Capítulo 25

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Por primera vez, me quedo sin excusas, sin mentiras, sin escudos protectores.
Al descubierto, totalmente indefensa.
Con los ojos emborronados y el alma abierta de par en par.
Asli repite mi nombre en forma de pregunta pero no soy yo quien responde.
Mi hermana me rescata y una vez más me pregunto que es lo que haría yo sin ella.

—¿Asli? ¡Por dios! que casualidad. Sierra y yo venimos a comer por aquí de vez en cuando.
Pero ya nos íbamos, mi hermana no se siente muy bien.
—Entrelaza nuestros brazos y me arrastra.
Yo no medio palabra.
—¿Estás bien, Sierra? —El moreno me impide seguir avanzando, me corta el paso.

Yo hago mi mejor intento por asentir y porque mis ojos no muestren mi evidente debilidad.
Apenas suelto un débil "sí" antes de esquivarle y salir de allí como puedo.
—¡De milagro! Sierra, hiciste bien buscando trabajo como asistente. Ser espía no es lo tuyo. —Rubí habla y habla sin parar pero mi cerebro no está ahí.

Mi cuerpo permanece en el lugar mas mi corazón y cabeza están en otra parte.
Llego a casa sin saber muy bien como.
Me tumbo sobre mi cama y cierro con seguro, vagamente puedo despedirme de ella.

Todo gira a mi alrededor y no sé en qué momento pero me quedo dormida.
Cuando vuelvo a abrir los ojos, es de noche y la luna brilla en lo más alto del cielo.
Me doy cuenta en ese segundo de que mi teléfono está sonando.
El nombre de Seth ilumina la pantalla, respondo aún algo adormilada.

Sierra sé que es algo tarde pero necesito que vengas al bar Esfera. Asli está borracho y... juro que sólo le he dejado beber una copa.
No sé como sacarlo de aquí.
Te necesito, por favor. —Me estiro como puedo y un bostezo se me escapa sin querer.
—Voy para allá, dame unos minutos. —Me pongo de pie pero un mareo hace que todo mi cuerpo retroceda.

Tengo que parpadear varias veces, voy hasta el baño y ahueco mis manos para echarme agua en la cara.
Sacudo la cabeza pero otro bostezo sale por mi garganta.
Son las dos de la madrugada y veo todo a mi alrededor algo borroso.

Agarro mis llaves y las del coche y me dirijo hasta el club que me ha dicho el rubio.
No tardo en encontrarlo, su cartel de tonalidades neón resalta en la oscuridad de la noche.
Me fijo en que el coche de Seth no está.
Un guardia de tamaño considerable controla quien puede entrar y quien no.
A mí me lo permite sin problema, sin embargo.

A Doya no tardo en diferenciarlo del resto, está apoyado en la barra, manos puestas sobre ésta y una mirada que no presagia nada bueno.
A su lado, un moreno sentado que habla y habla sin parar.
En sus manos, una copa llena.
Lo primero que hago antes de decir nada es caminar hasta él, agarrar la bebida entre mis manos y dejarla caer sobre el suelo del lugar.

Su mirada va desde la copa hasta mí y entonces me reconoce.
Cuando es consciente de mi presencia, no se enfada si no todo lo contrario.
Una sonrisa que hace que sus ojos casi se cierren aparece por su rostro medio dormido y medio borracho.

¡Sierra! —Canturrea.
—Nada de Sierra, nada de alcohol, nada de clubes.
Nos vamos a casa. Ahora. —Por increíble que parezca, el muchacho me hace caso e intenta levantarse.
Pero es incapaz de mantenerse erguido.
Cansada, decido cambiar el plan.
—Un café, por favor. —Pido a la camarera que atiende.
—Enseguida. Sólo ha bebido dos copas. —Justifica al moreno. Éste asiente, confirmando su dato.

—¿Has bebido? —Esta vez le hablo a Seth, quien no tarda en decir un rotundo "no".
—Entonces toma, espera fuera.
—Le entrego las llaves de mi coche y el rubio se va del club.
El café es puesto encima de la barra, con una mirada le ordeno a Asli que comience a beber.

Todos me miente-en, Sierra.
Todos. Seth m-me mintió, no me ha-abló de Alice.
Alice m-me mintió, no e-era mi novia y además me dij-jo que la chic-a de mi anillo era el-l amor de mi vida. —Me cuesta entender lo que dice pero lo hago, le miro prestándole toda mi atención y noto un agudo dolor que se cuela muy dentro de mí.

Porque tiene razón.
Seth mintió, Alice mintió.
Yo mentí, lo sigo haciendo.
Y asli no se lo merece.

¿Dónd-e está mi anillo?
—Intenta dejar el taburete pero no puede y tengo que agarrarlo en el aire. Su aliento huele a alcohol, es desagradable.
—Lo llevas puesto, Asli. —Pero no me escucha, mira a su alrededor como si estuviera buscándolo.
—¡Está aquí, As! —Cojo su mano y se la pongo frente a su cara, cuando lo ve parece calmarse.

—¿Y la chica? ¿dónde est-tá ella? —Para sostenerle, le abrazo. Una lágrima rueda hasta mi barbilla y cae en la tela de su hombro.
Susurro, en un intento desesperado por sacar algo de honestidad de mi interior.
—Soy yo, Asli. Estoy justo aquí, siempre lo he estado.
Pero tú no me querías... —Sé que no me oye pero yo necesito decirlo de todas formas.

Se aferra con fuerza a mí y olfatea mi perfume.
Suspiro. Le ayudo a regresar a su sitio y terminar el café y después de eso, caminamos fuera del club.
Pero entonces, una voz habla a nuestras espaldas.
—¿Asli? ¡Asli! —Un hombre con el pelo blanquecino se dirige a nosotros y mi rostro palidece.
Sé quien es. El señor Rose, un antiguo socio del Doya&Company.
Mierda.

El moreno ni se inmuta, sólo me mira intentando descifrar si yo sé quien es.
-Disculpe, creo que se equivoca de persona.
—¡Para nada! Asli Mersin y tú eres Sierra. Me alegra que estéis juntos otra vez, ¿una copa? —Alzo una ceja y meneo mi cabeza de izquierda a derecha.

—Lo siento, se equivoca de personas. —Vuelve a hablar pero yo no presto atención, a empujones bruscos saco a mi compañero del lugar y le llevo hasta el coche.
Seth nos espera en éste, recostado sobre el asiento y con un obvio aburrimiento.
—Por fin. —Comenta cuando nos ve.

Abre la puerta y meto al moreno dentro del coche, le pongo el cinturón de seguridad y yo me voy hasta el asiento del copiloto.
Entonces, miro hasta la puerta del club y veo que el señor Rose sale, buscando algo o alguien con sus ojos.
Trago seco.
—Arranca, Seth. Rápido.
—¿Ese no es...? —Le reconoce.
—Sí, arranca. Vamos.

El coche sale a toda velocidad del aparcamiento y miro el estado de Asli por el espejo retrovisor.
¿Sierra? Pronuncia mi nombre cuando nuestros ojos se cruzan.
—Dime, Asli.
-¿Esse h-ombre nos conocía?
—Nos ha preguntando si estábamos juntos de nuevo.
Nos ha confundido con una pareja, es un borracho. —Le sonrío.

Entonces asiente casi de forma imperceptible y cierra los párpados por completo.
Cuando llegamos a casa, está totalmente dormido.
—Vas a tener que ayudarme.
—Abro la puerta trasera del vehículo, le quito el cinturón y tiro de él como puedo.
Seth hace lo mismo, le coge en brazos como puede y entramos en el portal.

—¿El ascensor?
—No funciona, lo siento. Lo arreglarán pronto. —Ríe, muy incómodo.
—Pues son tres pisos. —Me acerco a él y le pido que deje a Asli sentado en el suelo.

En ese momento me acerco al moreno, palmeo suavemente su rostro hasta que abre los ojos.
—¿As? ¿me oyes? —Asiente una vez.
—Vamos a subirte, ¿sí?
Pero tienes que poner de tu parte.
—Cojo uno de sus brazos para ponerlo por detrás de mi cuello y el rubio repite la acción.

—Vamos arriba, Asli. —Él arruga su rostro haciendo un gran esfuerzo, apoyándose en la pared para subir.
Al final lo consigue y casi diez minutos después, llegamos a casa.
Le dejamos caer sin mucha suavidad a la cama y el rubio se marcha.
Me pongo a su altura en el lugar y deposito un beso en su frente antes de irme.

—Buenas noches, As.

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