Chat 19: Esta sensación tan extraña.

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—Te lo vas a pasar genial, Lesya —suspira Hywel.

—Totalmente —sonrío con falsedad.

—La feria es un lugar divertido.

—No lo dudo.

—Lesyaaa, cambia esa cara.

—Págame. —Me encojo de hombros.

Lo veo bufar.

—Anda, no le arruines el día al resto y diviértete.

—Ya, ya, vale —digo y seguimos andando hasta que encontramos al resto del grupo haciendo fila delante de las taquillas.

Silvie agita su mano para que la veamos. Nos acercamos. No reconozco a nadie aparte de Jake, su ligue, Dión, Dess y a mi hermana.

—Al menos te has vestido decente —celebra ella.

—Casi viene en chanclas —murmura Hywel, mirándome con odio. Río al recordar el infierno que ha sido para él que me vista bien.

—Lesyaaaaa —me reprocha mi hermana.

—Al menos vengo bien. —Desvío la mirada.

—Si a ti te encantaban los parques de atracciones. —Hace un puchero.

—Hace 4 años. —Ruedo los ojos—. Ya estoy mayorcito.

—Oh, vaya, perdona. No sabía que solo a los niños les podía gustar la feria, abuelito —se burla Dión.

Lo miro con odio y frunzo el ceño.

—No te hablaba a ti.

—Sí, lo sé —responde con una sonrisa en la cara.

—¿Pues para qué me respondes?

—Porque puedo y quiero. Además, sé que igualmente me harás caso.

Abro y cierro la boca, mordiéndome los labios al final para no contestarle. Me cruzo de brazos y miro hacia otra parte porque me rehúso a darle la atención que quiere.

—Como niños pequeños —masculla Dess.

Dión ríe por lo bajo y yo intento charlar con otra gente, ignorando al pelinegro mientras entramos al recinto. Todo es ruidoso y los niños corretean de un lado a otro con sus padres persiguiéndolos, desesperados. Es una imagen nostálgica porque yo también fui así.

Ahora se siente raro estar aquí, no digo que sea malo, pero me cosquillean los dedos.

—Tienes una colita de perro meneándose de la emoción en tu espalda —señala Dión a mi lado.

Me giro para comprobarlo, a pesar de que sé que soy una persona, pero no puedo evitarlo. Me sonrojo y le dedico una mirada de odio. Él comienza a carcajear.

—Imbécil —suelto.

—No esperaba que de verdad te girases.

—Te puedes ir a la mierda. —Le muestro el dedo del medio.

—Fíjate que estoy al lado.

Abro la boca, totalmente ofendido.

—Ya no quiero estar a tu lado, esfúmate. —Me cruzo de brazos.

—¿Por qué me tengo que ir yo si el que no quiere estar conmigo eres tú? —Alza una ceja.

—Yo he llegado antes.

—Pues me da igual, no me voy a mover.

—Tenía que ser el pitufo —gruño—. Mejor voy con Hywel.

—Vale —ríe.

Al girarme para buscarlo con la mirada, habían desaparecido todos. No había nadie que conociera cerca y no me acordaba de quién estaba en el grupo.

—No están —indico, mirándolo con algo de desesperación.

—Imposible, estaban hace un segundo. —Comienza a buscar también, pero tampoco ve a nadie—. Mierda, hay demasiada gente.

—Voy a llamarlos. —Primero, busco el contacto de Hywel, pero este no contesta. Luego, el de Silvie, lo mismo pasa. Finalmente, el de Jake, quien tampoco hace caso—. ¿¡Acaso tienen el móvil metido en el culo!?

—Eso parece, porque Dess tampoco responde —bufa Dión.

—Genial, ahora nos van a secuestrar, matar, cortar en pedacitos y encima tenía que ser contigo —lloriqueo.

—A ver, te me calmas, Lesya, eso no va a pasar y deberías estar agradecido de que sea conmigo —recalca.

—Odio esto —musito.

—Si ya me he dado cuenta, ya.

—¿Qué vamos a hacer? —Hago un puchero y agarro su muñeca para no perderlo también.

