Capítulo 16

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

FEBE

Las últimas horas fueron profundamente incómodas. Y no, no se debió a que Derek me ignoró descaradamente en más de una ocasión, sino a la tensión provocada por Magnus al atacar a Pax. 

Magnus no fue capaz de dar una explicación coherente de su comportamiento, y Pax estaba demasiado asustado como para hablar. 

Morgan tuvo que tomar cartas en el asunto. Sancionó a Magnus, liberando a Derek y a Cosette de las labores en la cocina. De ahora en adelante él tendrá que hacerse cargo, a modo de reflexión por su mal comportamiento. 

Pienso en los últimos sucesos, mientras con delicadeza acomodo mis dos coletas frente al reflejo de la ventana. El tiempo en "Proyecto 151" ha hecho que la raíz en mi cabello se vuelva perceptible. Un par de centímetros bajo esta se encuentra el rosa y celeste, nada muy armonioso. 

Camino por aquel pasillo blanco, similar a los de un hospital. Uno con recursos y presupuesto, de aquellos a los que nunca tendría acceso. Incluso si mi madre hubiera contado con dinero y yo hubiera estado al borde de la muerte, jamás habría destinado esa plata a salvarme. Quizá mi padrastro lo habría hecho de haber tenido otro trabajo, otra vida, él me habría salvado.

Así como Derek también lo haría. 

La seducción, una herramienta peligrosa, pero satisfactoria a la hora de sobrevivir. Pese a ello, sonreír un ápice se ha convertido en una ardua tarea, como si algo estuviera mal en ello.

No tendría por qué sentirme de esa manera, no cuando todo ha seguido el curso que esperaba. 

Voy por mi ración de comida. Me sirvo la carne espesa, que cae asquerosamente sobre el plato; hecha una bola como esas de los helados de cono. Sabe mal, es grasosa y fibrosa. El sabor se te queda en la boca por varias horas. Ni el agua ni el insípido jugo que ofrecen logra limpiar ese repugnante rastro. 

Me hago la idea a que ese sabor me invadirá la boca. Me siento y como en silencio, ahogándome en mis propios pensamientos. 

—Buenos días, Febe. 

Esa voz cantarina y ese rostro tan perfecto. Por más que sepa parte de su historia no puedo dejar a un lado las asperezas, el recelo hacia ella. 

—Lo que me faltaba —respondo con desgano.  

Se sienta frente a mí, haciendo alarde de esa belleza y gracia tan natural que posee. Sus facciones son perfectas. Y cuando digo perfectas, no es una exageración o una idea inserta en mi cabeza por esa apreciación colectiva de lo hermosa qué es. 

Es su rostro principalmente. Su cara podría ser la de una muñeca, de esas de porcelana que dan algo de miedo por lo reales que simulan ser. 

Los estándares de belleza habrán cambiado con el tiempo, pero sigue existiendo cierto consenso del prototipo de facciones que hacen que una cara se vea afable, radiante.

Y Cosette es eso. 

Me sonríe mientras divago estúpidamente. Sus pómulos se alzan, destacando sus ángulos; la forma de corazón dibujada por su mandíbula. 

Ridículamente simétrico.

Incluso esos dos mechones blancos en su cabello, una forma pretenciosa de irradiar luz alrededor de su cara, como si ya no fuera notable su belleza. «Pretenciosa».

No me gusta estar junto a ella. Que cualquiera pueda detenerse en Cosette, y luego pasar a mí, como un segundo plato. Hacer comparaciones, tener pensamientos desagradables y odiosos. Sé cómo es la gente, o al menos la mayoría. 

—¿Qué te tiene tan pensativa, querida Febe?

Otra vez ese tono infantil tan irritante. La tentación de arrancarle esa sonrisa con las uñas es grande.

—¿Qué te importa?

—¿Siempre estarás tan a la defensiva? 

—No me agradas Cosette. —Voy directo al grano. 

Lo sabe, claro que lo sabe, mas no le importa. 

Le da un bocado a su ensalada y habla mientras mastica.

—Tú a mí sí. Quedamos pocos, es bueno fortalecer las amistades. Tal vez lo necesitemos. 

Podría jurar que pequeñas partículas de saliva salpican de su boca. 

—Eso más bien suena a hacer aliados —debato—. Y no. No necesito nada.

—Claro, ¿Solo necesitas a Derek, no es así? —Toma una servilleta, limpiándose lentamente.

Suelto el tenedor hecha una furia. Parece satisfecha con que haya dejado de comer. 

—Cuidado con lo que dices, Cosette —amenazo. 

—¿Acerté?

—¿Quién eres tú para decir algo? ¡Oh, querido Derek! ¡Mi salvador! —La imito con sorna—. Eres la que menos podría juzgarme. Además tu opinión es la que menos me importa de aquí. Siempre última, te irás pronto. 

Cosette medita unos segundos. Sabe que tengo razón, su continuación en el juego es un golpe de suerte. Uno que dio Derek, sino ya habría desaparecido de mi vista. 

—Sí, estoy agradecida con Derek. Si no fuera por él me habría ido en esa oportunidad. Le tengo aprecio, por lo demás hemos pasado mucho tiempo juntos en la cocina. —Me lo saca en cara—. Pero, el interés que tengo por él es el mismo que tengo por ti. 

—Claro —escupo. 

—Sí, Febe. Solamente que es más difícil llegar a ti. 

—Siempre hemos sido él y yo contra todos. —La fulmino con la mirada—. Tal vez ahora te parezca otra cosa, pero te aseguro que después te darás cuenta de que siempre ha sido así. Derek y yo. Solo confío en él. 

Cosette termina su comida. Da un último vistazo a nuestro alrededor asegurándose de que estemos solas. 

—Te he observado, Febe —musita—. Creo que sé a lo que te refieres. Te gusta... ¿provocar ciertas cosas, no es así?

—¿Vienes en defensa de tu hermano? Magnus ya habló conmigo. No fue precisamente amable en su trato.

Cosette sostiene su rostro con las palmas de sus manos. Otra vez se dibuja una traviesa sonrisa en este. 

—Ten cuidado, Febe. Quien juega con fuego se quema, y cuando eso pase vas a necesitar una amiga. 

No me gustan las advertencias disfrazadas de preocupación. No lo necesito, sé lo que hago. 

Me levanto con toda la intención de dejarla sola, pero al desviar ligeramente la mirada noto un brillo en sus ojos. Algo similar a la compasión. 

—¿Por qué me ves así?

—Es que es triste. Tienes potencial, Febe. Eres fuerte, decidida, directa, inteligente. No necesitas arrimarte a nadie para conseguir algo, dama de hierro. 

Parpadeo pensativa ante ese apodo. Lo pronuncia lentamente, como si estuviera saboreándolo.

No es primera vez que lo escucho, pero no logro recordar quien me llamó de esa manera en el pasado. 

—No me hables así después de lo que me dijiste antes. No me interesa ser tu amiga, Cosette. Aunque me quemara, afrontaría sola las consecuencias. Palabras bonitas tampoco harán que cambie mi actitud contigo —agrego.

—Sí, supongo que bajo otras circunstancias podríamos haber sido amigas —suelta, pero más para ella misma que para mí. 

No le respondo nada. Deposito la bandeja vacía y voy a la biblioteca. 


Avanzo con las materias que serán evaluadas en unas horas. Es un fastidio, pero debo recuperar mi lugar en el ranking. Estar a la altura de lo que Derek necesita.

Estudiar en la biblioteca es más ameno que quedarse en las salas de estudio. La diferencia es sutil, pero los amplios ventanales hacen que un leve brillo de sol traspase el vidrio. Un poco de luz, un poco de calidez. 

Volteo la cabeza percatándome de la presencia de Theo, está sentado solo una mesa a mi derecha. 

Se quedó dormido en el intento de estudiar. Su cabeza reposa sobre el libro abierto. 

Me aproximo a su mesa, acercándome a su oído, murmurando un «Hola» lento, un poco más agudo de lo usual. 

Theo se sobresalta, aunque no estoy segura si se debe al repentino despertar o al percatarse de que se trata de mí. De que soy yo a quien tiene a un lado.

—Mira... —Indico nuestro alrededor. Nuestra única compañía el olor a libro—. Nos hemos quedado solos. 

No articula palabra. La silla metálica hace un ruido desagradable al arrastrarla hacia atrás; una señal de que planea irse. 

—¿Huyes de mí? 

Intercambia una mirada conmigo. Y entonces, no sé quién de los dos debe huir, si él o yo. 

Parece asustado, tan inquieto, que un miedo irracional me invade. 

¿Será posible...?

—No tengo ánimo de hablar, Febe —dice. Suena sincero, pero conozco demasiado a los hombres.

Hay algo más.

«El golpe. La sangre. El dinero».

Los recuerdos me marean, y lo peor, Theo se percata de ello. 

—¿Estás bien? —pregunta, quiere ser cordial, pero su expresión lo delata.

Antes nunca me había visto así.

—¿Quieres decirme algo? 

Theo abre ligeramente la boca, luego traga saliva. Que nada diga solo me altera más. 

—Vamos, vamos. —Cambio el tono por completo. Deslizo un dedo en su rostro. Sé que está frío, y disfruto al percibir ese temblor. Ese escalofrío.

Sin embargo, su mirada se vuelve un témpano de hielo. Me sujeta la muñeca, impidiendo que pueda seguir recorriendo su piel.

—No me toques. 

—Entonces sí es cómo pensaba. Dejaste a alguien fuera. 

—Nada te da derecho a tocarme. —Sigue manteniendo esa dura expresión. Por un segundo creo no dirá nada más. Y sin embargo...—: No dejé a nadie fuera, pero hay alguien, una persona aquí dentro. 

—Me hace sentido. Taaan esquivo, sin detenerte ni un poco en mí. Y No. No me creo la gran cosa —agrego luego, no quiero quedar por egocéntrica, porque está lejos de ser así—. Ni siquiera me considero hermosa, a diferencia de otras aquí. —La imagen de Cosette incrustada en mi mente—. Pero a los hombres eso no les interesa, solo lo que se les pueda ofrecer. 

—Es un pensamiento triste —responde—. ¿Qué te hizo creer eso?

—Es lo único que he visto. Me crie así. 

Su semblante cambia. Solo dice "lo lamento", pero suena tan gentil en su boca. Theo es frío, pero cuando deja ver fragmentos de sus sentimientos es especial. Tal vez por lo mismo de que estos no pueden apreciarse con facilidad. 

Él es distinto. No se parece a los demás. 

—¿Puedo abrazarte? —pregunto. 

No lo dejo responder. Lo abrazo fuertemente. Tan fuerte, que sería piel contra piel si no hubiera ropa de por medio, mas sé que no le causa algo más. Y solo ese pensamiento me hace desear acariciarlo. 

¿Por qué soy así? ¿Por qué cuando conozco a alguien que no me ve como un trozo de carne los trato como me tratan esos cerdos?

Derek. Theo.

Ninguno me ha visto como un objeto. No me han dedicado miradas como las de mi padrastro, o las de cada pareja que mamá llevaba a casa. No intentarían toquetearme en el transporte público, ni me emborracharían para luego arrastrarme a un baño. 

No harían nada de eso. Jamás me han visto cómo un empaque, un cuerpo hecho para causarles placer. 

Debería detenerme. Debería hacerlo. Pero... que no me vea así, que desee a alguien más. Involucrarme, estar en medio de ello, me haría sentir especial. 

Y así, cuando retrocedo apenas un poco para terminar aquel abrazo, fuerzo un beso. Él reacciona de inmediato retrocediendo, llevándose una mano a la boca. No asqueado, pero sí dolido. Una invasión, una invasión no pedida, ni tampoco querida.

Y luego, un portazo. Tan fuerte que algunos libros mal ordenados caen de la repisa más próxima a la puerta. 

Derek. 

Derek lo ha visto todo.

Juro que en todo el tiempo que nos conocemos jamás lo había visto tan furioso como está ahora. 

—Déjanos solos —habla entre dientes. 

Una petición a Theo, no a mí. 

Theo toma sus cosas sin despegar su vista de Derek. 

Me siento inquieta, con algo de miedo. No pensé que nos vería, pero tampoco me creería ni una palabra. Ya me ha visto antes con Theo, solo que no había cruzado esta línea. 

Nos quedamos solos en la biblioteca, el ambiente se vuelve pesado, el aire denso. 

—Febe, se acabó. 

¿Qué acaba de decir? 

El mundo me da vueltas. Muchas vueltas, sin encontrarle sentido a esa oración que busca dar un término. Un término a mí. Un fin. Como si mi propia existencia se diluyera y todos mis esfuerzos no hubieran tenido sentido. Nada valió la pena.

—¿Llegué muy lejos? ¿Es eso? Tal vez fue demasiado acercarme a Theo. Sabía lo mucho que te frustraba la situación con él. No debí, yo no debí... Perdóname. Pero me estás juzgando únicamente a mí. ¿Qué pasa con Theo? ¿No deberías odiarlo más a él? ¿Te vas contra mí porque me ves más débil?

Su semblante... podría jurar que está furioso. Como si cada palabra que ha salido de mi boca fuera veneno para él. 

¿Me odia?

¿Cuándo empezó a odiarme?

¿Qué hice mal?

Me duele. 

—No te atrevas a decir esas cosas. —Lleva la palma a su frente, tapando parte de sus ojos—. No hay mucho más que decir. Terminamos. El pacto se acaba. No me necesitas. Podrías ganar esto si quisieras.

No obstante, hay un indicio de incertidumbre, como si ya hubiera empezado a dudar de la veracidad del programa, o como si la reacción de Magnus lo tuviera confundido y nervioso.

—Claro, cómo si lo dijeras en serio.

—Lo digo en serio. —Su mirada implacable, feroz—. Claro que podrías, solo que no te das cuenta.

—Ahora suenas como Cosette. ¿Coincidencia?

—Yo nunca he hablado de ti por detrás, Febe. Siempre que alguien preguntaba decía lo mínimo. Así que sí, coincidencia.

Pongo los ojos en blanco. Es difícil creerle.

—¿Hay alguien más? ¿Cosette por ejemplo?

—No hay nadie más. —No se le mueve ni un minúsculo músculo. Sereno, tranquilo—. Es lo que más te preocupa, y mira lo que acabas de hacer. No me importa si estamos o no juntos, nunca fue serio. En verdad no. Pero independiente de eso, no le harás eso a Theo. No lo volverás a hacer. No lo vas a usar, así como hicieron contigo. Sabes lo que se siente. Lo sabes. 

Solo entonces ese temple se altera. Rabia, está furioso, pero quiere contenerse. Medito sus palabras; una verdad irrefutable, y sin embargo, pese a que no hay nada que lo delate una pequeña voz en mi cabeza me dice que hay más. 

—Nunca he sido una víctima. —Cierro un puño con fuerza. 

—¿Estás segura de eso? ¿O es lo que te repites para que duela menos? —Camina despacio, deteniéndose en la ventana que permite ver el cielo azul. 

—Todos tenemos distintas formas de sobrevivir. Pero todo lo que he hecho siempre ha sido porque quise, nada ni nadie me forzó. Puedes sacar tus propias conclusiones. —Se queda quieto al oírme, como si algunas ideas estuvieran pasando por su cabeza. Continúo antes de que esa mente brillante indague más en ello—: Lo que más me importa es... saber qué pasará con nosotros. 

—No soy de traicionarme a mí mismo, ni de quedarme en situaciones que ya no quiero. Me conoces. Cuando quiero algo voy por ello, y cuando ya no quiero algo lo saco de mi vida. 

Y ahí está, esa frialdad nuevamente. La faceta de él que nunca quise que me dedicara. 

—Derek... suenas demasiado duro. Demasiado. —Me estremezco. No quiero llorar frente a él, sería peor. Siempre es peor mostrar vulnerabilidad frente a los demás—. ¿Me sacas así sin más? ¿Como si solo fuera un zapato viejo?

—Todos cargamos con nuestros traumas supongo. Pensé lo mismo que tú muchas veces cuando mi padre nos abandonó. Una parte de mí lo entendía, ¿Quién querría seguir viviendo en esa casa podrida a punto de desmoronarse? ¿Quién querría hacerse responsable de sostener una familia tan miserable cuando podía empezar de nuevo? Nunca una visita, una carta. Nada. Ni siquiera sé si está vivo. Nos sacó y nunca le importó, nunca miró atrás. 

—Pero yo no tengo la culpa de eso, Derek.

—Y yo no tengo la culpa de que hayas tenido una madre como la que tuviste. Que crecieras escuchando cómo cogía con uno y otro mientras intentabas dormir. 

Crudo. Demasiado. Pero son las mismas cosas que alguna vez yo le confesé. 

—No tengo la culpa de eso, Febe. Tampoco tenía la obligación de complacerte cada vez que se te daba la regalada gana. ¿Acaso eso no es tratarme como objeto? Que cada vez que querías yo debía estar para ti, ir a tu casa y coger una y otra vez, igual como hacía...

Se detiene. No quiere hacerme daño. Quiero creer que no. No obstante, igualmente lo ha hecho, al terminar conmigo, al decirme todo esto.

¿Tan enojado estaba? ¿Qué lo ha motivado a reaccionar de esta manera? Creía que podía anticipar sus movimientos. Aunque lo notaba distante, no pensé que sería capaz de cortar mientras estuviéramos encerrados. Sea lo que sea es un sentimiento muy fuerte. Algo que lo decepcionó demasiado.

—Oh, sabía que lo pensabas. Lo sabía. 

—Escucha, hagámoslo fácil. 

—No es fácil si me dices que cuando ya no quieres algo lo sacas de tu vida. ¿Cómo quieres que me sienta?

—Es solo que... no puedo decirte lo políticamente correcto. No puedo decirte, "seamos amigos, Febe", estaré para ti, sigamos como si nada. No puedo, porque te conozco y me conozco. Vas a tener esperanzas Febe, vas a creer que en cualquier momento volveremos. Te me acercarás, y te dolerá ver mis reacciones. Me odiarás Febe, me odiarás mucho. No podemos estar cerca así.

—Después de todo... —Me pierdo en medio de palabras no dichas. Recuerdos enterrados—. Eres egoísta, Derek. 

—Sí, lo sé. Sé que lo soy —admite—. Pero para mí serlo no es un defecto, es una virtud. No voy a desperdiciar ni un segundo de mi vida haciendo cosas que no quiero. Yo ya no quiero estar contigo —sentencia—, y aunque me duela verte así, no voy a transar por ti. Sabes que no lo haría. Sin importar lo que digas, hagas, sientas, lloriquees —alza la voz, con cierta euforia y una media sonrisa— no me interesa. Nada de eso me interesa. Solo haré lo que a mí me haga feliz. Siempre. 

Agacho la cabeza. 

—Así será entonces —murmuro derrotada, pero no sin antes sacarme una última inquietud. Si este es el fin, entonces no quiero quedarme con la duda—. ¿Qué hiciste con el dinero, Derek?

—¿Ese dinero? —pregunta despreocupado—. No gasté ni un dólar. Está intacto, lo guardé. Y ahora lo tiene Jasmine. Se lo dejé ante una emergencia. ¿Y tú? 

—Lo gasté todo. En ropa bonita, como habría hecho mamá —reconozco y abandono la biblioteca dejándolo solo y pensativo.


Al entrar en mi cuarto no tengo demasiado tiempo para pensar en lo que ha pasado, en que mi relación con Derek se acabó así de fácil, así de simple. Una nota la han tirado por debajo de la puerta. La recojo intrigada por saber de qué se trata. 

Una caligrafía pésima, pero una propuesta interesante: 


Tú y yo tenemos algo en común. Búscame. Dormitorio N°7. 

Félix.

¿Algo en común?

Mmh, puedo intuir de qué se trata. Curvo hacia arriba la comisura de la boca.

Cualquier aflicción es reemplazada con presteza. 

Creí que Derek era el camino para conseguir esa estabilidad en un futuro próximo, pero sí ya no es quien yo creía, si ya no se adecúa a lo que esperaba, no dejaré que mi esfuerzo haya sido en vano. Quizá solo me equivoqué en dónde poner mis fichas, pero eso puede cambiar. 

«Ten cuidado, Febe. Quien juega con fuego se quema, y cuando eso pase vas a necesitar una amiga».

Ya quisiera que corriera dónde ella. Eso jamás. 

Es hora de que las aguas se dividan. 

𖣠━━━━━━━➊➎➊━━━━━━━𖣠

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro