76 - Asher Harper

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De un empujón abro las puertas de par en par, corro al mostrador que hay al fondo y, tras preguntarle al administrativo dónde demonios está la habitación 433, subo atropellado las escaleras rumbo a la cuarta planta de este hospital privado que solo podrían permitírselo personas como la que más admiro en el mundo: mi padre.

Los pasillos se me hacen interminables, me pierdo varias veces porque me cuesta leer con claridad los letreros sin que la angustia se apodere de mí preparándome para el peor de los escenarios, aunque mi madre me puso al tanto de la situación esta mañana cuando bajé del avión: «La causa del infarto fue el agotamiento, pero dicen los médicos que ya está fuera de peligro».

Podría desistir, no estudiar la carrera de Ingeniería y ayudar a mi padre en su empresa desde hoy mismo. Me lo planteo frente a la puerta de la habitación que he conseguido encontrar en este mar de enfermos y camillas. Y termino maldiciendo a mi hermano mayor porque eso es lo que debió hacer él hace unos años en lugar de cursar una carrera que no le dará ni la mitad de beneficios que la empresa familiar. Era su deber, su único deber como hijo de los Harper.

—Buenos días, mamá —hablo en voz baja cuando entro en la habitación.

Es un habitáculo con una amplia ventana, un televisor, un armario y varios sillones junto a la cama, donde predomina el blanco en todo el mobiliario y, para mi desgracia, el tedioso olor a desinfectante. El alma se me cae a trozos al ver a mi padre, un hombre siempre fuerte e implacable, tendido en una camilla con cables de suero agujereándole la piel y tubos proporcionándole el oxígeno que debe de haberle faltado durante y tras el infarto. La luz del atardecer que entra por la ventana resalta las arrugas de su rostro. Mi madre se abalanza a mis brazos, me achucha sollozando. Yo le acaricio los hombros como si eso pudiese evadirla de la agonía que sentirá ante la idea de perder a su esposo.

—¿Cómo está papá?

—Se ha dormido hace un rato. Está bien, está bien.

Se aparta para sujetarme la barbilla con los ojos vidriosos.

—¿Has avisado a Kai?

—No empieces, mamá —me irrito—. Todo esto es culpa de...

—No, hijo —me interrumpe rotunda y niega ladeando la cabeza con una expresión de disgusto—. Si dices eso sobre tu hermano, te voy a tener que invitar a que te marches de aquí.

Se me olvidaba que Kai siempre ha sido su hijo favorito.

—Lo siento —miento y agacho la cabeza no por Kai, sino por mis padres.

A nuestra derecha, tras la puerta del baño de la habitación, oigo el sonido de la cisterna. Acudo de inmediato a los ojos de mi madre y se limita a encogerse de hombros con una breve sonrisa mientras se encamina al sillón junto a la camilla. Lo que me temía, mi exnovia Rose Fletcher sale del baño sin maquillar, con el cabello recogido en una coleta y vestida con jeans y una blusa rosa de verano. Es la segunda en lanzarse a mis brazos, aunque después de cómo terminó lo nuestro en el baile de graduación corresponderle el abrazo es lo que menos me apetece.

—¿Cómo estás? —me pregunta al oído—. Me alegro tanto de verte.

—Estoy bien, gracias —contesto dando por finalizado el abrazo.

Ella se aparta uniendo los labios en una sonrisa de satisfacción que no tiene derecho a hacer. Sin embargo, me importa tan poco como su presencia aquí. Ya me hizo la vida demasiado difícil con sus chantajes, ahora solo espero que tenga cosas que hacer y se marche pronto. Me acerco a mi padre, su respiración es ronca, dificultosa, pero sé que saldrá de esta. Pensarlo hace que las manos me dejen de temblar.

—¿Qué ha dicho el médico hoy? —inquiero apoyándome de brazos cruzados en la pared, frente a la camilla.

Mi madre me observa, sonriente y analítica.

—Hace un rato vino y nos comunicó que está fuera de peligro. Debe descansar más y evitar los disgustos. —Baja la vista al anillo de compromiso en su dedo anular mientras le da vueltas—. Se quedará un par de días en observación, le harán pruebas y descartarán otras enfermedades.

—¿Enfermedades? ¿Sospechan que tenga alguna? —pregunto alterado.

—No, hijo, pero aquí manda quien paga y yo he pagado para que le hagan esas pruebas. Es la única manera de que tu padre no salga de esta habitación y descanse de la empresa.

—Me parece bien —asiento más calmado.

El resto de la tarde se hace pesado, bastante aburrido, a la espera de que él despierte y podamos charlar como si nada hubiera ocurrido. Los médicos pasan de vez en cuando para revisar que sus pulsaciones y la tensión estén en orden. Le administran más tranquilizantes, quizá por orden de mi madre y supervisión del médico, y él se vuelve a dormir tras un rato que hemos aprovechado para jugar a las cartas escuchando el escandaloso vitoreo de mi exnovia.

Cuando llega la noche, Rose me arrastra al pasillo de fuera para charlar. Sabe a la perfección que no quiero avisar a Kai de lo ocurrido, considero que él ni siquiera se merece que se lo cuente porque no debería formar parte de esta familia, así que me propone quedarme en su casa para evitar que mi hermano me haga preguntas por haber vuelto antes de tiempo. Como es obvio, la idea me parece fantástica.

Prefiero mil veces la compañía de Rose que permitir que Kai se preocupe por la salud de mi padre.

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