillo, doblados sin ningún tipo de cuidado. Los abrió y Aaron reconoció enseguida la firma de su hermano certificando que no había tenido ningún heredero legítimo, nunca.

—¿De dónde has sacado eso? —gruñó Aaron, lanzándose a por los documentos. Rylan lo apartó de un empujón y el hombre se golpeó la cabeza contra el armario de madera.

—De tu caja fuerte, bajo el armario de la entrada. Sé que tenías dos copias, qué oportuno que las dos hayan recaído en mí, tarde o temprano. Muy bien escondido, menos mal que el servicio me es leal y no han tardado en ayudarme a encontrarlo.

Aaron gruñó entre dientes.

—Maldito bastardo... tu hermana no puede ser duquesa de nada. Ella no es nadie.

Rylan disfrutó de ver la rabia en sus ojos y correspondió con sorna.

—¿Nadie? ¿Y cómo me explicas que el hijo del conde de Ashtree se haya casado con ella? Me ha parecido que será un duque perfecto. ¿O acaso quieres acusarla de ser bastarda públicamente? El marido de mi hermana es familia del Rey Jorge, ellos dos no están en los mejores términos, ya sabes, porque él es un jacobita que lucha por destronarlo... pero su familia es lo importante. Y créeme, pocas veces he visto gente más leal al trono que los MacLachlan.

Y entonces todo terminó de encajar en la cabeza de Aaron.

—El escocés... —susurró, comprendiendo quién era Duncan en realidad.

Rylan endureció el rostro por fin, harto de jugar al gato y al ratón.

—Quiero que te hayas ido al amanecer. Si no, vendré yo mismo a las seis de la mañana y te sacaré colgando de mi espada. Si vuelves a pisar estas tierras, daré orden de matarte sin preguntar. Has sido, al igual que lo fue mi padre, una verdadera deshonra para los Seymour.

Aaron sintió que estaba a punto de vomitar. No se explicaba que eso hubiera acabado de ese modo, que hubiera subestimado al muchacho así.

Sus ojos se iluminaron con las llamas cuando Rylan colocó los documentos de papel amarillento sobre el fuego. Esos papeles eran la última esperanza que Gordon había dejado. Después, nada podía probar que Linnea y Rylan no eran Seymour.

Cuando los papeles se consumieron, Rylan se acercó a él con las manos aún llenas de ceniza. Entonces, sin previo aviso, le asestó un puñetazo en la mejilla que le provocó un sangrado en los dientes de inmediato y un corte profundo en el labio. Aaron se cubrió el rostro, esperando cobardemente otro golpe que no llegó nunca.

—Eso es por Alyssa. Le habría gustado dártelo ella personalmente, pero estoy seguro de que le agrada de igual modo que lo recibas de mi parte.

Y con aire elegante, Rylan dejó la habitación.

Esa fue la última vezque vería a su tío.


Me encanta este capítulo, ¡es uno de mis favoritos!
Espero que también lo hayais disfrutado <3

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