Capítulo 1

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DEREK

Dicen que en la vida la única manera de sobrevivir es adaptándote a las masas. En un mundo rodeado de tantos "idealistas" y "valores" la hipocresía se convierte en el pan de cada día. Desde muy pequeño aprendí esa regla de oro, que por más que los demás pensaran igual que yo, habían ciertas opiniones que no debían ser dichas en voz alta.

Lo comprendí cuando la maestra citó a mi madre al estar en primaria, delatándome con las respuestas que había dado en clase.

Era un corto cuestionario, pero que la alertó, porque esa maestra era igual que mi madre o que mi hermano, Dorian.

¿Qué quieres ser de mayor? ¿Por qué?

Mi respuesta: Millonario. Con tanta plata como para abandonar a mi familia y no tener que verles nunca más la cara. Porque mientras ellos aman la inmundicia yo amo la buena vida.

¿Qué debes hacer para conseguirlo?

Mi respuesta: Engañar, estafar, robar. Vender mi cuerpo y alma. Lo que sea necesario.

La verdad no sé si esa última pregunta me la inventé, pero me vi en la obligación de explayarme en mi idea.

Coloqué ojos de suficiencia mientras entre mi madre y la maestra se llenaban la boca con palabrería cansina. Tuve que prometer que se había tratado de una broma de mal gusto. Era una escuela pública, seguro había visto cosas peores, pero decir lo que pensaba parecía ser demasiado para ellas.

Nunca comprendí el porqué.

A medida que pasaban los años me di cuenta de que la solución era fingir que estaba de acuerdo con las enseñanzas de mi madre.

Sé "bueno" "sincero" "amable". Sonríe, asiente con la cabeza, ofrécete a hacer las compras, limpia la casa. Critica las bandas criminales que salen en las noticias, comenta sobre tus compañeros de escuela y de lo ofendido que te sientes al ver que se escapan de clases. Habla sobre conseguir un trabajo decente para ayudar en casa. Entra de vez en cuando a la Iglesia y escápate por la puerta trasera, aunque nunca se enteren de esa última parte.

Di que el mundo se ha vuelto loco, pero que no por ser pobre no se será virtuoso y digno. Lo que mi madre diría es algo así como "pobre, pero orgulloso". A la mierda con su conformidad. Yo nací para más que esto.

Tampoco valía la pena discutir sobre estos principios. Esa es una segunda regla de oro. Es una pérdida de tiempo intentar convencer a otro con argumentos, ya que siempre intentan aferrarse a sus convicciones; detrás de estos hay historia, hay emociones difíciles de erradicar y que solo estorban. Por lo demás un cambio hipotético involucra esfuerzo, y una madre inepta como la mía, o mi perezoso hermano Dorian, no cambiarían aunque se les recitara por una hora completa el camino para salir de la pobreza.

Preferirían ver un mísero fragmento de una entrevista a esos charlatanes que venden libros de autoayuda. Porque sí, tampoco se molestarían en leer el libro.

Ante tanta incompetencia, lo mejor es ceder ante esa inercia propia de mi madre y el segundo de sus hijos. Callar mis ambiciones, porque es mejor aceptar la realidad y vivir con las expectativas propias de alguien que vive con siete hermanos y una madre soltera.

Sin embargo, hay personas con las cuales puedo ser yo mismo. Febe es una de ellas, quien en este instante se encuentra frente a mí, claramente enfadada.

Ah, sí. El que sea una de las personas que me entiende, no significa que no se enoje conmigo. Por algún motivo siempre las personas a mi alrededor terminan adoptando esa actitud.

—Te demoraste en llegar —puntualiza.

—Estaba ocupado.

—¿Sí? ¿En qué precisamente? Estás mojado.

—Afuera hay tormenta, por si no te has dado cuenta.

Desvía la vista hacia la ventana, aunque el sonido de esta se puede apreciar sin dificultad.

—Mejor vamos a mi pieza ya, el estudio espera.

Febe se acomoda su cabello en dos coletas. Aquel cabello que siempre llama la atención a dónde vaya. Rosa y celeste.

No me gusta, pero tampoco es como que pueda o deba decir algo al respecto.

Tomamos los cuadernos en silencio. Estamos en época de parciales, y conservar la excelencia académica no es fácil. Sin embargo, se transforma en una oportunidad cuando eres alguien como nosotros. Dudo que esa escuela pública nos entregue las mejores herramientas, pero no es algo que quiera descuidar. El conocimiento siempre es poder.

—¿Qué es eso? —advierto el folleto en medio de sus apuntes.

—Ah, eso. Es un programa. Te prometen la vida de tus sueños si ganas. Mucho dinero y estudios pagados en el extranjero.

—¿Y no me habías comentado nada?

—¿Vas a creer en esa mierda? Estamos desesperados, pero tampoco caeremos con cualquier mentira.

—Mmh.

—¿Quieres hacerlo? —cambia en forma abrupta el tema, acercándose de manera insinuante. Esta vez no hablamos de estudios ni de dinero.

—¿Tú quieres hacerlo?

El detenimiento que hace en mis ojos, así como el recorrido lento por todo mi cuerpo dice más que cualquier afirmación. Sin embargo, es Febe, ella jamás lo reconocería en voz alta.

—Estoy aburrida, creo.

—Yo también.

—Suena perfecto entonces.

Su labial me mancha la boca; se siente pegajoso y sabe a fresa. La beso, manteniendo los ojos cerrados. Sé que ella también permanece así.

Y cuando los abro, solo es para desviar la mirada hacia sus apuntes. Hacia el folleto. Y memorizo ese nombre "proyecto 151". 

Es lo único que mantiene mi atención hasta que acabamos.


Ha pasado una semana desde que envié mi solicitud de admisión. Estoy seguro de que la primera impresión de mi postulación debiera ser atractiva, mas la competencia es grande. No me agrada la idea de estar encerrado junto a diecinueve personas, pero sí competir y hacer que cada uno de ellos vea como yo me quedo con todo. Porque sí, esa vida resuelta y soñada solo es una promesa para el mejor entre veinte estudiantes y yo nunca pierdo.

—¡Derek! ¡Derek! —Mi hermana pequeña tira de mi ropa, distrayéndome.

Tiene hambre, puedo escuchar el rugido de su estómago. Voy a la cocina y busco en medio del refrigerador. Al abrir la nevera un olor a podrido invade mis fosas nasales. Mi madre otra vez no ha sido prolija a la hora de limpiar la cocina, lo cual tampoco es una novedad. Si yo no lo hago, nadie lo hace, y yo he estado colapsado con la escuela.

Opto por hacer un sándwich. El pan está duro y aprecio que ya tiene hongos en un lado de este, corto esa parte, y cuando busco con qué acompañarlo me doy cuenta de que no hay nada.

—No me importa, Derek.

Jasmine, mi hermana pequeña, es la segunda persona en este mundo que me entiende. Ambos somos personas con potencial atrapadas en medio de incompetentes.

—Un día tendrás todo lo que mereces.

—Nos tenemos a nosotros y estamos sanos —habla Dorian que acaba de entrar.

Este es un error que no debo cometer, que escuchen mis verdaderas creencias.

—La comida está con hongos, ese "sanos" no se perpetuará demasiado tiempo si seguimos así. Una cosa es comer alimentos vencidos, pero con "buena apariencia". Otra es llevar los microorganismos adrede a formar parte de nuestro cuerpo.

Es un asunto de sentido común. No hará dudar de mis intenciones.

—Eh... ya va, aquí tengo algo para la cena.

Basta que diga eso, para que muchos ojos curiosos se posen sobre nosotros. Somos ocho hermanos: Dorian, Isaac, Rory, Tobias, Aria, Henry, Jasmine y yo, el mayor de todos. Tres somos de los mismos padres, con los demás solo comparto sangre por el lado de mi madre.

Comemos los alimentos traídos por Dorian. De seguro son sobras de algún restaurante. En concreto, de algún basural. Me limito a reservarme mis opiniones.

Al terminar me encierro en el cuarto. Lo comparto con mis hermanos, protestan del otro lado por cerrar con llave, pero las probabilidades de que al entrar a mi correo electrónico esté la respuesta a la solicitud de admisión son altas, más que nada el plazo vence hoy.

La página tarda en cargar, la computadora es vieja y no contamos con internet, solo nos colgamos al wifi de la casa de al lado.

De pronto, esos detalles dejan de fastidiarme. Me basta ver la aceptación para salir corriendo de la casa en dirección a una librería de mala muerte. Necesito imprimir.

Regreso y falsifico la firma de mi madre. No tiene sentido que le explique nada sobre esto, solo pondría trabas.

Una despedida con Jasmine lo hará difícil, así que opto por dejarle una carta, contándole dónde estaré y que regresaré con dinero más que suficiente para empezar de nuevo. Que sea paciente y que jamás sería como nuestro padre, que regresaré. Junto a esta, un fajo de billetes acompaña el sobre, solo para ser usado en caso de emergencia y con la advertencia de que tenga cuidado con nuestra madre y hermanos.

Me duele dejarla, pero también es ella mi motivación para hacerlo.

«Volveré, es una promesa».

He tomado tres autobuses para al fin llegar al lugar. Por fuera parece un edificio elegante. Tiene forma de cúpula, y pese a ser una estructura completamente de vidrio, solo se ve proyectado el exterior. Cuando entro, las puertas tras de mí se cierran abrupta y fuertemente. Traer algunos artículos fue en vano ya que hay que entregar todo lo que uno posea.

Una vez que dejo mis cosas en los recipientes y me coloco la ropa que han dejado para mí se abre una segunda puerta. Doy un paso hacia su interior, encontrándome en una habitación con varios muchachos, todos vestidos como yo. Cada uno ha tomado asiento. Me dirijo al final del salón y los imito.

Abro grande los ojos al reconocer a la persona que entra pocos minutos después que yo. Febe.

Se queda a mi lado.

—Pensé que dijiste que era una estafa.

—No recuerdo que me hayas comentado que estarías un mes fuera incomunicado. Somos novios hasta dónde yo sé.

—En ese caso, tú tampoco dijiste nada. No importa, sé por qué no.

Febe levanta una de sus cejas.

—Sabes que soy competencia —continúo— que puedo quitarte la opción de ganar. Y yo tampoco te he dicho nada por la misma razón.

—Bueno, veamos el lado positivo. —Me da la razón— ¿Nos cubriremos las espaldas no es así? Entre nosotros no habrán trampas.

—Hablas como si se tratara de algo más que simples exámenes.

La voz robótica nos interrumpe. Y tan pronto suena, se quejan los demás. La primera evaluación será ahora. Frente a nosotros se depositan hojas en blanco y una Tablet.

Cinco ejercicios en treinta minutos.

Me quedan veinte cuando he terminado los dos primeros, mas un ruido me desconcentra. Volteo hacia mi izquierda, un muchacho duerme sobre la mesa. Sus ronquidos me enferman.

Ya está claro quién será el primero en irse de aquí.

Me enfoco en lo mío, no perderé por culpa de algo tan nimio.

Termino toda la evaluación. Solo tengo dudas en un ítem, pero espero haber acertado más que la mayoría.

—Bienvenidos, pequeñas lucecitas. —Una hermosa mujer entra al salón—. Me presento, mi nombre es Morgan. Seré la cara visible de este programa. No sé sientan mal si no logran continuar, la competencia es dura y de por sí, cada uno de ustedes tiene algo especial para nosotros. Hicimos una exhaustiva investigación de cada uno de ustedes, todos los que están sentados aquí fueron escogidos por una importante razón. —Intenta animarnos—. Bien, veremos los resultados de sus evaluaciones. En base a nuestros registros quien sacó la máxima puntuación y además el único en resolver con éxito el último ejercicio fue...

Puedo saborear la victoria. Estoy acostumbrado a ganar cuando se trata de este tipo de cosas. Sin embargo, cuando dice el número del puesto que lo ha logrado, no es el mío.

—¡Theo! ¡Theo reacciona! —le habla el muchacho al extremo izquierdo junto a la ventana.

—Shhh... Magnus... quiero seguir durm... —Pestañea, terminando de reaccionar al percatarse de las miradas furiosas sobre él.

—¡Ese idiota quedó en primer lugar! —se exalta el muchacho de adelante— estuvo durmiendo toda la maldita evaluación.

—Una vez que terminé me dio sueño —responde, restándole importancia. 

¿Terminó toda la evaluación en solo diez minutos?

—Por cierto —continúa— ¿para qué era esta hoja? —La extiende.

La mía está garabateada de inicio a final.

—¡Mierda! ¡¿Me estás jodiendo?! ¿Hiciste trampa? —inquiere el joven— ¿Dónde tienes el desarrollo?

—Ah, entonces para eso era.... No lo necesito, puedo hacerlo mentalmente.

—Oye... ¿es una especie de broma? —insiste el muchacho.

—Magnus... de pronto todos se ven furiosos.

—¡Oye imbécil! ¡Di que trampa hiciste! —grita otro.

Algunos se atreven a levantarse de su asientos. Magnus hace lo mismo, colocándose delante de Theo.

—No les ha hecho nada. Si se atreven a seguir, primero tendrán que pasar sobre mí.

—¿Cómo hiciste el ejercicio cinco? —pregunto a media voz. Mi única intervención en medio del caos.

—Ese ejercicio no representaba dificultad. Entender el mercado laboral es sencillo... Primero debías comprender la función de emparejamiento, dónde las contrataciones "y" vienen siendo una función de las vacantes "v" y el desempleo "d" en forma positiva. Asumiendo retornos a escalas constantes decanta en una probabilidad de encontrar trabajo dependiendo directamente de la tensión del mercado laboral. Después, derivando la ecuación de Pissarides con respecto a v y d e igualando a cero para luego hacer un simple sistema de ecuaciones nos permite entender la curva de Beveridge, dónde existe una relación decreciente entre empleo y vacantes... No es más que eso.

No puedo evitarlo. Rio, atrayendo la atención de todos ¿Así que de eso se trata? ¿Theo es una especie de genio?

—Oye, Theo —le hablo.

—Magnus, no entiendo —le dice— ¿Qué es lo gracioso?

—No se trata de eso, Theo.

—Te crees muy listo ¿no? Pues que no se te suba a la cabeza. Prometo que te ganaré. —Me levanto de la silla.

—Eso es bastante improbable, por no decir imposible. Desde que tengo consciencia nadie jamás me ha ganado.

Cierro el puño y volteo, mas no me encuentro con la expresión arrogante que hubiera imaginado, sino con una profunda inexpresión que no sé de qué manera leerla.

—Para todo hay una primera vez.

—Oye, Theo no te ha hecho nada —interviene Magnus.

—¿Por qué hablas por él? ¿Eres su guardaespaldas o algo por el estilo? —Febe se para colocándose junto a mí.

—¿Y parece que tú el suyo o no?

Febe no alcanza a reaccionar.

—Increíble. Esos colores en tu cabello son preciosos —susurra una muchacha que impertinentemente se abre camino entre nosotros—. Pss. —Sujeta la manga de mi sudadera—. Esa actitud no fue muy amigable que digamos —me habla a mí. 

—¿Y tú quién eres? ¿Acaso vinimos aquí a hacer amigos?

—Qué duro. Parece que alguien no tomó sus medicinas hoy día.

—¿Qué haces acercándote a mi novio? —Febe la increpa.

—Oh, deben ser tal para cual entonces. —Me suelta—. Creí que eso de las almas gemelas no existía, pero ciertamente ustedes se ven encantadores. —Mueve los dedos de ambas manos, como si simulara tener una cámara y estar sacándonos una fotografía.

Pese a que su voz es aguda y lo que dice podría parecer amable, hay cierta entonación que la hace inquietante, incluso terrorífica. Quizá se trata de esa sonrisa que no desaparece ni un instante.

—Aléjate de él ¿O no entendiste lo que dije? Seguro fuiste la última y ahora volverás a casa.

Sin embargo, las pequeñas pantallas de nuestras sudaderas se iluminan.

El lugar que yo debía haber obtenido en la sudadera de Theo. Y en mí un insignificante número dos.

—Somos los cinco mejores —Magnus se sorprende. Él tiene el cuarto lugar.

—Oh, siento no cumplir tus expectativas Febe, parece que nos seguiremos viendo.

—Bueno, me hace sentido que seas la más tonta de los cinco.

—Creo que no seremos amigas, es una pena. Ya es hora de que me vaya. Adiós, Theo, Magnus, Febe y... Derek.

Ella no es tonta. Febe y yo no le dimos nuestros nombres. Todo el tiempo estuvo con los oídos atentos. Incluso antes del examen.

—Cosette, por si se lo preguntan, aunque uno de ustedes ya lo sabía. Nos vemos luego, Theo.

¿Conoce de fuera a Theo?

No importa. Nada importa.

Todos han dejado de prestarle atención a Theo y están enfocados en la chica que solloza, quien sacó el peor puntaje de los veinte.

—Debí imaginarlo —dice— qué vergüenza ser la primera.

Morgan la acompaña hacia la salida. Los demás se quedan observándolas como si dejaran un rastro a su paso. Yo en cambio me quedo quieto.

—Vamos, Derek, ya todos se fueron.

—¡No me hables Febe!

—¿Qué mierda? Derek, solo fue el primer día y...

—Estoy frustrado, pero no volveré a sentirme así.

—Oye...

—¡Le ganaré Febe!

Le ganaré a ese presumido acostumbrado a la victoria. Quien ni se inmutó por el resultado. Claro, ya no le genera nada, a ese punto está acostumbrado a ganar.

¿Cree que no tiene de qué preocuparte? ¿Qué vino aquí a dormir?

Seré su competencia. Seré su rival.

Yo seré la primera persona en ganarle.

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Derek (Comisión- pancito_detonao❤️️



𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇

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