Capítulo 8

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Dos. Tres. Cuatro. Cinco.
Seis. Siete...
—Asli ese café no necesita más vueltas, vas a marearlo.
—Bromeo.
Tras mis palabras no hay nada, sólo silencio.
Carraspeo y voy a decir algo más pero mi teléfono suena.
—Buenos días señor Massier.
Buenos días, señorita Gallway. Necesito que vengas a la oficina en este momento si es posible.
—Comienzo a morder mi labio antes de contestar.

—Por supuesto, en seguida voy. —Corto la llamada.
—As tengo que ir a la oficina pero volveré lo antes posible, no salgas de casa, ¿vale? —Asiente.
Agarro mi bolso y abro la puerta pero antes de marcharme, hablo de nuevo.
—¿Estás bien? —Y por respuesta sólo obtengo un sobrio "sí" con el que no quedo convencida.

Conduzco hasta la oficina, saludo a mis compañeros pero no me paro más de un minuto, voy a toda prisa hasta el despacho del señor Massier.
—Giorgia ¿puedo pasar? —Su asistente me da luz verde y me anuncia antes de que abra la puerta para mí.
—Buenos días, señor.
—Buenos días. Siéntate, por favor. —Indica la silla que está del otro lado de su mesa y yo cumplo su petición.

—Tus vacaciones se acabaron ayer Sierra, deberías haber asistido esta mañana pero llamaste para comunicar que no vendrías.
¿Estoy en lo cierto?
—Humedezco mis labios y me acerco más a la mesa. Asiento.

—¿Por qué no has venido?
—¿Cómo voy a explicarle mi situación? no puedo hacerlo así que me limito a justificarlo con dos simples palabras como son "asuntos personales".
—Sierra... —Suelta el aire en un suspiro profundo antes de seguir aunque no necesito que lo haga; sé lo que va a decir.
—...esta empresa no es cualquier empresa.
Somos uno de los grupos más importantes de esta ciudad y necesitamos saber que podemos contar contigo.
Nunca en casi dos años habías faltado y tampoco habías consumido tus vacaciones seguidas al completo.
¿Qué te ocurre, Sierra? —Me cuesta encontrar lo que decir.

Pero últimamente parece que me he vuelto una experta en inventar historias y mentir.
Así que sigo en la línea.

—Lo siento pero tengo problemas personales que no puedo resolver y tampoco sé cuanto tiempo más durarán.
—Una parte de lo que digo es verdad.
—¿Entonces no sabes cuando podrás regresar? —Niego firme.
Y tal y como lo preveía, sé lo que sucede después.

—En ese caso no tengo nada más que decirte, Sierra. —Me pongo de pie, agarro mi bolso y lo aferro a mi hombro.
—Le deseo éxitos, señor Massier.
—Lo mismo te digo, señorita Gallway.
Y salgo de allí sin pararme a dar explicaciones a nadie.

Escribo un mensaje corto a Rubí en mi camino hacia el coche.

“Acaban de despedirme.
Llámame cuando puedas"

Llego de regreso a casa y lo que más me sorprende es ver que Asli no se ha movido ni un centímetro desde que me marché.
Mi hermana responde a mi mensaje y en función de su respuesta, me dirijo al muchacho.

—Mi hermana Rubí quiere que nos veamos ahora y me han despedido así que tengo mucho de que hablar.
Pero me gustaría que vengas conmigo, he pensado que podrías conocerla y...-
—No. —Me interrumpe, serio y simple.
—¿Has dicho "no"? —Lo remarca diciendo la misma palabra. Arrugo las cejas.

—¿Seguro que estás bien? —Y de nuevo, por respuesta recibo un monosílabo.

—No lo sé, Rubí. Pero Asli está actuando muy extraño hoy.
No come, no habla, no pregunta. —Nos sentamos en una de las mesas de la cafetería.
—Es normal que esté así...
Pero dime, ¿de verdad le pagaste a la mujer de la joyería? —Tomo una bocanada profunda de aire.
—No estoy orgullosa de lo que hice. Pero no tenía otra opción, ¿qué más podría haber hecho?
—La chica se encoge de hombros.

—A mi no me preguntes, Sierra. Me conoces y sabes que le habría contado la verdad desde el primer día aunque eso le hubiera destrozado.
—De eso no tengo dudas pero yo no puedo hacer algo así.
No puedo contarle la verdad porque le dañaría y también me dañaría a mí. —Y para ser honesta conmigo misma, no sé cual de las dos razones me pesa más.

—¿Y no crees que todo esto te está trayendo demasiadas consecuencias negativas, Sierra? no sólo tener que vivir con Asli y cuidar de él si no además haber perdido tu trabajo. —Mi cuerpo cede y se apoya contra el sofá de la cafetería.
—No puedo dejarle sólo.
—Refuto y finiquito así la conversación.
—Es tu decisión, hermanita.
Sabes que hagas lo que hagas, tienes mi apoyo. —Su mano se estira para tomar la mía y me sonríe con ternura.

La llave se encaja en la cerradura y abre la puerta.
Mis ojos buscan a un moreno alto que llama la atención a primera vista.
Pero no le veo.
La puerta de su habitación está abierta y también las demás.
—¿Asli? —Miro por cada rincón de la casa.
En el baño, en la ducha, en la cocina, en la sala de estar.
Pero no hay ni rastro de él.
Asli no está aquí.

Siento como un escalofrío me recorre el cuerpo y un mal presentimiento se apodera de mí.
Entonces noto la ventana abierta frente a mis ojos, el viento moviendo las cortinas azules de un lugar a otro.
¿Habrá subido a la azotea?
No, no puede ser, no se le ha perdido nada allí.
O tal vez si, tal vez necesitaba respirar aire fresco sin correr el riesgo de perderse.
Pero a pesar de que eso es lo más probable, hay algo en mi interior que me grita que vaya a comprobarlo.
Es como una voz que se niega a ser silenciada.

Salgo por la ventana y utilizo las escaleras exteriores del edificio para llegar hasta la terraza. Hay otro camino más seguro pero este es más corto, sin embargo.

Miro de un lugar a otro mientras la angustia va creciendo dentro de mí.

Entonces le veo, ahí está.
Maldita sea, no.
Está parado justo al borde, sus manos a ambos lados de su cuerpo y el espacio entre él y el vacío, casi inexistente.

No lo hagas, Asli.
No saltes.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro