Capitulo 3

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Llegaron al aula en un par de minutos, ya que los niños se perdían por el hospital y Daniel tenía que andar detrás de ellos, mientras Dana reía.

- No es gracioso. - se quejó otra vez con la respiración agitada.

- Sí lo es. - reclamó ella con una risa.

Los niños seguían corriendo por todo el cuarto mientras reían.

- ¿Nunca se cansan? - preguntó Daniel tirándose a una silla para descansar.

- Nop. - dijo Dana mirando la escena divertida.

Había varias ceras, lápices de colores y folios en una de las pequeñas mesas.
Lo que le dió a la chica una idea.

- ¡Niños! - les llamó y todos voltearon - ¿Quieren pintar?

- ¡Sí! - gritaron muchos de ellos y se acercaron a la mesa para coger pinturas.

Dana sonrió y también cogió un folio para empezar a dibujar.

Una niña, de unos 7 años, se paró en medio de la habitación con el ceño fruncido.

Daniel se acercó a ella y se arrodilló para quedar a su misma altura.

- ¿Qué pasa? - preguntó con voz dulce - ¿No quieres pintar?

Ella negó con fuerza mientras cruzaba sus pequeños bracitos.

Daniel comenzó a pensar algo que a la niña le pudiera gustar.

- ¿Quieres jugar al pilla pilla? - ella negó - ¿Al escondite? - otra vez - ¿Quieres ver la televisión? - negó de nuevo - ¿Quieres peinarme?

La niña sonrió ampliamente y asintió aplaudiendo euforicamente.

- Siéntate aquí. - ordenó extendiendo una pequeña silla.

Daniel se sentó soltando un largo suspiro.

- Me llamo Harper. - se presentó la niña - ¿Y tú?

- Daniel.

- Muy bien Daniel. - comenzó a acariciar su pelo y a trenzarlo pese a la poca longitud - Vas a ser una princesa muy bonita.

Dana rió al ver aquella escena y volvió a su dibujo.

- ¿Qué haces aquí Daniel? - preguntó Harper devolviéndole a la realidad. - ¿Tú también estás enfermo?

- No, yo no. Vengo a cuidarles.

- Oh, - exclamó ella comprendiendo - eso es genial. - Daniel sonrió - Yo tengo leucemia, pero mi mamá dice que pronto me curaré.

- Seguro. - afirmó él sacándole una sonrisa a la niña.

(...)

La hora de juegos había acabado, y todos estaban exhaustos.

Pronto varios celadores vinieron a recoger a los niños y llevarlos a sus habitaciones.

Dana ya había terminado su dibujo, y lo observaba con melancolía mientras Daniel dejaba salir al último niño.

- Pues ya está.- exclamó cerrando la puerta.

Miró a Dana por minutos. Ésta no se había movido desde hacía rato, mirando el trozo de papel.

- ¿Dana? - ella se giró - ¿Estás bien?

Ella asintió con una sonrisa falsa.
Arrugó el papel y lo tiró a la papelera.

- ¿Por qué...?

La puerta se abrió y Daniel no pudo terminar su pregunta.

- ¡Dana! - exclamó una enfermera corriendo hacia ella - ¿Qué haces aquí? Sabes que no es bueno que salgas de la habitación.

- Emm... Yo... Quería visitar a los niños. - contestó mientras la mujer la ayudaba a levantarse.

La enfermera negó repetidas veces, no aprobando su elección. La sentó a la silla de ruedas y miró a Daniel con el ceño fruncido.

- ¿Quién es él? - preguntó mirando a Dana.

- Es Daniel. El nuevo cuidador.

El castaño sonrió como saludo, pero la enfermera solo puso una mueca y salió de la habitación.

- Que agradable - pensó y soltó un suspiro.

Recorrió el aula un rato más hasta que se detuvo en la papelera, dónde Dana había tirado su dibujo.

Se quedó allí varios minutos, sin saber si hacerlo o no.

Si lo hacía... Violaba la intimidad de la chica.
Si no lo hacía... Se iba a morir de la curiosidad y nunca se lo perdonaría.

Agarró el papel sin pensarlo más y lo guardó en su bolsillo, saliendo del aula al instante.

La mujer que le atendió ayer le miró atentamente antes de tenderle la bolsa con su móvil.

Su turno había acabado.

(...)

Llegó a casa agotado y solo pudo tirarse al sofá y cerrar los ojos.
Su madre le saludó con una sonrisa y le avisó de que comerían pizza.

- No tires papeles por la casa, Daniel. - le regañó la mujer recogiendo la bola de papel del suelo.

Daniel levantó la cabeza confuso y abrió los ojos horrorizado al ver de lo que se trataba. El dibujo de Dana.

- ¡Espera mamá! - la detuvo antes de ella tirará el dibujo a la basura.

Agarró el papel apresurado, bajo la atenta mirada de su madre desconcertada.

Abrió el papel con cuidado y se asombró por aquel dibujo.

- Wow. - exclamó su madre agarrando el papel y mirando a Daniel - ¿Lo has hecho tú?

Él negó sin apartar la mirada del dibujo.

- Lo ha hecho una amiga mía del hospital.

Ni siquiera habían acordado en forzar una amistad, pero el castaño ya se había decidido a que aquello sería lo que Dana y él serían desde entonces.

- Tiene talento. - comentó la madre.

Daniel asintió.
Tenía demasiado talento.

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