Capítulo 11

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Mis ojos están todo lo abiertos que pueden, mis cejas han subido de manera involuntaria y con una sonrisa de impaciencia, Amor espera una respuesta.
—¿No vas a probarlo? —Su cabeza señala al tenedor en mis manos. En la encimera de la cocina, se encuentra una olla repleta de espaguetis. Cerca de la olla, hay una enorme mancha de tomate. Pero no es la única; hay otra en su camiseta, en el suelo, en varios cuchillos e incluso en el techo.

—¿Cómo ha llegado eso ahí?
—indico hacia el techo con el mismo tenedor. El joven traga saliva y se encoge de hombros antes de responder: —Un accidente culinario. Asiento.
—¿Y a mi habitación? ¿Por qué hay una mancha de tomate en mi habitación, Amor? —Mira de un lado a otro y entreabre sus labios.

—Llevaba el tomate y buscaba  unas tijeras... Estaba enredando con él entre mis manos y... —Con su boca crea un sonido y sus manos se mueven simulando una explosión. Tengo que presionar mis labios para no reírme porque eso sería darle un pésimo ejemplo. Pongo el tenedor de vuelta en la olla y carraspeo.

—Fuera de mi cocina —ordeno y él hace un puchero con sus labios antes de intentar hablar.
—Fuera de mi cocina. Ahora.
—Telegrafío cada palabra y le veo salir disparado. Dirijo mis ojos al techo y me pregunto como demonios voy a limpiar eso.

—¡Si vuelves a cocinar, te echo de casa! —Advierto mientras cojo una silla para intentar limpiar el estropicio que ha hecho. De fondo oigo algunas risas que intentan ser taponadas y aunque odio limpiar, no puedo ocultar una pequeña carcajada que se desliza fuera de mi garganta. Es imposible dejarle solo y esperar que algo no salga mal.

Los minutos pasan con tranquilidad mientras termino de fregar pero el timbre de casa llama mi atención.
—Amor, no abras la p-
—¿Nara? —Distingo la voz de Jordan cuando pronuncia mi nombre y corro a través del salón. El chico ha abierto y mi compañera le mira con el ceño fruncido, por encima de su hombro, me sonríe y su aura gris se hace obvia ante mis ojos.

—Hola Jordan, ¿qué haces aquí? —La joven se encoge de hombros con una enorme sonrisa.
—Tengo una buena noticia y no podía esperar para decírtelo. Tú debes ser Roma, ¿no es así? Encantada de conocerte, yo soy Jordan. —Se acerca a
él para estampar sus labios en sus mejillas y pasa de largo.
El joven me mira sin entender nada y le hablo en voz baja, solo para nosotros.

—Habla mucho cuando se pone nerviosa, tranquilo. Le he dicho que eres mi primo. Sientate y no hables —ordeno.
Así lo hace, se sienta en el mismo sofá que ella pero guardando una distancia considerable.
—¡He superado a mi ex novio! Tenías razón, Nara. Todo acaba curándose. —Suelta las buenas noticias en cuanto me siento junto a ella.

Su voz suena alegre, se esfuerza por gestualizar cada una de sus palabras y aunque su aura gris desmiente lo que acaba de decir, el signo más claro de que miente, reside en sus ojos; están llenos con un dolor muy específico; el de un corazón en plena lucha. 
—Pero si tienes un a-
—¡Roma! —le interrumpo en un grito antes de que complete esa frase y me pongo de pie— ¿Me ayudas a coger un aperitivo?

Cuando llegamos a la cocina, prácticamente me encuentro arrastrando al chico.
—¡No puedes decirle eso, idiota! —Arruga las cejas.
—Pero está mintiendo... ¿acaso no eres su amiga? ¿Por qué te miente? —Suspiro y pongo mis manos en jarra.

—No nos está mintiendo a nosotros, Amor. Se está mintiendo a sí misma y no hay nada que debas hacer al respecto. Solo dejarlo estar.
—Regresamos al salón y la conversación sigue su curso.
En cierto momento, cambio de tema, esperando que la incomodidad en el aire se disipe.

—¿Tus padres saben que trabajas en O'adore o has decidido no contárselo? —La chica suspira y su sonrisa se borra.
—No lo he hecho, he preferido callarme. Ellos no pueden entender que haya dejado la universidad y esté haciendo lo que ame. —Las siguientes palabras que digo, no las pienso.

Ni me imagino lo que ocurrirá a consecuencia de ellas. Tan solo tomo una pequeña decisión, una de esas que lo cambian todo.
—Pero a ti no te gusta trabajar en la perfumería. —Ella reacciona frunciendo levemente el ceño, como si acabara de descubrir una gran revelación.
—No es cierto, sí lo hace.
—Noto una mirada encima de mí y Amor alza sus cejas, como si tratara de decirme algo.

—No, no lo haces. Te intentas distraer corriendo de un lado a otro, aprovechas cualquier oportunidad para ir a la trastienda y miras el reloj cada minuto. —Lo suelto como si no fuera relevante, porque para mí, no lo es. Pero ignoramos que las palabras que decimos, pueden herir a las personas que queremos.

—Tengo que irme, llego tarde. Gracias por escucharme, Nara. Adiós, Roma. —Habla deprisa, se aferra a su bolso y saluda con su mano antes de correr hasta la salida. De un portazo, la chica se marcha y su perfume queda impregnado en el aire durante los siguientes segundos.

Cuando doy media vuelta, Amor ha imitado mi postura y tiene sus manos sobre su cintura.
—Se estaba mintiendo a sí misma. —No termino de entender el significado de sus palabras así que me marcho de la sala para seguir limpiando.

Pero una vez más, no imagino nada de lo que ocurrirá después.

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