Capítulo 4

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

"... Mi conclusión fue que este mundo no podía ser la creación de un ser lleno de bondad sino, antes bien la de un demonio que se deleita en la visión de las criaturas a las que ha abocado a la existencia; tal era lo que demostraban los hechos, de modo que la idea de que ello es así acabó por imponerse". (Schopenhauer).

THEO

Los bordes de aquel pequeño robot son perfectos: Lisos, sin rigurosidades y fríamente calculados, puestos a disposición para armar un objeto completo. Atrae mi atención esos bordes y deslizo el dedo índice en estos antes de moverlo. Luego, con desespero lo alzo repetitivamente; lo estrello contra la mesa, lo levanto y vuelvo a impactarlo.

—¿Theo? —La mucama me sujeta el brazo con suavidad—. Tu padre te está esperando.

El juguete nuevo cae en la alfombra. Le sostengo la mirada al robot, aunque no voy a recogerlo. Me dejo guiar por ella y entro a aquella sala fría y grande.

—Theo —me saluda una de las nuevas trabajadoras de mi padre— ¿Sabes? Tengo un hijo de tu edad ¿No sería una buena idea que viniera un día y jugaran? Cumplió ocho años hace tres meses ¿Theo? —insiste.

Nada de eso me interesa. Papá enciende la pantalla al fondo de la sala, corro hacia esta atrapado por la música. Las imágenes se deslizan lentamente.

¡Camille Saint-Saëns! —grito.

—Sí, Camille Saint-Saëns —confirma mi padre en una sonrisa.

La danse Macabre. —Sigo el compás de la melodía.

—Vaya que le gusta —comenta la mujer que me había hablado.

—Es su favorita —le responde mi padre.

Cuando la canción llega a su fin me descompenso. La rabieta sigue su curso, vislumbro algo resplandeciente junto al parlante y lo tomo haciéndolo chocar una y otra vez.

—Theo, quiero que te sientes junto a mí.

No lo veo. Sigo golpeando aquel duro objeto.

—¿Theo? ¿Me escuchas?

Me percato de las líneas en este. Es una caja, me agrada su forma, igualmente es lisa, me gustan las cosas planas. Lo alzo en lo alto, haciendo un movimiento ondulado. Lo subo y bajo un poco, exactamente cinco centímetros. Corro por el cuarto mientras este asciende y cae. La canción suena.

Camille Saint-Saëns.

—Sí, Camille Saint-Saëns.

La danse Macabre.

Solo alcanzo a mencionarlo, cuando cruelmente la canción se detiene.

—Podrás escucharla otra vez si te sientas y respondes.

Observo ese espacio destinado a mí, luego a mi padre.

No quiero. No quiero sentarme en esa silla metálica y fría, donde mover los pies es la única entretención. La fatiga de estar expuesto a esa dura y pesada lección no se siente bien. Solo quiero mi canción.

Aun así lo complazco.

—Bien.

Papá está feliz. Cuando está feliz coloca una mano en el bolsillo de su bata y me entrega uno de sus caramelos favoritos. No me gustan sus dulces. Los bombones tienen formas que no son simétricas, pero es un pago por las horas que pasaré sentado.

Los demás depositan su atención en mí en tanto me preparo mentalmente para varias horas monótonas y pesadas.


Los ojos los mantengo muy abiertos. Una lágrima desciende en uno de estos.

No me gusta soñar con recuerdos. No me gusta recordar a mi padre.

Entro al baño, esperando que la ducha me haga olvidar el mal rato. Me visto y decido ir al único lugar que podría terminar de despejarme.

Camino a la biblioteca del edificio. Una vez dentro inspecciono las repisas hasta dar con un libro que capte mi interés. Lo encuentro justo en el estante más alto. Tapa dura y letras grandes, ese es el indicado. Levanto la mano y toco la parte baja de este cuando siento el roce de alguien más. Derek está a mi derecha. Ambos queremos el mismo libro.

—El temario no decía que entraría economía en el siguiente examen.

—¿Por quién me tomas? ¿Crees que solo leo para las putas evaluaciones? Si fuese así sería un mediocre.

—Quiero el libro.

—Yo también. Así que si me permit...

Ambos nos aferramos a aquel único ejemplar. Nuestros cuerpos chocan, así como la fricción entre nuestras ropas produce un leve sonido solo perceptible a nuestros oídos.

—Vamos, Theo. Yo lo vi primero.

—Ese nunca lo he leído. No pienso soltarlo.

—Pues bien.

Relajo la mano creyendo que se hará a un lado, pero una vez que atraigo levemente el libro hacia mí Derek me aprisiona contra el estante. Su pie queda en medio de mis piernas. Ese movimiento me toma desprevenido. El libro cae al suelo.

Aumenta la fuerza con la que ejerce presión en tanto instintivamente retrocedo un paso. Sin embargo, no hay más espacio, mi pie queda en el aire y lo bajo rendido. Ha conseguido su objetivo, el libro ya no está en mis manos, mas no sé por qué no va por este de inmediato. No comprendo esa contradicción.

Desvío la atención al manual y luego vuelvo a enfocarme en él. Achico los ojos por otra vez estar en una situación como esta. Toda la vida he ignorado cuando me he sentido odiado por mi entorno. Sin embargo, Derek logra descolocarme. Ayer también lo sentí así cuando lo tomé de la sudadera en respuesta a su provocación.

Siento su respiración. Sin querer me recuerda ese momento. Su vista se detiene en el sitio exacto dónde manchó mi sudadera con sangre. No está. Me coloqué otro conjunto igual al anterior en tanto esa chaqueta sigue en lavado.

Derek reacciona.

—Gracias. —Se agacha a recoger el libro—. Tómalo como una premonición. Así mismo te ganaré.

—¿Así mismo? —Derek detiene la marcha— ¿Cómo podría ser...? Es decir, ¿crees que soy como ese libro? ¿Qué caeré?

Se da la vuelta. Ladea un poco la cabeza y su mano libre la pone en su bolsillo. Se ve tan suelto y desenfadado. Tan seguro de sí mismo. Abre la boca como si fuera a responder, luego la cierra tomándose unos segundos.

—No lo decía en forma explícita —explica—. Me recordaste un poco a Jasmine, mi hermana. Hacía comentarios así a veces. —Su mirada se suaviza.

—¿Tienes hermanos? Me habría gustado tener uno, creo.

—Tengo siete hermanos. Soy el mayor. Mi ropa fue la herencia para mis hermanos varones. Nunca supieron lo que era tener ropa nueva. La mía en parte lo fue, aunque muchas prendas eran de mi padre. Padre que nos abandonó, un día se fue y jamás regresó. Nunca volví a saber de él. Al menos vivió un tiempo con nosotros. Los padres del resto de mis hermanos no sé ni sus nombres.

—Creo que ya no me gustaría —admito.

Reacciono tarde, pensando en que quizá podría haber sonado grosero, no era mi intención serlo.

—No era la respuesta que esperaba. La mayoría se comportaría de una manera que me daría asco. Dirían "lo lamento" cuando no han pasado ni un puto día en esa realidad. Ni siquiera lo sentirían realmente. Bastarían cinco minutos y estarían más pendientes del nuevo modelo de teléfono o el último escándalo de algún político. Pero... tú has dicho algo diferente. Tengo curiosidad, Theo.

Apoyo la espalda en el estante.

—Creí que me odiabas.

Lo observo de reojo. El sonido de la lluvia nos acompaña, afuera debe haber un día nublado con ráfagas que hacen caer las hojas de los árboles, y personas caminando con sus paraguas protegiéndose de la lluvia. Quisiera admirarlo, pero no contamos con ventanas. La luz artificial ya me está provocando dolores de cabeza.

—Y en efecto —dice finalmente.

—¿Entonces por qué hablas conmigo?

—Por lo mismo... ¿Sabes lo que dicen? Mantén cerca a tus amigos, pero a tus enemigos más cerca —suspira—. Creo que después de todo, eres un rival digno, Theo Ashford. Cuando gane el premio pensaré en ti de vez en cuando.

—Derek...

Si no fuera por la euforia de Magnus que se aproxima a pasos acelerados sé que le habría dicho lo mismo que tenía en mente cuando lo seguí hasta su habitación. A pesar de que no pretendo que haya una amistad entre nosotros, es cierto que tendremos que vernos las narices durante todo este mes. No me gustan los conflictos y por lo general suelo ser indiferente a ellos, pero la aversión de Derek comienza a causarme algo. Sé que si la única manera de que esto se termine es que me gane, eso nunca pasará y tendré que convivir con aquella sensación hasta el día que él quede fuera, preferiría que no fuese así. Quisiera que dejara de verme con esa expresión que no he conseguido imitar.

—¡Theo! —El semblante de Magnus cambia en cuanto ve a Derek conmigo.

—Así que aquí estabas. —Febe también hace acto de presencia tomándolo a él del brazo. Al parecer ella y Magnus han entrado juntos.

La manera en que Febe envuelve su brazo con el de Derek es fuerte e intensa. Me recuerda a esas parejas de la escuela.

—Hoy día se hará una fiesta —comenta Magnus.

—¿Lo tenemos permitido? —pregunto.

—Al parecer sí, ya que aparecieron unas canastas con bebestibles y comida para que todos disfrutemos sin importar nuestro número. Al menos eso decía la tarjeta. Vamos Theo —me pide. A él siempre se le ha hecho más fácil sociabilizar.

Asiento con la cabeza. Seguirlo en sus planes es una dinámica que tenemos.

—¿Vas a ir? —Febe interroga a Derek.

—No, ¿tú?

—No —le contesta Febe.

Tanto la respuesta como la actitud de ambos me parece fría, pero no tengo nada de experiencia en relaciones.

—Ven a mi cuarto. —Magnus me distrae nuevamente—. Podemos hacer tiempo hasta la noche.

—Preferiría dormir un poco... —confieso—. Me hubiera gustado leer, pero no pudo ser.

En cuanto Magnus escucha esas palabras se detiene en el libro que Derek sostiene.

—Tranquilo. —Derek adopta otra vez esa actitud desenfadada, hace un gesto con su mano libre como diciéndole "cálmate" lo cual solo vuelve más hostil la interacción entre ambos—. Se lo pasaré cuando termine.

—Sí que estás obsesionado con joderlo. —Magnus se cruza de brazos. Quisiera decirle que se calme, yo no estoy alterado.

—¿Sí? ¿Yo? —Magnus aprieta los puños—. En fin, ¿Febe? ¿Nos largamos?

Febe asiente. Los dos caminan abrazados hacia la salida. A pesar de que la biblioteca se ha llenado de personas curiosas y ansiosas por aprendizaje, mi atención sigue puesta en ellos.

—No me agrada nada ese sujeto... ¿Theo...? ¿Theo? —Termino de despabilar ante su insistencia. Seguía observándolos.

—¿Sí?

—¿Me escuchaste? —cuestiona.

—Sí... Magnus, iré a dormir un par de horas.

—Está bien... —Me observa con detención— ¿Derek te dijo algo?

—Nada nuevo ¿por qué?

—Es que te ves... algo diferente.

—No ha pasado nada, Magnus. —Comienzo a caminar hacia la puerta. Magnus me sigue.

—Sí, está bien. Es solo que... lo odio. Odio a ese sujeto. No quiero que esté cerca tuyo.

—Yo decido quien está cerca mío, Magnus —murmuro sin darle la cara—. No me gusta que confundan mi calma con debilidad. Yo no soy débil.

Muchas veces he sentido eso de su parte. Él sabe que se me hace difícil entender a las personas. Me conoció de niño y por muchos años puso límites por mí. Pretende seguir haciéndolo aquí, eso demostró cuando quiso defenderme ante los demás en el aula. No obstante, cuando pude ponerle un límite a Derek, me sentí bien. Muy bien.

Quizá ya no necesito que lo haga por mí.

—No era mi intención, sabes que no. Lo siento.

—Bien. Nos vemos luego.

Regreso a mi cuarto. No lo pienso demasiado, me tiro sobre la cama, mi lugar favorito en el mundo. Me coloco boca abajo y cierro los ojos.


Los llamados a la puerta me despiertan. Sin duda es Magnus. Reviso la hora, debería arreglarme un poco. Lo dejo pasar y mientras descansa en mi cama yo me quedo en el baño. 

Cuando estoy listo Magnus me toma del brazo. Con entusiasmo me habla del salón que nos han brindado.

Al entrar reconozco algunas caras. Cosette nos hace una seña al advertir nuestra presencia. La música suena a un volumen moderado y unas luces intermitentes adornan el salón. Durante la primera media hora conversamos un poco sobre el cambio que ha sido adaptarse a este lugar. Cosette está comentando su método de estudio cuando de repente Magnus se tensa.

—Sí que son raros esos dos. —Magnus apunta a Febe después a Derek—. Ambos dijeron que no vendrían y ahora los dos están aquí. No confiaría demasiado en ellos.

Cosette suelta una risa.

—Actúan igual. Ninguno de ellos se ha dado cuenta de que el otro está aquí. Mmh, quiero ver la cara que pondrán.

—¿A qué te refieres Cosette?

No nos cuenta lo que piensa hacer, solo actúa.

—¡Febe! —grita, corriendo hacia ella. Derek advierte su presencia, mas no por ello va en su dirección.

Febe hace una mueca, va por un trago y se mezcla entre los demás. Seguirla con la mirada me hace detenerme en la simetría y meticulosidad del lugar.

Aunque la oscuridad no me deja ver con nitidez, igualmente las luces me permiten apreciar la decoración. Sigue el mismo estilo de nuestros cuartos, del comedor, de las salas de estudio e incluso que la biblioteca. Si bien, las zonas reservadas a quienes sacan los mejores puntajes son más exclusivas no dejan de ser minimalistas y sobrias. El blanco y el gris predominan, así como también la perfección en cada cuadrado de cerámica y en cada esquina visible, incluso en aquellos rincones en que la gran mayoría no se enfocaría. Siempre todo es tan impecable.

—Hey, hey, hermanos. —Un muchacho habla por el micrófono, da pequeños golpes en este antes de continuar—. Hoy día quiero verlos a todos felices. Basta de esas caras de pocos amigos. Sí, a ti te hablo número uno. Y a ti también número dos. Hoy nadie se fue, hay que celebrarlo como corresponde. Los quiero a todos bailando hasta el piso.

No es cara de pocos amigos. Al menos no en mi caso. Derek responde de inmediato subiéndose a la mesa igual que él.

—Hermano, ¿no creerás que soy un amargado no es así?

Derek no se expresa de esa manera. No puedo evitar sentirme confundido.

—Es un hipócrita —me murmura Magnus cerca del oído a modo de respuesta, como si supiera mis pensamientos— un camaleón que se adapta a todo.

¿Derek es un camaleón? Qué cosas más extrañas dice Magnus. Como si Derek pudiera cambiar a su conveniencia su color o tuviera una lengua tan larga para ser considerado como tal. Tampoco puede mover sus ojos de manera independiente el uno del otro. No me causa gracia.

—Ah, con que tienes sentido del humor —lo reta el otro— entonces quiero ver tus movimientos.

Repentinamente, todos enloquecen ante el espectáculo frente a sus ojos. Derek se mueve al ritmo de la canción. Se ve feliz, aunque la imagen que tenía de él no se ajusta a una persona que disfrute las fiestas. Baja de la mesa. Los demás aplauden y chocan los cinco con él. Si Derek solo tenía a Febe, ahora pareciera agradarles a todos y solo fue suficiente una canción: The real slim shady- Eminem.

La euforia se termina cuando otro muchacho se sube a la mesa quitándole el micrófono al que está animando.

—¡Es verdad! ¡Nadie se fue de esta mierda! —grita. Hay cierta torpeza en cómo maneja el micrófono— ¡¿Cómo es que están tan felices?!

—¿Qué le sucede? —Oigo decir a Magnus.

—¡Este lugar es un asco! —continúa— ¡Nos tratan como animales! No... ¡Peor que eso!

En su sudadera veo el número catorce. La gran mayoría sigue comiendo, bebiendo y divirtiéndose. Lo ignoran.

Y así como ellos lo ignoran, yo empiezo a sentir que me explotará la cabeza.

—¿Dónde vas Theo?

—Me duele un poco la cabeza. Iré a un lugar más tranquilo. Regreso pronto.

—¿Te acompañ...?

—Estaré bien, Magnus.

Tomo grandes bocanadas de aire mientras me abro paso entre la multitud. En cuanto salgo del salón esos malestares se atenúan.

Derek se encuentra en el pasillo. Creí que después de lo sucedido estaría conversando con los demás.

—¿Escapando de tu guardaespaldas? —pregunta cuando paso a su lado.

—Febe no está contigo.

—Interesante observación, aunque ella no ha estado conmigo en toda la noche.

Sus ojos se detienen en los míos. Ceso el contacto visual.

—Lo que hiciste allá me sorprendió —suelto espontáneamente—. Antes dijiste que tenías curiosidad.

—Sí, eso dije.

—Yo sentí un poco de curiosidad cuando te vi ahí arriba.

—¿Solo un poco, maldito arrogante?

—Sí, un poco —repito—. Tú malinterpretas mi actitud, Derek. También te equivocas al dar por hecho ciertas cosas de mí. No soy arrogante.

Sigo mi camino, haciendo caso omiso de él. Y le miento a Magnus, porque tomo la decisión de no regresar y quedarme en mi cuarto.



Sujeto con poca fuerza el reloj junto a la mesa: Son las dos de la mañana. El ruido de un golpe me ha despertado. Salgo a ver de qué se trata, identificando a Febe quien da pequeños pasos alejándose de su habitación. Su puerta está cerrada y no tiene nada fuera de lo usual, mas sus ojos se clavan en esta en tanto grita sin parar.

—¡¿Febe...?! —Derek abre la puerta de su cuarto. Trae el cabello revuelto y desordenado. Tanto él y yo estamos en pijama.

—¡Derek! ¡Dime que es una pesadilla! ¡Derek!

—¡¿Qué pasa Febe?! Mierda.

Los gritos despiertan a Magnus y a Cosette. De un segundo a otro, todos hemos formado un círculo alrededor de Febe.

Le preguntamos qué es lo que le sucede, pero no se encuentra bien. No parece consciente de su entorno, se ve asustada y desconectada de la realidad.

—Derek... hay una persona muerta del otro lado de la puerta. —Indica su habitación.

Intercambiamos miradas entre nosotros. Febe toma distancia recargándose contra la pared hasta quedar en el suelo. Se aferra a sus rodillas.

—Yo veré. Soy el único que puede —afirma Derek.

No nos da tiempo de reaccionar. Lentamente abre la manilla. Nunca le había dado tanta importancia al crujido de una puerta. La expectación ante lo que hay del otro lado es tremenda.

—¿Y...? ¿Derek...? —Magnus y Cosette lo interrogan al unísono.

Sus ojos quedan muy abiertos. No pestañea.

—¿Derek...? —pregunto. Y solo entonces intercambia una mirada rápida.

Dijo que era el único que podía con algo así, pero le bastó ver la imagen para retroceder y vomitar en medio del pasillo.

Voy hacia él.

—¿Derek? —Coloco una mano en su espalda. Sigue encorvado, recuperándose poco a poco de su agitación.

Pretendo darme la vuelta y ver lo que hay en ese cuarto.

—No lo hagas. —Me agarra del brazo—. Si quieres dormir esta noche no lo veas.

Sigue consternado. Su agarre se vuelve irregular.

Me convence de no hacerlo. Cosette entra por mí.

—Es... un muchacho —susurra, y escucho sus pasos como si estuviera rodeándolo.

—¿Está muerto? —pregunto sin conseguir respuesta. No me queda otra alternativa que insistirle a Derek—: ¿Derek?

—Sus... sus v-vísceras están... al d-descubierto —tartamudea respondiéndome.

La mano me tiembla.

—Oye Febe, ¿por qué gritaste antes de abrir la puerta? —Recuerdo la secuencia. Cuando gritó su puerta estaba cerrada.

—¿Es una broma? ¿Creen que podría haber hecho algo tan horrible?

—¿Es cierto lo que dice? Responde, Febe —demanda Derek.

—¡¿Qué carajos?! ¡¿Cómo pueden pensar siquiera que yo hice algo así?! —grita, pero se mantiene sentada tapándose los ojos. Oigo su llanto— ¡Derek, tú sabes que por el accidente me da miedo ver sangre a esas proporciones!

—¿Qué accidente? —pregunta Magnus.

—Hace un año. Un accidente automovilístico que sufrimos —contesta Derek.

Al saber ese detalle nadie indaga más allá.

—Hay que... hay que avisarle a alguien —sugiere Febe entre sollozos. Ahora ha dejado su rostro expuesto. Está hinchado, y sus ojos cubiertos de lágrimas. Se para colocándose junto a Magnus quien rápidamente la respalda.

—Sí y cuanto antes mejor.

—No... —Derek se recompone después de llevar un buen rato en silencio—. No podemos decirle a nadie. Si lo hacemos este lugar se llenará de policías... —Camina de un lado a otro. Sus manos las lleva a su cabeza—. Nuestra oportunidad se habrá terminado, no puedo... es... la única oportunidad que tendré en la vida. No puedo perderla... D-debemos ocultar el cuerpo —suelta finalmente.

—¿Te estás escuchando? —cuestiona Magnus—¿Quieres que seamos partícipes de esto? ¡Sería igual a que si lo hubiésemos matado!

—Escúchame, dueño de la razón. Solo pensar en tocar... ese cuerpo... me revuelve todo. Pero... —Una vez más lleva las manos a su cabeza—. Estoy demasiado desesperado. Si no lo entienden es porque en verdad ninguno de ustedes sabe lo que es pasar hambre. Que tu cuerpo esté tan acostumbrado a vivir de migajas que ya ni debilidad sientas. Mierda... perder esto, es perderlo todo para mí. Cada segundo que paso en este lugar para mí es todo o nada. Alguien está esperando que regrese, que cumpla mi promesa... pero no así. E-esto no debía ser así.

Los demás se quedan en silencio. Apartan la mirada, en cambio yo advierto sus ojos vidriosos.

Pienso en lo que dijo en la biblioteca. Sus siete hermanos. La manera en que cambió su expresión cuando le recordé a su hermana Jasmine.

Otra vez está frustrado. Hasta cierto punto puedo comprenderlo, mi realidad es diferente, pero si conociera mi historia quizá se daría cuenta que el objetivo de ambos es el mismo; va más allá del dinero.

—Lo moveremos. —Derek está sorprendido, demasiado sorprendido.

Y de hacerlo, tiene que ser rápido. La descomposición comienza poco después de la muerte, cuando nuestras células ya no reciben oxígeno para su funcionamiento. Pero qué tan rápido estas mueren depende de distintos factores, siendo uno de estos el medioambiente. Tanto la humedad, la temperatura, si insectos o animales carroñeros tienen acceso a este, la causa de muerte, entre otros tienen un papel clave en la velocidad del proceso de descomposición y la subsiguiente putrefacción, per se se pueden eliminar varios factores en esta situación, mas eso no significa que si no se actúa a tiempo con los días comenzará el olor producto de los gases soltados en la descomposición. Sin embargo, me preocupan las repercusiones psicológicas, quizá mi fuerte no es la inteligencia emocional, pero sé que nadie puede ser indiferente a esto.

—¡¿Theo?! —se alerta Magnus.

—Lo haré, Magnus ¿Me dejarás solo?

—Nunca, Theo, pero...

—Lo haremos. Me aterra formar parte de esto, pero Derek tiene razón, y yo tengo un motivo importante para querer ganar. Es egoísta, lo sé, pero también lo necesito, aunque no lo creas. —Lo último se lo dedico a Derek.

No puedo decirle que pese al odio y rivalidad que siente por mí pensé en él. En lo que comentó en la biblioteca. No me gusta verlo frustrado, pero Derek lo tomaría como si le tuviera lástima. De eso creo estar seguro.

—No te daré las gracias por entenderlo.

—Eso pensé.

Magnus parece algo dubitativo, pero cuando habla suena firme.

—Bien, lo haremos, pero, hacerlo no nos hace menos responsables. Es como convertirnos en cómplices... sin decir que tampoco estaremos tranquilos. Vendrá por nosotros. Supongo que es alguien que pretende ganar de mala manera y de ser así nosotros debemos estar en su blanco.

—Yo bajé en la última evaluación... —Cosette indica su número, es el puesto nueve—. Estaba con Magnus en su cuarto, por eso estoy aquí. Ese chico... tiene el número catorce... es la persona que habló en el micrófono diciendo que este lugar básicamente era una porquería.

—Si tú no eres el quinto lugar, entonces... ¿Quién fue? —pregunta Derek—. Es... demasiado extraño que no se haya despertado con todo este alboroto.

—El animador. —Febe hace recuerdo.

—Debemos actuar antes de que despierte —declara Derek.

Cosette se lleva un dedo a la boca. Sonríe sutilmente.

—¿Qué pasa Cosette?

—No lo sé, amigos. Todo esto es demasiado curioso ¿No lo creen? Ciertamente le da crédito a mis teorías. Lo que sea que estemos haciendo aquí es más grande de lo que pensamos. No me extrañaría que en este preciso instante nos estén observando. Deben haber cámaras escondidas en cada cuarto. Qué espeluznante formar parte de un experimento social.

—¡Oye! Aunque así fuera. —Magnus se le acerca—. ¡¿Cómo lo dices así de calmada?!

—No es momento para pensar en eso. Tenemos... que actuar. Luego pensaremos... en qué fue lo que pasó. —Derek centra al grupo y asume el liderazgo.

Entramos al cuarto de Febe. Tocar ese cuerpo me causa escalofríos. Es imperdonable lo que estoy haciendo, pero ya mañana tendré tiempo para pensar en ello. En lo que todos terminamos haciendo.

—¿Hola? ¿Quién anda ahí?

Nuestras respiraciones se agitan. Febe balbucea unas pocas palabras y Derek le tapa la boca a tiempo.

Es la voz de Morgan. El ruido de sus tacones se escucha a una distancia de aproximadamente cinco metros. No tengo visual hacia ella, pero no tengo dudas de que mi cálculo está en lo correcto.

No podría ser en un peor momento.

Las cosas cada vez se tornan más aterradoras.

𖣠━━━━━━━➊➎➊━━━━━━━𖣠




𝑀𝓊𝒸𝒽𝒶𝓈 𝑔𝓇𝒶𝒸𝒾𝒶𝓈 𝓅♡𝓇 𝓁𝑒𝑒𝓇

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro