Capitulo 13

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(1 semana después)

Daniel desayunaba solo en la casa con un montón de inquietudes rondando por su mente. Su madre estaba en el trabajo, al igual que su padre y Dana seguía durmiendo.

Él en cambio no había conseguido pegar ojo. Tenía a Dana en su casa y todavía no le había comentado nada sobre sus sentimientos.
Pero a lo mejor esa era una de las razones por las que no lo hacía.
Ella podía decirle que no sentía lo mismo y... Todo se estropearía.

Pero quería hacerlo ya. Los días pasados con Dana habían sido una maravilla y las ganas de besarla cada vez aumentaban más.
Para él era simplemente perfecta.

Pero... ¿Cómo decírselo de una forma discreta sin asustarla?
Debía encontrar una forma y rápido, la operación de la chica estaba cada vez más cerca.

(…)

-¿A dónde vamos? - preguntó la chica intentando quitarse la venda de sus ojos.

- Estate quieta. - ordenó el chico palmeando las manos de Dana para que parara.

Ella gruñó sonoramente provocando que Daniel soltara una carcajada.

- Eres demasiado impaciente. - susurró cerca de su oído.

Un gran escalofrío recorrió la espalda de Dana y su piel se erizó por completo.
El ojiazul sonrió al observar el resultado de sus actos y dejó un pequeño beso en el hombro de la chica. Ahora sus mejillas se tornaron rojas y él soltó una risita.

- ¿Ya hemos llegado? - balbuceó la chica nerviosa.

- No. - negó él y la metió en el gran ascensor - Ahora tenemos que subir.

Pulsó el botón con el número 4 en él y se acercó de nuevo a Dana para sujetarla con fuerza.

- ¿Me vas a matar? - preguntó divertida.

- Nunca mataría a una chica tan hermosa, inteligente y asombrosa. - negó él susurrando otra vez en su oído.

La respiración de la chica se aceleró al igual que su corazón. Agradeció el no poder ver, porque seguramente no le podría mirar a los ojos de los nervios.

¿Dónde estaban? Y lo más esencial de todo ¿Qué iban a hacer?

La puerta del ascensor se abrió y Daniel ayudó a Dana a caminar por la desconocida habitación.

- ¿Preparada? - preguntó colocándose detrás de ella para desatar la venda.

Ella asintió soltando un suspiro nerviosa y la venda cayó a sus pies.

Los ojos de la chica se abrieron de la sorpresa y rápidamente llevó sus manos a su boca sorprendida.
Se giró hacia Daniel y le abrazó con fuerza entre risas de parte de él.

Estaban en un estudio de ballet, con un gran ventanal en una de las paredes que dejaba ver toda la ciudad. Las barras, el suelo de madera, el gran espejo... Todo estaba allí.

- ¿C-como...?

- Tengo mis contactos. - dijo y le guiñó un ojo.

La chica sonrió y rápidamente fue a recorrer toda la sala con una sonrisa en sus labios. Esos labios que ahora mismo Daniel quería besar.

- ¿No se te olvida algo? - cuestionó el ojiazul ofreciéndole los zapatos de ballet.

Ella dió un gritito de emoción y corrió a por ellos.
Se los puso bajo la atenta mirada de un Daniel sonriente.
Cogió la mano del chico y le dirijo a la barra.

- ¿Qué haces? - preguntó riendo.

- Vas a bailar conmigo.

Daniel iba a responder algo pero ya le tenía entre sus brazos abrazándole con fuerza.

- Gracias.

Él solo sonrió y siguió sus pasos en la barra. Menos mal que sus amigos no estaban porque seguramente se burlarían de él.
Pero solo eran Dana y él. Ellos dos... Solos.

Era el momento de decirle sus sentimientos.

- Sabes... Hace tiempo que me siento algo raro. - comenzó agarrando su cintura para dar vueltas por la sala.

- ¿Ah si?

- Sí. - confirmó - Me duele la tripa, me Sudán las manos y me palpita muy rápido el corazón cuando estoy cerca de una persona.

- Creo que eso tiene nombre. - sonrió ella divertida.

Los dos dieron una vuelta y siguieron bailando a la vez que hablando.

- ¿Y cuál es? - preguntó él volviendo a agarrarla de la cintura.

- Amor.

Daniel sonrió un poco bajando la mirada a sus pies y centrándose en los pasos.

- ¿Crees que tenga cura?

- Depende, - sonrió alzando la cabeza de Daniel hacia arriba para que la mirara a los ojos - quizás si me dices quién es.

- No es muy buena idea. - negó él sonrojándose.

- Oh, ¡Vamos! Quiero saberlo. - Dana puso un puchero y Daniel sonrió.

- No necesitas saberlo. - dijo - Creo que ya encontré la cura yo solo. Pero hace falta que ella la acepte.

- ¿Y cuál es?

- Un beso. - confirmó él y la acercó algo más a su cuerpo.

- Pues dáselo. ¿Quién negaría un beso a Daniel Seavey?

El ojiazul sonrió agradecido y recorrió con sus ojos todo el rostro de la chica, poniéndola algo nerviosa.

- ¿No me vas a decir quién es? - preguntó balbuceando por la constante mirada de Daniel en ella.

- Tú.

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