—¿Buscarlos? No sé. —No me aparta la mano—. Utiliza tu altura para algo y mira en la multitud, no sé. Un pelo verde como el de Jake no pasa desapercibido con facilidad.

—Lleva gorra.

—Bueno, algún mechón tendrá que verse.

Me pongo de puntillas y miro en la muchedumbre, pero nada.

—Vacío. —Niego con la cabeza.

—Mierda.

—¿Qué hacemos ahora?

—¿Disfrutar del día? Aunque sea nosotros dos y a ver si los encontramos —resopla.

—Vale —musito.

—Guau, espera, ¿no has dicho ningún comentario hiriente hacia mi persona? —Abre mucho los ojos.

—¿Debería? —Frunzo el ceño.

—No sé, estoy acostumbrado.

—Eres la única persona que conozco ahora mismo y si te espanto, me quedo solo. Es decir, más probabilidades de que me secuestren, me torturen, me maten y me descuarticen.

—Vaya, así que añadimos la tortura a la ecuación —carcajea.

—No me abandones, porfa —gimoteo.

—Nunca pensé que serías como un niño pequeño. —Las comisuras de sus labios se van elevando—. En fin, no te abandonaré, venga, montémonos en algo y aprovechemos que hemos venido.

Me da la mano y la agarro, siguiéndolo obedientemente.

En realidad, no era una broma lo de perderme. Tenía un trauma. Cuando era pequeño, ya me había perdido y tardaron más de una hora en encontrarme.

—¿A qué te quieres montar? —pregunto.

—La montaña rusa. —Señala la atracción que literalmente grita: "peligro de muerte".

—Masoquista.

—Sí, me gusta que me ahorquen, ¿lo sabías? —bromea. Lo miro perplejo—. Es una broma, Lesya, no tienes por qué hacer esa cara.

—¿Una broma? ¿O una verdad escondida? —Levanto una ceja.

Entorna los ojos y se pone en la fila, la cual se mueve con rapidez y al cabo de unos minutos, ya estamos comprando la entrada.

—¿Sois pareja? —La chica que atiende sonríe brillantemente—. Tenéis una oferta de dos por uno hoy en todas las atracciones, lo sabéis, ¿no?

Dión comienza a negar, pero lo interrumpo.

—Sí, es nuestro aniversario —sonrío con inocencia.

—Oh, qué monada, felicidades. Aquí tenéis. —Nos pasa dos entradas—. También hay en los puestos de comida, por si os interesa.

Se lo agradezco y nos subimos a la gigantesca máquina.

—¿En serio? —cuestiona Dión a mi lado.

—¿Qué cosa?

—¿Vamos a fingir que somos pareja todo el día solo para conseguir la promoción?

—Me ofende que preguntes eso, Dión. ¡Claro que sí! ¿Sabes lo importante que es el dinero?

Rueda los ojos pero comienza a reírse.

—Es bueno saber que eres ahorrador.

Levanto la cabeza con orgullo.

—Claro que sí. Aunque no te lo esperes, reúno todas las buenas características para ser el esposo perfecto.

Se me había pasado el tiempo volando con Dión y me doy cuenta cuando el revisor viene para asegurar los cinturones y la barra de seguridad. De repente, me inunda el miedo.

—¿Y si nos morimos? —pregunto, mirando a mi acompañante con pánico.

—¿Por qué moriríamos?

—¿Tú no has visto Destino final? Imagina que se suelta la barra o los cinturones mientras se mueven las vagonetas.

—Eso no va a pasar —declara.

—Pero ¿y si sí?

—Que no, Lesya. —Se cruza de brazos.

—Mejor me bajo...

Y antes de que pueda hacerlo, la máquina comienza a moverse.

—Pues no vas a poder —se burla Dión.

—Cabrón —lloriqueo—. Si me muero, que tu familia pague la indemnización.

Suelta un largo suspiro y entrelaza nuestras manos.

—¿Así te sientes más seguro o te pongo mi cinturón también?

Sorprendentemente, sí que me reconforta. El viaje es bastante entretenido y emocionante al principio, pero cuando comenzamos a subir a la parte más alta de la montaña, siento un nudo instalarse en mi garganta y se me encoge el pecho.

—Esta es una muy mala idea.

Dión, quien se había pasado todo el trayecto riendo, me mira con diversión y señala la barra, a la que me sujeto con el brazo que tengo libre.

Esta es la mejor parte —me corrige.

Un grito brota de lo profundo de mi ser cuando las vagonetas caen sin previo aviso. Miro a Dión, desesperado, pero al vislumbrarlo carcajeando y pasándolo bien, se me contagia su risa. Mis piernas tiemblan cuando nos desmontamos, sin embargo, seguimos riendo sin parar.

—No vuelvo a montarme.

—Oh, vamos, ha estado bien incluso contigo de acompañante.

Lo sigo hasta la salida, aún con las manos juntas.

—¿Adónde quieres ir ahora?

—No sé, te toca elegir a ti, Lesya —sonríe—. Vamos por turnos, ¿no?

Me froto la barbilla, pensando en distintas opciones y cuando veo un cartel neón que pone: "360º EXTREMO", lo señalo, sonriendo con malicia.

—Ese.

—¿Me estás jodiendo?

—¿Por qué lo dices?

—¿No te quieres montar en una inocente montaña rusa pero te quieres ir a esa que gira trescientos sesenta grados, arriba y abajo?

—Es distinto. —Hago un puchero—. Ahí es más seguro.

—Creo que no entiendo tu lógica. —Levanta las cejas—. Pero te sigo.

Al llegar, los gritos de pánico y de desesperación de algunas personas inundan mis oídos, haciendo que la emoción me desborde.

—Dame la mano —le ordeno al pelinegro cuando nos acercamos a la taquilla.

—Bueno, te la daría si no la tuvieses ya. —Se relame los labios.

Miro hacia abajo, viendo que seguían entrelazadas.

—Ups, bueno, da igual, más realista. —Me encojo de hombros.

—Supongo, aunque deberías tranquilizarte un poco, ¿no?

—¿De qué hablas?

—Llevas como cinco minutos saltando de la emoción.

—No sé de qué hablas.

—Menos mal que solo disfrutabas de la feria de pequeño —dice con tono irónico.

—No sé de qué hablas —repito.

—Tú mismo antes...

—¡Ya nos toca! —lo interrumpo y tiro de él mientras avanzo a la taquilla.

Pago yo esta vez, pues antes lo ha hecho Dión.

A diferencia de la montaña rusa, esta atracción no ha sido tan divertida.

—Pues vaya mierda. —Hago un puchero al bajar.

—¿Perdón? —Me giro para ver al pelinegro, quien está temblando—. ¿Me estás diciendo que esta atracción es una mierda cuando casi te da un paro cardíaco por la mierda montaña rusa de antes? Pedazo de loco.

—Ups, te toca elegir. —Aparto la mirada, algo nervioso al ver cómo su rostro se había enrojecido. No era la primera vez que lo vislumbraba sonrojado naturalmente. No sabía por qué reaccionaba así.

—Mejor vamos a comer algo, porque me va a dar un bajón de azúcar —bufa.

—Te sigo —sonrío con inocencia.

Nos paseamos por todo el parque hasta encontrar un puesto de comida que le agrada a Dión, solo para que se pida un jodido algodón de azúcar.

Cuando intenta pagar, tiro de él y entrego yo el dinero.

—¡Oye! —me reclama.

—Invito yo, por el susto de antes.

—Lesya —gruñe.

—Uy, perdonad, ¿sois pareja? —pregunta el señor. Dión y yo nos miramos y él asiente de mala gana—. Oh, sois tan adorables. Pues estáis de suerte, porque estamos regalando cualquier otra cosa del puesto por una compra superior a cinco.

—¿Cuánto es el algodón solo?

Miro lo que hay en los mostradores.

—Uno y medio.

—¿Si pido un gofre llego a los cinco?

El vendedor asiente y, mientras esperamos, puedo sentir la mirada de desprecio de Dión. Intento ignorarla, pero llega a un punto donde no puedo y se la devuelvo.

—No necesito que pagues nada —declara.

—Tómalo como una invitación. —Me encojo de hombros—. Tú ya me invitaste a cenar.

Él suspira y cuando le entrego su algodón de azúcar, cede. Paseamos mientras comemos, sin un rumbo fijo.

—¿Quieres? —Extiendo mi brazo con el gofre.

Frunce el ceño, pero acepta y le da un mordisco.

—Gracias.

—Oye, ¿y eso de que te comas el algodón a mordiscos?

—¿Qué tiene?

—La gente normal toma trozos, no lo muerde —indico.

—Perdón por no ser normal —contesta sarcásticamente.

—No lo decía por eso. —Abulto mi labio inferior.

Él pellizca un trozo y me lo acerca.

—¿Quieres?

Al principio, no lo entiendo, pero después río y lo acepto.

—Con la tontería, no es tan horrible estar contigo —digo.

—Hombre, gracias —ironiza.

—Lo siento, ¿vale? Es que, normalmente, nos lanzamos cuchillos y todo eso.

—También —confirma—. Espera, esos que están en la fila de la noria...

Observo en la misma dirección.

—¡Hywel, cabrón de mierda! —grito, llamando la atención de bastantes personas, que se sorprenden.

El susodicho se gira para verme y maldice cuando me identifica. Me acerco con una sonrisa llena de odio y malas intenciones.

—¡Lesya! Cuánto tiempo —ríe nervioso.

—¿Tú crees, pedazo de imbécil? ¿Acaso tienes el móvil metido en el culo?

—Ups, vaya, es que con todo el ruido de la feria, no he escuchado nada.

Vuelvo a marcar y su tan destacado tono de llamada resuena con ganas.

—Serás un... —Aprieto los puños.

—Oh, vaya, la fila avanza. —Comienza a empujarme y me mete en una de las cabinas, encima de mí cae Dión, a quien sujeto dificultosamente.

Antes de siquiera poder decirle algo, cierran la puerta y la noria avanza para que los siguientes pasajeros se suban.

—¿Qué acaba de pasar? —cuestiona Dión con una mueca.

—No lo sé, pero esos cabrones han estado planeando cosas —siseo.

—Lo he notado cuando se han sorprendido al vernos.

—Cuando bajemos, le voy a dar la paliza de su vida a Hywel —sentencio.

—Y yo a Dess, pero, ¿podrías soltarme primero? —Señala su cintura, sujeta por mí.

—Ups. —Me sonrojo y cuando se recompone, aparto mi brazo.

—Bueno, al menos nos ha salido gratis el viaje en la noria.

—¿Cuánto dura?

—Guau, ¿ya te quieres salir? —se burla—. Pensaba que habíamos mejorado nuestra relación.

—No es eso —murmuro—. Supongo que nos toca disfrutar.

—No, si quieres sufrimos.

Entonces, mientras la noria da vueltas, nos quedamos en silencio, sin mucho que decir. Es igual de divertido, pero raro. De la nada, al llegar al punto más alto, la noria se detiene por completo.

—Ya está, nos vamos a morir —suelto.

—Serás tonto —resopla—. Se están bajando.

Hace un movimiento con la cabeza, señalando la ventana. Me asomo, viendo que es verdad.

—Cierto.

Dión se encuentra con los brazos cruzados, encogido en su sitio observando el panorama que nos ofrece la altura. Las parpadeantes luces de la feria lo iluminan a través del cristal. Sus ojos brillan. Trago saliva y arrugo el borde de mi camiseta. Mi corazón late desbocadamente al verlo sonreír de felicidad, como un niño pequeño.

¿Qué es esta sensación tan extraña?

---

05/08/2024: Lo más difícil del capítulo ha sido corregir muletillas y repeticiones, aunque aún quedan, pero weno jalksjdnas. 5/?

Bueno, bueno, aquí otro cap con 2000 palabras KHADSLJ porque es una cita entre Lesya y Dión...

Y, ¿qué será lo que está sintiendo nuestro pequeño Lesy <3. Spoiler: amor.

En fin, eso es todo y a ver si avanzo con ACDI o la sinopsis de AMDV JAJAJA.

Besitos de media mañana <333

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro